Miércoles 17 de abril | Mar del Plata
02/04/2018

Malvinas: el museo que nació en la pieza del hijo de un excombatiente

Hace 20 años el exintegrante de la Armada Luis Cisneros descubrió que su hijo de solo 11 años construía a escondidas réplicas de la flota argentina. Juntos crearon el “Museo Itinerante Crucero General Belgrano Vive”, que en un colectivo recorre el país.

Malvinas: el museo que nació en la pieza del hijo de un excombatiente
(Fotos: Museo Itinerante Museo General Belgrano Vive)

El excombatiente Luis Emilio Cisneros afirma convencido que “la guerra no sirve para nada” y que “no debería existir”. Sin embargo, admite con nostalgia que “sin dudarlo volvería a ir a Malvinas”. Pasaron 36 años del conflicto bélico y hoy su vida es totalmente diferente. Todo cambió muchos años después de Malvinas, cuando descubrió lo que su hijo Leandro -por aquel entonces de apenas 11 años- tenía escondido en su habitación: una réplica del crucero General Belgrano (hundido el 2 de mayo de 1982) hecha por él mismo. Construir réplicas perfectas de la flota argentina los unió y se transformó en mucho más que un hobbie casero: hoy juntos recorren el país a bordo del colectivo “Museo Itinerante Crucero General Belgrano Vive”, llevando “pedacitos de historia” a todo el territorio.

Cisneros entró a la Marina en 1973, con solo 15 años. La guerra de Malvinas encontró al electricista de la Armada Argentina con 24 años, casado hacía meses y a bordo del portaaviones 25 de Mayo, condecorado por su actuación en el conflicto.

Las charlas llenas de vivencias y nostalgia que el pequeño Leandro escuchaba en la voz de su padre sobre la guerra despertaron un interés inesperado: “Esto del museo fue un poco sin querer. Yo charlaba con mis primos y mis compañeros veteranos y no me daba cuenta de que Leandro estaba siempre presente escuchando. Entonces él empezó a esconder algo en su habitación. Me pedía plata para “la gotita”, yo ni idea para qué era y un día descubrí que había hecho una réplica del casco de 1,80 metros del Belgrano que no lo podía esconder más”.

Esa maqueta en construcción en la pieza de su hijo generó tres preguntas clave: ¿Por qué no hacer también el portaaviones 25 de Mayo en el que estuvo embarcado? ¿Por qué no hacer toda la flota? ¿Por qué no mostrárselos a los vecinos del barrio? Y luego, una más: ¿por qué no llevarlo a todo el país?

Pasaron 19 años desde ese día y las preguntas derivaron en una respuesta: el museo sobre ruedas que recorre toda la Argentina con réplicas de barcos, aviones, cuadros, fotos y buena parte de la historia de Malvinas.

El nombre del museo no solo responde a que el Belgrano haya sido la primera maqueta. Durante la guerra, “al crucero Belgrano lo veía todo el tiempo”, contó el excombatiente y siguió: “Cuando nos enteramos de que lo habían hundido no podíamos creerlo. Semejante barco de más de 180 ¿hundido? Nos parecía increíble. Lo tengo muy guardado en el corazón”, dijo el excombatiente, padre de tres hijos.

El museo cabía primero en un carro. Con los años y el trabajo de padre e hijo creció y hoy llena un colectivo que él mismo acondicionó en su casa. Un micro viejo reparado por el propio Cisneros que lleva en el frente en letras grandes el nombre “Museo Itinerante Crucero General Belgrano Vive” y que visita regularmente distintas provincias de la Argentina.

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Cuenta y aclara Luis Cisneros que “el museo no tiene nada que ver con la plata”. El micro traslada la muestra sin cobrar un peso. “Se ha hecho una callosidad que nos agrada, que nos gusta, que nos mantiene vivos. Es una descarga. No cobramos nada. Donde me invitan voy y si me ayudan con el gasoil y si me dan un lugar para dormir, mejor”.

En cada ciudad o pueblo, Cisneros baja todos los elementos que guarda en el micro y los expone en algún salón. “Me lleva casi cuatro horas armar todo, pero lo disfruto”, comentó.

Dentro del micro caben perfectas réplicas a escala del aviso “Gurruchaga”, de los submarinos “Santa Fe” y “San Luis”, del rompehielos “Almirante Irizar”, los destructores “Hércules” y “Bouchard”, entre muchos otros. Cada uno acompañado por su foto, lo que permite despertar la sorpresa por la precisión con la que están hechas las maquetas.

