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Dos novelas antillanas

Publicado por el 01/04/2019

Un puñado de escritores tuvieron el cartel internacional, durante la década de 1960, de “novelistas latinoamericanos”. El cuarteto compuesto por Vargas Losa- Fuentes –García Márquez- Cortázar opacó una producción menos comercial pero tan buena como la que se traducía y vendía por cientos de miles por todo el mundo. Obras de primer orden como las de Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias (con Nobel incluido), Antonio Di Benedetto, Augusto Roa Bastos o Alejo Carpentier tuvieron menos atención de editores, críticos y público. En esa segunda línea de resonancia, se encuentran las originales y poco célebres novelas del cubano Guillermo Cabrera Infante y del puertorriqueño Luis Rafael Sánchez.

blog taborda

La novela latinoamericana asumió el compromiso social. Hasta quienes luego se volvieron férreos defensores del liberalismo (Vargas Llosa) escribieron páginas rabiosas denunciando la opresión de los gobiernos. El otoño del patriarca; Yo, el supremo; Señor presidente; La fiesta del chivo; El recurso del método son algunas de las que componen el subgénero “novelas de dictador”. Textos con nobles temáticas pero deficiente factura (Huasipungo o La casa verde) demuestran que el tratamiento de los temas no alcanza para lograr una obra de arte que ponga en tensión un orden político. Solo algunos textos se aventuraron a discutir también las formas y buscaron en la materialidad del lenguaje una postura política rebelde.

 GOOD SHOW 

Blog QueLeer Guillermo Cabrera Infante

Guillermo Cabrera Infante (1929-2005) tuvo una vida política activa. Fue parte del círculo de escritores revolucionarios y, después del exilio inglés, se sumó a los contrarrevolucionarios. Le dieron el premio Cervantes en 1997. Su fama en la isla llegó por la crítica cinematográfica: en la mítica revista Carteles publicó unos lúcidos artículos firmados bajo el pseudónimo de G. Caín, la dictadura de Batista le había prohibido utilizar su nombre en las notas por considerar obscenos algunos de sus cuentos. Pero el salto internacional lo dio con su novela de 1967, Tres tristes tigres.

Cabrera Infante se propuso para TTT construir un mapa lingüístico de los registros del habla cubana. Una novela en la que el trabajo artesanal con el lenguaje sostiene toda la narración. Las diferentes voces se entrelazarán formando un relato fragmentado pero coherente. El comienzo marca el pulso de lo que vendrá; el presentador del Tropicana da la bienvenida:

Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes. Good-evening, ladies gentlemen. Tropicana, el cabaret MÁS fabuloso del mundo… «Tropicana», themostfabulous night-club in the WORLD… presenta… presents… su nuevoespectáculo… its new show… en el que artistas de fama continental… whereperformers of continental fame… se encargarán de transportarlos a ustedes al mundo maravilloso… They will take you all to the wonderful world… y extraordinario… of supernatural beauty… y hermoso… of the Tropics… El Trópico para ustedes queridoscompatriotas… ¡El Trópico en Tropicana! In themarvelousproduction of ourRodneythe Great… En la gran, maravillosa producción de nuestro GRANDE, ¡RodericoNeyra!… «Going to Brazil»…Intitulada, Me voy pal Brasil… Taratará tarará, taratará tarará taratareo…Brazuilterradyenostrafelichidade…

El cabaret de los Estados Unidos. La arenga frenética del inicio delimita el marco temporal. Son los años previos al triunfo de los barbudos; las fiestas de playas, prostitutas y ron comienza a tensionarse. Nada mejor que el discurso social en acción para pintar el declive. El lugar del narrador lo ocupará, alternativamente, una mujer de los sectores populares, otra mujer de clase alta que asiste a terapia (nunca llega la voz del analista), un paparazzi que se obsesiona con una cantante de boleros negra y gorda o un dandy decadente que recorre la noche habanera y acelera su coche frente al malecón. La polifonía pone al lector en un rol activo.

También recoge el guante que Joyce arrojó en 1922. Escribe sobre la muerte de Trotsky imitando a los popes de las letras cubanas: como lo hubiesen hecho Martí, Carpentier o Lezama Lima. El trabalenguas del título es un anuncio de la búsqueda lingüística y ruptura con la solemnidad. La complejidad técnica es altísima. Cabrera Infante es un artesano del lenguaje.

TTT es una novela profundamente cubana. Suena a chachachá, a son, a rumba. Tensionó las formas narrativas, volvió elásticas las estructuras de la novela. Y fue una referencia para algunas obras posteriores.

 LA VARIANTE BORICUA 

Blog QueLeer Luis Rafael SánchezLuis Rafael Sánchez (1936) es actor y dramaturgo. Estudió en Columbia, Nueva York y Madrid. Su obra teatral y narrativa aborda la subordinación puertorriqueña a los Estados Unidos. Una postura marginal: históricamente, más del noventa por ciento de la población reniega de la independencia.La guaracha del Macho Camacho de 1976 fue su primera y más importante novela.

Hacia 1976, Sánchez había publicado ocho obras de teatro. Sus estudios y el incipiente prestigio estaban ligados a la dramaturgia. Pero el conocimiento fuera de la isla llegó con la novela. Sánchez leyó muy bien Tres tristes tigres. El desenfado propio de los pueblos del Caribe, vinculado al baile, al cuerpo, a la tradición africana, estaban puestos en escena con gran eficacia en la obra de Cabrera Infante.

La guaracha de un tal Macho Camacho, La vida es una cosa fenomenal, es el hit insoslayable. Los capítulos de la novela están separados por el anuncio de un locutor de radio que se desangra en comentarios zalameros sobre la canción. El senador Vicente Reinosa (siempre acompañado de un verso rimado: “Vicente es decente y buena gente”, “Vicente es decente y su conciencia es transparente”, “Vicente es decente y su talento es eminente”), su esposa (espera la consulta con el psicólogo) y el hijo Benny (está atascado con su Ferrari en un embotellamiento) representan a los sectores acomodados. La Madre o China Hereje, amante del senador, los sectores bajos. El narrador que conduce la novela es un prodigio: cambia de registro constantemente, entra en los personajes, le cede la narración a ellos, se aleja. La escena del cumpleaños de Benny es un buen pasaje de la versatilidad del narrador:

O SEA QUE ya yo, o sea que yo ya estoy grande para un party con cake y velitas y besitos sonorizados de Mami y besitos sonorizados de las amigas de Mami y cajas de pañuelos y corbatas y yuntas y estuches de Yardley y botellitas de AcquaVelva y baila con la nena de Betty y baila con la nena de Kate y baila con la nena de Mary Ann y baila con la nena de Elizabeth: exhortaciones cocidas en el caldero casamentero del mamismo por influencia de los censos poblacionales que aseguran la escasez crítica del género masculino y adelanta la soltería inapelable de cientos de miles de féminas. O sea que la cabeza se me hace un pantano cuando oigo, oigo, oigo, a Mami, a Mami, a Mami, que me dice, que me dice, que me dice, bajito, bajito, bajito: dile a tu amigo de la motocicleta que la rueda delantera de su motocicleta impide la inclinación natural de una de las ramas bajas de mis hortensias azules: trabajosamente logradas por el jardinero que hubo que comprar tierra de injerto en Pennock Garden; dile a tu amigo de la melena hirsuta que no tire las colillas en las zonas ajardinadas en donde crecen mis orquídeas negras y dile a tu amigo con facha de mecánico, con facha de gangster de Chicago, con facha di tenore, que no escupiteje tanto en los purrones donde crecen mis suspiros de bebé y dile a tu amigo con la mirada alelada que se separe del tronco débil de mi sauce llorón.

Las voces del inútil Benny que piensa en su cumpleaños, la de un narrador que se entromete con un análisis estadístico y la madre que recrimina a los amigos de Benny, se cosen con un trabajo artesanal muy delicado. Ninguna marca formal nos avisa de los cambios bruscos de narrador.

La estructura polifónica del texto da cuenta de los diferentes discursos sociales de una sociedad compleja, colonizada culturalmente, caótica. Nadie pone orden al relato; cuando descansamos en un narrador coherente, otras voces se cuelan para sofisticar la narración. El trabajo con la sonoridad de las palabras es deliberado: en voz alta, la prosa suena como una guaracha.

Tres tristes tigres y La guaracha del Macho Camacho son dos novelas populares no solo por las temáticas que abordan sino porque encarnan el barullo de las calles, las voces imperfectas, reales. Pero escapan del realismo llano porque el juego con el lenguaje es más importante que el objeto representado. Solo en la geografía de las Antillas podría haberse gestado semejante osadía verbal y rítmica.

Ni yanki ni peronista

Publicado por el 11/10/2018

Piglia era marxista. En los sesenta fue maoísta, hasta viajó a China. En los setenta, abandonó la revista Los libros por el apoyo de Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano al gobierno de Isabelita. Con el peronismo tuvo un vínculo de fascinación y respeto: su padre debió convivir con un exilio bonaerense; luego del golpe del 55 la familia abandonó Adrogué y se refugió en Mar del Plata. Pero la admiración de Piglia siempre rondó en torno a las lecturas sofisticadas del filósofo alemán. El prólogo de Los casos del comisario Croce (Anagrama, 2018) es un texto de Marx incluido en Historia crítica de la teoría de la plusvalía (1857). Analiza al delito como una industria dinámica dentro del capitalismo. Cada línea parece escrita por Piglia.

QUELEER Piglia (1)

La enfermedad que degeneró su cuerpo, le impidió la escritura. Los métodos técnicos de producción de los textos siempre fueron de su interés; en el final de sus días, pudo llevar el problema teórico a la práctica: compuso el libro utilizando el sistema Tobbi, eligiendo con la mirada letra por letra. En realidad parece una máquina telepática, dice en el epílogo del libro. Ese trabajo titánico apenas afectó la calidad de factura de los doce relatos que componen el libro. Solo se pueden relevar algunas marcas de contracción o síntesis, y el fuerte de los textos se recuesta en el planteo argumental.

Piglia fue el mejor lector de su generación. Su obra literaria, al igual que la de Borges, se constituye a partir de lecturas e intertextualidades. Conocía a la perfección el género policial. Entendió que, en ese supuesto género menor, estaban los dispositivos narrativos para hacer buena literatura. El vínculo de una sociedad con el crimen es una línea de lectura provechosa. El policial moderno se inauguró en 1841 con la publicación de Los crímenes de la calle Morgue de Poe. El salto distintivo lo da la aparición del detective. El cuento inaugura una los tópicos que se desarrollarán durante el siguiente siglo y medio: el problema del cuarto cerrado, el detective lector; un outsider que con mirada lúcida y fresca pone luz sobre un caso que la institución no alcanza a dar respuesta. La publicación de Cosecha roja de Hammett, en 1929, da una nueva orientación al policial clásico. El dinero entra en escena, en dos planos: las motivaciones de los crímenes ya no son individuales sino que están atravesadas por conflictos con el dinero, y el detective ya no es una mente altruista; ahora el hombre, contradictorio y físico, trabaja por dinero. Piglia creó su detective e incorporó elementos de las dos principales corrientes del género policial.

QUELEER Piglia (2)El comisario Croce sintetiza lo mejor de Dupin y Marlowe, es el resultado de las contradicciones de estas crueles provincias. Lo hizo a su manera, una mezcla de intuición y coraje, así opera nuestro detective criollo. A diferencia de Piglia, Croce es peronista. Tuvo que exiliarse en pueblos de la provincia de Buenos Aires después del golpe del 55. En el 76, creen que se escapó a Uruguay. Tiene mente y cuerpo: estudió filosofía y aplicó el silogismo a la resolución de crímenes. Tuvo una amante casada, con quien se encontraba en hoteles marginales y militó por la vuelta de Perón. El narrador del cuento La resolución adjudica a Croce lo que Sarmiento destacó en Rosas: con solo morder una brizna de pasto, por el sabor del yuyo, Croce es capaz de identificar con exactitud en qué estancia y en qué zona de la pampa está. Piglia creó a Croce y así resolvió el primer gran escollo para escribir literatura policial. El comisario había aparecido por primera vez en la premiada novela Blanco nocturno (2010). Ahora Piglia lo pasea por doce relatos cortos.

Ya en Respiración artificial (1980) Piglia dio grandes muestras de ingenio: imaginó que toda la obra de Kakfa pudo haber sido inspirada en su amigo Hitler, un pintor austríaco fracasado que frecuentó los bares bohemios de Praga durante la Primera Guerra Mundial. En el resto de su obra esos hallazgos continuaron y en su último libro se acumulan varios. En el cuento La película, alguien extorsiona al gobierno peronista con un video pornográfico. Actúa una mujer rubia, bellísima, todo indica que es “esa mujer”. En El astrólogo, Piglia vuelve a homenajear a Roberto Arlt. El personaje de Los siete locos continúa con sus excéntricos planes recaudatorios, esta vez encuadrado dentro del peronismo. En El jugador recoge el guante que Chéjov dejó en su cuaderno de notas, un argumento que nunca escribió: Un hombre, en Montecarlo, va al Casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida. Ya había trabajado con ese argumento en su Tesis sobre el cuento, ahora lo retoma en la ficción. En La conferencia, tal vez el mejor de los doce cuentos, pone a Borges como personaje y le da voz. El viejo ciego viaja a un pueblo para dar una conferencia sobre literatura policial. El salón está casi vacío y la organizadora busca a Croce para hacer bulto. En la cena, previa a que el viejo conferencista tome el tren de regreso, resuelven juntos algunos casos hipotéticos.

Ricardo Piglia murió el año pasado pero el plan de ediciones póstumas recién comienza. Los casos del comisario Crocees el último homenaje que le rindió al género que atravesó su vida como editor, lector y escritor. Fiel a su cosmovisión materialista de la historia interpretó al género policial como una gran crítica del capitalismo, más eficaz que la literatura social de izquierda. Pocas aristas son más provechosas para interpretar una sociedad que analizar la forma en que esa sociedad mata. Marx abre el libro y un marxista argentino lo completa.

FICHA TÉCNICA

Los casos del comisario Croce

Ricardo Piglia

Editorial Anagrama

Septiembre de 2018

187 páginas

El derecho de vivir en paz

Publicado por el 16/09/2018

Es martes y en las calles de Santiago el humo de los bombardeos se funde con el pesado esmog. La central obrera convoca a sus puestos de trabajo. Miles son arrastrados al Estadio Chile por el Ejército. Desde la Universidad parten móviles que llevan intelectuales, docentes universitarios, trabajadores de la cultura. Hasta ayer reconocidos, hoy son parias. El presidente está muerto. Los reos caminan con las manos en la nuca. Un soldado joven se acerca a uno de ellos, examina detenidamente su rostro y le dice a un uniformado de mayor rango: “Este es el negrito que canta canciones rojas”. Lo separan de la fila y se lo llevan a los vestuarios.

***

Víctor busca y no encuentra. Aprendió a trabajar la tierra en la infancia. La adolescencia en la Capital fue más difícil. Primero la carrera hacia el sacerdocio, luego el servicio militar. Ingresa en un coro y se da cuenta de que puede cantar, pero se decidirá por el teatro: estudia dirección y actúa. En una gira por Europa del este, la compañía que integra se presenta en Moscú. El cantante tuvo un percance y hay que suplirlo. “Tocá una de esas cancioncitas que sabes con la guitarra”, le dicen. Siente vergüenza, pero asoma su cabellera oscura, la sonrisa amplia. Y comienza el rasguido: “Aquí te traigo una rosa, del campo la recogí/ Como que te fuiste, como que te vai, como que me quieres y no me querésnai”. Los rusos aplauden hasta enrojecer las manos y lo obligan a un bis.

***

Vuelve con el resto de los detenidos. Tiene los ojos hinchados, sangre en el rostro y las manos destruidas. A pesar del calvario, alienta al resto, no se desanima; sabe que no se trata de un ataque desestabilizador como los que se acumulan desde hace unos años en el país. Esta vez van hasta el fondo. Cuando vuelve a sentir sensibilidad en las manos consigue un lápiz y unos papelitos de colores, y en silencio, desparramado en un rincón, comienza a escribir su último poema.

***

En 1970, la Unidad Popular, coalición de izquierda, lleva a Salvador Allende a la presidencia. Es médico, usa unos lentes negros muy gruesos y da discursos serenos que hablan del futuro, de los trabajadores, de la humanidad y del socialismo. A diferencia de su amigo cubano-y de la mayoría de los procesos políticos que se multiplicaban en el tercer mundo- Allende cree que se puede atacar el sistema nervioso de las desigualdades por la vía electoral. Nacionaliza el cobre, principal exportación y estandarte de la economía chilena, y comienza una serie de reformas que atentan contra el modelo de valoración financiera promovido por Estados Unidos.

Víctor Jara - Villy Villian

(Ilustración: Villy Villian)

“Somos cinco mil aquí/ en esta pequeña parte de la ciudad/ Somos cinco mil. ¿Cuántos somos en total en las ciudades y en todo el país?/ Solo aquí, diez mil manos que siembran y hacen andar las fábricas/ Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor, presión moral, terror y locura”, escribe la mano temblorosa de Víctor. Descansa, mira las caras de espanto de sus compañeros. Acepta una galleta que alguien ingresó al estadio de contrabando y corta así largas horas de ayuno involuntario. Piensa en Joan y en sus hijos.

***

El folclore chileno describe paisajes bucólicos: la montaña y el mar son los lugares comunes. Una irrupción telúrica en forma de mujer cambió ese rumbo e influenció a la generación de los jóvenes veinteañeros de la década del ’60. “Me tocó la fortuna de conocer a Violeta Parra y eso ha significado algo especial para aclarar lo que yo tenía que ser”. A partir de ahí, Víctor centró su potencia creadora en hacer canciones orientadas al sentir y respirar de los hombres y las mujeres que no tenían quién los cante.

***

Salvador Allende empieza el tercer año de su gobierno en medio de presiones externas e internas. En las elecciones municipales la Unidad Popular incrementa su caudal de votos y el apoyo ciudadano marca que no hay que retroceder en las conquistas ni ceder. El secretario de Estado del gobierno de Richard Nixon, Henry Kissinger, se coloca a la cabeza del plan para derrocar a Allende luego de la derrota de la oposición en las urnas. Financia sabotajes, paros, intentan detener la producción. Ante el caos, la respuesta de la gran mayoría de los trabajadores es contundente. Una dilatada huelga del transporte de pasajeros inmoviliza al país. Los vehículos particulares trasladan a los chilenos a sus puestos de trabajo. El plan de Kissinger encuentra resistencia popular en las calles y aplausos en el extranjero. En 1973, será galardonado con el Premio Nobel de la Paz por la Academia sueca.

 *** 

“Seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas/ Un muerto, un golpeado como jamás creí que se podía golpear a un ser humano/ Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores, uno saltó al vacío, otro golpeándose la cabeza contra el muro, pero todos con la mirada fija en la muerte”. Describe en el papel lo que sucede alrededor y se detiene porque las manos acusan el martirio. Entran los uniformados y se lo llevan. Ya no lo verán sus compañeros. Ni familia y amigos. Quedará de frente a la muerte. Ya no tomará café, no hará el amor nunca más.

***

La estrategia trazada por EEUU y los militares chilenos, liderados por Augusto Pinochet, desemboca en un golpe de Estado directo. Bombardean La Moneda y Allende resiste con algunos colaboradores y el fusil que le regaló su amigo Fidel Castro. Dejará su vida y el sueño de la vía al socialismo a través de las instituciones de la democracia burguesa. A partir de ahí, 17 años de dictadura monstruosa: desaparecidos, torturados, exiliados. Chile será el laboratorio de pruebas de la doctrina liberal económica y del terrorismo sistematizado.

