Miércoles 24 de abril | Mar del Plata
18/07/2015

Papelnonos, donde la vejez juega otro papel

La Fundación lleva 26 años resignificando a la tercera edad en Mar del Plata y cuenta con más de 70 grupos en el resto del continente. Jorge Strada, su fundador, compartió con QUÉ los alcances de este proyecto social y cultural en el que la música suena a través de la experiencia de vida.

Papelnonos, donde la vejez juega otro papel
(Fotos: Lucho Gargiulo)

Papelnonos es tal vez el ejemplo más cercano de lo que implica resignificar la vejez. Son viejos. A los Papelnonos no les asusta esa palabra tan temida y trágica. “Tragedia es estar vivo y no divertirse”, afirma el fundador de Papelnonos, Jorge Strada, al compartir con QUÉ un recorrido por los 26 años de historia de esta Fundación que en Mar del Plata logra que la vejez sea por momentos una melodía que suena desde adentro con manos arrugadas que construyen sus propios instrumentos y un coro de voces de papel.

Son cerca de las 15 y faltan pocos minutos para que ingrese el público a la sala “B” del centro cultural Osvaldo Soriano. Jorge enciende la música y los artistas repasan las figuras y coreografías que prepararon. Tienen entre 64 y 94 años, las mujeres son una amplia mayoría y los instrumentos hechos con papel brillan tanto como sus atuendos. Ensayan una canción y luego la otra. A veces olvidan algún paso o movimiento sobre el escenario y entonces hay que ensayar para que todo salga bien. Pero no, porque lo importante en Papelnonos no es hacerlo bien, sino divertirse. Ese es el concepto.

Eran los ’80, Jorge Strada tenía menos de 40 años y se desempeñaba como docente de psicología y música en la ex escuela Piloto. Se animó a idear junto a un grupo de alumnos de quinto año la posibilidad de hacer un relevamiento en Mar del Plata para ver qué opciones había para la tercera edad además de geriátricos y jubilados. “No había prácticamente nada”, se acuerda.

A partir de este estudio se contactó con la Universidad de la Tercera Edad que había sido creada en Toulouse (Francia). Lo invitaron a hacer un perfeccionamiento y parecía ser la oportunidad ideal para algo grande, pero el dinero para viajar no le alcanzaba y entonces vivir la experiencia no fue posible.

Sin embargo, tiempo después la vida lo cruzó con Pablo Bensaya (autor del libro “Instrumentos de papel“). Era el argentino que había inventado una novedosa técnica para construir instrumentos utilizando papel, como un recurso pedagógico para tener instrumentos sin gastar dinero.

Con el conocimiento en sus manos Jorge se acercó a otros docentes e instituciones y crearon un proyecto bastante simple que entonces se llamó Papelones, en 1988. Poco tiempo después -con la misma técnica- llegó Papelitos, pero algo faltaba.

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Jorge Strada, fundador de Papelnonos (Foto: Lucho Gargiulo)

“Se me ocurrió ir a un centro de jubilados. Pedí autorización, me la dieron y me encontré con un grupo de viejos. Al principio me miraban sin entender qué quería yo ahí. Pero les pude enseñar esta técnica de armar instrumentos con el papel y me di cuenta de que no solo podían hacer los instrumentos, sino que también podían tocarlos. Pero lo más importante es que se divertían. Eso marcó un comienzo fundacional”, relató Jorge Strada, quien poco tiempo después, en 1989, se convirtió en el fundador de Papelnonos, que hoy lleva 26 años en pie en Mar del Plata y que se replicó 70 veces en diferentes ciudades de la Argentina y también en México, Ecuador, Chile, Costa Rica y recientemente en Australia.

En 1989 los Papelnonos hicieron su primera presentación en público en el entonces centro cultural Juan Martín de Pueyrredon. El diario El Atlántico fue el primero en difundirlo y le dedicó una página completa a esa novedosa expresión del teatro musical hecha por adultos mayores que construían y tocaban sus propios instrumentos hechos con papel. Jorge todavía conserva el recorte del diario.