¿Con qué materiales se hacen las réplicas? “Con lo que se te ocurra. Plástico, hilo, botones, lo que sea. Tengo cajas que para los demás son porquerías, pero tienen los materiales para cada pieza”, explicó.

“En el año y medio podemos tardar en hacer cada maqueta, conocemos a fondo la embarcación. Conocés su vida, los lugares que recorrió, la gente que tuvo a bordo”, contó. En los últimos días el museo estuvo en exhibición en Lamadrid y este fin de semana llegó a Villa Dolores, para pasar allí este nuevo 2 de Abril, a 36 años de la guerra.

 “EL MUSEO ES DE TODOS” 

El recorrido de cada viaje incluye múltiples paradas. Ushuaia, Chaco, Corrientes, Córdoba, Río Negro, Buenos Aires. “Pasamos por todos lados”, resumió Luis, quien no deja de sorprenderse por las experiencias que vive en cada destino.

Ante el anuncio de la llegada del museo a un determinado lugar -sobre todo en las ciudades más pequeñas- suele generarse una importante expectativa entre los vecinos, principalmente en aquellos que tienen una historia personal ligada a la guerra de Malvinas.

“A veces te van a buscar a la entrada. La gente saca fotos, te agradece, te felicita. Pero yo no lo hago por mí, es un pedazo de la historia. Para mí es un orgullo”, sostuvo y a pedido de QUÉ Digital contó una de las anécdotas más enriquecedoras de estos viajes.

“En Gallegos una vez vino una señora que se presentó en la muestra y me preguntó si podía llevar a su hijo al museo. Yo le dije que no, que no tenía lugar. A la noche volvió a preguntarme y le dije lo mismo, la verdad es que no entra alguien más en el museo. La señora buscó su cartera y sacó un cuadrito de 25 x 25 de José Honorio Ortega, el único soldado santacruceño caído en Malvinas, un héroe. Ese cuadrito lo llevo en el museo hace 4 años. Esas historias no me las saca nadie”.

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En cada destino se producen encuentros y reencuentros. “El museo es de todos”, dijo al valorar y reconocerse agradecido por el apoyo de cada persona que ha visitado el museo o que espera poder hacerlo. Antes de fin de año promete hacer una exposición en Mar del Plata.

 RESIGNIFICAR LA GUERRA 

Cisneros no bajó a las islas. La guerra, como se contó antes, lo encontró a bordo del portaaviones 25 de Mayo. Al remontarse a abril de 1982, recordó: “Los que estuvimos embarcados lo vivimos distinto. Arriba del barco no teníamos a dónde correr y dependíamos todos de todos. Fue muy fuerte todo lo que vivimos”.

La vuelta “tampoco fue fácil; fue muy triste”. Tenía solo 24 años y al volver al continente todavía no tenía en claro todo lo que había ocurrido en Malvinas. Tres años después, finalmente, se dio de baja en la Armada.

“En 1985 me fui de la Marina. Después de Malvinas no se tomaba en cuenta el 2 de Abril ni el 2 de marzo (fecha del hundimiento del crucero Belgrano). Noté que todo lo que pasó no existía dentro de la Marina”, lamentó.

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El último barco al que subió dentro de la fuerza fue el ARA “Sarandí”, que no estuvo en Malvinas pero fue su último destino en la Marina. Su hijo Leandro acaba de terminar la réplica de este barco hace apenas dos meses y “es perfecta”.

Volver, como decía, fue difícil. “Perdí primos, amigos. Nos costó caer en la realidad y tomar conciencia de lo que había pasado”, dijo y agregó: “A los chicos de las escuelas que visitan el museo yo les digo que la guerra no sirve para nada, que no tendría que existir. Pero la otra parte del corazón me dice que para defender Malvinas iría otra vez y donde me toque. Es esa contradicción que tengo, es lo que marca el corazón”.

El excombatiente se emociona cada vez que nombra al crucero Belgrano: “Un grande, lo tengo muy metido en el corazón, me cuesta hablar sin quebrarme todavía”.

Aquella guerra intenta quedar atrás, presente pero lejos, resignificada. “Para eso -completó- están mis hijos, que son la alegría, los que me dan impulso; los que en vez de retarme por ‘perder tiempo haciendo barquitos’, vienen y me ayudan a armar el próximo”.

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