***

El cuerpo de Víctor Jara fue enterrado como NN en una fosa común. Cuarenta y cinco años después, continúa siendo ícono de artista revolucionario, sensible al ritmo histórico de su pueblo. En las marchas de los estudiantes que luchan por la educación gratuita se cantan sus canciones y su rostro, sonriente y combativo, decora remeras y banderas. Fue un cantor popular que embelleció consignas que florecían por todas partes del mundo: la autodeterminación de los pueblos, la solidaridad y, a fin de cuentas, el derecho de vivir en paz.

El nacimiento de la novela

Publicado por el 26/06/2018

Vencen los bárbaros, los gauchos vencen

Jorge Luis Borges

La literatura argentina es un conjunto heterogéneo que goza de buena reputación a nivel mundial. Borges, sin dudas, es la gravitación central: los procedimientos del fantástico criollo fueron un aporte destacado que excedió las fronteras nacionales. Es una literatura joven; cuenta apenas con algo más de un siglo y medio de vida. En sus inicios, la noción periférica respecto de la centralidad europea era evidente. Los movimientos y modas llegaban tardíos; además, el gaucho era el elemento disonante, no existía algo parecido en las letras francesas, alemanas o inglesas. Con esas dificultades comenzó la literatura en estas pampas.

El nacimiento de la novela QUELeerEl díscolo David Viñas dijo que nuestra literatura nació con una violación. Se refería a la escena de El matadero de Echeverría: el joven unitario pasea a caballo por las inmediaciones del matadero, es interceptado y sometido por un grupo de federales; mientras unas manos ásperas lo desvisten, el muchacho revienta de bronca. El inicio de la ficción criolla no puede leerse desligado de la clave política. En 1845, Sarmiento escribió tal vez el mejor libro del siglo. Allí se plantea la dicotomía que surcó el siguiente siglo de la política y la cultura. Por un lado, el cuerpo, la pulsión y la barbarie; y por el otro, la mente, el refinamiento y la civilización. Sobre el segundo polo de la contradicción José Mármol posicionó la mirada para crear la primera ficción rioplatense de largo aliento.

En 1850 las fronteras de la novela no estaban delimitadas aún. Podía contener manifiestos políticos, esbozos de proyectos de país o documentos oficiales. Amalia abunda en esos elementos que hoy consideramos extraliterarios. En el campo literario, hay procedimientos que no envejecieron. El comienzo de la novela tiene un artilugio memorable.

El 4 de mayo de 1840, a la diez y media de la noche, seis hombres atravesaban el patio de una pequeña casa de la calle de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires.

Llegados al zaguán, oscuro como todo el resto de la casa, uno de ellos se detiene, y dice a los otros:

-—Todavía una precaución más.

Mármol narra, con diez años de distancia, el peor momento del gobierno de Rosas. La Confederación ya no lo reconoce como interlocutor con el extranjero y Lavalle prepara un ejército para invadir Buenos Aires. Toda la información histórica aparecerá hasta el hartazgo en la novela, pero en el comienzo apuesta por la narración. El detalle casi imperceptible del cambio de pretérito (atravesaban) a presente (se detiene) genera una cercanía mayor con la escena, como si la cámara se acercara. Generalidades como la tiranía y el futuro de la patria se singularizan con el microcosmos de seis hombres que huyen en busca del exilio. Toda la secuencia inicial –la emboscada, la feroz defensa de Eduardo Belgrano, la fuga—tiene atmósfera de suspenso. Solo utiliza el presente en esos dos verbos iniciales pero el ritmo de la acción ya quedó teñido por la simultaneidad.

Uno de los momentos de mayor dramatismo ocurre cuando María Josefa Ezcurra, cuñada de Rosas, sospecha que el unitario prófugo se encuentra en casa de la acomodada Amalia Sáenz de Olabarrieta. Asiste a un ágape en casa de la joven viuda. Mira, con sospecha, a Eduardo Belgrano, lo interroga. Las respuestas evasivas e inconsistentes empujan a la vieja a la acción.

Y al decir estas palabras la vieja, fingiendo que buscaba un apoyo para levantarse, afirmó su mano huesosa y descarnada sobre el muslo izquierdo de Eduardo, haciendo sobre él tanta fuerza con todo el peso de su cuerpo, que, transido el dolor hasta los huesos, porque la mano se había afirmado precisamente en lo más sensible de la profunda herida, Eduardo echó para atrás su cabeza, sin poder encerrar entre sus labios esta exclamación:

—¡Ah, señora! — quedando en la silla casi desmayado y pálido como un cadáver.

Cuando Mármol se dedica a narrar, la historia avanza; la tensión se fija en las acciones. El problema aparece cuando el narrador omnisciente —que ya está en una situación de poder— se dedica a juzgar con pasión a los personajes. La singularidad de las escenas narradas se pierde y la voz del narrador ocupa toda la atención. María Josefa Escurra es representada en dos momentos. En el primero los dictámenes contundentes obturan la vida del personaje:

La historia, más que nosotros, sabrá pintar a esa mujer y a otras personas para hacer resaltar toda la deformidad de su corazón, de sus hábitos y de sus obras.

Esa primera persona del plural (nosotros) marca un consenso en la apreciación. No es solo el narrador quien considera deformes los corazones federales; se arroga la voz de los hombres libres del Plata. El lector modelo de Mármol es el exiliado porteño que vive en Uruguay y conoce la literatura europea. La novela se publicó originalmente por entregas con el diario La semana de Montevideo.

En otro pasaje, la cuñada de Rosas aparece desligada de las ofensas del narrador. Ese ser oscuro se humaniza cuando se le da voz. Un gaucho humilde se acerca a Josefa con un pedido; la trata con respeto (“usía”, ya en desuso).

—No me diga Usía. Tráteme como quiera, no más. Ahora todos somos iguales. Ya se acabó el tiempo de los salvajes unitarios, en que el pobre tenía que andar dando títulos al que tenía un frac o sombrero nuevo.

El nacimiento de la novela QUELeerMármol trabaja con destreza los diálogos. La eficacia en la representación de los conflictos ocurre, en casi todos los mejores pasajes de la novela, a través de los parlamentos de los personajes. Ahí se emancipan de la mirada fanática del narrador. Daniel Bello, unitario espía dentro de las organizaciones federales, aconseja a su prima Amalia que despida a sus criados porque comentarán que allí se esconde un prófugo. Esa breve intervención es un análisis interesante que nos dice mucho más del personaje que lo enuncia de los sectores que caracteriza.

—Solo hay en la clase baja una excepción, y son los mulatos; los negros están ensoberbecidos, los blancos prostituidos, pero los mulatos, por esa propensión que hay en cada raza mezclada a elevarse y dignificarse, son casi todos enemigos de Rosas, porque saben que los unitarios son la gente ilustrada y culta, a la que siempre toman ellos por modelo.

Más allá de la evidente posición política de Daniel Bello, el plan de la novela tiene mayor solvencia cuando no lo enuncia el narrador. La bestialidad de los federales no se construye con la sola enunciación; sí cuando los pone en acción y les da voz. Lo mismo con las opiniones elitistas de los jóvenes ilustrados. Es interesante analizar el procedimiento de las descripciones. Como bien señaló Viñas, cuando Mármol describe el cuarto de Rosas utiliza imágenes geométricas para dar cuenta de los ambientes, todo es frío y hermético; cuando se encarga del aposento de Amalia, los colores, las sensaciones y las metáforas afloran. El artilugio de Mármol es literario y no moral. Cuando la pasión lo desborda y adjudica la maldad a los federales se corre del registro de la novela. En las descripciones físicas utiliza los mismos dispositivos: los federales tienen rasgos toscos, mientras que los unitarios son dueños del ideal de belleza romántico. Así describe a Florencia, novia de Daniel.

Había algo de resplandor celestial en esa criatura de veintidós años, en cuya hermosura la Naturaleza había agotado sus tesoros de perfecciones, y en cuyo semblante perfilado y bello, bañado de una palidez ligerísima, matizado con un tenue rosado en el centro de sus mejillas, se dibujada la expresión melancólica y dulce de una organización amorosamente sensible.

La virtud interna no puede desligarse de la externa. Además de inteligencias más sofisticadas, los unitarios son más bellos. A la hora de describirlos, Mármol acude a la Naturaleza, a Dios y a lo sublime.

Los ojos del agente francés, joven aún y de fisonomía distinguida, estudiaron por algunos segundos la inteligente y expresiva de Daniel.

Del mismo que Echeverría y Sarmiento, Mármol tiene un odio desmesurado hacia los federales y ese odio, hiperbolizado, se vuelve fascinación. Echeverría les da voz a los federales del matadero, Sarmiento dice que Rosas puede reconocer cualquier campo con solo probar el pasto. Amalia intenta ser una novela total, al estilo decimonónico; en sus páginas está contenido el esbozo de análisis de la condición del gaucho. En el siglo XX, para oponerlo a la inmigración impura, se consideró al gaucho como génesis del ideario de nación. Pero en el siglo XIX era sinónimo de atraso. Mármol piensa en el gaucho anónimo, pero principalmente en Rosas, el jefe de todos los gauchos.

El caudillo del gaucho es siempre el mejor gaucho. Él tiene que alcanzar ese puesto con pruebas materiales, continuadas y públicas. Tiene que adquirir su prestigio sobre el lomo de los potros, con el lazo en la mano, entre las charcas de sangre, durmiendo a la intemperie, conociendo palmo a palmo todas nuestras campañas, desobedeciendo constantemente a las autoridades civiles y militares, y burlando y hostilizando día por día cuanta mejora industrial, cuando disposición y cuanto hombre llega de las ciudades a la campaña.

En largos pasajes de la novela el insoslayable Juan Manuel de Rosas es personaje. Discute con Cuitiño, espada salvaje de La Mazorca, sobre la necesidad de perfeccionar la represión. Otra charla privada, con el ministro inglés es interesante. Rosas es más astuto; posee una inteligencia sofisticada y eficaz. Es el arquetipo de político pragmático.Conoce su poder y lo ejerce. En una escena memorable, convida al ministro a pisar maíz, de rodillas en el piso, junto a Manuelita.

Cuando el narrador juzga a los federales —incluido Rosas— se abandona la narración ficcional, cambia el registro. Los personajes pierden humanidad y se vuelven unívocos; cuando les da voz y vida, ganan en contradicción y vitalidad. La idea de que Rosas es astuto pero malvado y que está rodeado de una caterva de obtusos fanáticos, funciona cuando el gobernador en lugar de resaltar la necesidad de que lo cuiden ante la inminente invasión de Juan Lavalle, invierte el plano; los únicos afectados si la Federación y su caudillo caen es el pueblo; la revancha sería feroz.

—A mí no me harán sino un favor en sacarme del mundo. Yo estoy en él porque ustedes me obligan.

Amalia es considerada la primera novela rioplatense. Hubo otros intentos previos, pero el canon elige un punto de partida. En ella conviven pasajes de gran factura narrativa con páginas y páginas de dictámenes coléricos. La prosa de Mármol —influida por los románticos franceses — tiene elementos técnicos muy interesantes. Exceptuando los fragmentos tediosos, en los que abundan informes del conflicto militar, la historia se desarrolla con fluidez. Los ejes que plantea la novela ya estaban delineados en El matadero, pero Mármol va un paso adelante en el proyecto de la novela total. Y la audacia mayor fue, tal vez, darle voz a Rosas. Intentó crear un ser despótico, calculador y desalmado. A pesar de Mármol, Rosas es el personaje más interesante e inteligente de la novela.

Hay literatura argentina del siglo XIX sin Mármol. También sin Echeverría: su texto fundacional se publicó veinte años después de su muerte. Sarmiento, el mejor de todos, también puede considerarse accesorio. La figura central, indispensable para el nacimiento de las letras nacionales, es Juan Manuel de Rosas. La reacción a él, como estadio superior de la tiranía popular, desencadenó vómitos de tinta. El odio desproporcionado trajo también algunas páginas destacables. Sarmiento, casi todas; Echeverría, su Matadero y Mármol en algunos grandes pasajes narrativos.

 

La vida que se apaga

Publicado por el 16/11/2017

Ricardo Emilio Piglia Renzi intentó crear un espacio autónomo para la literatura. Compartía con Kafka la utopía del escritor que se aísla y solo abandona la escritura para comer y dormir. En la crítica también razonó en esa línea: escapó de las modas (historicista, sociológica o posmoderna) y buscó en el texto, en su funcionamiento, en su “cómo está hecho”, la clave del mecanismo narrativo. Durante más de medio siglo escribió en un diario las lecturas, las discusiones, la vida solitaria de cafés porteños, las clases en Estados Unidos. En los últimos años, con su cuerpo en descomposición indetenible, se dedicó a ordenar los 327 cuadernos. Los publicó en tres tomos y son, tal vez, su obra mayor.

Blog Ricardo Piglia  (1)

(Foto: Andrés Di Tella /EFE)

Piglia —al igual que Borges, Saer y Puig—fue consciente de la construcción de su poética. La mayoría de los autores escribe, publica y, con el paso de años, busca su lugar dentro de la constelación dinámica que representa la literatura nacional. Antes de su primer libro de cuentos de 1967, ya sabía cuáles eran sus temas y cuál debería ser su estilo para escapar de las modas borgeana y cortazariana.

Fue un gran admirador de los diarios como género; sobre todo los Pavese y Kafka. A esos cuadernos —que comenzó a escribir en la adolescencia y que contenían acercamientos literarios y vivencias personales— los distanció del autor y los convirtió en ficción. El título Los diarios de Emili Renzi no es una lección azarosa: utiliza su alter ego para ubicar el texto dentro de la zona de tensión no resuelta entre testimonio biográfico y literatura.

LA TRILOGÍA

Blog Ricardo Piglia  (2)Luego de Años de formación (1957-1967) publicado en 2015 y Los años felices (1968-1975) al año siguiente, en octubre pasado vio la luz la tercera y última parte de los diarios. Un día en la vida abarca desde el año 1976 hasta que pudo escribir. Una enfermedad degenerativa fue carcomiendo su asombrosa capacidad de trabajo. A diferencia de los dos primeros tomos —en los que se acumulaban las anotaciones diarias— en este último un tramo temporal se ficcionaliza con un narrador en tercera persona.

La dictadura se llevó a sus amigos Rodolfo Walsh y Haroldo Conti. El terror se vuelca en los cuadernos.

Ayer, el golpe. Me quedé leyendo esa noche hasta la madrugada y desde la ventana cómo los militares cortaban el tráfico, escuché voces de mando, vi colectivos encandilados con la luz de un foto antiaéreo, vi civiles que patrullaban las calles; a la mañana siguiente volví a la ronda de escuchar las radios en cadena transmitiendo marchas militares. Preparan una represión sangrienta. Su asesor en economía es Martínez de Hoz. Pasé el miércoles sin salir a la calle, hoy me dispongo a asomarme a la ciudad.

Como Borges el El Aleph (la vida cotidiana de la ciudad no se altera por la muerte de Beatriz Viterbo) o el tango de Le Pera Sus ojos se cerraron (y el mundo sigue andando), Piglia ve en la aparente normalidad un signo desesperado.

Lo peor es la siniestra sensación de normalidad, los ómnibus circulan, la gente va al cine, se sienta en los bares, sale de las oficinas, va a los restaurantes, se ríe, hace chistes, todo parece seguir igual pero se oyen sirenas y pasan a toda velocidad autos sin patente con civiles armados.

Entiende con lucidez la estrategia nacionalista de los militares. A diferencia de muchos intelectuales que se dejaron llevar por el fervor chovinista, Piglia advirtió que no era más que un intento de expansión en momentos en que el consenso hegemónico estaba desgastado.

Ahora llueve, afuera conflicto con los ingleses, Islas Malvinas, ¿se agravará?, seguro que sí, los militares no tienen otra salida que el nacionalismo turbio.

Los cuadernos, que llena uno tras otro, también son tema de reflexión. Tiene confianza en sus posibilidades. Piensa que si logra una obra literaria sólida, si su nombre cobra prestigio, la edición de las anotaciones que comenzó en la adolescencia, casi como un escape, tendrá sentido.

¿No es increíble que durante veinte años haya encontrado, a pesar de todo, el impulso para escribir estos cuadernos? Atraviesan mi vida como ninguna otra cosa, mala escritura (en sentido moral) que no sirve para nada, que no vale nada, que algún día habrá que tirar. ¿O me decidiré a pasarlos en limpio y a correr los riesgos de encontrar mi estupidez?

Quizá alguna vez pueda leer publicada esta novela que ahora me da tanto trabajo escribir. También este cuaderno será leído, alguna vez en el futuro, por alguien que no será este que soy ahora.

Blog Ricardo Piglia

(Foto: Alejandra López)

EL FINAL

El diario, como la gloria, es póstumo. Piglia escribió hasta que pudo. En los últimos tiempos solo se comunicaba por medio de una computadora. Y utilizaba la máquina para hacer chistes. Una paradoja cruel: el escritor más interesante de la lengua española ya no puede narrar. Los análisis brillantes, las ficciones sofisticadas y las clases reveladoras solo anidaron en su mente.

Mi vida depende ahora de la mano derecha, la izquierda empezó a fallar en septiembre después de que terminé el programa de televisión sobre Borges. Me sucedió en ese momento, pero no a causa de eso. Los médicos no saben a qué se debe. El primer síntoma fue que no podía hacer movimientos finos, los dedos ya no me obedecen.

No puedo ya vestirme solo, así que me he hecho confeccionar una capa, o mejor, una túnica que me cubre el cuerpo cómodamente, con dos lazos para atarla. Tengo dos atuendos; mientras uno se lava, uso el otro, son de lino color azul, no necesito nada más.

La silla de ruedas, en andar mecánico, el cuerpo metálico.

Me he refugiado en la mente, en el lenguaje, en el porvenir.

Que sean como Rodolfo Walsh

Publicado por el 25/03/2017
Que sean como Rodolfo Walsh

Walsh está en un altar. Es una vaca sagrada de nuestro imaginario. Representa la anulación de la distancia entre lo que se dice y se hace. Es un hombre que asumió su rol histórico y se animó. Pero también fue limpiador de vidrios, comerciante de antigüedades, traductor, padre, periodista, criptógrafo en Cuba, corrector, pescó para sobrevivir, y escribió una obra literaria de ficción que se ubican en primer orden de la literatura argentina.

La multiplicidad de su genio y su desaparición terrible hacen que lo que se escapa de la imagen sacralizada sea visto como a través de un vidrio esmerilado. Walsh fue un creador humano, sensible, agudo y lúcido. Su obra literaria —de ficción, no ficción y periodística— representa una constelación sólida que hace dialogar a lo mejor de nuestra creación artística con los turbulentos procesos sociales que atravesaron al país durante el siglo XX.

 NARRADOR 

Es el mejor escritor de su generación. Su primera publicación, de 1953, le valió el Premio Municipal de Literatura. Variaciones en rojo está compuesto por tres novelas cortas policiales al estilo clásico inglés. El detective (un outsider como el Dupin de Edgar Allan Poe) analiza el caso y lo resuelve. Walsh comienza a desarrollar la maquinaria narrativa que funcionará de acuerdo a las necesidades: una investigación periodística, una crónica o un cuento. Luego del éxito de su libro, abandona la fórmula. Influido por el policial negro norteamericano ensucia la eficacia de la trama. La motivación del crimen y su resolución ya no son conflictos individuales. La descomposición de las instituciones, la moral contradictoria de los personajes y resoluciones menos implacables dan al estilo de Walsh mayor frescura.

