El año de la vacunación: de lo individual a lo colectivo El año de la vacunación: de lo individual a lo colectivo

El año de la vacunación:
de lo individual a lo colectivo

Autora: Julia Drangosch. Fotos: Lucho Gargiulo — 30 de diciembre de 2021

Si el 2020 estuvo atravesado por la llegada de una pandemia inédita que paralizó al mundo y cambió todos los paradigmas, el 2021 se transformó, sin lugar a dudas, en el año de la esperanza, gracias al avance de la vacunación contra el coronavirus.

La vacunación, como proceso individual, llevó a millones de personas en todo el mundo a recibir las correspondientes dosis, un proceso que estuvo en manos de profesionales de la salud y voluntarios y voluntarias. Y así, poco a poco, el miedo comenzó a convertirse en esperanza y la lucha contra el coronavirus sumó una nueva batalla que, si bien aún no está ganada, lleva varios casilleros avanzados.

Pero además de individual, la vacunación también es un proceso colectivo, no solo porque vacunarse es un acto de responsabilidad social, sino porque la puesta en marcha de una campaña de esta magnitud implica la coordinación, el ensamble y la articulación de miles de piezas en pos de un objetivo común.

Detrás de cada persona vacunada hay una historia –en muchos casos llena de incertidumbre y miedo, pero también de esperanza- pero detrás de cada uno de los trabajadores y trabajadoras que pusieron el cuerpo durante los últimos doce meses en el marco de la campaña de vacunación, también.

Acá no hay jerarquías, somos un todo. Llevamos casi 150 mil personas vacunadas y lo logramos de forma ensamblada. Y en función de eso logramos lo que hoy logramos, que es un orgullo, y seguro en un par de años vamos a tomar conciencia de lo que fuimos parte.

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Mariela Salinas habla con la convicción de quien sabe que vale la pena luchar y de quien lleva ya un tiempo recorriendo un camino atravesado por un concepto: el de lo colectivo. A sus 48 años, y después de haber trabajado “de todo” en su vida, coordina el vacunatorio que depende de la Región Sanitaria VIII y que está ubicado en Matteotti al 61, en un anexo de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP).

Su tarea es ardua e implica la coordinación y articulación entre las más de 50 personas que conforman el espacio donde aplican las vacunas contra el coronavirus. Sin embargo, dice y remarca, en el lugar “no hay jerarquías, ni chapas ni títulos”. “Somos un equipo: desde el que limpia a quien vacuna cumplimos un trabajo articulado para salir adelante”, asegura.

Mariela viene del trabajo territorial y su historia está atravesada por la militancia. Hace cuatro años se sumó a la organización social Los Sin Techo -dentro del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE)- y desde el primer día de la pandemia estuvo trabajando por quienes más lo necesitaban, en el marco del aislamiento decretado para prevenir la propagación de la enfermedad.

“Estuvimos trabajando desde el día uno en los barrios más vulnerables, conteniendo; siempre estuvimos en la primera línea de fuego”, recuerda y hace hincapié en el impacto que tuvo la pandemia en los sectores más vulnerables, es decir, en quienes se vieron más afectados por la imposibilidad de salir a trabajar para conseguir los ingresos necesarios para poder vivir o, en muchos casos, sobrevivir.

“En un principio durante el aislamiento no se sabía qué iba a pasar, había que aislarse, pero cuando dependés de otros y no podés, es difícil encarar eso para los sectores más vulnerables”, remarca y asegura que, gracias al trabajo territorial “quizás hoy las organizaciones sociales son vistas de otra manera porque fuimos quienes estuvimos en la primera línea de fuego”.

Para Mariela, “nadie se salva solo, en todos los sentidos”. Y esa, según cuenta, es la premisa que rige en el vacunatorio que coordina y donde, durante los últimos doce meses, se trabajó en la inoculación de los diferentes grupos poblacionales, en el marco del avance del plan de vacunación de la provincia de Buenos Aires.

