Comedores populares para enfrentar la crisis social Comedores populares para enfrentar la crisis social

Comedores populares para enfrentar la crisis social

Autor: Joaquín Lledó. Fotos: Lucho Gargiulo — 30 de diciembre de 2021

Roxana López tiene 45 años, siete hijos y, según vecinas y vecinos del barrio Nuevo Golf, un corazón enorme. Hace casi cinco años sostiene a pulmón un comedor que tres veces por semana le permite comer a unas 45 familias, a partir de la preparación de entre 250 y 300 viandas. El de Roxana es uno de los cientos de comedores populares que se replican en Mar del Plata y que exponen, ni más ni menos, la realidad que muchos parecieran no querer ver: la crisis social se profundizó a partir de la pandemia del coronavirus, el hambre es urgente y la falta de ayuda suficiente por parte del Estado se repite.

“No existimos para el Estado nosotros”, lamenta la mujer que brinda contención a familias enteras atravesadas por la vulnerabilidad social, no sólo desde lo alimentario, porque la asistencia trasciende a la comida y se extiende a ropa, a medicamentos esenciales para la vida de personas con graves cuadros de salud y a todo lo que se pueda conseguir para ayudar, ante la reiterada ausencia estatal.

Para Roxana, este año 2021 implicó tener que brindar una ayuda mayor en comparación con el peor momento de la pandemia. “Ayudar es para mí lo primero”, dice en medio de la cocina de su pequeña casa en el corazón de Nuevo Golf, al sur de una Mar del Plata que tiene aun 35% de su población en la pobreza y a un 13,2% en la indigencia, lo que equivale a 226.776 personas pobres y 85.899 indigentes.

Desde la humildad de una familia que se las rebusca para ayudar cada vez a más vecinos y vecinas, Roxana expresa un deseo básico: “Tratar de unirnos entre todos y hacer que la gente tenga lo mínimo, lo vital, el alimento, poder alimentarse”.

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Es un lunes de diciembre pasadas las seis de la tarde. Hasta hace minutos una larga fila de personas –muchas de ellas mujeres– ocupaba el terreno que antecede a su casa, en Cerrito al 4100, en busca de la comida del día: tarta de pollo.

Muchos ya llegaron y pudieron retirar sus viandas, algunos otros faltan llegar a buscarla y por eso Roxana sigue cocinando rodeada de colaboradoras que, al igual que ella, los lunes, miércoles y sábados tienen un compromiso ineludible con la solidaridad: desde las 10 de la mañana empezar a cocinar para que, al final de la tarde, a ninguna familia a las que asiste el comedor le falte su comida.

Mientras amasa y prepara las tartas, le cuenta a Qué digital que en abril de 2022 se cumplirán cinco años de funcionamiento del comedor, que empezó con atención solo los sábados, ya que tanto ella como su pareja durante la semana trabajaban y terminaban los estudios secundarios.

Roxana relata que la mayoría de sus siete hijos “ya están grandes” aunque tres de ellos son adolescentes y que eso la impulsa a ayudar y a “hacer algo” por los demás: “A mí me gusta hacerlo, siento hacerlo, me pongo contenta el día que tengo que cocinar”.

LAS NECESIDADES DEL BARRIO

En Nuevo Golf, como en muchos otros barrios, dice Roxana, el estallido de la pandemia hizo crecer la demanda alimentaria, que en parte se pudo ver contenida -por fuera de las donaciones particulares- por la organización de los Comités Barriales de Emergencia (CBE) a través de los cuales el Estado nacional, provincial y municipal aportaban periódicamente alimentos para más de 360 centros comunitarios o comedores en total.

“Al agregarse tanta gente fue de bastante ayuda”, recuerda Roxana y marca como punto de inflexión la decisión del gobierno municipal de diciembre de 2020 de recortar la entrega de los alimentos frescos, algo que a base de lucha se logró restituir parcialmente. “Se sufrió bastante”, señala.

Sin embargo, pasadas las medidas de aislamiento, con una economía sumamente afectada a nivel nacional y con un nuevo proceso de ajuste en marcha, las y los integrantes del comedor advierten que hoy tienen mayor demanda que en el peor momento de la pandemia.

“Ahora está habiendo mucha demanda, ahora estamos teniendo más que en la pandemia”, afirma Roxana y describe que la asistencia alcanza en muchos casos a familias con numerosos hijos e hijas, ocho, diez y hasta doce.

“No alcanza, no alcanza, llegan momentos en que nada alcanza”, se lamenta y repara en el escaso aporte, en función de la demanda, que recibe el comedor sólo a través del CBE y de donaciones que se esfuerzan en conseguir en múltiples sectores e instituciones.

Del comedor forman parte algunos integrantes y referentes del Polo Obrero Tendencia, organización que nuclea en total a ocho espacios barriales y para los cuales a lo largo de buena parte del año se llevaron adelante protestas contra el gobierno municipal para empezar a recibir aportes alimentarios.

