Viernes 19 de abril | Mar del Plata
25/10/2016

Rockpolitik, una relación promiscua que lleva 50 años

El periodista de Página 12 Juan Ignacio Provéndola presentó en la Feria del Libro un título que analiza la relación del rock nacional y la política. “Me parece destacable que los músicos se sientan interpelados por una sensibilidad política”, dice.

Rockpolitik, una relación promiscua que lleva 50 años
(Foto Télam / Luciana Granovsky)

Si el rock fue cómplice de la política argentina o fue crítico. Si la política buscó al rock o si el rock buscó a la política. La relación lleva cinco décadas de idas y venidas, de contradicciones, de amores y traiciones. Una relación por guita, por críticas y olvidos que abarcan gobiernos democráticas y dictaduras militares. Una relación que el periodista de Página 12 Juan Ignacio Provéndola disecciona y analiza en su libro Rockpolitik, 50 años del rock nacional y sus vínculos con el poder político argentino, que presentó en la Feria del Libro.

Rockpolitk no tiene que ver directamente con el kirchnerismo, aunque si abarca el kirchnerismo. El nombre del libro, explica Provéndola “es un juego de palabras con derivado de la real politik, que es una doctrina alemana que básicamente trata de analizar a la política no en términos ideológicos, teóricos o dogmáticos sino en términos prácticas. En lo que la política hace y no en lo que dice. El libro pretende analizar la relación entre rock y política en términos prácticos”.

Rockpolitik nace como el proyecto de tesis que el periodista necesitaba para recibirse de la Universidad de San Salvador, en años en que trabajaba en el ya desaparecido Suplemento Sí de Clarín. “Los suplementos jóvenes se extinguieron en los diarios, como si la juventud se extinguiese“, dice Juan Ignacio.

Rockpolitk

“El libro cuenta una historia de contraste y tensión: la relación que fueron tejiendo el rock y el poder político durante medio siglo, a través de sus acercamientos y contradicciones. Son relatos de desencuentros, encandilamientos, asociaciones y rupturas. El libro abarca con las primeras manifestaciones del rock en Argentina, en tiempos en que la política optaba por inspeccionarlo y perseguirlo. Luego, los 60 dan pie a los 70, a los primeros acercamientos formales en días agitados, a la retirada militar y la vuelta de Perón, y un interregno democrático que culmina en la última dictadura (que arrancó con represión y listas negras y terminó en el festival por Malvinas) y el regreso definitivo de la democracia, con legitimaciones que hoy no dejan de profundizarse. El autor va más allá de los preceptos que observan cierta claudicación del rock frente a sus mandatos contraculturales fundantes, para plantear en cambio la idea de una evolución a lo largo de esta historia, acompañando la evolución de la política (como práctica militante y como ejercicio del poder), de la propia sociedad, su cultura y las construcciones simbólicas que se tejen e imperan”, resume Rockpolitk en su contratapa.

-¿Qué tipo de relación encontraste entre el rock y la política? 

-Tuve que sacarle como una foto integral al rock y definirlo como una unidad, porque necesitamos frenar y observar. En verdad el rock es una dinámica compuesta por un montón de actores y protagonistas diferentes y en esa convivencia hay de todo: tipos súper combativos y personas con actitud complaciente y peligrosamente cercanos a determinadas acciones políticas. Más que sentenciar una conclusión, lo que trato humildemente es ir sembrando dudas e interrogantes y que después cada uno que lo lea vea cómo responde.

-¿Qué sorprendió mientras lo escribías?

-Una de las cosas que más me sorprendieron fue que el término “rock nacional”, que fue inventado por la última dictadura. Los medios públicos estaban intervenidos por las Fuerzas Armadas y en esa necesidad de ponerle una etiqueta a una expresión cultural que empezaba a crecer apareció esa idea de “rock nacional”. Que tiene mucho sentido, tiene un tufillo castrense. No es “rock argentino”, cuando uno habla de teatro habla de “teatro argentino”, cuando hablamos de cine decimos “cine argentino”. Pero con el rock hablamos de una nación más que de un país y eso me parece fuerte porque la misma cultura rock metabolizó esa etiqueta y se la apropió. No por nada Charly dice en vez de rock nacional “rock nació mal” y eso me parece una lectura válida.

-¿Qué te parece esa lógica que se dio en los últimos años del Estado financiando grandes escenarios de rock?

-Todo músico que graba lo hace con el motivo de que lo escuchen y en lo posible cobrar unos mangos. Lo ideal sería vivir de la música. En ese sentido es beneficioso que sea pago y que el Estado se meta. Por otro lado, si el Estado empuja y financia un montón de programas e iniciativas para estimular la cultura popular y de elite ¿por qué dejar al rock afuera?

“Después empieza la pregunta de carácter moral ¿hasta qué punto condiciona? Y me parece que esa es la bisagra que cambia el viento del asunto. ¿Hasta qué punto sos consciente de que ese acto de tocar en un escenario bancado por un Estado no solo estás tocando, sino que de manera implícita estás apoyando una gestión?”, cuestiona y se cuestiona Provéndola.

El rock argento, desde su nacimiento en los 60, se volvió una expresión de identidad estética en la que miles de jóvenes se vieron comprendidos, una expresión que la política no dejó pasar por alto nunca. “Me parece destacable que los músicos se sienten interpelados por una sensibilidad política y que no la oculten. Es bueno eso. Es un gesto de madurez que el rock trate de abrazar ese nuevo camino que es la política”, concluye Juan Ignacio Provéndola.

 

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25/10/2016