Viernes 19 de abril | Mar del Plata
01/05/2018

La huerta en la ciudad, una herramienta de educación

INTA Pro Huerta se implementa desde 1992 en Mar del Plata. Un recorrido por el programa que fomenta la participación comunitaria en la alimentación, impulsa espacios agroecológicos y hace quince años trabaja con los internos del Penal de Batán.

La huerta en la ciudad, una herramienta de educación

Al caminar por la ciudad se percibe la textura del cemento en el asfalto que da sentido a Mar del Plata, pero si se agudiza la vista aparecen -entre zócalos, esquinas, plazas y espacios de esparcimiento- aquellos rincones verdes tan preciados: las huertas urbanas.

En los últimos años creció exponencialmente el cultivo o las huertas traspatio, tanto en casas particulares como sociedades de fomento, escuelas, salitas y hasta en el penal de Batán, muchas de ellas impulsadas en el marco del programa del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Pro Huerta, que se implementa desde 1992 en la ciudad y que fomenta la participación comunitaria y la educación en la alimentación e impulsa espacios agroecológicos. 

“Nos cuesta tener un relevamiento, pero en primavera/verano del año pasado entregamos entre 2600 y 2800 kits de semillas. Cada kit está pensado para una huerta de 10 x 10″, detalla Cecilia Leonardi, técnica del INTA Pro Huerta en Mar del Plata, en diálogo con QUÉ Digital. 

Pro Huerta nació en 1990 en el Gran Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y Mendoza. Poco a poco comenzó  a expandirse por todo el país, como un programa que está ejecutado por el INTA y financiado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. El objetivo es el autoabastecimiento de alimentos a través de la autoproducción con las huertas, con la propuesta agregada de que sean huertas agroecológicas.

INTA PRO HUERTA  (1)

En este marco, se dan talleres de iniciación de la huerta todos los meses (que comunican a su vez por redes sociales), donde se abarcan temáticas como el manejo agroecológico de plagas y enfermedades, fabricación de compost o de distintos abonos sobre cultivo bajo cubierta y la multiplicación de aromáticas.

“En Mar del Plata el programa se empezó a implementar en 1992, porque no había agencia de INTA en la ciudad y no llegaba el programa. Desde ese momento hasta ahora hemos recorrido un largo camino en el cual el programa sufrió modificaciones, crecimientos y algunas frustraciones”, explica Cecilia en la huerta que se encuentra en la fachada de la Biblioteca Parlante.

Desde que el Pro Huerta comenzó a funcionar en la ciudad, los técnicos transformaron una carencia en una oportunidad. “Al principio no había sede de INTA en Mar del Plata, estábamos los dos técnicos boyando de acá para allá, conectamos con distintas instituciones y quien nos dio lugar fue el Municipio a través de la Secretaría de Salud, a través de los centros de salud barriales”, recuerda Leonardi al hacer énfasis en la idea de que desde allí crecen mucho las huertas familiares.

Y el programa llegó a las salitas y de esta forma a los barrios, aunque no todo es color de rosas ni mucho menos. “En el 2000 el Pro Huerta estuvo por desaparecer acá por desfinanciamiento pero ahí se vio un poco algo que tratamos de fomentar: que el programa lo hace la gente“, destaca y repara en que los técnicos tienen la tarea de facilitar, entregar el kit de semillas y acompañar el seguimiento de las propuestas para los talleres. 

De esta manera, empezaron a surgir las huertas escolares y en otras instituciones. “No solo para alimentarse mejor, no solo un lugar de producción de alimentos sino también como un lugar de esparcimiento de aprendizaje, un lugar terapéutico“, ejemplifica Leonardi y destaca que el trabajo en las escuelas generó una nueva herramienta de educación alimentaria para los chicos. “Muchos dicen que  a los chicos solo les gusta el tomate y tenés que ver cómo se pelean por comer lo que cosecharon. La educación alimentaria es muy placentera. Y eso es la maravilla de poner la semilla, conocer las plantas y ver el proceso hasta que llega al plato”, resalta. 

PROMOTORES VOLUNTARIOS

Otra parte importante de cómo se trabaja en el Pro Huerta son los promotores voluntarios, ya que el programa llega a todos lados y funciona como una red por los trabajos interinstitucionales. En principio, los promotores voluntarios “eran aquellos huerteros que tenían una predisposición especial a enseñar, acompañar vecinos en el proceso”, recuerda Cecilia. Y agrega: “Entre 2005 y 2006 llegamos a tener un programa de 50 voluntarios en todo Mar del Plata. De esta forma nos aseguramos de que al vecino le llegue la información de los talleres, las charlas, el kit de semillas”.

El programa Pro Huerta está enmarcado dentro de lo que es la soberanía alimentaria. “Apuntamos a la buena alimentación y se dan distintos talleres, como de cultivo, de alimentación, de cocina, de aprovechamiento de las verduras: por un lado, hay que producirlas y también hay que aprender cómo podemos preparar para comer”, describe la técnica.