Tampoco se repitió en el nuevo registro. Walsh es inquieto, curioso, creativo, y su prosa es el universo material donde su creatividad se desarrolla. En los primeros cuentos policiales el detective Daniel Hernández, en la exposición final, detalla todo lo que la historia ocultó o insinuó. No quedan dudas ni segundas interpretaciones: el final es categórico. En los cuentos de la década del 60 Walsh introduce la elipsis; lo no dicho, lo inestable y fragmentario. El lector debe dar sentido, reponer, interpretar. De este modo el texto se abre y crece en sensibilidad. La prosa límpida y certera de los relatos policiales ahora ofrece una mayor plasticidad, otra textura. En Fotos y luego en Cartas los textos son colages polifónicos con voces yuxtapuestas. En forma simultánea se narra el microcosmos (los personajes: un joven revoltoso o un empleado rural) y un macrocosmos (la vida política argentina, el imaginario campo-ciudad). En Esa mujer Walsh narra el encuentro entre un periodista ambicioso y un militar. El periodista indaga acerca del destino del cadáver de Evita; el personaje histórico nunca se menciona. Nota al pie es el cuento en el que el trabajo artesanal con las palabras muestra su faceta más aguda. El relato en tercera persona cuenta el suicidio de un traductor. La carta del suicida comienza a “luchar” contra el relato principal, ganándole una línea a cada página, coronado por la victoria del texto aparentemente secundario.

Otro rasgo interesante de su etapa literaria ficcional es el autobiográfico. Walsh pasó parte de su infancia y adolescencia en internados para descendientes de irlandeses pobres. Los muchachos zanjaban sus diferencias en grescas interminables. Irlandeses detrás de un gato cuenta la historia de un recién llegado que, en tono de aventura, debe sortear el enfrentamiento físico con los mañosos internos. El más interesante de la serie de los irlandeses es Un oscuro día de justicia, último cuento publicado por Walsh. Un niño indefenso es obligado por un profesor a practicar el pugilato con un compañero más fuerte y más avezado en el combate. El pequeño sufre los golpes y la humillación. La única salida que encuentra es que lo rescate su tío. La escena, patética y épica, describe la pelea entre los adultos. Walsh propone una lectura en clave política: el héroe exógeno llega para rescatar al pueblo (utiliza la palabra pueblo para referirse a los jóvenes que asisten, desde las ventanas, al combate). El final justifica lo “oscuro” del aparente día de justicia. El pueblo pierde, no es liberado. La única forma posible es la autoliberación: solo el pueblo se libera a sí mismo.

Walsh era señalado como el sucesor de Borges. El díscolo y provocador David Viñas lo ponía por encima. Tenía el talento, la lucidez y la audacia para seguir desarrollando una obra literaria de ficción destacada, pero la realidad es dinámica y vertiginosa. Interpretó el ritmo histórico y consideró que la contemplación significaba estar del lado incorrecto. Resolvió la contradicción teórica con la acción.

Rodolfo Walsh (1)

 CRONISTA DE TIEMPOS DIFÍCILES 

“Hay un fusilado que vive”, le dijeron al oído, en un club de ajedrez de La Plata. Esta frase, enigmática y surrealista, le llamó poderosamente la atención y comenzó a investigar. Rastreó a los sobrevivientes de los fusilamientos de José León Suárez, consultó los diarios, la causa judicial, el registro de la radio oficial para determinar el horario exacto en que el locutor leyó la declaración de la ley marcial. Walsh es metódico, suspicaz, está dotado de una gran inteligencia. Trabajó como corrector de pruebas de imprenta, atento al detalle, a la lectura sílaba por sílaba. Escribió cuentos policiales, conocía el género, el rol del detective como analista e intérprete. Y además, siempre fue un escritor dueño de una prosa certera, filosa. El momento epifánico el que le comentan que hay una historia de un sobreviviente para contar es crucial: comienza a fundarse el periodismo de investigación en la Argentina.

Operación masacre (1957) es el primer libro de no ficción de nuestra literatura. Walsh determina la ilegalidad de los fusilamientos del año anterior, las pruebas son irrefutables, contundentes. El tratamiento del texto es novedoso: utiliza el procedimiento de la novela para narrar los hechos. Cuenta la vida de los personajes involucrados, recrea las escenas previas a la noche infausta. Recorre los lugares y estudia el terreno, habla con los sobrevivientes, describe con precisión las circunstancias. Así retrata a una de las víctimas y también, con frescura y sin prejuicio, a su clase: “Sus ideas son enteramente comunes, las ideas de la gente del pueblo, por lo general acertadas con respecto a las cosas concretas y tangibles, nebulosas o arbitrarias en otros terrenos”.

En ¿Quién mató a Rosendo? (1969) Walsh desenmascara y pone sobre la superficie la perversidad del sindicalismo burocrático que negociaba con la dictadura de Onganía, representada en el dirigente metalúrgico Augusto Timoteo “El Lobo” Vandor. Esta investigación fue publicada en el periódico de la CGT de los Argentinos. Walsh comienza a distanciarse del circuito de editoriales y librerías, contexto de la distribución de la obra literaria. Reniega de los círculos de intelectuales, son resabios de una cultura burguesa individualista que está de espaldas a los problemas concretos que sufren las mayorías.

En década del 60 alternó el trabajo periodístico con el literario. Publicó libros de cuentos (Los oficios terrestres y Un kilo de oro), que contienen sus trabajos más complejos y logrados. Pudo sostener la creciente contradicción duplicándose: los relatos de ficción y las investigaciones eran dos caras de una misma moneda, el talento y el trabajo artesanal con su prosa en estado de ebullición. Con la agudización de las contradicciones políticas y la radicalización de las organizaciones populares, eligió el trabajo que daba resultados cercanos y tangibles: la denuncia, un caso que se reabre, un debate sobre la descomposición y corrupción del gobierno. Eligió dar testimonio de momentos difíciles.

Rodolfo Walsh (2)

 

 

 LA CARTA 

Tres máquinas de escribir, un mimeógrafo y no mucho más. Desde la clandestinidad eso es todo lo que Walsh necesita para crear una usina con la información que no circula. Se llama ANCLA (agencia de noticias clandestina) y ejerce de contrapeso a los grandes medios adictos a la dictadura. Todavía escribe cuentos, pero como placer privado, es un hábito como jugar al ajedrez. En las peores condiciones ejecuta la perfección del método periodístico: rapidez, agudeza, precisión y talento en la ejecución. Lleva un archivo, analiza los datos, conjetura y finalmente se decide. El trabajo de un año se vio reflejado en la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”. Su fe en la literatura estaba pulverizada, pero él es escritor, así se reconoce y así firma su última obra.

La lucidez del texto es apabullante. Entiende la planificación del modelo económico y el salvajismo del accionar represivo. Con solo un año de gobierno pudo anticipar lo que vendría: la extranjerización de la economía, la destrucción de la industria nacional, el crecimiento exponencial de la miseria de las enfermedades prevenibles. Fue la última muestra de su apabullante talento.

Dicen que llegó a depositar los sobres en los buzones. Que la cita a la asistía estaba cantada. Que lo vieron, que un militar rubio intentó taclearlo y falló. Que se protegió detrás de un árbol y para no entregarse con vida disparó. Que el arma era casi inofensiva pero llegó a herir a uno. Que llegó muerto a la ESMA o malherido. Dicen, también, que no hallaron su cuerpo y que a sus cincuenta años sabía que quedaba poco. Decimos que su nombre cada vez es más grande, que pasaron cuarenta años y que lo recordamos con un nudo en la garganta y con inmensa admiración.

El oficio de la memoria

Publicado por el 12/02/2017
El oficio de la memoria

El año 1973 es una poderosa referencia para la historia reciente argentina. Marca el fin de un proceso militar de siete años (Noche de los Bastones Largos, el Cordobazo, los fusilamientos de Trelew); la incursión, de forma masiva, de la juventud en la política y un corto, pero vital, florecimiento democrático. La imagen de los alrededores del penal de Devoto (el 25 de mayo, unas horas después de la asunción de Cámpora), con la exigencia y el logro de la liberación de los presos políticos, es una síntesis de esa efervescencia. La vida cultural y artística explotó en esos meses. Volvieron las películas y libros prohibidos, las revistas incrementaron sus tiradas y el debate se daba en los talleres, las universidades y las casas.

El problema en torno a la postura política en los años turbulentos atravesó a la literatura. Siguiendo a Jean-Paul Sarte muchos intentaron estructurar la narración con énfasis en los temas. Una novela con torturados dejaba la conciencia en paz. Otros escribieron sus novelas, insertos en la coyuntura, pero sin la objeción moral y sin culpa. El arte puede reflejar el estado de las cosas (trabajo que comparte con el periodismo crítico y el panfleto) o representar del modo propio que el arte ofrece. Es paradójico, leyendo la literatura argentina, que en la narrativa de Arlt no hay textos políticos y Borges escribió durante más de cincuenta años textos políticos (de coyuntura o históricos).

QueLeer Los tigres de la memoriaJuan Carlos Martelli escribió una novela excelente, Los tigres de la memoria. Si bien hay militantes de izquierda, militares, torturas y clandestinidad, la asfixia y la miseria del poder le aportan los elementos del género policial y una prosa virtuosa sustentada sobre oraciones cortas y potentes. Cralos, en primera persona, narra su temporada en la Costa Atlántica. El depósito del bar en el que trabaja es un sitio preciado para negocios espurios de un jefe militar. Las internas entre el ejército y la policía se condensan en el galpón y en el rol de Cralos. El personaje, entrado en años y con un pasado denso, siente repugnancia pero negocia a cambio de la vida de sus hijos militantes. La novela es corta y vigorosa. Los capítulos breves mantienen la tensión constante.

La novela puede leerse como un policial vertiginoso, pero también como anticipación de los años oscuros que vendrían luego de la pequeña calma previa a la tormenta que significó el año 1973. Martelli entendió que la literatura no está en deuda con ningún proceso histórico, social y político. Como no lo están el fútbol ni la gimnasia artística. Las contradicciones que atraviesa la humanidad sí son temas del arte, pero el modo de pensarlos, representarlos o discutirlos no debería ser una lista de opiniones que bien puede el artista esbozar en una conferencia de prensa. Los tigres de la memoria es una novela política, describe mecanismos extorsivos y criminales del modus operandi que ejercía el poder, pero por sobre todo, y ante todo, es una excelente novela y muy bien escrita.

El hecho anecdótico y dato de color, pero no menor, es el jurado que premió a la novela: Roa Bastos (en pleno auge, un año después publicaría su mejor novela), Walsh (el mejor cuentista argentino después de Borges), Onetti (quien ya había escrito lo más destacado de su extraordinaria obra) y Cortázar (referencia insoslayable de la literatura latinoamericana) consideraron que Los tigres de la memoria merecía el premio. Ese premio y cualquier otro de cualquier certamen, muy probablemente.

La editorial independiente y marplatense Letra Sudaca reeditó, a fines de 2016, la novela. La edición cuenta con un prólogo del lúcido escritor y crítico Martín Kohan. Santiago Fernández Subiela nos contó cómo fue el largo camino legal y material para que la novela esté nuevamente en los anaqueles de las librerías.

– ¿Cómo surgió la idea de rastrear el estado de Los tigres de la memoria, una joya casi olvidada?

– Hace un tiempo ya que desde Letra Sudaca nos interesamos en editar autores y libros que desaparecieron o nunca estuvieron dentro del circuito comercial. En esta línea publicamos, por ejemplo, a Mario Arregui, un cuentista de Uruguay con mucha trayectoria, fallecido en 1985, que no había sido editado en nuestro país, o el libro Andréi Tarkovski: el ícono y la pantalla, de Pablo Capanna, agotado hace años. Los tigres de la memoria estaba dentro de esa línea: publicado originalmente en 1973 por Sudamericana, prohibido después por la Dictadura, olvidado y perdido…

La última edición antes de la nuestra era de 1984, por Corregidor, pero estaba fuera de circulación hace muchos años. Entonces: grandísima novela, agotada hace tiempo, con un palmarés increíble (ese jurado único), un autor con una obra inmensa, rica y olvidada. Era una opción interesante, que nos gustaba.

– ¿Cómo fue el proceso de edición y de contacto con los herederos de Martelli?

– La idea de editar este libro surgió hace un par de años; en ese momento hicimos un primer contacto con los herederos de Martelli, sin mucha suerte. Después de un tiempo volvimos a hablar y luego de algunas idas y vueltas acordamos la publicación. La parte complicada vino después: la edición. No existían archivos digitales de la novela, ningún tipo de pdf o word, solamente copias en papel de las ediciones anteriores, así que luego de una búsqueda intensa y fallida de esos archivos (probamos con viejos editores, familiares, etc.) resolvimos hacernos de una de esas viejas ediciones, guillotinarla, escanearla y procesarla a través de un OCR [reconocimiento óptico de caracteres], tarea que llevó bastante tiempo. Para darle más fuerza y sentido a esta nueva edición de la novela, incluimos un prólogo original de Martín Kohan.

– ¿Pudiste recuperar alguna anécdota de la elección del jurado?

– Martelli escribió sus Memorias, y a través de su hija pude acceder a algunos capítulos. Ahí está lleno de anécdotas, por ejemplo: la mujer de Onetti le contó a Martelli que ella había leído todas las novelas del concurso (127) en voz alta, mientras Onetti escuchaba prendido a su vinoducto, una especie de narguile, un largo tubo de goma que se hundía en una damajuana de vino tinto, así podía escuchar acostado.

FICHA TÉCNICA

Género: Novela

Colección: Narrativa

Prólogo: Martín Kohan

ISBN: 978-987-3985-06-5

Páginas: 160

Primera edición: noviembre de 2016

Extrañaremos mucho a Piglia

Publicado por el 07/01/2017
Extrañaremos mucho a Piglia

Ricardo Emilio Piglia Renzi ocupa un lugar de privilegio en la literatura nacional. Junto con Rodolfo Walsh, Juan José Saer y Manuel Puig, conforma el selecto grupo de la renovación post Borges. La gravitación de este último fue poderosísima para sus contemporáneos y para la generación siguiente, todos querían escribir como él o no sabían cómo escapar de su influencia. Piglia sintetizó la dicotomía del siglo XX entre Arlt y Borges, rescató a Macedonio Fernández, detectó a quiénes se debía leer. Construyó una maquinaria narrativa sutil, inteligentísima y lúcida, en la forma de novela, de cuento o de texto crítico; las relecturas, las múltiples historias yuxtapuestas, la prosa fina. También fue un gran conferencista: durante años dictó clases en las universidades de Harvard y Princeton. En los últimos años, con el cuerpo en descomposición, asistido, releyó más de trescientos cuadernos que escribió durante más de cincuenta años, que editó en tres tomos (el último saldrá este año). Su último y portentoso trabajo.

Nació en 1941, en Adrogué, provincia de Buenos Aires. Después del golpe del 55, la familia debió abandonar la ciudad, de noche, escabulléndose, por la afiliación peronista del padre. El destino fue Mar del Plata. En estas costas florecientes, luego de las masivas vacaciones de los nuevos asalariados, el joven Piglia comenzó a escribir un diario que nunca abandonaría. Es el germen de una obra sólida y poderosa. En él contaba los amoríos, las primeras lecturas, la dificultad de relacionarse con el padre, el acercamiento a la izquierda política. Cursó Historia en La Plata y los primeros ensayos deslumbraron a los profesores. Uno sobre Martínez Estrada valió que la titular de la cátedra dijera, con el aula magna colmada, que era lo mejor que había leído desde que trabajaba en esa universidad. Los primeros cuentos cosecharon premios y reconocimientos. Luego Buenos Aires y el trabajo editorial, luego las clases en Estados Unidos. Luego el retorno, la recopilación de anotaciones de toda una vida y el cuerpo que se descompone sin pausa.

QueLeer Piglia (3) DANIEL MORDZINSKI

(Foto: Daniel Mordzinski)

CRÍTICO

Piglia es uno de los mejores lectores de su generación. En sus aproximaciones intuitivas y juveniles acertó con Dostoievski, Hemingway, Kafka y Borges. Luego profundizó en Faulkner, Pavese, Arlt, Bretch y Joyce. Dirigió la emblemática Serie Negra de policial norteamericano, género que hoy goza de prestigio pero que en los sesenta era considerado “arte menor”. Gracias a él los lectores argentinos conocieron a Chandler o a Hammett. La precisión de su análisis le hacía seleccionar cuáles valían entre cientos de novelas sin traducir. Aprendió en esa época que todas las novelas policiales son buenas en las primeras veinte páginas, cuando desarrollan el contexto donde se desarrolla el crimen, a partir de ahí funcionan solo las buenas. Fue parte de la emblemática revista Los libros y colaboró con cuanta publicación crítica y cultural hubo en la ciudad de Buenos Aires

Sus libros de ensayos son obras fundamentales de la crítica contemporánea. Crítica y ficción de 1986, Formas breves de 1999 y El último lector de 2005 dan cuenta de toda su claridad intelectual. Analiza el tango y advierte que ya en la década del 20 estaban desarrollados todos los temas de los años siguientes. Hace una relectura del Ulysses de Joyce pero con la atención puesta en el funcionamiento narrativo y no en análisis sociológicos o psicológicos, tentación repetitiva de todo aquel que se enfrenta a la relectura de una obra literaria. Analiza al Che Guevara, romántico e inconsciente, a partir de sus lecturas: el guerrillero que escribe un diario todos los días y que en su mochila carga con medicinas y libros.

Se encargó también de la sombra acuciante de Borges. Desechó la imagen mundialmente famosa del escritor ciego, que es todo mente sin cuerpo; se centra en los textos que escribió en la década del 40 y 50. No analizó sus cuentos desde la perspectiva política sesgada; Piglia era marxista pero entendía que la prosa de Borges decía más que sus declaraciones conservadoras. Pensó el mito de origen enfrentado en dos campos, como una dualidad: la herencia paterna y la materna, el libro y el cuchillo, el deseo y la represión.

Fue, tal vez, el mejor lector de su generación. Manejaba con fluidez la teoría filosófica, la lingüística y la teoría psicoanalítica, pero la sofisticación la encontraba en la visión nueva, en la reinterpretación y no el discurso florido y vacío de académicos que escriben para académicos. La lectura no es sencilla, son ideas complejas, trabajadas, muy pensadas, pero nunca perdió de vista cómo operaban sus teorías en la literatura y en la realidad.

NARRADOR

Era apenas un veinteañero, consciente de sus posibilidades, cuando publicó su primer libro de cuentos. La invasión vio la luz en 1967 editado por Jorge Álvarez, la colección de relatos ya había sido premiada por Casa de las Américas en La Habana. El libro representa una brisa de aire fresco en la literatura argentina. No es una aproximación, una búsqueda, es una revelación. Piri Lugones, Walsh y Sara Gallardo elogiaron a la joven promesa. Nombre falso, de 1975 es un libro fundamental. En el último relato, la noevelle Homenaje a Roberto Arlt, Piglia escribe un cuento aparentemente inédito de Arlt. Hay un detalle que se escapa muchas veces del análisis: en el epígrafe, una frase de Borges es atribuida a Arlt, un guiño completamente transgresor.

Su primera novela Respiración artificial es una obra maestra. Una historia familiar que se entrecruza, la teoría de que los textos de Kafka están inspirados en un joven artista decadente y fracasado llamado Adolf Hitler, la inmigración, la opresión que se vivía en la dictadura; todo está perfectamente calibrado por la mano precisa de Piglia. Siguieron La ciudad ausente, un homenaje a Buenos Aires y a Macedonio Fernández; Plata quemada, el policial que le retribuyó masividad. Con Blanco nocturno ganó el Rómulo Gallegos, entre muchas otras distinciones, y obtuvo la apertura al mercado español, que hasta ese momento, misteriosamente, estaba atento a propuestas mucho menos interesantes. Su última novela, El camino de Ida, está contextualizada dentro de su estadía de más de una década en Estados Unidos: profundiza en el imaginario yanqui del héroe solitario.

QueLeer Piglia (2) Telam

(Foto: Télam)

LOS DIARIOS

El último proyecto de Piglia es la publicación, en tres tomos, de los diarios que escribió en más de trescientos cuadernos, durante seis décadas. En la primera parte (Los años de formación) está la génesis de todo lo que vendrá. La huida a Mar del Plata, los años de estudio en La Plata, el crecimiento sólido y sostenido de su formación intelectual. También los primeros cuentos publicados, los amores, la búsqueda de la soledad para crear. Las discusiones políticas ocupan un lugar central en esos años: del anarquismo pasa al marxismo. El cariño, por herencia familiar, y la discusión, por entender sus límites, con el peronismo. La escasez económica: pasaba días a fruta y mate, consciente de que el camino elegido era el correcto, tenía todo lo necesario para ser escritor.

