Miércoles 24 de abril | Mar del Plata
29/05/2016

Costureras precarizadas: la realidad oculta detrás de las prendas

Un grupo de trabajadoras conformaron un Sindicato para afrontar la precarización. En la ciudad estiman que hay unas 4 mil modistas en negro, que trabajan ocultas desde sus casas para grandes empresas que se llevan importantes ganancias.

Costureras precarizadas: la realidad oculta detrás de las prendas
(Fotos: QUÉ Digital)

Siguen, quizás en muchos casos, un legado familiar y mantienen intacto un oficio centenario. Son las costureras o modistas del barrio, esas que muchas veces tienen carteles en la puerta y que reciben trabajos por encargo de vecinos, familiares o particulares. Sin embargo, también son a quienes las grandes empresas contratan de forma precarizada y por poco dinero para hacer muchas de las prendas que luego venden por miles de pesos.

Una industria productiva totalmente oculta. Mujeres, en su mayoría, que son mano de obra en negro, que son empleadas precarizadas por grandes empresas con ganancias millonarias. Una industria productiva por demás valiosa en un polo textil como es Mar del Plata. Mujeres que decidieron hacer valer sus derechos y, sobre todo, se plantaron para obligar a los empresarios a cumplir con una ley que las ampara desde 1940.

La ley 12.713 regula el trabajo a domicilio y establece las pautas que definen el vínculo entre el empleador y los trabajadores que cumplen funciones desde sus talleres o viviendas. Entre varios  aspectos, en la norma se indica que “los empresarios, los intermediarios y los talleristas que contraten un trabajo a domicilio son responsables solidariamente del pago de los salarios y de los accidentes de trabajo y las condiciones laborales en los hogares particulares”.

En Mar del Plata, el Sindicato Argentino de Trabajadores y Trabajadoras a Domicilio Textiles y Afines estima que hay más de cuatro mil costureras y costureros “escondidos”, que trabajan para grandes empresas en negro y de forma precarizada, por sumas cuasi irrisorias y en condiciones laborales sin regulación. A modo de ejemplo, una campera que cuesta arriba de $4000 se paga entre $60 y $100 y una remera, de esas que se consiguen por alrededor de $100, se paga menos de $15.

“Nosotras decimos que somos más que los camioneros en Mar del Plata, pero estamos escondidas”, resumió entre risas Mónica Basterrechea, secretaria gremial del sindicato, y quien a partir de su inquietud personal impulsó la creación del gremio, con el asesoramiento y acompañamiento de la Casa del Trabajador y del abogado Julio Hikkilo.

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Hoy, el Sindicato está plenamente conformado y tiene un objetivo claro: difundir la existencia de una ley que regula la actividad, lograr la registración de los empleados y mejorar las condiciones laborales para quienes se dedican a la actividad. Sin embargo, el obstáculo principal, claro está, son los empleadores: dicen desconocer la ley y ninguno quiere resignar sus ganancias por sobre los derechos laborales.

“Ellos a la hora de contratar no publican en clasificados porque no toman gente para las fábricas, pero sí buscan talleres: gente que tiene las máquinas en su casa y puede trabajar de forma precarizada”, explicó la trabajadora con más de treinta años de experiencia, quien hizo hincapié en lo injusto del mercado, no solo en lo que hace al trabajo a domicilio sino también a la explotación en las fábricas.

 UN SISTEMA QUE HACE AGUA POR DONDE SE LO MIRE 

Las y los trabajadores a domicilio reparan, de acuerdo a sus experiencias particulares, en la falta de regulación que existe, en especial si se tienen cuenta que “el 60% de la producción textil de Mar del Plata abastece a todo el país”. Al igual que Mónica, Beatriz, Isabel, Anabella, Lucía, Silvia, Mariela, Rubén y tantos otros hombres y mujeres sufren en la clandestinidad la presión de los empresarios, mientras buscan salir adelante.

En ese, sentido la representante general del Sindicato consideró que si bien es cierto que los empresarios “tienen el poder porque tienen el trabajo”, también es cierto que su producción “depende de tener una buena mano de obra”. “Si no tienen costureras ¿qué hacen?”, se preguntó, irónicamente.

Respecto a la cadena de producción, Mónica -quien hace catorce años trabaja en negro desde su domicilio pero también se desempeñó durante la misma cantidad de años en fábricas textiles y cooperativas- precisó que hoy en día en las fábricas hay menos personal y la mayor parte del trabajo se terceriza, para reducir los costos.

