Viernes 19 de abril | Mar del Plata
13/08/2015

Filloy, el desconocido

Juan Filloy (1894-2000) fue escritor de tres siglos. También juez de Paz y árbitro de boxeo. Escribió más de cincuenta libros. Vivió sus interminables años en Córdoba. En Buenos Aires muy pocos se encargaron de estudiar su obra.

 

QUIÉN

Blog QUELEER (2)Llega una carta del extranjero, de Viena más precisamente. Está escrita, con letra de difícil lectura, sobre un recetario médico. Felicita al destinatario de la misiva por el libro de reciente publicación. Ha sido leído velozmente: pasó poco tiempo desde que la encomienda fue enviada desde este lado del Atlántico. Debajo del texto, sucinto y contundente, la firma: Sigmund Freud.

— ¡Metele gancho, Ángel! — se escucha desde la orilla del ring. Luis Ángel Firpo quedó en la historia del deporte argentino por expulsar con un derechazo a Jack Dempsey del cuadrilátero, en la pelea por el título mundial de los pesados. En la misma pelea perdió por nocaut en el primer round. Lejos de las luces reverberantes de Nueva York, en un gimnasio con escaso aforo, el “Toro salvaje de las Pampas” aplica el gancho recomendado y noquea. El árbitro cordobés cuenta diez, brazo en alto y a otra cosa.

El juzgado de Río Cuarto está casi vacío. Al mediodía, en verano, los empleados salen a almorzar y a hacer la siesta. El juez de Paz no se aparta del escritorio de trabajo: lee el expediente de una causa y toma apuntes en dos cuadernos diferentes. El secretario siempre tuvo curiosidad por esa conducta, y esta vez no pudo contener la pregunta:

—Doctor, ¿por qué anota en dos cuadernos diferentes?

—La cosa es así, pibe. En este (levanta el cuaderno de tapas azules) tomo nota de las cuestiones judiciales. Y en este (muestra ahora el de color bordó) otras cosas. Historias que después, en casa, sigo moldeando.

Juan Filloy es un personaje misterioso y casi desconocido dentro de nuestra literatura. Inspiró a grandes escritores como Leopoldo Marechal y Julio Cortázar. Escribió cincuenta y cinco libros (muchos aún inéditos) en casi todos los géneros: novela, cuento, poesía, crónica. Su prosa vanguardista pasó desapercibida, sus libros se publicaban en ediciones privadas, reservadas para los amigos. A pesar de su inmensa obra literaria; cuantitativa y cualitativamente, dos particularidades son de las que se ufanaba. La primera era su oficio de descubridor de palíndromos (palabras que se leen del mismo modo al derecho y al revés), registró más de ochocientos. Desde palabras solas (somos o reconocer) hasta frases complejas (¿Acaso hubo búhos acá? o Ateo por Arabia iba raro poeta). Su otro orgullo fue llegar a ser el único escritor de tres siglos. En su cumpleaños 105, en 1999, afirmó en una entrevista: “Quiero ser un hombre de tres siglos: llegar, aunque sea gateando, al XXI”. Y lo logró. Póstumo en vida, hizo su primera publicación en 1930 y la última en 1997.

Vivió su interminable vida en Córdoba capital y Río Cuarto; sentía fobia por Buenos Aires. Y un día murió. Nació en el ocaso del siglo XIX, vivió todos los días del XX (participó en la Reforma Universitaria del ’18 y fue censurado por la dictadura del ’76) y llegó con el último brío, pero finalmente llegó, al XXI.

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(Foto: lavoz.com.ar)

POR QUÉ

Alejado de Buenos Aires y con ediciones de pocos ejemplares, estuvo al margen del debate literario de la primera mitad del siglo pasado. Cuenta Filloy que le envió a Borges un ejemplar de una novela. Años después, en una librería porteña, encontró el libro con la dedicatoria en la primera página. Lo compró y se lo reenvió. Más allá de la anécdota jocosa, es un detalle que evidencia el lugar marginal que ocupó Filloy en nuestras letras. Algunos autores (Julio Cortázar, David Viñas, Mempo Giardinelli) rescataron su figura y lo mencionaron como un referente de la narrativa local.

Más allá de sus proezas casi atléticas (a los cientos de palíndromos hay que agregar cerca de mil sonetos) la narrativa de Filloy es de gran importancia, por los temas abordados y por la calidad de su factura. En los 30 denunció la decadencia política de la década infame, pero lejos del panfleto. El sexo, el psicoanálisis y el rol de la lengua argentina en detrimento de la españolizante, lo ubican como un escritor de avanzada. La novelística argentina en esa época podía sacar pecho por Roberto Arlt y poco más. La pluma de Filloy merece también un reconocimiento. Un estilo vanguardista y lúdico, jugando con las palabras y su semántica. El humor de los diálogos, contraponiendo las frases solemnes con las chabacanas. Esa puede ser una definición del humor: poner algo donde no va.

El gran Leopoldo Marechal y el no menor Julio Cortázar son herederos de Filloy. El primero en el estilo y el segundo en el abordaje desacartonado de los temas. La crítica y la teoría lo han soslayado categóricamente. También los editores y los lectores argentinos. Pero él murió contento. Los dos reconocimientos más importantes los obtuvo en vida y ambos fueron autoproclamados: “Campeón mundial de palíndromos” y “El único escritor de tres siglos”.

POR DÓNDE

Prolífico como pocos y también como pocos, inédito. El cuenco de plata reeditó en los últimos años varias de sus obras más representativas. Para las otras habrá que esperar la demanda y el interés de los lectores. Dentro de su múltiple producción, la narrativa es su punto más fuerte.

Op Oloop (1934). Novela transgresora, fue prohibida por el intendente de Buenos Aires por considerarla pornográfica. Un estadígrafo releva todo lo que le ocurre. Previo a contraer matrimonio, organiza un banquete de despedida en el que visitará por milésima vez un prostíbulo.

Caterva (1938). Cuenta la historia de siete linyeras que organizan una vindicación contra el sistema injusto en el que viven. Los diálogos y pensamientos filosóficos de los personajes recuerdan temática y estilo de Adán Buenosayres, pero con diez años de antelación.

13/08/2015