Los años felices (centrados en el segmento 1968-1975) es el testimonio de la vida literaria de Buenos Aires y la consolidación de su talento. Los amores, los conflictos familiares, los encuentros y discusiones con Puig, Rozitchner, Rivera, Sarlo y Viñas, y la búsqueda de una voz literaria propia son los andamios sobre los que se construye el diario.

QueLeer Piglia (4)Piglia afirma que lo escrito puede ser real o no, lo que es imaginario es el narrador; por eso quien escribe los diarios es su alter ego, Emilio Renzi. La tensión entre la autobiografía y la ficción son la clave de sus diarios. En ellos vemos la cocina de la creación literaria: cómo las ideas se convierten en relatos, los análisis inspiradísimos, su trabajo como editor, la solidez como conferencista y el creciente reconocimiento.

Si hay un escritor que valoró el género de los diarios es Ricardo Piglia. Lee todos los que puede, se obsesiona con El oficio de vivir de Cesare Pavese. Confesó que gracias al primer cuaderno que anotó en la década del 50 pudo seguir escribiendo, fue la piedra fundacional de toda su producción. En la entrada del 31 de agosto de 1971, lo piensa dentro del derrotero de su obra: “Yo escribo estos cuadernos porque confío en que alguna vez tendrá sentido pasarlos a máquina y hacerlos publicar, porque yo habré justificado con mi obra la lectura de estos apuntes diarios y personales”.

EL ÚLTIMO ESCRITOR

Ricardo Piglia era el último clásico en actividad. La más estimulante de las voces de la lengua española. Su muerte representa un corte abrupto, la generación contemporánea a los constructores de la literatura argentina del siglo XX tenía su último baluarte en Piglia. Se termina la vida de un hombre, su producción, su pensamiento. Pero también es la pérdida de algo aún más doloroso — y ese luto tal vez lleve décadas — muere una época.

La supremacía urbana de Arlt

Publicado por el 20/11/2016

“El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”

Roberto Arlt

QUÉLEER Arlt (2)

Argentina es un territorio geográfico y simbólico en constante disputa. Las categorías de campo y ciudad contienen un paradigma de producción, una estructura de clases y un modo de vincularse con los hechos artísticos. Podemos ver los rastros de la realidad y de la historia en la literatura o podemos ver, subvirtiendo el enfoque, cómo la literatura opera en la realidad. El año 1926 marca un momento de inflexión en las letras locales: la publicación de dos novelas, Don Segundo Sombra de Güiraldes y El juguete rabioso de Roberto Arlt, vieron la luz en un momento de transición. Argentina ya no es el territorio que se expande quitándole tierras a los originarios; cargado de imágenes bucólicas de caballos, gauchos y mates amargos. La inmigración europea, el anarquismo, la organización obrera y el crecimiento de los centros urbanos, comenzaron a delinear otro referente.

La literatura gauchesca es un género novedoso y local, del mismo modo que la literatura fantástica del Río de La Plata del siglo siguiente. Nuestro romanticismo tardío encontró su tono local en la extensa y desolada llanura pampeana. El Martín Fierro de José Hernández es el punto más destacado: no solo como ejemplar perfecto del género, sino como estructurador de la nacionalidad; ahí está lo que somos, o lo que fuimos o lo que creímos ser. Es un largo canto de resistencia contra los gobiernos modernos y liberales de Mitre y Sarmiento: denuncia la persecución de los gauchos, confinados a la frontera con el indio. Estos hombres solitarios son andrajosos, enjutos, serios y tristes; juegan un rol secundario en el esquema de país que otros están ejecutando. Ese texto poderosísimo disputó con el Facundo de Sarmiento hacia dónde deberían ir la literatura y la concepción de nacionalidad: lo urbano contra lo rural, el progreso contra el retroceso, la civilización contra la barbarie. Primero Leopoldo Lugones y luego Jorge Luis Borges ubicaron al Martín Fierro como el poema fundacional. Los albores del siglo XX no ofrecen una idea nítida de anclaje simbólico, entonces, el libro de Hernández, descontextualizado, sirve como oposición a la incomodidad y complejidad de la hibridez. El gaucho ya no molesta (de hecho ya casi no quedan), extinta su fuerza se lo utiliza como ícono en contra de los españoles, italianos y polacos pobres; del lunfardo;de la argentinidad desprovista de identidad propia.

LOS ESCRITORES

QUÉLEER Arlt Guiraldes (4)Ricardo Güiraldes es exponente claro de las clases acomodadas argentinas. La acumulación originaria de su familia le permitió el ocio necesario para viajar a Europa, vacacionar en la estancia de campo y dedicar interminables horas de sosiego a pulir su prosa. Hablaba con fluidez el francés y el alemán, y frecuentaba los círculos de la intelectualidad porteña. Junto a escritores de renombre fundó la revista Proa. Viajero incansable, a la distancia, pensó con extrañeza y lejanía su tierra natal: la vislumbró verde y extensa; una mirada que no encuentra obstáculos para toparse el horizonte manso. La memoria inocente o el deseo de construir una ideología, operaron en Güiraldes y empeñaron su visión, la distorsionaron.

QUÉLEER Arlt (1)

Roberto Arlt es todo lo otro: hijo de inmigrantes de clase baja, accedió a la formación literaria a través de obras de poco valor, no tuvo el tiempo material ni el dinero necesarios para viajar, visitar galerías de arte o pasar veranos de distensión y reflexión en las casas de las Ocampo. Escribió con los elementos que tenía. Aunque no había en el campo literario un lugar para los que eran como él, le arrebató de un zarpazo un lugar al canon. Lo acusaron de tener un estilo rústico y descuidado, Arlt no se amilanó y redobló la apuesta. En el poderosísimo prólogo a Los lanzallamas se encargó de todos ellos: “Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana. Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras”.

A contramando de lo que se podría conjeturar, ambos escritores tuvieron una relación cercana y amistosa. Güiraldes empleó a Arlt como secretario y lo persuadió sobre el título de su primera novela: el original “La vida puerca” debía llamarse de otro modo. El hombre acomodado daba los toques finales de su obra cumbre y leía, en simultáneo, el boceto que del joven serio y rústico le entregó. Pudo advertir —a pesar de los arcaísmos, de las dificultades formales y de la ferocidad ajena a su gusto— que en el texto había una pulsión, un músculo literario, un grito descarnado que anunciaba lo que vendría: el parto doloroso, ensangrentado, que emergía sobre las ruinas de la propuesta gauchesca en decadencia.

LAS NOVELAS

El gaucho, en términos fenomenológicos, es solitario, no se organiza. Como bien dice Ricardo Piglia en Blanco nocturno, si tiene un problema en el trabajo se manda a mudar o mata al patrón. Se alimenta a base de carne asada y mate amargo, y su forma de trascendencia es el temor a Dios y el contacto con el arte a través de la literatura oral. No posee bienes materiales, exceptuando el caballo y el rancho, y su concepción de ascenso social es prácticamente nula. Los ricos no compran propiedades, las heredan. El gaucho no se independiza económicamente, solo espera la bonhomía y misericordia del patrón. La libertad no está contenida en la referencia de lo que no es, sino en la pertenencia de lo que es: el galope en la llanura bajo el cielo arrebolado e infinito, la bebida desproporcionada en la previa al día libre. El gaucho es pobre.

QUÉLEER Arlt (3)Don Segundo Sombra narra las aventuras de un gaucho resero, huérfano: un joven que desconoce los rudimentos del campo y que es apadrinado por Sombra, un gaucho sagaz y diestro. El narrador heredó bienes, de forma azarosa, y ya no pone el cuerpo para ganarse el alimento; es un gaucho desclasado. La evocación tiene el tono de la aventura juvenil, el recuerdo exaltado por distancia del tiempo, espacio y forma. Ahora es mayor, tiene propiedad, perdió fuerza. Es una novela bien escrita, con pasajes lúcidos: Sombra contando, junto al fuego, fragmentos del Nuevo Testamento con un lenguaje desacralizado. La última línea de la novela, es tal vez el momento más alto de la escritura de Güiraldes, seis palabras que justifican toda una obra literaria: “Me fui, como quien se desangra”. Con todos sus aciertos, el texto de Güiraldes no deja de ser un intento de postergar en el tiempo algo agotado. Es una novela de decadencia: la gauchesca, que fue reacción, que fue subversión del paradigma de copia e imitación de las altas letras foráneas, ahora es absorbida por el estilo europeo bajo el intento de recrear un imaginario rural que agoniza. El gaucho ya no es el sujeto histórico contrahegemónico frente al ideario de progreso de Sarmiento, es solo una evocación, un responso.

Sin la decisión y la firmeza con que Borges o Saer delimitaron su terreno y se pararon en la literatura nacional, Arlt (intuitivo, pulsional) marca por dónde debe ir la cosa. La novela moderna transcurre en la urbanidad, el automóvil suplanta al caballo y el subterráneo a la carreta. Los barrios bajos de Buenos Aires son el territorio donde ocurre lo literario. A diferencia del gaucho impoluto de Güiraldes, los personajes de Arlt sufren: cargan con el peso contradictorio del bien y del mal, con el descontento; están incómodos. El juguete rabioso cuenta la historia de Silvio Astier (el personaje más autobiográfico de sus novelas) un joven aprendiz de inventor y ladrón. El héroe de la novela intenta un batacazo para salir de pobre, un robo o un invento, no importa el medio. Con dos cómplices asalta la biblioteca de una escuela: la transgresión en su punto más descarnado, todo lo que no debe hacerse. La fórmula para redimir las culpas y reencontrarse con la humanidad es la traición: delata al rengo con quien planea robar una casa. El estilo –el de Arlt siempre fue menospreciado, pretendiendo legitimar la visión de un escritor semianalfabeto con carencias básicas- no se forma únicamente con las metáforas o los artilugios para enmascarar las imágenes poéticas. El “estilo”, en todo caso, debería analizarse como categoría totalizadora, como cosmovisión y no solamente por las referencias cultas a mitologías antiguas o temas solemnes. Los personajes en las narraciones de Arlt son ladrones, cafishios, prostitutas, seres humanos enclenques y deformes que “son más parecidos a monstruos chapoteando en las tinieblas que a los luminosos ángeles de las historias antiguas”. Estos malandrines proyectan revoluciones insólitas, atracos, traiciones, o suicidios.

La tensión entre ciudad-campo, imagen idílica-imagen confusa, prosa adornada-prosa viva se volcó, sin dudas, para el lado de la urbanidad pestilente de Roberto Arlt. La novela de Güiraldes es una suerte de réquiem a la gauchesca, una despedida honrosa. La de Arlt es la semilla de lo que vendría. El modelo político y de producción argentino mudó también a los centros urbanos. Arlt, con lucidez casi involuntaria, pudo advertir por dónde iba la cosa.

Faulkner, moderno y bucólico

Publicado por el 13/09/2016

Blog Faulkner (4)Todo lo que hace Ernest Hemingway (1899-1961) es digno de ser retratado. Posa con un pez que no parece haber sido contenido por ninguno de los mares de este mundo o con la escopeta de caza junto al cadáver de un ave exótica recientemente atrapada. En las instantáneas que lo muestran escribiendo están representados todos los signos del imaginario de escritor. Viajó por el mundo y, según sus testimonios, tomó parte en los dos conflictos bélicos más importantes del siglo pasado. Le escribió a España (su ritual taurino y su guerra civil) y también a los montes africanos y su exótica vegetación. Forjó una carrera literaria y un mito. Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) se interesó por los ricos de Long Island, sus excesos y sus culpas. Fuera de la literatura, en los escasos intersticios de paz que le reportó su relación tormentosa con Zelda, se dedicó a soportar, dormido o con resaca, la cuenta regresiva hasta la siguiente tertulia.

Cuando Estados Unidos mostró sus límites, ambos escritores emigraron a Europa. Todavía la modernidad tenía en París su centro de operaciones, años después el eje gravitacional del arte mudaría de continente. París era la bohemia, el contacto con la vanguardia, encontrarse en un café perdido con Picasso o Henry Miller. En los locos años 20, el mejor escritor de esa generación vivía en Misisipi, lejos de las luces y los carteles, junto a los negros, a los salvajes, a los granjeros analfabetos y conservadores, en el camino de ripio transitado por caballos, en el que la creciente Ford apenas aportaba algún automóvil para matizar y dar contraste al paisaje agreste.

Además de un modo de vestir, las bebidas gaseosas y los rascacielos, los norteamericanos también patentaron un modo de narrar. La prosa concisa, lacónica, la teoría del iceberg (se tiene que insinuar más de lo que se cuenta) inauguró una moda fértil. Los escritores de Nueva York, de paseo por Europa, no perdieron su esencia. Las revistas de crónicas y cuentos (The New Yorker, Esquire) masificaron la distribución de los relatos cortos. Los escritores alcanzaron fama y sustento económico. En Estados Unidos el éxito está asociado a las ventas y a los galardones. Ningún norteamericano que escribiera podía estar satisfecho sin un National Book Award, Pulitzer o los primeros puestos de Best Seller.

Blog Faulkner (3)

En el sur esclavista, con el sonido estentóreo aún resonando de la guerra civil, William Faulkner (1897-1962) escribía novelas largas, complejas, sin un público lector diseñado de antemano. A la distancia, se inscribió en la búsqueda de una novela que al otro lado del Atlántico estaban haciendo nacer James Joyce y Virginia Woolf. Su vida fue ordinaria y aburrida; apenas se pueden destacar su adicción al alcohol y un despido laboral cuando se empleaba como cartero, acusado de leer la correspondencia antes de entregarla.

 

EL IMAGINARIO Y LA GEOGRAFÍA

William Faulkner creó una obra sin parangón en la literatura norteamericana. La lengua que es el modelo de precisión, claridad y exactitud fue manipulada por su mano prodigiosa transformándola en un sistema elástico y virtuoso. Su prosa, una de las más estimulantes del siglo XX, tiene una cadencia particular: da la sensación que el lector se perdió una parte del relato, se generan pequeñas elipsis que hacen avanzar la historia. La estética de vanguardia la utiliza para narrar su territorio, su zona. La novela moderna que sus contemporáneos buscaban en los centros del progreso, anidaba en barbarie y el atraso.

Blog Faulkner (2)Creó una obra profusa, compuesta por diecinueve novelas y más de cien relatos. Doce de esas novelas (entre las que se encuentran las mejores) transcurren en el condado ficticio de Yoknapatawpha, un territorio sureño que Faulkner ubicó al noreste de Misisipi, le asignó una capital (Jefferson) y hasta dibujó su mapa. Macondo de García Márquez, Comala de Rulfo y Santa María de Onetti son extensiones de la ciudad ficcional de Faulkner. La influencia es notoria, no solo en cuanto a narrar la zona, también en el ritmo, la respiración: Juan José Saer, muy probablemente el escritor argentino más destacado de los últimos cincuenta años, es uno de los integrantes de la larga lista de herederos ilustres.

La novela que expone más nítidamente la aparente contradicción entre estilo y temática (prosa de vanguardia/zonas y problemas folclóricos) es El ruido y la furia, de 1929. Los conflictos de una familia —rencores, pulsiones incestuosas, machismo— son estructurados en cuatro partes con narradores diferentes. La primera es una patada al pecho: un idiota se hace cargo de la prosa, siguiendo lo postulado por Shakespeare en Macbeth:

A través de la cerca, entre los huecos de las flores ensortijadas, yo los veía dar golpes. Venían hacia donde estaba la bandera y yo los seguía desde la cerca. Luster estaba buscando entre la hierba junto al árbol de las flores. Sacaban la bandera y daban golpes. Luego volvieron a meter la bandera y se fueron al bancal y uno dio un golpe y otro dio un golpe. Después siguieron y yo fui por la cerca. Luster se alejó del árbol de las flores y fuimos por la cerca y se pararon y nosotros nos paramos y yo miré a través de la cerca mientras Luster buscaba entre la hierba.

El relato es confuso, contradictorio, no se logra comprender qué es lo que ocurre, cuáles son las motivaciones, qué edad tienen los personajes, el extrañamiento funciona de forma inmejorable. La trama se constituye y cobra significación en la totalidad del capítulo y de la obra. El talento incontenible de Faulkner está presente en cada línea, en la novela y en toda la obra.

Lo mejor de la serie de Yoknapatawpha lo componen también Mientras agonizo (1930), Luz de agosto (1932) y ¡Absalón, Absalón! (1936). La destrucción de un imperio familiar durante la Guerra de Secesión, la carga simbólica y material que pesa sobre un mestizo por su componente negro o el periplo de los deudos que transportan el cadáver de la madre muerta para obtener sepultura en el sitio que ella escogió, son los argumentos sobre los que Faulkner deposita su potente maquinaria narrativa. En siete años construyó una obra indeleble. No hacía falta estar en París o Nueva York para ser moderno, mientras otros posaban en los centros artísticos mundiales, Faulkner delineaba la novela de los siguientes cincuenta años.

Borges: una mirada polifónica y local

Publicado por el 08/07/2016
Borges: una mirada polifónica y local

Borges es un autor universal y, aunque parezca paradójico, sensiblemente argentino. Sus inspiraciones abarcan un territorio amplio y ecléctico: la mitología nórdica, la lengua germana, la literatura árabe y también la judía, Shakespeare, Cervantes y las obras de género. Las temáticas que lo inquietaban eran de carácter universal: los laberintos, la muerte como destino heroico, la totalidad, el infinito, el lector. Los rasgos cosmopolitas de su literatura encuentran en el imaginario argentino decimonónico el rasgo que completa y alimenta su poética. Los cuentos de orilleros (Hombre de la esquina rosada, El Sur, Biografía de Tadeo Isidoro Cruz) introducen al criollo, el cuchillo, el mate, el honor. Borges, en su obra, sintetiza una doble genealogía: la raíz materna de soldados que libraron batallas, primero por la independencia y, luego, en las dilatadas luchas intestinas; y la paterna: la biblioteca, la lengua inglesa y la erudición.

El nombre de Jorge Luis Borges está asociado a una simbología precisa: el escritor ciego, con las manos desgastadas sobre el bastón, el cuerpo enclenque, siempre en postura pasiva. El erudito todo-mente, conservador, prácticamente célibe. Fuera del mito está su obra, sostenida sobre una prosa microscópica, pulida hasta la pérdida de la visión. Una obra capital, ubicada en el cénit de la literatura del siglo XX, en todas las lenguas.

Siete lectores marplatenses (algunos no nacieron aquí, otros ya no están, pero todos se acercan al gentilicio) nos cuentan su vínculo con los libros de Borges.

 Matías Gelpi (crítico de cine) 

De Borges lo primero que nos llega es su fama rodeada de una serie de lugares comunes: que es críptico o difícil; que escribía sobre cuchilleros, tigres y espejos; que odiaba al peronismo, se abrazaba a Pinochet y se sentaba a comer con Videla sin problemas; cuentan también que era ciego y, a veces, racista. Aunque lo importante, como subraya Piglia, siguen siendo sus textos. Empecé a leer a Borges porque me enteré que estaba peleado con Sábato; claro, en mi primera adolescencia no podía entender por qué alguien podía estar en desacuerdo con el bueno de Ernesto. Con el tiempo lo incorporé a mi canon íntimo, debe haber sucedido la primera vez que llegué a comprender algunas de las capas de sentido de algún cuento famoso de El Aleph o Ficciones. Luego de unos años de leerlo, he podido entender que a Borges, como todo lo relevante, se lo debe leer porque se lo disfruta; eso sí, lo interesante, si es que se aspira al título intermedio de lector de literatura, es releerlo.

