Viernes 29 de marzo | Mar del Plata
15/08/2015

“La síntesis es el grado más elevado de complejidad”

El escritor Agustín Marangoni eligió un camino arriesgado para su segundo libro: el del microrrelato. “Nadie escuchó el último secreto”, un encuentro con el género que mezcla la ironía y el humor con la capacidad de decir mucho con poquísimas palabras.

“La síntesis es el grado más elevado de complejidad”
(Foto: QUÉ Digital)

“Hágame el favor querido lector: tácheme. Y reescríbame. Antes de que todo esto vuele en pedazos”.

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Una frase. Dieciséis palabras. Dos puntos seguidos y uno final. Ni una coma. Y todo vuelve a empezar. Una frase. Dieciséis palabras. Dos puntos seguidos y uno final. Ni una coma. Y todo vuelve a empezar.

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En la literatura, el microrrelato es un género para muchos desconocido. Se trata de una construcción mínima en cuanto a palabras, pero extensa en cuanto a contenido y significación. Se lo puede resumir como el arte de decir mucho con muy poco, con poquísimo. Es una especie de resumen escueto, que encierra en sí mismo más de una historia. Y entonces, lo lindo del microrrelato, es cuando la mente conecta, enlaza y logra leer entre líneas, entre blancos.  

“La síntesis es el grado más elevado de complejidad”, dice Agustín Marangoni y la frase resuena en la cabeza una y otra vez. Palabras grandilocuentes, un concepto sencillo, pero no por eso menos profundo. Ahí, entonces, la esencia del microrrelato.

Agustín Marangoni es periodista, escritor e investigador en arte contemporáneo. En 2011 editó su primera novela, “Gutiérrez”, y ahora decidió incursionar en un género totalmente distinto. Este sábado, Marangoni presentará su segundo libro “Nadie escuchó el último secreto” en el foyer del Teatro Auditorium a partir de las 16,30. Para el periodista y poeta Camilo Sánchez, en este libro de micorrelatos Agustín “se ríe de los formatos tradicionales”. “Agustín poda un árbol de palabras; surgen brotes, una mirada que edita lo que sobra de las historias”, asegura en el prólogo.

A Marangoni, la construcción de “Nadie escuchó el último secreto” le demandó alrededor de dos años. En el camino quedó la idea de una novela policial, algunos otros cuentos y cientos de microrrelatos que, por descarte, no vieron y tal nunca verán la luz ¿El resultado? Un libro de rápida lectura, dividido en cuatro capítulos, pero con una peculiaridad: una invitación abierta a que el lector, una vez finalizado el libro, quiera volver a empezar.

– ¿Por qué elegiste el formato de microrrelatos para tu segundo libro?

– Es un formato que a mí me gustó siempre, porque aparte de muchas cosas me parece súper atractivo como desafío literario. Mi búsqueda cuando me acerco a una obra de arte es la capacidad de decir mucho con poco. Soy de las personas que se interesa en el encuentro de la síntesis. Para mí, la síntesis es el grado más elevado de complejidad porque vos podés decir mucho con mucho – y está buenísimo decir mucho con mucho, hay gente que lo hace muy bien- pero lograr algo sintético con pocos elementos y que al mismo tiempo funcione como una historia me parece literariamente algo no solo distinto sino también muy potente. Las obras que logran esa síntesis tienen detrás una complejidad que solo se encuentra en esa posibilidad de decir mucho con poco. Me parece muy interesante que el arte encuentre la posibilidad de transmitir ideas complejas con pocos elementos.

– A nivel personal, ¿cómo llegaste al microrrelato?

– El primer acercamiento que tuve obviamente fue la lectura. Lo trabajé con la idea de hacer algo, porque decir mucho con poco, es decir, trabajar la síntesis como una consecuencia de la complejidad me parece hasta una postura política en el arte. Me hincha mucho las pelotas el arte para artistas, el periodismo para periodistas. Lo que sea dedicado a especialistas me parece que te encierra en un microsistema de elite, el cual es como una endogamia gremial. Como lector alguna vez estuve ahí, pero hoy me di cuenta que no. Me alejé de los pensadores que escriben para filósofos y trabajan códigos internos de la filosofía y no democratizan el mensaje. En la literatura, en el arte contemporáneo en general, hay determinada obra que está encerrada en una elite y creo que esa elite es de una tristeza infinitica, a nivel conceptual y humano.