LA VEJEZ

No hay más tiempo para ensayar. Es la hora de la función y pese a que haga frío y tal vez no venga mucho público, hay que prepararse para salir a escena. Se ajustan detalles de último momento y las puertas del teatro se abren. El murmullo de los espectadores que entran invade la sala hasta que bajan las luces. Jorge presenta a los artistas y deja sonar los primeros acordes para que empiece el espectáculo. Es miércoles, son las tres de la tarde, afuera hace ocho grados y la sala, contra todo pronóstico, está prácticamente llena.

Es mucho más que construir instrumentos de papel. La experiencia en Papelnonos le permite a quienes integran la institución poder subirse a un escenario, recibir un aplauso y robarse las lágrimas de emoción del público, pese a tener -en algunos casos- más de 80 o 90 años.

“Lo más importante es que les permite pasarla bien”, remarca Jorge. Al descubrir que “a los viejos los empezaron a escuchar, lo cual no es poco, o que los miraran, que tampoco lo es, entendí que divertirse tiene una connotación mucho más profunda, porque implica salirse del vértice”, es decir, “salirse de aquello que se espera de un viejo”.

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Los miércoles los Papelnonos se presentan en el centro cultural “Osvaldo Soriano” (Foto: Lucho Gargiulo)

Tal vez lo mejor de todo sea que los instrumentos que tocan (flauta dulce, trompeta, cicus, trombones, etcétera), solo se parecen a los instrumentos formales y emulan o simulan el sonido de los mismos. Sin embargo, todos suenan prácticamente iguales. “Emiten casi el mismo sonido, eso es muy interesante. Ellos los hacen sonar. Lo que más suena es la vejez, un sonido interior”, relata con orgullo el fundador de Papelnonos.

UN PROGRAMA SOCIAL, EDUCATIVO Y CULTURAL

La Fundación Papelnonos funciona físicamente en 25 de Mayo 3172, donde los propios abuelos son voluntarios y manejan la Biblioteca Pública de Musica “Astor Piazolla”, cuyo gran tesoro, además de la sala de radiotratro, son las más de 40 mil partituras de todos los géneros que guarda y que son gratuitas. Entre ellas se encuentra la mayor parte de las composiciones del célebre bandoneonista marplatense que le da su nombre a la institución.

En este espacio se enseñan las técnicas para construir los instrumentos, se preparan las canciones y la música, se graban los radioteatros y se brindan talleres.

El lugar es patrimonio cultural de Mar del Plata y lo obtuvieron gracias a un convenio rubricado con el exintendente Elio Aprile. “Los viejos hacen dos horas de voluntariado porque quieren, porque les gusta, porque disfrutan de sentirse útiles. Están haciendo un servicio a la comunidad, aunque solo la gente y los músicos lo reconozcan”, aclara Jorge.

La aclaración viene de la mano de una crítica hacia las últimas gestiones municipales del área de Cultura. “Hace años que no recibimos ningún apoyo. Y no hablo de lo económico, sino de que ningún secretario de Cultura vino a preguntarnos cómo estamos, qué material tenemos o cómo trabajamos. Cuando cumplimos 20 años hubo un reconocimiento, pero después -y ya cumplimos 26- nada, no les interesó. Papelnonos para las autoridades municipales es algo que ya pasó. Pero los viejos están. La gente está. Las instituciones están”, manifestó.

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Todas las canciones que interpretan los Papelnonos son creadas por la propia Fundación (Foto: Lucho Gargiulo)

La contracara de esta falta de reconocimiento que señaló Jorge, fue la exposición pública que define como “un antes y un después” en la vida de Papelnonos: en 1996 el programa de televisión “Sorpresa y Media” les dio dos sorpresas: primero al grupo cuando sacó su primer disco (“Hola Sueños”) y luego al propio fundador, a quien hicieron reencontrar con su hermano después de 18 años de distancia.