Borges es el escritor más autoconsciente de la historia, tanto es así, que parece no poder dejar que esa maquinaria crítica que es su prosa se exprese en cada centímetro de sus textos. Su voz está presente en cada página que firmó, pero su expresión cabal se encuentra en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius; cuento del libro El jardín de los senderos que se bifurcan (1941) más tarde compilado en Ficciones (1944). De todas maneras como crítico de cine que soy me queda señalar como texto preferido una nota publicada en Sur en 1941, llamada Un film abrumador, compilada por Cozarinsky en Borges y el cine (1974) y también publicada en el tomo Borges en Sur. Es una estimulante crítica de Citizen Kane (Orson Welles, 1941) donde Jorge Luis la descose aplicando el entramado crítico excepcional de su cosmovisión a la gigantesca obra de Orson Welles.

 Juan Carrá (escritor) 

Me costó mucho acercarme a la obra de Borges. Sobre todo por prejuicio político. Pero cuando empecé a leerlo encontré una obra majestuosa. Me acuerdo que fue el cuento Emma Zunz el primero que leí y me pareció brillante. Después, los cuentos relacionados con la gauchesca como El fin o Biografía de Tadeo Isidoro Cruz volvieron a deslumbrarme.

Mentiría si digo que todo lo que escribió Borges me parece genial, hay textos que me expulsan como lector, que no logro entrar en su código, descifrarlo. Por otro lado, Borges es uno de los que más hizo por el género policial: la colección del Séptimo Círculo, dirigida por él y por Bioy es ineludible a la hora de hablar de los mojones más claros para el crecimiento del género por estos lares. Además, dentro del policial están los textos sobre Bustos Domecq, también en coautoría con Bioy.

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Josefina Dorado, Bioy Casares, Silvina Ocampo y Borges caminan por la rambla (1935) (Foto: Clarín)

 Esteban Prado (editor, escritor) 

Por qué odiamos tanto a Borges

En 2009 hice el intento de estudiar Derecho. Fue un año y medio de desempeño por encima de la media, con notas altas y facilidad para entender los patéticos mecanismos de sumisión del otro que caracterizan esa alta casa de estudios. Recién ahí, después de mucho tiempo, pude entrever de dónde viene el rechazo que genera Borges. No creo que esté vinculado con sus boutades, ya sean nerds, snobs o iluminadas. Tampoco con sus declaraciones políticas. Creo poder probar que ese rechazo viene de la circulación de su nombre en ambientes en los que no se lo lee. Por suerte, al entrar a esa segunda “carrera”, mi detector ya estaba entrenado y no tardé en advertir que aquella “eminencia marxista” que inauguraba las clases en un aula magna, cada vez que citaba a Borges –muchas-, hacía que el aura magnífica que yo le daba a su obra se fuese convirtiendo en algo asqueroso: un aura, pero un aura de mierda.

Ahí pensé, estos tipos están enfermos, enfermos de metonimia, piensan que a fuerza de citarlo y ponerlo como escudo alguien terminará pensando que los atributos de la obra citada se corresponden con las del citador. Y es a la inversa: el odio hacia el citador se traslada hacia la obra citada.

Antes de que ese veneno terminase de ser inoculado, abandoné la carrera y volví a leer. Y mientras lo hacía, se fue sucediendo mi historia como lector: un tomo verde apenas leído en la biblioteca de mi tía; un Aleph de papel de diario enorme e incómodo; una edición de bolsillo deshecha; una profesora en actitud mediúmica recitando versos en silencio mientras un estudiante los lee; la relectura, que sería más sostenida de no ser por cierta tendencia a lo finito que nos caracteriza.

Me queda la alegría de haberlo leído sin el mal de los sincrónicos, ahorrándome el placer de ser su contemporáneo. Con el tiempo y con Borges, empiezo a estar seguro de que estamos acá para ser testigos y lectores.

 Federico Polleri (dramaturgo, periodista) 

Borges es, tal vez, la voz más perfecta de nuestra literatura. La que con más decisión se propuso inscribirse —a conciencia y teniendo con qué— en el podio de la literatura universal. A su vez, creo que representó todo lo que podríamos despreciar en un intelectual: era elitista, aristocrático, europeísta, apoyó a cuanta dictadura pudo y despreció lo popular, cuando no estuvo mediado por su tamiz de erudición y su poética exquisita.

Se creía un europeo privilegiado por no haber nacido en Europa. Y si, a diferencia de Cortázar, se quedó a vivir en Buenos Aires, pienso que fue porque se quedó ciego y pudo imaginarse donde quiso: del otro lado del océano, por caso. Algo de esto se desprende de un poema que escribió en el que decía: “Nací en otra ciudad que también se llamaba Buenos Aires”.

Creo que Ricardo Piglia tiene razón cuando dice que Roberto Arlt nos salvó de Borges. No de su literatura, que afortunadamente vamos a tener siempre a mano, sino de la tradición político-literaria que Borges y sus amigos de Florida imaginaban para encauzar nuestra cultura bárbara.

Su brevísimo cuento/ensayo Tema del traidor y del héroe es de las cosas más estimulantes que leí de él. Alguna vez intenté escribir una obra de teatro tomando el itinerario propuesto por Borges ahí, pero traspolando la locación que sugiere —Irlanda, 1824 — a la Buenos Aires de 1810. En el camino me encontré con otra historia de Mayo, y finalmente salió otra cosa. El proyecto quedó pendiente. Creo que alguien debería escribirlo.

 Guillermo Sotelo (músico) 

En un bar de Roma (en el corso Vittorio Emanuele) un borracho me recitó: “¿Y fue por este río de sueñera y de barro que las proas vinieron a fundarme la patria? Irían a los tumbos los arquitos pintados entre los camalotes de la corriente zaina”, eran los primeros versos de Fundación mítica de Buenos Aires. Era la primera vez que lo escuchaba recitado. Al otro día compré un libro de Borges en italiano, Finzioni. Antes de eso, por mis hermanas que eran peronistas, lo veía con un poco de recelo. Borges me hizo repensar la Argentina, dije: “¿Este gorila escribe así?”.

De chico me dijeron que había que leer los clásicos. Por esos tiempos leí El Quijote y gran parte del Siglo de Oro, La Divina Comedia, a Goethe. A los catorce años me topé con Rayuela, cuando vi que era una novela experimental a mí no me cautivó. Borges representaba el estudio, era serio. Por él conocí a Conrad, a Gracián, a Stevenson.

De Borges recato la poesía, El Aleph, Ficciones; su primera etapa. Después tiene otros libros más flojos como El libro de arena. En cuanto a la música, le gustaba Brahms, de hecho compuso un hermoso poema: “Yo que soy un intruso en los jardines que has prodigado a la plural memoria del porvenir, quise cantar la gloria que hacia el azul erigen tus violines”.

BORGES MDP 2

Borges, María Esther Vázquez, Silvina Ocampo, Cecilia Boldarín, Bioy Casares y Marta Bioy, en la playa marplatense (1964)

 Santiago Studdert (librero) 

Siempre me gustó cómo se burlaba de sí mismo. De la loca mitología del sí mismo. Y cómo hablaba de otros autores; siempre creyendo recordar. Pero siempre hablando de otras obras: lector sobre todo, y en deuda de gratitud con esa lectura, inocula el deseo de leer lo que él leyó; esto es universalmente claro. Al hablar de Borges hablamos inevitablemente de otros autores, de otras obras; ese estado-de-deuda, ese salirse de la independencia para dar lugar a otros discursos, es un rasgo fuerte de su continuidad singular. Dan ganas de abrazarlo a Cortázar, sí, pero uno se siente amparado por el discurso de cierto Borges, sobre todo por el modo en que está hecho con los demás, en que habita y es habitado por los demás. Y ahí andamos todos, sin empezar ni terminar, haciéndonos de las mismas palabras que sirven a todos; que si no hubiera que publicar, nos pasaríamos la vida corrigiendo.

Y siempre me gustó que se burlara de su obra; monotemática, solemne, informe, juvenil,  singularísima, publicada, etcétera. Y que las contradicciones propias del discurrir fueran tomadas por insuperables, obvias y por esto patéticas y graciosas. Con Bioy, ya que Borges no era suficiente, expresan esto colaborando en las Crónicas de Bustos Domecq. Aquí el cronista estira la parodia hasta el absurdo más ridículo. Hablan de todo esto, hablando de personas imaginarias. Nada puede ser de otra manera. Además, como dijo mi abuelo, si no nos reímos de lo que nos pasa la vida es una joda.

 Emilio Teno (escritor) 

Hay Borges para todos. El adjetivador filoso citado hasta el hartazgo, el polemista avezado en el arte de injuriar, el cuentista matemático y artero, el lector universal. Todos esas sentencias pertenecen, sin duda, a la idea general que tenemos del Borges canonizado, del viejo ciego que lo sabe todo, del Borges al que se va a abrevar a la hora de la cita, el naipe siempre marcado de la literatura argentina. Después está el Borges secreto, aquel que atesora cada uno de sus lectores y que nunca es el mismo. Ese diálogo personal que uno establece con la obra es el que nos revela el misterio de un Borges hecho a nuestra medida. Para mí fue en un tiempo El Golem y Emma Zunz. Más tarde, El Aleph o El jardín de senderos que se bifurcan. Hoy releyéndolo vuelvo a los ensayos de Otras Inquisiciones. Ese libro capital reúne todas las afecciones del imaginario borgeano y las traduce en textos memorables como Kafka y sus precursores; Nathaniel Hawthorne o Nota sobre (hacia) Bernard Shaw. De ese libro también es esta cita: “Quienes minuciosamente copian a un escritor, lo hacen impersonalmente, lo hacen porque confunden a ese escritor con la literatura (…) Durante muchos años, yo creí que la casi infinita literatura estaba en un hombre. Ese hombre fue Carlyle, fue Johannes Becher, fue Whitman, fue Rafael Cansinos Assens, fue De Quincey”. Para nosotros ese hombre fue y será Borges.

Las miserias de/en Cheever

Publicado por el 13/06/2016

QUIÉNBlog Cheever (1)

Es domingo de pascuas y la iglesia luce un aforo notoriamente superior al de los domingos ordinarios. El cristiano indolente logra resarcir su endeble devoción con la asistencia a las misas de pascua y navidad. Lo saben (y se les nota) los perfumados, bien vestidos y peinados hacia atrás, que llenan las asientos de madera. Los pensamientos y actos pecaminosos que estructuran su errar diario, durante dos mañanas al año, se olvidan.

El hombre de la cuarta fila —con asistencia perfecta— cree con pasión que la resurrección de Cristo es un acto de amor hacia la humanidad. Reza con los ojos cerrados y el pecho contraído. Pide a Dios que el deseo impuro se aleje. Ruega que su pene no se endurezca frente al cuerpo fibroso de un muchacho. Implora perdón por las blasfemias que interioriza y, principalmente, las que exterioriza a su esposa cuando, hastiada, le niega los favores sexuales.

Almorzaron opíparamente, luego del sermón entusiasta. El hombre ruega que sus hijos salgan a dar un paseo, se duerman o simplemente desaparezcan. Los mayores se ausentan, y la madre duerme al pequeño Federico. John se acerca a ella e intenta escurrir sus manos por debajo de la falda. Cansancio es el pretexto. Media botella de whisky escocés aplaca, momentáneamente, la frustración amorosa.  

***

La locomotora gris metálico es el prefacio de la interminable concatenación de vagones. El transiberiano finalizará su extenso recorrido en la inclemente estepa. En el sector más cómodo del tren se escucha hablar en inglés; la comitiva norteamericana está compuesta por hombres que hacen sonar los huesos de sus manos y espaldas. Los dos grandes ganadores de la guerra intentan un acercamiento. El intercambio cultural es solo un bálsamo dentro de las hostilidades que durarán muchos años más. El tren se detiene y la delegación del enemigo piso suelo soviético.

John Cheever es un escritor de fama media. Todas las noches sueña con el Pulitzer. Cuando transita por las afueras de Nueva York lo reconocen los amigos y no mucho más. Poco tiempo atrás ganó el National Book Award, galardón que comenzó a posicionarlo en las letras de su país. Pero, ante su sorpresa, en las calles moscovitas los transeúntes lo reconocen. Le gritan una palabra ininteligible que el intérprete traduce Whapshot. Cheever creyó escribir una novela para los estadounidenses de su generación. La narración refiere a la idiosincrasia y costumbres de sus coterráneos. Pero el lado oscuro del american way of life es celebrado por los rusos. La notoriedad que le escamotean el público y parte de la crítica, se la dan los ignotos de piel nívea, con aliento a vodka, en una lengua incomprensible.

***

“Cuando la autodestrucción entra en el corazón, al principio parece apenas un grano de arena. Es como una jaqueca, una indigestión leve, un dedo infectado; pero pierdes el de las 8:20 y llegas tarde para solicitar un aumento del crédito. El viejo amigo con quien vas a comer de repente agota tu paciencia y para mostrarte amable te tomas tres copas, pero el día ya ha perdido forma, sentido y significado. Para recuperar cierta intencionalidad y belleza bebes demasiado en las reuniones, te propasas con la mujer de otro y acabas por cometer una tontería obscena y a la mañana siguiente desearías estar muerto. Pero cuando tratas de repasar el camino que te ha conducido a este abismo, sólo encuentras el grano de arena”*

“El segundo domingo después del de Resurrección voy a la iglesia por primera vez desde que el médico decretó mi muerte por cáncer. Me arrodillo con la esperanza de entrar en un reino de humildad y gratitud más grande del que podría hallar por mi cuenta. El altar está deslumbrante. ¡La dorada luz de las velas!”*

*Fragmentos de Diarios de John Cheever, Emecé.

POR QUÉ

Blog Cheever 11 (1)¿Puede esbozarse un bosquejo de la idiosincrasia estadounidense? Una de las imágenes popularizadas en los últimos años muestra a niños obesos, absorbiendo cantidades industriales de grasa animal y bebiendo en un vaso de gaseosa la cantidad de azúcar recomendada para dos meses. Los armarios de la preparatoria, el baile de fin de curso. Las excursiones militares a lo largo y ancho del globo marcan el rasgo distintivo de su política exterior. Pero también el paisaje agreste, la vida rural de millones de agricultores componen el cuadro. La religión protestante es un rasgo insoslayable. El conflicto racial, la preponderancia en los medallero de los Juegos Olímpicos. Y un loco, siempre solitario, que por no encontrar nada más productivo que hacer, vacía el cargador de su arma sobre quienes lo rodean. Estados Unidos es un continente. Sus más de 300 millones de habitantes, distribuidos en 50 estados, conforman un macrocosmos ecléctico. El granjero de Kansas y el correr de bolsa de Nueva York solo se encuentran en un nacionalismo histérico.

Los escritores norteamericanos retratan un microcosmos de esa materia mayor, inasible. Exceptuando a Hemingway, que escribe sobre la Guerra Civil Española, las montañas africanas, París, las corridas de toros y la vida de los pesqueros cubanos. John Cheever delimita con certeza su campo de acción. Parte de la premisa de lo inabarcable de la realidad mundial, nacional y hasta local. Lo mejor de su obra se circunscribe al terreno pantanoso e intrincado de la institución familiar. Y con más precisión: las familias blancas, protestantes, de clase media-alta, que viven en las afueras de Nueva York.

La novela Bullet Park, la saga familiar (Crónica de los Wapshot y El escándalo de los Wapshot) y muchos de sus mejores cuentos se posicionan en ese terreno. La superficialidad de los vínculos, las tensiones y disfunciones sexuales, la pulsión homosexual; la deformidad del hombre civilizado son los tópicos en los que Cheever bucea. Sus personajes sufren en silencio: a pesar de los padecimientos, hay que arreglarse y perfumarse para el cóctel que los Williams, Robertson, Taylor o los Perry brindaran esta noche, en su bella casa, para los distinguidos vecinos.

Su prosa es precisa, con un dejo barroquismo que lo diferencia de sus lacónicos compañeros de generación. La escritura visceral y descarnada que certifican los diarios íntimos, en el caso de Cheever no se advierten las marcas de apuro y descuido. Las miles de páginas que componen sus anotaciones diarias (compiladas y comentadas de forma brillante por Rodrigo Fresán) tienen un gran valor tanto testimonial como literario. Su escritura fluye, armónica.

Del mismo modo que muchos de los escritores norteamericanos de posguerra, no logró desligar la idea una obra respetable en términos estéticos del éxito comercial. Sufrió envidia inocultable por la trascendencia de JD Salinger y Saul Bellow. Tuvo poca relación con sus colegas. El Pulitzer se convirtió en una obsesión. Luchó con el editor del The New Yorker por más dinero para sus cuentos, pero al mismo tiempo renegó de la condición de escritor menor que representaba ser escritor de revistas de publicación  masiva.

Con los conflictos e inseguridades a cuestas, creó una obra valiosísima que en los últimos años de su vida tuvo el éxito que merecía: obtuvo el Pulitzer en 1979 por la colección de relatos The stories of John Cheever y encabezó la lista de best-sellers durante meses. El corolario de un trabajo intenso, auténtico, honesto de un hombre inspirado y contradictorio. Algo olvidado en estos días, su postergación no obedece al valor sus páginas sino más bien a intríngulis editoriales.

POR DÓNDEBlog Cheever 11 (2)

La obra de Cheever traducida al español (cinco novelas y dos colecciones de relatos) es difícil de conseguir. Hace años que no se reeditan sus novelas y las colecciones de relatos escasean o su elevado precio dificulta su adquisición. A continuación recomendaciones para hurgadores de librerías de usados y ofertas por Internet:

El nadado (cuento): Un hombre —entrado en años pero aún atlético— decide recorrer el camino hasta su casa a nado, utilizando para la extraña empresa las piletas de los vecinos. En la historia bajo la superficie aflora el fracaso personal.

¡Adios, belleza! ¡Adiós, juventud! (cuento) Un ex atleta profesional— animado por el alcohol— finaliza los cócteles de vecinos realizando una prueba de carrera con obstáculos dentro de las casas. La destreza pretérita mutó en torpeza y la gloria, en fracaso.

Crónica de los Wapshot (novela) Su primera novela, galardonada con el National Book Award. Narra las desventuras de dos generaciones de Wapshot, una familia rural de Nueva Inglaterra.

Bullet Park (novela) Las ciudades residencial en las afueras de Nueva York —característica en sus cuentos— es el escenario de la novela que versa sobre las miserias ocultas de una familia de clase media. El oficinista que se droga con somníferos, el dilema de la fe religiosa y el desequilibrio mental de ricos desahuciados espiritualmente, son los tópicos con los que el autor ensancha la visión idílica de las familias estadounidenses.

Diarios Los diarios de Cheever son una monumental amalgama de viñetas sueltas, inconexas, resumidas en sus partes más valiosas en 500 páginas gracias al trabajo de Fresán. Su valor literario equipara al testimonial. Es una interesante puerta de ingreso al mundo cheeveriano.

¿Dónde está J.D. Salinger?

Publicado por el 08/05/2016

“No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno

cuenta cualquier cosa, empieza a extrañar a todo el mundo”.

El cazador entre el centeno

QUIÉN

La guerra no solo ocurre en Europa; el Pacífico comienza a aportar su cuota de sangre. No es enfrentamiento únicamente de galos, eslavos y germanos. La potencia americana, recuperada de una fulminante crisis, debe aparecer en la foto de los ganadores. También tomar esa fotografía, revelarla y hacerla conocer al mundo. El imperio japonés es el enemigo directo, pero muchos soldados cruzan el Atlántico para estar cerca de donde se tomará la fotografía.

El muchacho es larguísimo. Su cabeza ovalada soporta unas orejas voluminosas y desplegadas que no se ajustan a su cuerpo. Es, también, sargento del Estado Mayor del 12º regimiento de la 4º división de Infantería. Su tarea específica es el contraespionaje. Los bombarderos alemanes descargan, continuos y poderosos, la muerte. Los estruendos hacen temblar las paredes.