“Nadie escuchó el último secreto” está dividido en cuatro capítulos: Infancia, Policiales, La Biblia y Mundos posibles. La clasificación, según contó Marangoni, surgió tras una devolución y reinterpretación del material inicial.

No sé si lo logré, pero el punto está en que trabajar una idea compleja de un modo sintético es una forma de acercar lectores a una literatura que tal vez parece breve por su estructura condensada, pero intenta movilizar en la lectura del interlineado. Ese es el trabajo complejo. Mi primera idea fue escribir sobre crímenes perfectos, pero tuve que abandonar porque empecé a repetir recursos y no me cerraba. Mientras pensaba en eso fueron apareciendo otras ideas, que tenían que ver con cuentos infantiles, ciencia ficción. Así fue como empecé a tirar ideas y escribir cuentos breves. Y dije: “Acá pueden aparecer microrrelatos”. Y ahí me puse, en un trabajo obsesivo, a sacar palabras.

MARANGONI  (1)

Agustín, en una charla íntima en su casa. (Foto: QUÉ Digital)

– ¿Cuál es la clave de un microrrelato? ¿Cómo se logra contar una historia con tan pocas palabras?

– El microrrelato tiene que poder contar una historia en pocas palabras, porque si no es fallido. Hay tres pilares en el género: la brevedad, indiscutible; el humor, que es una segunda lectura del enunciado y permite encontrar un concepto en lo que no se dice; y la intertextualidad, porque si no hay intertextualidad el microrrelato no funciona. Un microrrelato que no tiene una lectura en lo interlineal, en el espacio en blanco es flaco, no funciona y ahí está el desafío.

Lo que vi es que gran parte de la tradición está enlazada en la intertextualidad erudita. Y al principio me despojé de la intertextualidad, pero después dije “¿Por qué no voy a respetar el género?”. Y ahí me puse a pensar en el libro más popular de todos los tiempos, que es la Biblia y surgió uno de los capítulos. Creo que más allá de lo sagrado, la Biblia como obra literaria es maravillosa.

– Ninguno de los microrrelatos tiene títulos y el del libro es “Nadie escuchó el último secreto” ¿cómo surgió?

– En realidad no iba a ser el que es. Se iba a llamar “Sin título y otros cuentos”, pero la editorial con muy buen criterio me dijo que no servía porque la palabra cuento no es buena, porque los cuentos no se venden, es un género que no tiene rebote comercial, pasa casi lo mismo que con la poesía.

Entonces pensé en la posibilidad de que el título fuera un microrrelato, pero era muy difícil porque hay que contar una historia en un título. Y ahí un título circular, porque estamos hablando del último secreto que se contó, pero nadie lo escuchó; entonces puede no haber existido ese último secreto. Creo que tiene un misterio, abre una incógnita y visualmente está bien, es fácil de recordar y me cerró.

LA BOLA EDITORA

El primer libro de Marangoni, “Gutiérrez” fue editado de modo particular, 100% autogestión. En esta oportunidad, el periodista se sumó a “La Bola”, una editorial independiente de poesía, ficción, filosofía y artes de la ciudad. “Me ofrecieron editar cuando vieron cómo le había ido a ‘Gutiérrez’ y les mandé un material previo. Les gustó, me dijeron que cuando estuviera listo el libro se los pasara y ahí empezamos con la discusión del diseño de tapa y demás. Estoy muy conforme y ellos también”, sostuvo el escritor, en relación al desembarque, esta vez, en una editorial.

En ese sentido, Agustín dijo que lograron “un acuerdo alucinante” y destacó las características del equipo de “La Bola”. “Son gente joven y laburante; son muy serios y cuidados con lo que hacen, tienen otra cabeza, otro concepto, otro objetivo y otro horizonte”, afirmó y dijo que, más allá del resultado comercial del libro, lo importante es correr riesgos y, en su caso, “buscar la complejidad en la síntesis”.

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15/08/2015