Viernes 19 de abril | Mar del Plata
12/06/2015

Vallejo, poeta universal

El escritor peruano vivió entre viajes, la cárcel, la Guerra Civil Española y la palabra; arma atronadora con que fusiló las limitaciones del sistema y de la lengua.

 

QUIÉN

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Ya gastaron casi todos los nombres, el hijo menor –undécimo en orden de aparición- será bautizado César Abraham. Es enjuto y enfermizo, moreno y con nariz de boxeador. A pesar de las dificultades, el esfuerzo familiar logra que estudie. Se gradúa en Letras y dicta clases en las escuelas primarias de Perú. Alterna las aulas con trabajos administrativos. En una azucarera es testigo de la explotación hacia los originarios. Él es mestizo y pudo estudiar; está un paso por delante y no tiene que desgastar su físico para comer.

César acumula 27 años. Tuvo dos romances con quinceañeras y publicó algunos poemas en periódicos. Deja los pueblos para verse la cara con Lima, capital política e intelectual de Perú (desde que los españoles relegaran a Cuzco, predilecta por los incas). Es 1919, año de la edición de su primer poemario. Dentro de las estructuras del modernismo, el poeta comienza a delinear una poética de marcado corte personal. El desasosiego del ser humano queda firmado en forma indeleble con el insuperable poema que da título al libro y versa: Hay golpes en la vida tan fuertes… ¡Yo no sé!

Las inquietudes de Vallejo –tanto poéticas como políticas- le deparan nuevos derroteros. Es acusado injustamente del incendio de una casa y pasa más de tres meses en prisión. París, centro de la bohemia, y Rusia, centro de la revolución socialista, son los puntos del globo elegidos por el escritor. Publica Trilce, libro que marca una inflexión en la poesía latinoamericana, y comienza su militancia en el Partido Comunista. No abandonará su afiliación prosoviética, ni el exilio voluntario. Sintió como propia la causa republicana española y a ella le legó sus últimos versos. Versos esperanzados en un provenir de justicia. Versos que los milicianos llevaron junto fusil.

Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo/ Me moriré en París, y no me corro/, tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. Erró por un día. César Vallejo murió un viernes, en París, con aguacero.

POR QUÉ

vallejo (1)Buena parte de la obra de Vallejo en abstrusa, hermética. A diferencia del realismo socialista encarnado por el estalinismo, el poeta advierte la veta revolucionaria en la pluralidad. Nadie mejor que el propio Vallejo para poner luz sobre ese concepto:“La gramática, como norma colectiva en poesía, carece de razón de ser. Cada poeta forja su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía, su analogía, su prosodia, su semántica. Le basta no salir de los fueros básicos del idioma. El poeta hasta puede cambiar la estructura literal y fonética de una misma palabra, según los casos. Y eso, en vez de restringir el alcance social y universal de la poesía, como pudiera creerse, lo dilata al infinito. Cuanto más personal (no digo individual sino personal) es la sensibilidad del artista, su obra es más universal y colectiva”.

El poeta ve al mundo contradictorio, arbitrario y caótico, ¿qué mejor modo de representar ese mundo multifacético, que utilizando un lenguaje contradictorio y caótico? Así parece entenderlo Vallejo, llevando el caos verbal hasta sitios inexplorados en la lengua castellana. Cuando logramos descansar en una metáfora, acto seguido trastabillamos con una ráfaga violenta de ligazones que no se conectan desde el sentido lógico, sino más bien desde la fonética.

Vallejo ataca en varios sentidos, como lo dicen sus propias palabras, “el poeta crea su propia gramática”. Lo normativo pasa a un segundo plano, priorizando la expresión verbal y musical. En Vallejo nada es casual; el simple hecho de conjugar sustantivos (cancionan) o cambiar el adverbio (todaviza) le valdrían un lugar en la vanguardia latinoamericana, mas no es azaroso; cada ruptura responde a una idea o sentimiento a expresar.

El chileno Vicente Huidobro y el argentino Oliverio Girondo (dos entre tantos vanguardistas latinoamericanos) no habían asomado la cabeza en 1922, cuando se publicó Trilce. César Vallejo es un adelantado, uno de los primeros poetas que renovaron las letras de esta parte del mundo, y para el columnista que compone estas líneas, el mejor de todos.

POR DÓNDE

Hay textos interesantes de Vallejo en prosa. Cuentos, y sus crónicas de viajes por Rusia y Europa occidental. Pero el reconocimiento, merecido, lo tiene por sus versos, que componen un gran poema- con avances y reacomodamientos- divido en cinco poemarios.

Los heraldos negros (1919). Primer libro del peruano. Conviven en él los resabios del modernismo con nuevas formas y estructuras. La voz renovadora de Vallejo comienza a sonar nítida.

Trilce (1922). Libro audaz y revolucionario. Una patada al tablero del canon imperante. Desde el título (neologismo del cual se suscitaron numerosas interpretaciones) hasta el punto final, la pluma inspiradísima de Vallejo pone en tensión los alcances de la lengua española, con memorable resultado.

12/06/2015