—Sargento, se acercan. Deberíamos buscan un lugar más seguro.

—Aún están lejos.

La respuesta no sosiega al soldado. Quien la esbozó parece ido, alejado de la atmósfera de peligro circundante. Teclea furtivamente sobre la máquina. No es un informe militar ni un plan de defensa. Son párrafos que versan sobre las dificultades de adaptación a la vida social de una familia de superdotados neoyorquinos.

BLOG Salinger (2)

***

La muchacha aprovecha la inhabitual salida de compras del padre. Ingresa, sigilosa, al cuarto de trabajo que desde hace años está bajo llave. Sobre el escritorio encuentra una pila de libros de hinduismo y budismo zen. En el primer cajón, una carpeta con cientos de hojas pasadas a máquina con un rótulo: Novel I y Novel II. Sus sospechas se confirman, el ostracismo no le quitó al hombre la creatividad. Antes de retirarse, descubre algo que le llama la atención: una taza de té con orina hasta la mitad.

***

Está sereno, a pesar de la trascendencia de lo que hará en minutos. Introduce la mano en el bolsillo del abrigo y la uniformidad del metal le confirma que todo está en orden. Se rasca la interminable papada, consulta la hora y hojea el libro. No tiene hambre, tampoco frío. Se pregunta —como el personaje de la novela que relee constantemente— dónde irán los patos del Central Park en invierno, ¿alguien los recoge o vuelan a un destino más amigable? Las divagaciones lo hacen olvidarse, por un momento, de su cometido.

En los días previos deambuló por la ciudad abarrotada de rascacielos. Al igual que su héroe de ficción, contrató una prostituta, le pagó y solo conversó con ella. Escribió a sus pocos amigos quienes se sorprendieron por la firma: Holden Cauldfield.

La limusina estaciona y descienden dos personas. El hombre rollizo se acerca a él. La mano derecha equivoca el bolsillo y acaricia las hojas del libro. Corrige la operación y extrae el revólver.

¡PUM, PUM, PUM, PUM!

Cuatro disparos en la espalda y se terminó.

En este libro encontrarán la explicación. Soy culpable.

***

Verde oscuro. Cornish es un pueblo de poco más de mil habitantes, ubicado en la región de Nueva Inglaterra, al noreste de los Estados Unidos. El silencio y el viento dan el toque bucólico al despoblado conglomerado de hombres blancos. En una casa sin vecinos, con parque a los costados, acaba de morir un mito norteamericano. Llevaba más de cincuenta años de reclusión, más de cuarenta sin publicar y más de treinta sin declaraciones a la prensa. Al falso anhelo de los famosos, Jerome David Salinger, lo hizo realidad:Me gustaría encontrar una cabaña en algún sitio y con el dinero que gane instalarme allí el resto de mi vida, lejos de cualquier conversación estúpida con la gente“.

POR QUÉ

Salinger es un ícono, un escritor díscolo. Su fama se debe a cuestiones extraliterarias. Luego del éxito abrumador de El cazador entre el centeno (El cazador oculto en Argentina) se recluyó en un pueblo campestre alejado de su Nueva York natal. Su vida y su obra transcurren en la inconmensurable metrópoli. Durante el “exilio” escribió dos novelas y varios cuentos pero de momento no se conocen. En una de las escasas entrevistas que brindó, lo dejó claro:Hay una paz maravillosa en no publicar. Es pacífico. Tranquilo. Publicar es una terrible invasión de mi vida privada. Me gusta escribir. Amo escribir. Pero escribo solo para mí mismo y para mi propio placer“. Se dedicó al ascetismo la mitad de su vida, estudiando la filosofía oriental.

BLOG Salinger (1)

El otro motivo de su fama es la declaración de Mark Chapman instantes después de asesinar John Lennon. Para el asesino, el beatle configuraba el arquetipo del joven idealista que se traiciona y se convierte en un adulto exento de inocencia y frescura.

Pero las ventas masivas de su primera novela, publicada en 1951, se debieron solo a cuestiones literarias. Holden Cauldfield, personaje célebre de las letras norteamericanas, deambula por las calles de Nueva York durante tres días, luego de haber sido expulsado de la escuela. Está perdido geográfica y psicológicamente, merodea, balbucea, otea. Los jóvenes se sintieron identificados con el adolescente de dieciséis años conflictuado. Salinger expone, como nunca antes, las contradicciones y ansiedades de los jóvenes. El estilo causó gran impacto. Holden habla como los jóvenes norteamericanos, urbanos, de posguerra: la constante expresión fuck you representó una osadía.

De los cuatro libros que componen su escueta pero sólida obra, el conjunto de relatos Nueve cuentos es una obra destacadísima. Dentro de los nueve “pequeños milagros” dos tienen un marcado rasgo autobiográfico. Un día perfecto para el pez plátano trata el suicidio de un exsoldado. Para Esmé, con amor y sordidez es el relato, en primera persona, de un soldado norteamericano afectado a tareas en Inglaterra durante la segunda guerra mundial.

Dentro del vasto terreno temático que abarca la literatura (casi infinito) cada autor delimita el campo propio. Salinger, en sus dos últimos libros publicados, eligió dar vida a una familia neoyorquina. Siete hermanos, todos niños prodigio.

Bessie y Les: madre y padre, excomediantes.

Seymour: el mayor y más brillante. Es el suicida en Un día perfecto… y personaje principal de su última nouvelle.

Buddy: narra muchas de las historias familiares. El más destacado es Levantad, carpinteros, la viga del tejado.

Zachary y Frances: son los menores. Influidos por las religiones orientales, son los protagonistas de la novela Franny y Zooey.

BLOG Salinger (3)

Salinger intenta atacar a un fotógrafo

En la década del ’50 el rápido crecimiento económico de la posguerra creó una industria del confort sin precedentes. Su contracara fue el vacío existencial de las clases medias y altas inmersas en un consumo vertiginoso. Salinger interpretó este fenómeno y lo plasmó en su obra y en su vida. Sus personajes están desorientados, no entienden las nuevas reglas de juego y cargan con el peso de su existencia.

La obra que Salinger publicó en el transcurso de tan solo diez años, configura una constelación uniforme y vigorosa, que fue una referencia insoslayable para los escritores contemporáneos y de las generaciones siguientes.

POR DÓNDE

La obra completa de Salinger —compuesta de apenas cuatro publicaciones— se consigue en español en diversas ediciones. Las de Alianza editorial y Edasha son las más cuidadas. También existen publicaciones de bolsillo y económicas.

El cazador entre el centeno (1951) La novela iniciática es narrada por Holden. El adolescente quiere ser un guardián de los niños inocentes.

Nueve Cuentos (1953) Compuesto por cuentos perfectos, expone la maestría de Salinger para el relato corto.

Franny y Zooey (1961) Narra los conflictos de los hermanos menores de la disfuncional familia Glass. Franny batalla, en el ingreso a la adultez, con su condición de niño pródigo. Franny está deprimida y padece la falta de autenticidad que advierte en su entorno.

Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción (1963) Dos novelas cortas que amplían el universo familiar. En la primera, Buddy asiste a la boda de Seymour, que no se llevará a cabo por la ausencia del novio. Y en la segunda se exploran las contradicciones del hermano mayor.

En torno a Raymond Carver

Publicado por el 27/03/2016

QUIÉNBLOG Carver (2)

Tiene los ojos grandes y negros. Unas cejas tupidas y arqueadas que enmarcan la mirada penetrante. Está incómodo en el asiento del auto destartalado. La máquina pide descanso; pero, como la bicicleta en el filme dirigido por De Sica, el móvil sirve para emplearse y nutrir a una familia. Su mujer genera el ingreso principal, el mínimo para subsistir. Son pobres. Ray, como lo llaman los conocidos, acepta esporádicamente los trabajos que sobran, los reservados para los negros, andrajosos; los estadounidenses que no salen en la foto.

El chirrido de los frenos alerta al dueño de la casa de que el pedido de la farmacia llegó. Hace pasar al repartidor mientras busca los tres dólares, en monedas, que debe abonarle. Intercambia metal por la bolsa y advierte que el hombre no aparta la vista de una revista. Se la obsequia. Ray pone en marcha el vetusto artefacto y avanza apenas unas cuadras; estaciona frente al primer bar que encuentra abierto. Bebe, y lee excitado la revista literaria. Sabe que existe algo llamado literatura, en la preparatoria la miró de soslayo. Ahora —sobrepasado de deudas, avejentado pese a ser veinteañero, alcohólico— le pone atención. Relatos cortos, reseñas bibliográficas, poemas, críticas. La epifanía de una tarde de febrero, en una mesa de bar, en un pueblo del este, en los Estados Unidos de Norteamérica.

***

La situación no mejora. Ella tuvo que aceptar un trabajo extra, de camarera, para poder comprarle con el excedente una máquina de escribir. Él se dedica a pescar con los amigos, a leer libros en ediciones baratas y, la mayor parte del tiempo, a beber descontroladamente. Frecuenta sin éxito centros de rehabilitación. El ostracismo y la violencia son la característica saliente de su accionar.

Ante cada oportunidad que se presenta le es infiel,ella lo sabe. Hastiada, rencorosa y vengativa, imita la promiscuidad de su marido y acepta una aventura. Ray se entera, se enfurece, enloquece. Utiliza como escarmiento la botella de vino tinto, sin etiqueta, destinada para la cena.

***

Hace diez años que no prueba el alcohol. Siente el pecho lleno de aire. Conoció el amor en Tess Gallagher, compañera, poeta. Tiene fama, sus libros se traducen y venden en cantidades de best-seller. Atesora más de doscientos mil dólares de ahorro. Varias universidades lo contratan para dictar cursos. No cumplió aún los cincuenta y la piel de su rostro acusa la desintoxicación. Pero el cuerpo no se suma a la vertiente de buenas noticias que parece ser moda en su nueva vida; tiene su curso aparte. Los médicos son certeros: cáncer de pulmón.

La radioterapia no revirtió el avance de las células cancerígenas. Aceptado lo trágico e irremediable, se propuso como última voluntad un viaje. El destino no fue la Europa central, cuna de grandes escritores. Tampoco su vasto país natal ni las montañas africanas que conoció por Hemingway. El sitio añorado se encontraba en las entrañas del demonio, al otro lado de la Cortina de Hierro: la ciudad de Moscú. Y un sitio específico, la tumba de Chéjov. Quería rendirle homenaje, junto a Tess, a su maestro del relato corto, quien le enseñó cómo la brevedad y el lenguaje cristalino pueden lograr el pequeño milagro que significa un buen cuento. No lo logró, no pudo ver la decadencia del socialismo. Murió en Washington, apenas cumplidos los cincuenta años.

BLOG Carver (1)

POR QUÉ

Como muchos de los escritores de su generación, Raymond Carver no quería explicar el mundo. Ni dar respuestas definitivas ni moralizar. Poco le interesaba la parafernalia filosófica que suelen intentar al otro lado del océano Atlántico. Tampoco bosquejó panfletos denunciando al capitalismo y sus atropellos; penurias que vivió en carne propia. Carver cuenta pequeñas historias de estadounidense de clase media, que transcurren durante la segunda mitad del siglo XX. No hay sucesos extraordinarios: nadie triunfa, casi nadie se muere, pocos tienen sexo. Las historias soslayan el suceso definitivo y se posan en la potente carga de patetismo que suelen tener gran parte de los actos humanos.

Sus personajes soportan los sufrimientos que generan el alcohol, las drogas y la mezquindad. La estrechez económica que intentan sortear muestra el lado oculto del americanway of life. La visión del narrador es parcial, muchas veces desde la óptica de uno de los personajes. No toma partido, los expone frente a situaciones en las cuales se ven desbordados.

Carver descreía del exceso de artilugios para contar una historia. No lo desvelaba la ruptura de la norma. Los modelos de escritor de alta literatura son el novelista y el poeta. Un contemporáneo y amigo de Carver, el genial John Cheever, intentó toda su vida huir del rótulo de escritor menor por publicarúnicamente cuentos, en revistas de circulación masiva. Carverno intentó escribir novelas, su axioma principal era no aburrir al lector, en cualquier género. En uno de los escasos textos en los que piensa su poética, lo señala taxativamente: “Allá por la mitad de los sesenta empecé a notar muchos problemas de concentración que me asaltaban ante las obras narrativas voluminosas. Durante un tiempo experimenté idéntica dificultad para leer tales obras que para escribirlas. Mi atención se despistaba y decidí que no me hallaba en disposición de acometer la redacción de una novela”.

Los escritores norteamericanos suelen buscar el éxito que está asociado a la cantidad de ventas. El lugar en la lista de popularidad no es, en modo alguno, impedimento para considerar el valor de una obra. Que lo masivo es literatura de género, menor, no los incomoda. The New Yorker—aparecida en 1925, a 15 centavos de dólar el ejemplar— junto con muchas otras revistas de gran tirada, fue el soporte donde los mejores escritores publicaron. Con la esperanza de que lo editen (además de ver su nombre sellado en tinta, pudo ingresar dinero para su menesterosa familia) Carver aceptó que el editor Gordon Lish manipulara sus primeros cuentos, al punto de hacerse difuso el tono de cada uno.

BLOG Carver (3)Carver no escribe para escritores. Los diálogos no son eruditos y, salvando algunas excepciones, no hay obras ni escritores mentados. Carver escribe para el ciudadano medio, que tiene deudas y se sienta a mirar televisión, luego de una jornada agotadora de trabajo.

Una frase clara, concisa, es el empujón para que el relato se desarrolle: “Estaba pasando la aspiradora cuando sonó el teléfono”. La prosa límpida, con escasa adjetivación. Lo que una lectura superficial podría tildar de estilo descuidado, es fruto de un trabajo meticuloso y artesanal. Los diálogos juegan un papel fundamental en la construcción de la trama: acercan el foco sobre los personajes y los exponen.

Con sinceridad y potencia como atributos principales, la obra de Raymond Carver ocupa un lugar de privilegio dentro del mapa vasto y prolífico que representa la poderosa literatura norteamericana del siglo pasado.

POR DÓNDE

La editorial catalana Anagrama publicó en español cinco libros con colecciones de cuentos de Carver. Estos relatos fueron pulidos durante mucho tiempo, cada palabra escogida minuciosamente entre todas, emulando el procedimiento de la poesía. No hay puntos flojos, momentos en los que la pulsión se vea mermada. A continuación, la selección de nueve “pequeños milagros”, como denominó su amigo Richard Ford a los cuentos que funcionan.

Vecinos. Una pareja acepta cuidar el departamento de sus vecinos durante una ausencia por viaje. Sin ponerse de acuerdo, ambos sienten gran excitación revolviendo y husmeando las pertenencias de los viajeros.

No son tu marido. Un hombre desocupado y decadente vive del ingreso que acerca su esposa trabajando como camarera. La obliga a bajar de peso luego de advertir que los clientes del bar no comentan las bondades de sus muslos.

Bicicletas, músculos, cigarrillos. El segundo día de abstinencia al tabaco lo altera. Un inofensivo pleito entre niños, en el que está involucrado su hijo, es el disparador para que descargue su nerviosismo contra otro de los padres.

¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? Una pareja feliz, en una casa acogedora, con bellos niños que duermen mientras ellos charlan en la cocina. La evocación de un recuerdo del pasado rompe, de un momento a otro, la aparente armonía.

Caballos en la niebla. Una pareja que se separa. Ella junta sus cosas y comunica su partida mediante una carta que entrega por debajo de la puerta. Se despiden en el patio delantero junto a unos caballos que se escaparon de un establo. La visita inesperada aporta extrañamiento al relato.

Tres rosas amarillas. Es el único cuento de Carver que transcurre lejos de su época. Los últimos días de Chéjov, uno de sus héroes literarios, son retratados desde la perspectiva del empleado de hotel donde el escritor ruso agoniza.

 Plumas. Dos parejas conocidas, no amigas, se juntan a cenar. Nada destacado ocurre. La tensión es generada por la mascota de los anfitriones: un pavo real.

Parece una tontería. Uno de los mejores cuentos de Carver. El día del cumpleaños de su hijo, la madre encarga una torta para la celebración. El niño tiene un accidente, y la monotonía de los días de internación se trastorna por los llamados telefónicos del pastelero quien reclama que retiren el encargo.

Si me necesitas, llámame. Relato publicado póstumamente. Cuenta los intentos y el fracaso de una pareja por recomponer su relación. La inestabilidad emocional y la incomunicación afloran, como en muchos de los cuentos de Carver.

Los mil rostros de Pessoa

Publicado por el 22/02/2016

Vivir es ser otro”

Fernando Pessoa

EL CONTEXTO

No esperaba tanto verde.

Las capitales europeas son el resultado de la imaginación del hombre y el cemento. Monumentos, puertas de ingreso, castillos, fuertes, museos. La visión de los creadores y el músculo de los obreros. Lisboa tiene catedrales imponentes, estructuras de piedras que recuerdan la historia imperial; de cuando sus navegantes, en África y América, ensanchaban los ingresos de la próspera nación.

El verde del follaje, frondoso, intenso. En el centro neurálgico de la ciudad, donde las bocinas y los insultos forman un contrapunto que dificulta el sosiego, un bosque extenso oxigena el gris monocromático por el que se deslizan los automóviles de factura extranjera, provenientes de países con menos verde y más industria.

 

El agua como prefacio

El río Tajo recorre mil kilómetros hasta fundirse con el Atlántico, en las afueras de Lisboa. A la capital portuguesa se ingresa a través del imponente puente 25 de Abril: dos kilómetros de marcha lenta con celeste bajo los pies y sobre la cabeza. A la derecha, la vista del imponente paisaje, y a hacia dentro, el pensamiento optimista de que un derrumbe no podría ocurrir durante una mañana diáfana y soleada de principios de verano.

El río apacigua la vorágine que representa el ingreso a un conglomerado de casi un millón de habitantes, con los niveles de desechos, ruidos y contaminación que logran generar las comunidades amontonadas.

 

Pessoa BLOG (1)Los colores, los sabores, las palabras

El portugués dista mucho del portuñol que se habla en la frontera argentino-brasileña. Extraviados, no logramos descifrar las indicaciones de los amables transeúntes. El GPS, que en la bellísima Albufeira fue de gran utilidad, colapsó. La intuición y el espíritu expeditivo nos situaron, finalmente, en un camping montado dentro del sector agreste de la capital. Los motorhome con familias alemanas rodeaban el predio, poblado de cabañas y carpas. El sonido de los pájaros anunciaron el crepúsculo solitario: mis acompañantes asistieron a un recital de los Rolling Stones. La segunda novela de un antiguo compañero de la redacción fue mi compañía durante la noche espesa.

Al día siguiente, el murmullo. El trajín de la ciudad es intenso y vívido. Las pintorescas y estrechas calles son testigo de la postal insoslayable que forma el trolebús que recorre el sector céntrico. El Tajo descansa la vista del visitante, a lo largo de una costanera cautivante, con aroma a pastelería tibia.

En esta sofisticada ciudad vivió la mayor parte de su vida y creó toda su obra en portugués, su poeta mayor, el llamativamente prolífico Fernando Pessoa.

 

EL HOMBRE DE LOS MIL NOMBRES

Fernando António Nogueira Pessoa (1888-1935) nació, murió y creó en Lisboa. Por cuestiones familiares vivió parte de su niñez y adolescencia en la Sudáfrica bajo administración británica, su formación literaria la conformaron los clásicos ingleses y los novelistas del siglo XIX. Escribió sus primeros textos en inglés, lengua con una textura diferentes al portugués; más precisa y menos proclive al barroco como son las lenguas latinas.Pessoa BLOG (2)

Al regreso a la tierra natal, dedicó sus días a las traducciones y trabajos de oficina. De traje y con sombrero (como lo atestiguan las pocas instantáneas que lo retrataron) pasó encerrado la mayor parte de su tiempo escribiendo.