“Nunca antes estuvimos en pandemia y tampoco tuvimos la posibilidad de accionar lo que siempre estuvimos militando”, reflexiona sobre el trabajo de quienes cumplen tareas en el lugar y asegura que si bien la esperanza es lo que caracteriza el proceso, lo cierto es que no todo fue tan sencillo.

“Hemos tenido casos en los que venían personas con covid positivo en el día para decirle a las chicas de la puerta: ‘Me dio positivo hoy pero tengo turno para vacunarme’”, relata sobre lo sucedido en los últimos 365 días y entonces destaca, una vez más, el trabajo mancomunado de todas las partes: desde quienes reciben a la gente hasta quienes vacunan, pasando por el personal de limpieza y el administrativo.

ENTRE LA ALEGRÍA Y LA PREOCUPACIÓN

En el Partido de General Pueyrredon, la campaña de vacunación que comenzó exactamente hace un año fue sumando con el correr de los meses diversos hitos, en especial a partir de mediados de 2021, cuando se aceleró la aplicación de vacunas, teniendo en cuenta la “liberación” de los turnos y la ampliación de los grupos poblacionales alcanzados.

Así, ya al 1° de diciembre un 92% de la población proyectada había iniciado su proceso de inmunización contra el coronavirus. Y hacia fin de mes eran unas 565 mil las personas que habían recibido una dosis, en tanto 460 mil ya contaban con el esquema completo.

En ese sentido, y en el marco del operativo de vacunación desarrollado a nivel bonaerense, desde diciembre rige la “vacunación libre”, sin la espera de turnos, para primeras y segundas dosis para todas las personas mayores de 3 años. También se implementó la vacunación mediante la asignación de turnos con terceras dosis (personas con inmunodeficiencias y mayores de 50 que hayan sido vacunadas con Sinopharm) y dosis de refuerzo, medida que alcanzará a toda la población ya inoculada.

En este contexto, y mientras la campaña avanza, Mariela recuerda los primeros meses de trabajo, cuando la incertidumbre todavía era moneda corriente: “Cuando recién arrancamos había muy poca información, no se tenía del todo claro el tema del mecanismo de contagio: esto fue todo sobre la marcha, día a día, fuimos aprendiendo a la par y hoy por hoy ya tenemos construido cierto conocimiento, que por ahí en un principio no teníamos y eso hace que podamos llevarle tranquilidad a la comunidad”.

Entonces, para la trabajadora del vacunatorio lo cierto es que “hoy podemos respirar un poco más tranquilos”. “Hoy podemos decir que desde la parte de salud ‘lo estamos logrando’. Y a diferencia de lo que pasó en otros países no hemos tenido un colapso de camas ni del sistema de salud. Dentro de la precariedad que teníamos, hoy estamos mínimamente ganando una batalla”, advierte.

En el marco de esa batalla, y tras un 2021 atravesado por la vacunación, las sensaciones en el vacunatorio ubicado en el anexo de la UNMdP -que inicialmente y durante varios meses funcionó en la sede de la Facultad de Arquitectura, en el Complejo Universitario- son contradictorias. Es que si bien “el 2021 representa un poco de alegría porque llevamos un número considerable de vacunados”, lo cierto es que todavía hay un porcentaje importante de la población que no quiere vacunarse. Y eso, entonces, genera alerta y preocupación.

“Todavía queda un remanente medio duro”, se sincera Mariela respecto a quienes no quieren aplicarse las vacunas. Y repara en cómo la pandemia, más allá del estatus social, puso sobre la mesa “que todos somos vulnerables”, independientemente de los recursos económicos o de las condiciones socioeconómicas.

“Por eso, ver personas que no quieren vacunarse o que nos insultan -porque hemos tenido situaciones así, son las menos, pero hacen mucho ruido- la verdad es que nos apena mucho porque esto es algo nuevo y nosotros desde nuestro pequeño granito de arena lo hacemos pensando en el otro, siendo conscientes de que nadie se salva solo”, asegura, antes de completar: “Tenemos que tener conciencia social no solo a partir de uno mismo, sino de todos”.