“Las fábricas tienen una mesa de corte, con dos máquinas algunas, pero la mayoría achicó la cantidad de personal y de maquinarias porque todo el trabajo se hace afuera, ya que es mucho más barato”, sostuvo y dijo que para los empresarios “es carísimo poner un empleado en blanco” y por eso buscan a las costureras particulares.

Sin embargo, y pese a lo perverso del sistema, Mónica está convencida de que la organización es la clave para cambiar la realidad. “Yo lo que siempre digo es que más caro les sale el escrache de decir públicamente que las empresas conocidas tienen trabajadores en negro”, arremetió y reparó en un dato no menor: además de estar en negro y precarizados, los trabajadores deben poner dinero de su bolsillo para comprar, insólitamente, el hilo necesario para confeccionar las prendas.

“Las empresas se acercan a partir de contactos: pasás tu teléfono y te llaman. Algunas tienen intermediarios, personas que traen y llevan las prendas y te pagan, pero lo cierto es que te hacen pagar el hilo, te dicen que te dan unos centavos extras, pero no sirve de nada porque el rollo sale $50. A lo que ganás le tenés que restar ese costo”, detalló, sobre las condiciones que impone la patronal.

 MANO DE OBRA CALIFICADA, PERO CON SALARIOS BAJOS 

En lo que hace a los salarios, queda mucho por avanzar. Es que, las costureras cobran por prenda, no por hora, pero los valores son cuasi irrisorios: según precisaron las trabajadoras, una campera que cuesta arriba de $4000 se paga entre $60 y $100 y una remera, de esas que se consiguen por alrededor de $100, se paga menos de $15. Como estos, hay cientos de ejemplos.

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“Lo que pasa es que lo que los empresarios hacen es buscar siempre alguien que haga las cosas por menos precio y más rápido. Si yo saco un pulóver por $70 buscan a otra persona que los haga por $60 y sea igual de rápida; por eso queremos establecer un listado de precios, porque si no hay chicas y chicos que sacan menos de mil pesos por semana y no es justo”, expuso la trabajadora.

Ante este panorama, para los y las trabajadores organizados es importante “perder la sensación de miedo”. “Está esa idea de que ‘si reclamo me van a dejar sin trabajo’, pero no es así; por eso es tan importante el gremio y el trabajo en equipo”, consideró Mónica, quien pese a admitir que es “un camino difícil” porque hay que modificar algo ya instalado y que beneficia a los poderosos, también es optimista

“Hace algunos días le dije a la gente de Alpine Skate que quiero que me blanqueen, les comenté de la ley y les dije que nosotras aparte de ser un grupo de costureras también tenemos derechos. Me pidieron que facture como monotributista y les dije que no. Por eso es importante seguir reclamando y no aceptar eso, porque de esa manera ellos se evitan las cargas sociales”, graficó, a modo de ejemplo.

LA PROYECCIÓN A FUTURO

Más allá de la capacitación y formación gremial, desde el Sindicato Argentino de Trabajadores y Trabajadoras a Domicilio Textiles y Afines trabajan con dos proyectos paralelos: uno tiene que ver con utilizar al Municipio como intermediario para generar una mesa de trabajo con los empresarios y los trabajadores a domicilio; el otro con llevar adelante un relevamiento de talleres en la ciudad para otorgar un código de identificación de trabajo registrado para incluir en las etiquetas de las prendas.

“La idea es que esa etiqueta identifique el taller donde se realiza la prenda y  que no se pueda comercializar sin ella. De esa manera logramos el trabajo en blanco y logramos que quienes pagan cinco centavos por la prenda no pueden vender esa ropa”, explicó la secretaria general del gremio y volvió a destacar la importancia de que los empresarios no presionen a las trabajadoras a la hora de abrir el monotributo: “Hay que pedir el alta temprana”.

Finalmente, desde el Sindicato adelantaron que trabajarán en la elaboración de un listado de precios, que partirá desde una base de $25 por remera. “No puede haber prendas que valgan menos que eso. Tenemos que revalorizar nuestro trabajo y por eso también decidimos que no compraremos más hilo, porque es un costo de ellos y no lo vamos a aceptar”, completó.

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Beatriz, una de las integrantes del Sindicato y parte de la comunidad de costureras (Foto: QUÉ Digital)

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