Era nacionalista; “conservador a la inglesa” como gustaba caracterizarse. Distanciado de las vanguardias literarias que se acercaron al socialismo, Pessoa despreciaba el marxismo. Añoraba un espíritu lusitano de gloria, que confluyera con los vecinos ibéricos en un futuro aristocrático.

No dejó descendencia, ni herencia considerable. Un problema hepático cortó su hermetismo. Entre sus pertenencias se encontraban cientos de cuadernos con miles de textos que, en el siglo siguiente, se continúan clasificando y estudiando.

 

EL TEXTO

Para acceder a los beneficios que acarrea la fama del escritor se necesita escribir bien o ser un fenómeno de ventas. Si nos encontramos con el primer caso (alguien que tiene una voz propia, tiene algo para decir, y lo dice bien) solo nos faltaría saber quién fue el autor de esos textos. Fernando Pessoa hizo todo lo contrario. Dio forma a más de setenta heterónimos (personajes ficcionales con poética y vida propias) y cuando ninguno de sus escritores lo conformaba publicaba como anónimo.

Pero no se trata solo de un artilugio para ocultar su nombre. También publicó como Fernando Pessoa, textos (muy pocos) que no representan lo más poderoso de su obra. Apenas un libro en el que enaltece el nacionalismo. Lo sustancial de su obra fue firmado por autores creados por su imaginación.

Alberto Caeiro. Vivía de una renta modesta y murió de tuberculosis. Escribió solo en verso, convencido del poder creador de la poesía.

 

Poema IX

Soy un cuidador de rebaños.
El rebaño son mis pensamientos
y mis pensamientos son todos sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos

y con las manos y los pies
y con la nariz y la boca.

Pensar una flor es verla y olerla
y comer una fruta es conocerle el sentido.

Por eso cuando en un día de calor
me siento triste de gozarlo tanto,
y me echo de espaldas sobre el pasto,
y cierro los ojos calientes,
siento todo mi cuerpo echado en la realidad,
sé la verdad y soy feliz

 

Álvaro de Campos. Ingeniero homosexual. Escribió Tabacaria, uno de los poemas más importantes de la lengua portuguesa.

 

Nunca, por más que viaje, que conozca

Nunca, por más que viaje, por más que conozca,

al salir de un lugar, al llegar a un lugar, conocido o desconocido,

pierdo, al partir, al llegar, y en la línea móvil que los une,

la sensación de escalofrío, el miedo a lo nuevo, la náusea

-esa náusea que es el sentimiento cuando sabe que el cuerpo tiene el alma.

Treinta días de viaje, tres días de viaje, tres horas de viaje

-siempre la opresión se infiltra en el fondo de mi corazón.

 

Ricardo Reis. Monárquico. Cuando Portugal se consagró república, se exilió en Brasil.

 

Para ser grande, sé entero: nada

Tuyo exageres o excluyas.

Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres

En lo mínimo que hagas,

Por eso la luna brilla toda

En cada lago, porque alta vive.

 

Pessoa BLOG (3)Los heterónimos de Pessoa no se limitaron a un seudónimo, a una firma. Tenían un posicionamiento político y estético frente a su época, una cosmovisión, una biografía que los condicionaba, un terreno de acción propio. Bajo la pluma de alguno de ellos escribió textos críticos vapuleando la obra de otro.

Forjó una obra extraña y compleja, una polifonía casi sin precedentes. A diferencia de las polifonías de Dostoievski o Puig, las voces en Pessoa hay que rastrearlas, no en el texto, sino en la totalidad de su obra. Su tono es la suma de todos sus heterónimos.

Su obra más importante vio la luz recién en 1985. El autor es Bernardo Soares, el heterónimo que más se parece a Pessoa, si podemos afirmar que Pessoa tuviera un estilo diferente al de sus personajes. El libro del desasosiego está compuesto por 476 entradas, sin unidad temática. Con una prosa bellísima, amontona aforismos, análisis del hombre del siglo XX, retrato de cotidianeidades.

En la entrada número veinticuatro nos da la pista inconfundible del modo en que debemos pensar la obra del brillante portugués.

 

Mi alma es una orquesta oculta; no sé qué instrumento tañe o rechina, cuerdas y harpas, timbales y tambores, dentro de mí. Sólo me conozco como sinfonía.

 

 

Detectives y literatura

Publicado por el 16/12/2015
Detectives y literatura

Una sociedad puede pensarse de muchos modos diferentes. Por sus logros científicos o deportivos, por estadísticas, por su capacidad de adquirir bienes materiales o por lo que reflejan de esa sociedad sus personalidades influyentes. Pero también por los crímenes que comete y cómo los resuelve, en la realidad o en la ficción.

Para trazar una línea histórica que nos permita entender el desarrollo de la literatura policial, podemos destacar tres momentos, que con diferentes características alimentaron el género y lo elevaron de la categoría de género menor, popular.

El año 1841 marca la irrupción del género con la novedosa aparición del detective. En el cuento Los crímenes de la calle Morgue Edgar Allan Poe presenta a Auguste Dupin. Inteligente, analítico, brillante, se posiciona desde una perspectiva lógica para resolver la muerte de una mujer y su hija.

En Estudio en escarlata (1887) el médico Watson cuenta su encuentro con Sherlock Holmes. Conan Doyle profundiza los bosquejos de Poe y alcanza la perfección del análisis, alimentando el estereotipo del genio solitario.

Raymond Chandler y su detective Phillip Marlowe ven la luz en la novela El sueño eterno (1939), época de depresión económica; el contexto social se hace presente y configura motivaciones delictivas más intrincadas.

Blog QUELEER (1)

POE, BORRACHO Y LOCO

Quiere ser poeta y escribe poemas. Tiene conflictos con su padre adoptivo. Bebe sin control. Fuma opio en exceso. Le dicen, sutilmente para no ofenderlo, que aparenta diez años más de los que tiene. Edgar Allan Poe vive en un país joven y floreciente, modelo de libertad. A pesar del desarrollo económico sin pausas que lo rodea, tiene dificultades para subsistir.

Editar libros de poemas le requiere inversión y escasas ventas. El periódico paga, poco, pero lo suficiente para comer, beber y fumar. La necesidad, tantas veces capital para la explosión del  genio, hizo lo suyo con Poe y su desembarco en la escritura de relatos cortos.

La impresión del daguerrotipo devuelve un hombre triste, destruido y sucio. Aún joven, pero desvencijado física y psicológicamente, muere en Baltimore. No se sabe si de sífilis, de sobredosis, de borracho, de loco o de Poe.

Los crímenes de la calle Morgue (1841) es el primer cuento policial moderno. Ya existían los relatos vinculados con el crimen, pero faltaba quién pensara su solución, alguien que mirara desde otra perspectiva: el detective. Poe vislumbró, intuyó, la necesidad de dar un giro al relato que narra el costado más salvaje e irracional de la conducta humana. Auguste Dupin es la respuesta de Poe para llevar al género policial a otro nivel. La crítica refinada comenzó a mirar con más atención los textos publicados en periódicos baratos, destinados a obreros rústicos y agotados luego de la jornada laboral.

Un narrador anónimo cuenta su encuentro, en París, con Auguste Dupin. Se conocen en una librería, simpatizan y deciden compartir alojamiento en una casona vieja. El detective está por fuera de las instituciones, no es abogado, ni policía, ni pertenece al entorno judicial. Tiene la palabra y una inteligencia analítica por encima de la media. Sigue el caso del asesinato de una mujer y su hija a través de las crónicas periodísticas. Dupin no falla. Descubre que el criminal no es un ser humano.

El paso por la literatura del primer detective se resumen a la escasa cantidad de tres cuentos. Poe no usufructuó su fórmula para aburrir con el éxito garantizado. Dejó la estructura funcionando y se retiró. A pensar nuevas fórmulas y a beber vino y a fumar opio.

CONAN DOYLE, MÉDICO Y DEPORTISTA

De buen porte, resistía los embates de los rivales. Dicen que anotó 43 puntos en un mismo partido. Pero no fue rugbier. Se embarró los codos, atajando sin guantes, los tiros envenenados de los inventores del deporte. No fue futbolista. Probó, también, dentro de un campo de golf y dentro de un cuadrilátero. El deporte no es la actividad por la que conocemos al escocés de rostro adusto y bigote extenso.

A finales del siglo XIX Arthur Conan Doyle se mudó a Londres con la idea de trabajar como oftalmólogo. Nadie entró en su clínica. Aburrido, preocupado por su negocio y con tiempo de sobra, imaginó una lupa, un sombrero y una pipa.

Estudio en escarlata, de 1887, marca la aparición del detective más afamado de todos. El médico Watson, convaleciente luego de su paso por Afganistán, necesita compañero de vivienda para dividir gastos. Le mencionan a Sherlock Holmes, un personaje excéntrico. El médico narra la resolución de dos asesinatos. El relato que completa la historia es anónimo. Está contextualizado en el desembarco de los mormones en el estado norteamericano de Utah.

Holmes, a diferencia de Dupin, trabaja con la policía. Su puesto es el de “detective asesor” de la Scotland Yard. Está en la orillas de las institución. Tiene un ejército de detectives vagabundos (mano de obra terciarizada y barata) siempre dispuesto a ayudarlo. Se burla de la incapacidad de los efectivos oficiales. Resuelve los casos y se los entrega a funcionarios ineptos que aculan laureles ajenos. Desarmado y con una lupa, Holmes rastrea el lugar del crimen, mira donde nadie ve. Un cóctel de pensamiento analítico y  razonamiento deductivo a los órdenes de una inteligencia lúcida, garantizan el triunfo.

A diferencia de Dupin, Holmes tuvo un paso extenso por la literatura. Cuatro novelas e innumerables relatos; Conan Doyle no renegó del éxito y consolidó las bases del género. Y su Sherlock Holmes es hoy un ícono de la cultura popular de Occidente.

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CHANDLER, BORRACHO Y LOCO

Mira el cielo francés, el humo, la sangre seca impregnada en la roca y se pregunta cómo llegó hasta ahí. El periodista (ahora soldado) estadounidense, nacionalizado inglés, pelea en el frente canadiense durante la Guerra de Trincheras.

También se pregunta cómo llego al sillón cómodo, el escritorio lujoso y la oficina amplia. Perdió su cargo como ejecutivo del negocio petrolero, ya en California, gracias a su alcoholismo, irresponsabilidad y el acoso sistemático a sus secretarias.

Raymond Chandler, se aburría con facilidad. Para matar el tiempo, comenzó a escribir relatos policiales en revistas de papel barato que se editaban para los pobres norteamericanos, que eran casi todos en la década del 30.

El desempleo se desbanda y la miseria acecha a la incipiente potencia mundial. Las instituciones se descomponen y el crimen muta. Ante la inédita realidad norteamericana, la novela vinculada con el crimen debía actualizarse, modificarse, ensuciarse, oscurecerse.

La novela El sueño eterno de 1939 es el ingreso de Philip Marlowe al listado de detectives célebres. Marlowe es detective privado, tiene una credencial y una oficina. Es corpulento, pero solo usa la fuerza como última opción. Es solitario, fuma tabaco y bebe mucho whisky. Es aficionado a la literatura y al ajedrez. No sucumbe ante la tentación de la carne. Es cínico, irónico y pesimista. Desprecia a los ricos, pero trabaja para ellos. Pone en tela de juicio el american way of life. A la inteligencia deductiva de los detectives clásicos, Marlowe incorpora el análisis psicológico, observa las miradas, los rostros. Se diferencia también de Dupin y Holmes: deja librados al azar algunos elementos y sigue sus corazonadas.

Chandler, a través de la narración en primera persona de Philip Marlowe, agudiza el policial negro. A diferencia de los precedentes, el escritor le encarga la narración a su personaje, que ahora tiene —además de una biografía parcial— una prosa. Su detective bucea en un terreno enmarañado, con instituciones en proceso de descomposición que generan crímenes más intrincados.

La lucidez de Poe, Conan Doyle y Chandler estructuraron los cimientos de la literatura policial, y sus puntos más destacados. En diferentes contextos históricos, generaron una empatía con el público lector que pudo comprender a su sociedad a través del delito y el crimen. El género policial —fortalecido y fructífero en nuestro tiempo— reconoce a Dupin, Holmes y Marlowe como sus próceres.

Escuchar y leer a Violeta

Publicado por el 29/10/2015
Escuchar y leer a Violeta

Llega al Louvre, en París, con rollos bajo los brazos. Pide una entrevista con las autoridades del museo. Sobre el piso de una oficina despliega sus pinturas y arpilleras bordadas; el funcionario, deslumbrado, no entiende quién es esa mujer morena que habla el francés con acento extraño. Pregunta si son propias y promete una respuesta para el día siguiente. Durante cuatro meses el segundo piso del Museo de Artes Decorativas tuvo la exclusividad de su obra. Nunca una artista latinoamericana había ocupado un sitio en la galería de arte más afamada del mundo. Le Figaro tituló: “Da Vinci terminó en el Louvre, la chilena Violeta Parra comenzó en el Louvre”, en parte tenía razón, era su primera exposición.

Familia humilde, paisaje agreste, siete hermanos, todos artistas. Músicos la gran mayoría, poetas otros –Nicanor, el mayor, conocido como el “antipoeta” ganó el Premio Cervantes de literatura- de pequeños cantaban en la calle, el tren y el mercado a cambio, de unas monedas o un pan. Violeta, con nueve años y el pelo largo tapándole la cara redonda que acusaba las marcas de una impiadosa viruela, improvisaba acordes con una guitarra “llena de cantos de pájaros” que le había regalado su padre. Su paso por la educación formal culminó con la escuela primaria: la menesterosa familia solicitaba una costurera que ayudara en la casa a su madre. Muchos años después, esa técnica forjada por la necesidad tendría el reconocimiento de la crítica especializada.

En los albores de la década del 50, formó un dúo con su hermana Hilda y juntas cantaban en peñas y fiestas populares, canciones tradicionales y composiciones propias. Pero Violeta –intranquila y revoltosa- quería nuevos horizontes. Y así sus inquietudes idearon una épica travesía: recopilar el folclore chileno diseminado por todo el país. Con una guitarra, un grabador y un cuaderno, recorrió el campo en busca de cuecas y tonadas inéditas que anidaban en las voces de mujeres y hombres. “¿Quién se sabe canciones vieja, acá?”, preguntaba en cada pueblo. Escuchaba, anotaba y sistematizaba para luego arreglar, retocar y grabar. En el disco Cantos campesinos y el libro Cantos folclóricos chilenos está condensado este descomunal trabajo. Un esfuerzo extraordinario y solitario que nutrió a las siguientes generaciones de músicos chilenos y latinoamericanos.   

Recibió una invitación para integrar la delegación de artistas nacionales que participó en el Festival de la Juventud en Varsovia. Dejó a su esposo y a sus tres hijos para llevar el arte chileno por el mundo, algo impensado por el rol asignado a las mujeres en esos tiempos. Recorrió Europa, principalmente los países del bloque socialista, durante dos años. Allí cantó las coplas recogidas durante su viaje por el Chile profundo, y una gran cantidad de composiciones de su autoría, que a esa altura ya completaban numerosos discos.

Violeta Parra blog (2)

RETORNO Y FINAL

La vuelta a su patria está cargada de inquietudes sociales y reacción ante las injusticias que observó desde el otro lado del Atlántico. En esta
etapa afloran las canciones políticas. Limpias y frescas composiciones que posicionan el arte popular en otro plano. Las últimas composiciones de Violeta Parra, título premonitorio, es el disco de la consagración. Allí están los himnos Gracias a la vida, Rin del angelito, Volver a los 17, Run run se fue pal norte. El gran público y el resto de los artistas, que hasta ese entonces habían sido indiferentes a su obra, encuentran en Violeta a una referente que marca un nuevo rumbo. Víctor Jara, Quilapayún, Inti Illimani y Los Jaivas, entre muchos otros, comprendieron el mensaje y sembraron el legado. 

Su último gran proyecto fue crear un espacio para que la música chilena pueda darse a conocer, “una universidad del folclore”, como ella la llamó. Monta una carpa, allí vive y actúa todas las noches junto a sus hijos Ángel e Isabel. La recóndita ubicación y el escaso acompañamiento oficial a la iniciativa hacen que el sueño de Violeta quede trunco.

Todos los adjetivos se hacen pocos, todos los sustantivos se hacen pocos para nombrarte”, escribió su hermano Nicanor. Dueña de una potencia creadora inconmensurable, Violeta Parra cantaba con la voz de la tierra; pintaba, esculpía y bordaba con las manos de la tierra. Una imaginación inagotable que buscó todas las formas de expresión posibles y todas con resultados hermosos. La falta de apoyo estatal y los desengaños amorosos tejieron un cóctel insostenible. Un atajo, un alivio o “un escape para los pájaros azules que vivían en su cabeza” como poéticamente describió Atahualpa Yupanqui. Con la misma violencia y vertiginosidad con las que vivió, eligió morir. Puso fin a su vida, a los 49 años.

VIOLA POETA

La faceta literaria de la inconmensurable Violeta es la menos explorada y reconocida. Por un lado, debido a la maravilla de su obra musical y plástica. Otro motivo es la poca valoración que tiene el texto cuando es acompañado de música. El caso de los poetas de tango es paradigmático. Uno de los momentos más fecundos de la poesía nacional no suele estudiarse en las universidades. Más allá de sus afamadas letras, dedicó su inagotable talento al texto sin música. Décimas, publicado en 1970, es la condensación de su búsqueda con las palabras. Alentada por Nicanor, emprendió la empresa: una autobiografía compuesta por estrofas de diez versos.

Violeta escribe con los modismos campesinos. Pero no es un registro ajeno como el de Hernández en Martín Fierro o el de Borges en Hombre de la esquina rosada; ella hablaba y sentía de ese modo.

Pa’ cantar de un improviso

se requiere buen talento,

memoria y entendimiento,

fuerza de gallo castizo.

Cual vendaval de granizos

han de florear los vocablos,

se ha de asombrar hast’el diablo

con muchas bellas razones,

como en las conversaciones

entre San Peiro y San Paulo.

Simple, directo, sin adorno superfluo. Entre tanto complejo de inferioridad ante lo europeo, Violeta se para con voz firme y propia. Limpia las malezas a machetazos, y queda una pluma briosa, auténtica. Sus décimas abordan temáticas regionales, de gente corriente, pero atravesadas por problemas universales comunes a todos los mortales: el amor, la muerte, las injusticias, Dios.

El tiempo dedicado a disfrutar la obra de Violeta Parra siempre es bien empleado. Sumémosle la dimensión literaria.

Di Benedetto: tres novelas

Publicado por el 01/10/2015

QUIÉN1 Antonio Di Benedetto

Cuenta el chileno Roberto Bolaño —en su relato Sensinide Llamadas telefónicas— que tuvo un maestro en el arte de vivir a costa de los concursos literarios. En una relación afectuosa y epistolar, su maestro lo introdujo en el arte de burlar a los jurados de los certámenes enviando el mismo relato con diferente título, a más de uno por vez. El hombre, exiliado político, gozaba de cierto renombre en las letras hispanoamericanas, pero necesitaba de las pesetas que otorgaban los concursos de provincia. Bolaño mató el hambre del mismo modo.

Lo metieron preso. Lo torturaron. Pero tampoco logró la celebridad como escritor-torturado. No es símbolo de resistencia a la dictadura, no es ejemplo de intelectual perseguido. El año que pasó entre rejas fue apenas un rumor, un balbuceo, al igual que el reconocimiento de su obra literaria.

Quiero decir que estoy muy contento, muy orgulloso de poder pisar esta tierra en libertad”, dijo el hombre y no pudo contener las lágrimas. Retornaba del exilio europeo. Se reencontraba con la familia, con el vino, con el aire andino. Lo emplearon en la Casa de Mendoza en Buenos Aires, con un sueldo modesto que le alcanzaba, a duras penas, para comer.

