Jueves 28 de marzo | Mar del Plata
20/02/2016

“La naturalización del delito es el mayor riesgo de Argentina”

En “Las huellas del rencor” el filósofo y escritor Santiago Kovadloff analiza la división social y política que afirma haber promovido el kirchnerismo. Habló con QUÉ de la corrupción, la muerte de Nisman, el gobierno de Macri y más.

(Fotos: QUÉ Digital)

| Por Gonzalo Gobbi

Santiago Kovadloff es un hombre de conceptos claros. Equivocado o no, desde la filosofía y el análisis político logró volver a poner frente a un espejo a la Argentina en “Las huellas del rencor”, su más reciente libro que presentó días atrás en Mar del Plata dentro del ciclo Verano Planeta.

Habla prácticamente como escribe. Y entonces describe con profundas pinceladas de búsqueda, ironía y reflexión compartida realidades que de igual manera está a la altura de abordar con términos prácticos y palabras que por momentos se esconden detrás de Aristóteles y que luego se vuelven café o esquina.

No escatima en adjetivos para disparar sólidas críticas contra los 12 años de gobiernos kirchneristas. Dice que “Santa Cruz fue la escuela formativa donde se produjo la licenciatura en delincuencia y corrupción de la pareja gobernante”; que a Néstor y a “su viuda” les fue “rentable” la confrontación para conformar “un frente ideológico y un discurso doctrinario”; y advierte que el último gobierno de Cristina Fernández “contribuyó a la destrucción de su propio consenso social con errores brutales”.

Pero hablar con un filósofo como Santiago Kovadloff únicamente de política sería aburrido en términos prácticos. De Nisman, de mafias, de corrupción, de neonazis, de una Argentina dividida pero no irreconciliable y de un rencor que dejó huellas no solo en su libro habló con QUÉ en una nueva visita a Mar del Plata.

-¿Por qué elegiste iniciar el libro con un análisis del caso Nisman?

-En realidad fue uno de los últimos capítulos que escribí, pero siento que marca un estado de situación de la justicia y decidí incluirlo primero. La desaparición de un fiscal a punto de presentar en el parlamento argentino una causa judicial que involucraba a la presidenta de la Nación a raíz de un tratado espurio con Irán en el que se encubría a los asesinos que habían participado en la Amia y de quienes en Argentina eran responsables de las facilitaciones de ese asesinato, configuraba la culminación de un proceso de violación de la ley en la Argentina

-¿Descartás por completo la hipótesis del suicidio?

-Sí. Por la información que yo tengo a través de los fiscales que han visto obstruido el proceso de investigación, entre ellos el fiscal Moles, que es el único que insistió en la investigación cuando sus dos compañeros renunciaron a seguir llevando adelante el proceso, y también por la información de otros fiscales, como Pablo Lanusse, y por otra información más confidencial que tengo, entiendo que a Nisman lo han asesinado y que han preparado el terreno escénico para que esto apareciera como un suicidio cuando en realidad se trata de un asesinato.

-A lo largo de los distintos capítulos de “Las huellas del rencor” hacés referencia a la división social y política que se generó en los últimos años entre los argentinos y dejás entrever que fue el kirchnerismo quien promovió esa división…

-Estoy persuadido de que fue el gobierno kirchnerista quien alentó la división porque la rentabilidad de la confrontación para la conformación de un frente ideológico y de un discurso doctrinario era muy grande. Ideológicamente el kirchnerismo trató por todos los medios de ahondar en la confrontación que históricamente existió en la Argentina principalmente desde los dos gobiernos de Perón. Ellos han sabido capitalizar muy bien el resentimiento sociopolítico generado en los grupos de izquierda que optaron por la violencia armada para enfrentar la criminalidad militar del Estado.

-¿Considerás que el matrimonio Kirchner fue oportunista entonces?

-Hicieron uso de un oportunismo muy grande, muy astuto, con una gran capacidad de enmascarar el delito y la corrupción mediante el lanzamiento de banderas doctrinarias presuntamente progresistas que en verdad no lo eran. Si uno analiza la magnitud de la pobreza en la Argentina que dejaron 12 años de gobierno, el compromiso con el delito que han tenido funcionarios de altísimo nivel, la pasión por el pensamiento de extrema derecha de algunos integrantes del gobierno, realmente creo que es un gobierno que al optar por la estructura caudillesca impidió que la Argentina se encaminara hacia el mayor desafío que tenía, que era la reconstrucción democrática del republicanismo y de la Constitución.

-¿Qué saldo, más allá de las divisiones que señalás, creés que dejó la construcción discursiva del kirchnerismo?

-Fue algo que supieron usar y aprovechar muy bien: la insistencia del mal. El mal para ellos es todo aquello que se apartaba de la práctica política ejercida por los Kirchner en Santa Cruz. Pero Santa Cruz es la escuela formativa donde se produjo la licenciatura en delincuencia y corrupción por parte de esta pareja gobernante. Fue muy hábilmente estructurado.

SANTIAGO KOVADLOFF LAS HUELLAS DEL RENCOR (3)

-¿Perdiste a algún amigo por esa división que se generó por estar en los extremos opuestos de la interpretación del accionar político?

