Miércoles 24 de abril | Mar del Plata
06/05/2015

Osito de peluche 

-Un oso por favor. -¿Otro más? ¿Para la misma chica? -Sí, ¿o por una de esas casualidades yo le pregunto qué hace con su vida? -No claro, tomá pibe. -Gracias. En la casa de ella: -Hola, soy yo de nuevo, acá tenés otro regalito de mi parte. A ella no se le mueve ni un…

 

-Un oso por favor.

-¿Otro más? ¿Para la misma chica?

-Sí, ¿o por una de esas casualidades yo le pregunto qué hace con su vida?

-No claro, tomá pibe.

-Gracias.

En la casa de ella:

-Hola, soy yo de nuevo, acá tenés otro regalito de mi parte.

A ella no se le mueve ni un músculo de la cara, nada, ni siquiera se le cae un gracias, ni un volvé pronto, o no vuelvas nunca, solo cara de póker, de no tener que sufrir jamás por amor. Ella era lo que era. Y yo, osos y más osos.

Pasó bastante tiempo hasta que tuve noticias suyas, de las reales, no de las que me inventaba todos los días para mantenerme a flote. Así fue que tocaron a mi puerta para hablarme de quien yo creía que era el amor de mi vida, que luego sería reemplazada por otro amor de mi vida y luego otro amor de mi vida, hasta descubrir que solo hay vida, y amores. Bah, de lo último no estoy del todo seguro. De la vida tampoco.

-Te busca la policía – era la voz de mi madre-. Corrí desesperado hacia la puerta.

-¿Conoce a tal y tal? -el poli me trataba de usted.

-Sí -dije-, la conozco ¿Qué es lo que pasa?

-¿Usted ha estado llevándole ositos todo este último tiempo?

-Sí -volví a repetir.

-Bien, enfrenta cargos muy graves señorrrr… -dejó un silencio largo antes de decir mi apellido.

-Pero, ¿qué pasó oficial?

-Ella, ella -empezó a decir- ella… -todo era muy idiota, muy de película argenta-. Ella murió asfixiada -dijo el cana-. La encontraron debajo de una montaña de peluches dentro de su propia casa. ¿Tiene algo para decir?

-Sí, claro, claro que tengo algo para decir.

-Ajá, y qué sería eso que tiene para decir.

-¿Usted cree en el amor, oficial? -pregunté.

-Mmm, supongamos que sí, pero eso que tiene que ver señorrr… -y de nuevo demoró una vida en decir mi apellido, como si ese silencio intencional me inculpase de algún modo. Seguí adelante.

-¿Y en la justicia cree?

-Claro que sí. No estaría acá de ser de otro modo.

-Bien, dije -y asesté mi última pregunta- ¿Cree usted en la justicia poética, oficial?

Al instante lo vi subir al patrullero y doblar la esquina. Caso cerrado.

06/05/2015