“Toda esa exposición fue increíble -rememoró-. Nos empezaron a llamar de todos lados, viajamos a España a hacer funciones y me invitaron a Italia a dar charlas. En algunas épocas llenábamos el Teatro Colón y teníamos un grupo de unos 120 adultos estables en el grupo. Era entonces una alternativa para sentirese incluido sin que ‘te tomen examen’. Y nos dimos cuenta de que estábamos cumpliendo uno de los objetivos que era contrubuir a paliar esa soledad no buscada, a despertar ganas, a generar una motivación y que el abuelo dejara de ser alguien que solo cuidaba a su nieto y empezara a pensarse con una vida propia para seguir desarrollándose”.

LECCIONES DE VIDA

El público aplaude cada canción e intervención teatral. La función salió mejor que el ensayo, a la confusión de movimientos le ganó la sonrisa de los espectadores y las lágrimas de ver brillar a los viejos arriba del escenario dejaron sin sentido alguna mala jugada de la memoria. Suena un tango de papel, un candombe, una balada. El aplauso se repite y los artistas se despiden con una ovación de pié. Así suenan después de 26 años, tan jóvenes, tan viejos y tan nuevos como la primera vez.

La muerte no es un tema que esté ausente en Papelnonos. No solo se han hecho talleres sobre cómo enfrentarla, sino que así como la Fundación resignificó el concepto de vejez, también transformó -o busca transformar- el del miedo a morir.

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La edad promedio de los artistas es de 75 años (Foto: Lucho Gargiulo)

“Acá lo que hay son lazos de solidaridad, eso es un pilar. Algunos dicen que somos una gran familia. Muchos abuelos están solos o se sienten solos, pero acá cuando alguien cae enfermo lo llaman, lo acompañan y ese llamado es importantísimo. Entendemos y compartimos la visión de que no es una tragedia la muerte para nosotros, pese a que muchas veces nos toca de cerca”, explicó.

El concepto, claramente es otro: “Tragedia es que mientras estemos en vida, no lo pasemos bien. Y para cuando ya no pueden subir al escenario porque el cuerpo no se los permite, se crearon situaciones escénicas y canciones para que igual participen. Hay una energía de mutuo apoyo y se restablece algo que el viejo socialmente fue perdiendo, que es la interacción con el otro. Entonces procuramos que se vayan de la mejor manera”.

Para cerrar el recorrido por los 26 años de Papelnonos, Jorge Strada compartió una anécdota que lo marcó, una experiencia que más que un relato es, a su criterio, una lección de vida:

“Había ido a Bariloche para enseñarle a los viejos cómo era la experiencia de Papelnonos. En el segundo encuentro el grupo era bastante numeroso y había al fondo una persona con rasgos aborígenes, muy viejita, analfabeta. Y cuando llegó el turno en el que le preguntaba cómo se habían sentido, ella habló y dijo que al vivir este encuentro se había encontrado o reencontrado con la mamá. Pensé cualquier cosa… pero le pregunté por qué lo decía, y me dijo que había perdido a su mamá cuando tenía 8 años y que ahora, con más de 80 años, volvía a jugar como hacía con su mamá, porque nunca más había jugado. Volvió a jugar cuando entró a Papelnonos.

Dos años después hicimos un encuentro en San Juan. Estábamos hablando y me acordé de esa situación. Me puse a relatar esa historia como ahora la vuelvo a contar. Había más de mil personas en el lugar. De atrás, del fondo, levantó la mano una mujer muy viejita, con rasgos aborígenes y era ella, que había ido con el grupo de Bariloche. “Lo que cuenta Jorge, era yo“, le confesó a todos muy emocionada. Todos la aplaudieron. Yo me emocioné muchísimo… realmente son lecciones de vida”.

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