-He perdido a muchos amigos íntimos. Muchos que de un día para el otro, de pronto descubrieron que yo era fascista, filonazi, oligárquico y enemigo de toda convivencia democrática. Lo descubrieron rápidamente y los perdí. Perdí amigos muy queridos que me acusaron de todo eso.

-¿Es irreconciliable la Argentina?

-No creo. Son ciclos históricos. Si la Argentina lograra estructurarse sobre un escenario constitucional más sólido y el poder político volviera a estar sujeto a la ley, es probable que la disidencia se dé en el campo primordial de la ley, donde los desacuerdos no desembocan necesariamente en la agresión irreconciliable sino en la búsqueda de consensos o en disidencias tolerables. El drama de la Argentina no fue que los hombres no se entendieran entre sí, sino que la posibilidad de la incomprensión generara violencia y silenciamiento.

-¿Qué papel debería jugar el nuevo gobierno en este sentido?

-Tiene que contribuir a la reconstrucción de la convivencia argentina. Debe hacerlo. Tiene que aprender a hacerlo.

-¿Y creés que las primeras medidas del gobierno de Mauricio Macri van en esa sintonía?

-Algunas sí. Algunas han sido muy buenas, por ejemplo buscar el diálogo con el peronismo y que el presidente viajara a Davos con un representante del justicialismo. Está muy bien que se hayan sostenido las ayudas sociales a los sectores más desfavorecidos y que haya una tentativa de no confundir la legitimidad del empleo con los empleos irregulares o truchos asentados en contratos falsificados o que el Estado se haya convertido en una fuente de trabajo partidario, que me parece que es un hecho delictivo. Se usó al Estado para generar empleo ilegítimo. Me parece interesante que un presidente diga que si se equivoca debe corregirse. No tenemos que idealizar a nuestros gobernantes, sino exigirle conductas coherentes.

-Hablás también en el libro de la mafia y el terrorismo como las nuevas caras de la vieja corrupción…

-La mafia en este momento ha tomado una forma predominante que es el narcotráfico. Ese narcotráfico en Argentina es una fuerza política y social, responsable de las formas más violentas de la inseguridad que existen en el país. El kirchnerismo ha perdido las elecciones nacionales en buena medida porque las figuras que lo representaron demostraron o bien ineptitud para combatir las mafias o complicidad para con las mafias que debían haber sido combatidas. El último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner contribuyó notablemente a la destrucción de su propio consenso social con errores brutales y una cierta tendencia a no poder aceptar los errores, al monopolio de la palabra, a cierta propensión a sembrar miedo en un gobierno que debió sembrar unidad y solo sembró división.

-¿Por qué señalás a la verdad como sinónimo de ley?

-Creo que efectivamente la ley es la expresión más alta de fijar la sustancia de lo verdadero. La ley establece lo que es consensuadamente más apropiado para una comunidad a través del parlamento y de la Justicia. De esa manera el cumplimiento de la ley no es la imposición de una conducta arbitraria, sino de una conducta consensuada. En Argentina hemos sometido la ley a las exigencias del poder, entonces si el poder necesita transformar la ley para sostenerse en el ejercicio de su anhelo de acumulación de recursos, lo hace. El riesgo más alto que se corre en la Argentina es la naturalización del delito. Acostumbrarnos a que la política esté del lado de lo delictivo. Estamos frente a una educación cívica muy deficitaria para combatir el delito. Yo creo que hay que combatir a todas las expresiones de la delincuencia y del delito, pero siempre desde la ley. Pero la ley al narcotráfico debe presentarle un frente de batalla, no un planteo disuasivo. Tenemos una labilidad en nuestras fronteras que es espantosa, un tráfico de mercancía drogadictiva descomunal, una policía corrompida con el delito. La tarea es inmensa. Necesitamos un Adenauer.

-Hablabas de combatir todas las expresiones de delito, ¿cómo analizás lo que está ocurriendo en Mar del Plata con repetidos ataques de grupos neonazis?

-La situación no está encontrando la contención necesaria. Con esa omnipotencia y violencia han comenzado fenómenos que luego fueron trágicos. Es gravísimo. Lo que más me preocupa no es que aparezcan estos grupos, porque están en todo el mundo, sino que la ley no actúe con rapidez y eficacia para poner a esta gente en su lugar. No sé qué pasa con las autoridades del Municipio y de la Provincia que no saben poner a esta gente en su lugar.

-¿Cómo debería actuar el Estado frente a estas expresiones fascistas?

-Primero habría que catalogar como delincuentes a estas personas porque son procedimientos que implican incurrir en delitos. No es solo transgresión de espacios, sino castigos y violencia sobre personas ¿Cómo puede ser que uno de estos delincuentes entra a la cárcel y sale al día siguiente? Estamos ante un doble delito, el de aquel que de alguna manera siente que “tiene derecho a ejercerlo”, un fanático, y el de aquel que tiene el deber de combatirlo y no lo hace, que es el presunto demócrata.

-¿Y la filosofía donde encaja? ¿Debe ser crítica hoy? ¿Qué rol viene a cumplir en todos estos temas que hablamos?

-El rol de la filosofía fundamentalmente es sustraer el problema del campo de la certeza y el fanatismo, y volver a depositarlo en el campo del intercambio social y del debate. Es complejo, es inmenso, pero interesante. Toda esta entrevista hubiera querido ser filosófica. Y no sé, tal vez lo fue.

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20/02/2016