Al principio, el programa apuntaba a la huerta familiar para alimentarse de forma más sana. “Tuvimos que ampliar nuestro público, por la demanda de pequeños productores, y empezamos a asesorar y acompañar con otras técnicas de producción pero siempre apuntando a minimizar el uso de agroquímicos”, puntualiza.

Otro de los aspecto que aborda el programa es el trabajo con La Feria Verde, tanto en lo productivo como en lo organizativo, y desde lo legal con las gestiones y permisos con la Municipalidad . “Ahí también elaboramos un proyecto para que (los productores) puedan comprarse la tapadora, ollas grandes, cocina, amasadora para los que hacen panificados. Todos esos materiales los conseguimos a través de la gestión de distintos programas, líneas de financiamiento más que nada a través del Ministerio”, explica la profesional.

El programa Pro Huerta del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)  funciona como una artista dentro del Ministerio de Agroindustria, al igual que el Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero (Inidep), la Secretaría de Agricultura Familiar y la Secretaría de Pesca, entre otras áreas,  en su mayoría hoy en conflicto. “Por ahora no hemos recibido noticias de que alguien del INTA haya recibido notificación de despido, pero la situación indirectamente nos afecta. Hoy vivimos una situación de incertidumbre“, analiza Leonardi, respecto al presente de la institución.

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Por otra parte, en este último tiempo el Ministerio de Desarrollo Social -que en un principio financiaba en realidad solamente el sueldo de los técnicos y algo de material impreso- también tiene a su cargo el financiamiento destinado a productores y proyectos especiales: “De hecho hay un componente que se llama proyectos especiales que financió algunas experiencias que tienen alto impacto en algún sector de la sociedad, para fortalecerlo y que toma otro impulso. Por ejemplo: las huertas en el Penal de Batán“.

 LA EXPERIENCIA EN EL PENAL DE BATÁN 

Para el programa, el ámbito carcelario es complejo para trabajar por la estructura de la institución, los permisos para que los internos salgan a hacer la huerta y el uso de las herramientas. Pero hace quince años el Pro Huerta se instaló en el Penal para quedarse.

“Si bien hace quince años que el programa está en Batan recién hace cinco años uno de los técnicos lo tomó como caballito de batalla y está yendo todos los viernes. Después de mucho trabajo con la gente, el técnico logró un trabajo increíble“, relata Cecilia.

– ¿Cómo es el trabajo en el Penal de Batán?

– Poco a poco este técnico se fue ganando la confianza de los internos que asisten al taller, con la ayuda de los que trabajan en el penal: con mucho respeto consiguió que todos los viernes llueva o truene el taller se haga. Actualmente en el Penal hay doce huertas de 50 x 30 con una buena superficie, no son huertas familiares o pequeñas, donde trabajan 60 internos.

– ¿Hay requisitos para los internos o puede participar cualquiera?

– El trabajo en el Penal se pudo realizar gracias a los acuerdos interinstitucionales donde, entre otras cosas, hubo que acordar que la huerta es un premio para los que mejor se portan. Uno de los requisitos era terminar la escuela primaria y secundaria.

pro huerta penal de batan

Los internos que trabajan en la huerta están de 7 a 19. No solo aprenden un oficio sino que se alimentan mejor. Una de las cosas que los internos más reconocen y agradecen tener un espacio para hacer algo porque lo peor de estar en la cárcel es no tener nada que hacer en todo el día, meses y años.

Y por otro lado al estar encerrados sin hacer nada en todo el día la actividad en la huerta los ayuda tanto en lo emocional como en lo psíquico.  ‘Uno se olvida de pensar pavadas, de que está encerrado acá’, dicen los internos.

– Y además se cumple con la función de reinserción…

– Si, aunque la cárcel funcione como castigo la idea es que se reinserten y vean las cosas desde otra perspectiva. Fundamentalmente el trabajo en las huertas favoreció y mejoró la calidad alimentaria. Ahora están abasteciendo el 100% de las verduras livianas -que no las pesadas como zapallo, papa, cebolla- pero con el resto sí, tanto a los internos como el personal. Incluso hay casos puntuales de recuperación. Está el caso de un pibe de 22 años con diabetes y obesidad y entre la actividad en la huerta y comer más sano mejoró su calidad de vida.

En estos años no sólo se logró un trato distinto,  a través de proyectos especiales se compraron herramientas, equipos de riego, se armaron cuatro invernáculos donde la gente participa desde el armado.  Querían que la producción se done afuera pero no era práctico. Así que en un taller de herrería el Pro Huerta les compró materiales e hicieron herramientas de mano para las escuelas. También hicieron “plantines huerta” que fueron a escuelas y centros de día. De alguna manera fue una devolución.

TALLERES PRO HUERTA 2018

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