“Nosotros desde la organización tratamos de ayudar un poco pero ahora no tenemos ni mercadería”, explica Diego, uno de los referentes. Y grafica que hace una semana recibieron mercadería por parte del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación que representó mil kilos de alimentos para dividir entre más de 200 personas y los ocho comedores: menos de cinco kilos por persona. El Polo Obrero Tendencia hasta finales de diciembre no recibía ningún tipo de asistencia del gobierno municipal.

Roxana pone en relieve que las necesidades alimentarias se transforman en las más urgentes pero menciona que la crisis social lleva a que también el comedor brinde otros tipos de asistencia como un “roperito” con ropa que logra recolectarse.

“Si alguien necesita y se compra unas zapatillas no come en todo el mes. A veces me dicen gracias porque se pudieron comprar las zapatillas porque saben que la comida parte desde el comedor”.

A lo largo de la charla a Roxana se le llenan los ojos de lágrimas muchas veces, porque toda la ayuda que brinda y encabeza parte, en definitiva, desde el dolor de ver -y sentir- la vida de muchas familias atravesadas por la vulnerabilidad y la ausencia de lo básico.

Hace unos días una mujer le agradeció a Roxana por lo abundante de las viandas ya que de esa manera podía separar algo de comida para los días en los que no funciona el comedor y así poder comprar unas zapatillas o algo de ropa o cemento o una ventana para tratar de avanzar en la construcción de su casa. La vulnerabilidad y la ausencia de lo básico.

La situación habitacional es otro de los emergentes extendidos en diversos barrios como Nuevo Golf. Cada vez que llueve fuerte, Roxana sabe que acudirán a ella familias a pedirle si tiene o puede conseguir algún colchón, alguna frazada, algo de ropa. “Cuando llueve, ves a todos sacando agua de las casas”, cuenta.

SOLIDARIDAD COMO PREMISA

Roxana y otras colaboradoras del comedor describen algunas situaciones límite que hacen a la salud y la vida de las personas. Hace unas horas una mujer que retira su comida y padece cáncer les contó -una vez más- que no llega a comprarse los medicamentos que necesita ya que los que les provee el Estado no le alcanzan.

Desde el comedor ya lograron ayudarla en otras dos oportunidades. “Es muy feo ver eso. Lo necesita para vivir un poco más por sus hijos, por su marido”, añade Roxana. Otra vez los ojos se le llenan de lágrimas y expone: “De esas necesidades hablamos”.

Quienes acuden al comedor a ayudarla también se ven en la necesidad de contar por qué dicen que tiene un corazón enorme. Entonces, una de ellas relata que es insulinodependiente y que en una oportunidad no podría comprar su insulina y que entonces Roxana se la consiguió. “La ayuda va mucho más allá del plato de comida, de lo normal”, dice.

Otra de las mujeres cuenta que llega hasta la casa de Roxana desde el barrio El Progreso, que es víctima de violencia de género, que el padre de su hijo no le pasa la mantención y que asiste allí para ayudar a otras personas en su misma situación y, a su vez, llevarse la comida para ella y su hijo.

Y así, otra relata que en el peor momento de la pandemia y de las restricciones ni ella ni una vecina tenían dinero para poder comprarle leche a sus hijos chiquitos y que cuando le contó a Roxana, ella fraccionó un paquete chico que tenía de leche en polvo para darle a las dos y ella quedarse con el sobrante.

LAS NECESIDADES DEL COMEDOR

“Hoy por hoy mucha gente está dependiendo de lo que se cocina acá”, define Diego y coinciden las colaboradoras del comedor. En algunas oportunidades son ellas mismas las que aportan algo que hace falta a la hora de preparar la comida, cuando las donaciones no alcanzan.

Tanta ayuda brindada deriva en necesidades para el comedor, como otra cocina -hoy todo se hace en la de la casa de Roxana- y ollas más grandes porque con las que cuentan ya no alcanza. También el comedor necesita garrafas, porque en muchas oportunidades es la de la propia casa de Roxana la que permite mantener la cocina en funcionamiento.

“Necesitamos una ayuda verdadera. La mayoría de los comedores cocinan una vez a la semana, cuando nosotros decimos que cocinamos tres nos miran con cara rara como diciendo cómo hacen”, destaca una de las mujeres. Roxana cuenta que actualmente también trabajan en poder hacer crecer la huerta que se encuentra al fondo de su casa.

“Siempre vamos a estar agradecidos por el corazón que tiene ella, por bancar todo lo que banca”, resume Diego y, otra vez, quienes rodean la mesa en la que ella sigue amasando coinciden: “Roxana vale oro, hay que hacerle un monumento”.

– ¿Qué representó este 2021 para vos y para el comedor?

– Roxana: Este año por más que hayan abierto todo por la pandemia la necesidad sigue estando; es más, está creciendo, no está aminorando. Ayudar es para mí lo primero, no teniendo, siendo de familia humilde, pero tenemos que tratar de unirnos entre todos y hacer que la gente tenga lo mínimo, lo vital, alimento, poder alimentarse.


CÓMO AYUDAR

Para colaborar con el comedor, se pueden comunicar al celular 223 3065057.