Dios atiende en la capital. También edita los libros y revistas especializadas, dicta las conferencias, elabora los materiales de estudios de las universidades, en la capital. Un mendocino de lentes gruesos y voz grave es un marginal. No buscó la fama y la fama tampoco lo buscó a él. Como el personaje de El silenciero combatió el ruido ensordecedor. Pero la obra trasciende al autor y a las instituciones que constituyen la hegemonía de una época. Di Benedetto hoy se lee con mayor entusiasmo, escritores de renombre lo ubican en el parnaso de las letras argentinas, se edita su obra completa. El justo resarcimiento que le debíamos a uno de los mejores de los nuestros.

POR QUÉ

2 Antonio Di BenedettoEn el intento de poner la lupa sobre la obra de un autor, recortar el elemento de análisis suele ofrecer una mirada más precisa. Dentro de la obra narrativa de Antonio Di Benedetto (1922 – 1986) hay tres novelas con rasgos comunes: Zama (1956), El silenciero (1964) y Los suicidas (1969). Para Juan José Saer—al prolífico santafesino le debemos una fuerte reivindicación del mendocino, en tiempos en que pasaba casi desapercibido— estas obras forman una suerte de trilogía.

Las tres novelas están escritas con un narrador en primera persona. Dentro del campo en el que transcurren los sucesos tenemos un recorte: la mirada subjetiva. Di Benedetto se posa sobre el personaje y desde sus inquietudes y melancolías entiende el mundo. Si bien sus “héroes” (un funcionario en tiempos de la colonia, un empleado que intenta combatir el ruido y un periodista que investiga el porqué de los suicidios) a primera vista son diversos. Los tres tienen en común la derrota frente a un medio hostil. También en el estilo, innovador de las letras hispanoamericanas de la segunda mitad del siglo XX, hay puntos de contacto en las tres obras.

Diego de Zama espera un traslado, que debe ser dictado desde la metrópoli,y que nunca llegará. No amontona riquezas ni títulos, sino sueldos atrasados. El patetismo llega al punto máximo cuando intenta seducir a una mujer para conseguir comida. Es una metáfora de la espera. La prosa maravillosa de Di Benedetto ya se revela en toda su dimensión desde la primera página del libro:

Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y se lo llevaba, pero se le enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos.

Y ahí estábamos, por irnos y no.

El silenciero, su siguiente novela, narra la historia de un hombre que no soporta el ruido y vive en un infierno. El ruido es lo exterior, lo inasible, lo incontrolable. El personaje de Di Benedetto no logra una satisfactoria vida social debido a la incapacidad de adaptación. El mundo es un sinsentido, oscuro, un reducto del sufrimiento metafísico. La narración en primera persona agudiza la visión subjetiva y desesperada del personaje.

El primer párrafo de la novela adelanta un estilo condensado; la precisión es su expresión más acabada.

La cancel da directamente al menguado patio de baldosas. Yo abro la cancel y encuentro el ruido.

En Los suicidas, última de sus grandes novelas, un periodista trabaja rastreando los motivos que llevaron al suicidio a tres personas de la ciudad. El final trágico atraviesa su historia familiar y sus pensamientos. Como La metamorfosis o El extranjeroLos suicidas entra en el listado de los comienzo de novela más prometedores (a Borges se escapó una antología de estos textos).

Mi padre se quitó la vida un viernes por la tarde.

Tenía 33 años.

El cuarto viernes del mes próximo yo tendré la misma edad.

En cuanto a los temas que estructuran las tres obras—la soledad, el desasosiego, la dificultad de estructurar una moral, la imposibilidad de adaptación al medio, el sufrimiento— está la marca de Franz Kafka, Fiódor Dostoievski, Albert Camus. En el estilo es más complejo el rastro de influencia. La prosa de Di Benedetto es notoriamente original, marca un estilo propio; el escalón más alto al que puede aspirar un escritor. Su tratamiento del espacio físico que representa la hoja es propio de la poesía, como también el trabajo con la economía de las palabras: no hay una sola de más. Lacónica y virtuosa, la prosa de Di Benedetto es una de las más interesantes de la literatura nacional de todos los tiempos, lo diga el canon o no.

Apuntes sobre Roberto Bolaño

Publicado por el 06/09/2015
Blog Bolaño (2)

(Hereus de Roberto Bolaño)

QUIÉN

El muchacho —alto, flaco y desgarbado— ingresa a la librería con aires de no tener nada mejor que hacer. Afuera llueve, las gotas penetran el smog, y la casa de libros es un buen refugio. Pasea desinteresado entre las mesas, hojea alternativamente un volumen de medicina, la edición de lujo de Luz de agosto de Faulkner y una guía de viajes de San Francisco. Los años de experiencia advierten al librero de que no debe perder tiempo en el joven de rulos y lentes prominentes; no comprará nada. Mientras repliega el paraguas, una mujer pregunta por las novedades en literatura francesa; el librero la acompaña hasta uno de los anaqueles laterales. El muchacho, que ve sin mirar, aprovecha la distracción y echa mano al libro más cercano, lo asegura dentro de la chaqueta y se retira en silencio. La adrenalina del delito apresura la caminata, que lo arrastra sonriente por las calles abarrotadas del Distrito Federal. Ya en su cuarto, descubre el ejemplar: tercer tomo de las obras completas de Benito Pérez Galdós. Desilusionado, arroja el libro sobre la pila de los que no le interesan. Así es la formación literaria del joven ratero: una tómbola.

Los tanques transitan las calles de Santiago. Hasta hace unas semanas se debatía el destino del país; el socialismo democrático de la Unidad Popular evidenció sus límites y las botas militares comenzaron a pisar cabezas. Un veinteañero con acento extranjero es detenido. Llegó hace pocas semanas, viajó por tierra desde México para aportar al proceso de transformación, para verlo de cerca, para tocarlo, para quemarse. Está encerrado y teme por su vida, ya escuchó que torturan, que asesinan, que Víctor Jara… Un compañero de escuela, ahora policía, lo reconoce y facilita su liberación. Retorna lentamente a su segunda patria. No volverá a su tierra natal por los siguientes veinticinco años.

La mesa con dos sillas, una para el presentador y otra para el conferencista. Dos botellas de agua y un micrófono. Las sillas ordenadas comienzan a ser ocupadas por los oyentes. El cartel de la puerta anuncia que Octavio Paz —máximo representante de la poesía mexicana— dará una charla. Minutos antes de que el poeta aparezca, un grupo de jóvenes desalineados irrumpe en la sala, a los gritos, insultando y arrojando panfletos a la gente. En el encabezado se puede leer Déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos. Estos vándalos son el terror de las tertulias literarias del DF. Son díscolos y vanguardistas, se hacen llamar infrarrealistas.

En la correspondencia no hay noticias. El teléfono solo devuelve llamadas de los amigos y de los editores para interiorizarse sobre su salud. Comienza a convencerse de que el trasplante nunca llegará. No pierde tiempo, charla largo y tendido con su editor español. Le entrega un volumen de cuentos y da los detalles de cómo debe publicarse su obra maestra, una novela: en cinco tomos, que aparecerán cada dos años, a cambio de un monto que garantizará la subsistencia de su esposa y dos hijos. No tiene tiempo, la parca acecha, siente su aliento en la nuca. Hoy, después de múltiples penurias, es un escritor consagrado. Los contratos y los premios llegan de todos lados. Él lo sabía: escribía todo el tiempo, todos los días, con la certeza de que este momento llegaría; pero no sospechaba que su cuerpo lo traicionaría. Con las energías que conserva, escribe, escribe sin parar. El ruido del teclado es ensordecedor. Enciende un cigarrillo tras otro y solo se detiene para comer y dormir poco y mal. Está en estado de ebullición, consumiéndose. Ante la inminencia de la muerte, esgrime la única defensa que conoce: escribir para trascender la carne descompuesta.

Blog Bolaño (3)

(Hereus de Roberto Bolaño)

POR QUÉ

Roberto Bolaño tiene un pie en la tumba y sigue escribiendo. Esa es la imagen que condensa el modo en que el escritor concibió la literatura. Nada tiene de novedad: los románticos y los surrealistas intentaron superar la disociación entre la vida privada y la obra. Bolaño —en una época signada por la mercantilización del producto y el fin de las ideologías— dialoga con los malditos y apasionados de la historia literaria. Confiado en su talento, escribía constantemente, sin importarle la repercusión que recibían sus primeros escritos. Durante finales de la década del 80 y principios del 90, coleccionó rechazos editoriales. Subsistía con empleos temporarios y con premios de concursos literarios menores. La pasó mal, durante muchos años apenas sobrevivió. Recién en 1996 encontró el sustento material con sus libros. Ese año, Seix Barral publicó La literatura nazi en América y Anagrama, Estrella distante. Con esta última comenzó un vínculo que duraría hasta su muerte. Todos los libros de Bolaño fueron publicados por la editorial catalana.

Bolaño es un escritor de tres patrias: un mexicano que nació en Chile y vivo la mayor parte de su vida en Cataluña. El mito de origen es múltiple y cada uno está presente en su obra. Chile fue su infancia. Abandonó el país siendo niño, con su familia, y retornó con épica revolucionaria: en 1973, para combatir a la derecha. Fue encarcelado y abandonó el país un mes después. La patria natal aparece en Estrella distante y Nocturno de Chile. Los años bohemios de México los recuerda en la primera parte de Los detectives salvajes. Y Cataluña es una mención constante en toda su obra. El rasgo nacional de Bolaño solo puede entenderse como tríada, un triángulo que no es estático y que funciona a modo de constelación.

Renegaba del legado del boom. Veía en Isabel Allende y en Ángeles Mastretta el camino contrario al que debía recorrer la generación siguiente. Para superar el peso del pasado reciente y crear algo original había que matar a los padres. Paradójicamente, de los escritores de principios de siglo XX es de quien más se nutre. Su compatriota Nicanor Parra, polémico, iconoclasta, es una referencia innegable. Los “poemas artefacto” y los “antipoemas” son un posicionamiento firme frente a los moldes y los contenidos agotados. En particular un verso, breve y potentísimo, que funciona a modo de manifiesto, fue de gran influencia para Bolaño:

Ordeñar una vaca/ y tirarle la leche por la cabeza

Lo borgiano también está presente en Bolaño. Donde más nítidamente se aprecia es en la novela La literatura nazi en América. Un ingenioso texto a modo de ensayo apócrifo, que desarrolla la biografía de los escritores vinculados con el nacionalsocialismo alemán. El escritor argentino —dueño de una de las prosas más brillantes de nuestra lengua— hizo maravillas con ese artilugio. El cuento El gaucho insufrible es una reescritura de un relato fundamental de Borges, El sur. Otro argentino de quien Bolaño hereda es Cortázar. En Los detectives salvajes y 2666 (novela que escribió muriéndose, literalmente) retoma el mensaje contenido en Rayuela: la búsqueda de ensanchar los límites de la novela. Bolaño advierte que la novela que solo se sustenta en lo que cuenta está agonizante desde hace mucho tiempo. Se continúa y se continuará escribiendo esos libros, pero hay que recorrer caminos alternativos. El juego con las formas es el rasgo cortazariano que destella su obra. Bolaño le debe a la generación precedente, pero escapando del camino corto, fácil.

La prosa de Roberto Bolaño goza de una potencia avasallante. Las novelas tienen algo más que sus palabras, por eso es el género que mejor resiste a las traducciones. En eso que nos gusta de La guerra y la paz, imposibilitados de leerla en ruso, está gran parte del valor de la novela (siguiendo una idea de Ricardo Piglia). La atmósfera inasible y a la vez presente —un aire renovador y enérgico— en Bolaño se hace sello. La musicalidad de su estilo es un continuo desde la primera palabra hasta la última. No trastabilla, no tiene altibajos, no afloja: un ritmo que fluye constante.

La obra de Bolaño no es de fácil lectura. Es compleja, inteligente, el humor es ácido e irónico. Trata muy bien las escenas sexuales, sin caer en el acartonamiento o la pornografía, los dos extremos que suelen imantar a los escritores. Se puede afirmar, sin temor de caer en una hipérbole, que Roberto Bolaño es uno de los mejores escritores de los últimos tiempos de nuestra lengua.

Nadie inventa del todo nada, y menos en los albores del siglo XXI. Es difícil aventurar un análisis diacrónico cuando la historia aún se está escribiendo. Pero sin dudas Bolaño abrió una puerta, un camino alternativo en donde la literatura se enriquece y gana en vitalidad. Un aporte destacadísimo para la literatura que se está escribiendo en este momento, y que muchos vaticinaban muerta antes de nacer.

Blog Bolaño (1)

(Anagrama)

POR DÓNDE

A pesar de entrar a los tumbos en el mundo editorial, hoy Bolaño es todo un fenómeno. Al momento de su muerte se multiplicaban considerablemente los contratos y las traducciones a nuevas lenguas. Ya había desembarcado con éxito en Estados Unidos. Anagrama editó la totalidad de su obra y se consiguen en todo el país. Lo más significativo de su literatura lo conforma la narrativa, principalmente las novelas, con muchos cuentos destacados.

La pista de hielo (1993). Es la primera novela en la que utiliza el recurso de la polifonía. Tres personajes diferentes narran los sucesos. Este texto presenta menos dificultades que los siguientes y puede considerarse un buen acercamiento al espectro Bolaño.

Llamas telefónicas (1997). Es el más sólido de sus libros de cuentos. La mayoría está escrito en primera persona y narrado por personajes que incomodan, que no son los que habitualmente se hacen cargo de narrar sucesos (podemos encontrar una actriz porno o una fisicoculturista). Al igual que en las novelas, está fuerte el rasgo autobiográfico y su alter ego, Arturo Belano. Sensini y Llamadas telefónicas son dos de los mejores.

Los detectives salvajes (1998). Obra maestra. Unánimemente es considerada como el cénit de su producción, junto con 2666. La primera parte es un retrato extraordinario de los años 70 en México, de sus andanzas junto a los infrarrealistas (en la novela llamados real visceralistas) y en la segunda, polifónica, infinidad de personajes se hacen cargo de la narración en primera persona. Es un texto de más de seiscientas páginas que en ningún momento merma en su intensidad. Es la novela mexicana de segunda mitad de siglo XX. Eso sí, escrita por un chileno desde otro continente.

Filloy, el desconocido

Publicado por el 13/08/2015

QUIÉN

Blog QUELEER (2)Llega una carta del extranjero, de Viena más precisamente. Está escrita, con letra de difícil lectura, sobre un recetario médico. Felicita al destinatario de la misiva por el libro de reciente publicación. Ha sido leído velozmente: pasó poco tiempo desde que la encomienda fue enviada desde este lado del Atlántico. Debajo del texto, sucinto y contundente, la firma: Sigmund Freud.

— ¡Metele gancho, Ángel! — se escucha desde la orilla del ring. Luis Ángel Firpo quedó en la historia del deporte argentino por expulsar con un derechazo a Jack Dempsey del cuadrilátero, en la pelea por el título mundial de los pesados. En la misma pelea perdió por nocaut en el primer round. Lejos de las luces reverberantes de Nueva York, en un gimnasio con escaso aforo, el “Toro salvaje de las Pampas” aplica el gancho recomendado y noquea. El árbitro cordobés cuenta diez, brazo en alto y a otra cosa.

El juzgado de Río Cuarto está casi vacío. Al mediodía, en verano, los empleados salen a almorzar y a hacer la siesta. El juez de Paz no se aparta del escritorio de trabajo: lee el expediente de una causa y toma apuntes en dos cuadernos diferentes. El secretario siempre tuvo curiosidad por esa conducta, y esta vez no pudo contener la pregunta:

—Doctor, ¿por qué anota en dos cuadernos diferentes?

—La cosa es así, pibe. En este (levanta el cuaderno de tapas azules) tomo nota de las cuestiones judiciales. Y en este (muestra ahora el de color bordó) otras cosas. Historias que después, en casa, sigo moldeando.

Juan Filloy es un personaje misterioso y casi desconocido dentro de nuestra literatura. Inspiró a grandes escritores como Leopoldo Marechal y Julio Cortázar. Escribió cincuenta y cinco libros (muchos aún inéditos) en casi todos los géneros: novela, cuento, poesía, crónica. Su prosa vanguardista pasó desapercibida, sus libros se publicaban en ediciones privadas, reservadas para los amigos. A pesar de su inmensa obra literaria; cuantitativa y cualitativamente, dos particularidades son de las que se ufanaba. La primera era su oficio de descubridor de palíndromos (palabras que se leen del mismo modo al derecho y al revés), registró más de ochocientos. Desde palabras solas (somos o reconocer) hasta frases complejas (¿Acaso hubo búhos acá? o Ateo por Arabia iba raro poeta). Su otro orgullo fue llegar a ser el único escritor de tres siglos. En su cumpleaños 105, en 1999, afirmó en una entrevista: “Quiero ser un hombre de tres siglos: llegar, aunque sea gateando, al XXI”. Y lo logró. Póstumo en vida, hizo su primera publicación en 1930 y la última en 1997.

Vivió su interminable vida en Córdoba capital y Río Cuarto; sentía fobia por Buenos Aires. Y un día murió. Nació en el ocaso del siglo XIX, vivió todos los días del XX (participó en la Reforma Universitaria del ’18 y fue censurado por la dictadura del ’76) y llegó con el último brío, pero finalmente llegó, al XXI.

Blog QUELEER (1)

(Foto: lavoz.com.ar)

POR QUÉ

Alejado de Buenos Aires y con ediciones de pocos ejemplares, estuvo al margen del debate literario de la primera mitad del siglo pasado. Cuenta Filloy que le envió a Borges un ejemplar de una novela. Años después, en una librería porteña, encontró el libro con la dedicatoria en la primera página. Lo compró y se lo reenvió. Más allá de la anécdota jocosa, es un detalle que evidencia el lugar marginal que ocupó Filloy en nuestras letras. Algunos autores (Julio Cortázar, David Viñas, Mempo Giardinelli) rescataron su figura y lo mencionaron como un referente de la narrativa local.

Más allá de sus proezas casi atléticas (a los cientos de palíndromos hay que agregar cerca de mil sonetos) la narrativa de Filloy es de gran importancia, por los temas abordados y por la calidad de su factura. En los 30 denunció la decadencia política de la década infame, pero lejos del panfleto. El sexo, el psicoanálisis y el rol de la lengua argentina en detrimento de la españolizante, lo ubican como un escritor de avanzada. La novelística argentina en esa época podía sacar pecho por Roberto Arlt y poco más. La pluma de Filloy merece también un reconocimiento. Un estilo vanguardista y lúdico, jugando con las palabras y su semántica. El humor de los diálogos, contraponiendo las frases solemnes con las chabacanas. Esa puede ser una definición del humor: poner algo donde no va.

El gran Leopoldo Marechal y el no menor Julio Cortázar son herederos de Filloy. El primero en el estilo y el segundo en el abordaje desacartonado de los temas. La crítica y la teoría lo han soslayado categóricamente. También los editores y los lectores argentinos. Pero él murió contento. Los dos reconocimientos más importantes los obtuvo en vida y ambos fueron autoproclamados: “Campeón mundial de palíndromos” y “El único escritor de tres siglos”.

POR DÓNDE

Prolífico como pocos y también como pocos, inédito. El cuenco de plata reeditó en los últimos años varias de sus obras más representativas. Para las otras habrá que esperar la demanda y el interés de los lectores. Dentro de su múltiple producción, la narrativa es su punto más fuerte.

Op Oloop (1934). Novela transgresora, fue prohibida por el intendente de Buenos Aires por considerarla pornográfica. Un estadígrafo releva todo lo que le ocurre. Previo a contraer matrimonio, organiza un banquete de despedida en el que visitará por milésima vez un prostíbulo.

Caterva (1938). Cuenta la historia de siete linyeras que organizan una vindicación contra el sistema injusto en el que viven. Los diálogos y pensamientos filosóficos de los personajes recuerdan temática y estilo de Adán Buenosayres, pero con diez años de antelación.