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CORONAVIRUS, EN FOCO

ESENCIALES SOBRE RUEDAS,
PRECARIZADOS Y DESPROTEGIDOS

La pandemia en Mar del Plata

CORONAVIRUS, EN FOCO

ESENCIALES SOBRE RUEDAS,
PRECARIZADOS Y DESPROTEGIDOS

La pandemia en Mar del Plata

27/09/2020

Desde el inicio de la pandemia de coronavirus, la actividad económica en los distintos ámbitos se redujo a niveles históricos en todo el país, aunque hubo sectores que prácticamente nunca dejaron de trabajar pese a la cuarentena. Tal es el caso de los repartidores de delivery y particularmente de aquellos que trabajan para las aplicaciones: a pesar de ser considerados esenciales, la cuarentena evidenció aún más la precarización que sufren, el nivel de desprotección y la falta de regulación, en medio de un contexto sanitario y socioeconómico crítico.

El reciente anuncio del retiro de Glovo de Argentina y de toda América Latina hará que en Mar del Plata en los próximos meses solo funcionen dos de estas aplicaciones: PedidosYa, que se haría cargo de los glovers, y Rappi, la última en llegar a la ciudad, en junio de 2019. Otras aplicaciones de menor relevancia en el mercado como Wabi o Uber Eats -el “brazo” de delivery de la cuestionada plataforma de viajes- aún no llegaron.

La cantidad exacta de trabajadores que pertenecen a cada aplicación es difícil de medir por dos cuestiones. Por un lado, muchos de los repartidores trabajan para más de una y, sumado a la inexistencia de responsables locales de las firmas, saber con precisión cuántos trabajadores hay detrás de las cuentas activas es más que difícil.

Según los relevamientos del Sindicato de Cadetes, Motoristas y Mensajeros (Sicamm) el número total ronda los 600 trabajadores en las apps, a quienes se suman otros 400 que realizan el ahora llamado “delivery tradicional”.

“Nunca paramos de trabajar. Desde el día 1 de la cuarentena. En la pandemia se ve que somos un trabajo esencial, con la diferencia de que no estamos regularizados”, graficó Alan Veltri, secretario gremial Sicamm, una de las organizaciones sindicales y espontáneas que además de agruparlos buscan mejores condiciones para las y los repartidores, sobre todo ante este contexto.

Las aplicaciones de delivery sirven como una vía rápida de generar ingresos, principalmente a jóvenes con algún medio para trasladarse, y sobre todo en una ciudad con altos índices de desocupación y dificultades para acceder a un empleo formal, variables que lógicamente se vieron agudizadas por los efectos de la pandemia en el país y en el mundo.

Es entonces cuando esta salida laboral choca de frente con la vulnerabilidad del trabajador y del propio Estado frente a las aplicaciones, a quienes exigirles derechos o mejores condiciones laborales se vuelve prácticamente imposible.

Y el contraste se evidencia aún más cuando en medio de la cuarentena, mientras para la clase trabajadora crecen las necesidades, para las firmas multinacionales las ganancias suben casi sin impedimentos. La fórmula es simple: mayor demanda de estas modalidades de consumo, precios que para los usuarios ya se incrementaron más del 100% en los últimos dos años, comisiones a los comercios que rondan el 35%, tarifas congeladas para los repartidores y nadie a quién reclamar.

REPARTIDORES EN MAR DEL PLATA

+600

Trabajadores de aplicaciones

+400

Trabajadores de delivery tradicional

*Según datos del Sindicato de Cadetes Motoristas y Mensajeros (Sicamm)

ESENCIALES SIN PROTOCOLOS NI INSUMOS DE PROTECCIÓN

Un concepto que se incorporó al lenguaje diario del mundo del trabajo en cuarentena es el de “protocolo sanitario”, un requisito que se les exige a todas las actividades económicas que tienen habilitación para trabajar. A grandes rasgos, son guías de acción frente a la pandemia que pueden incluir alguna mínima capacitación y elementos de bioseguridad para cuidar a los trabajadores y que éstos, a su vez, no se conviertan en transmisores involuntarios del virus.

En muchos casos los protocolos fueron moldeados, consensuados y hasta luchados por los gremios de cada sector. En el caso de las aplicaciones, frente a empleadores que desconocen a sus empleados y ante la imposibilidad de tener a quién acudir o reclamar, la realidad se traduce en una situación de precariedad sanitaria.

En cuanto al “protocolo”, tanto en Rappi como en PedidosYa los repartidores de Mar del Plata recibieron solo un mail con indicaciones básicas y no mucho más. Por su parte, los insumos de protección como barbijos o alcohol en gel, brillan por su ausencia: en Rappi fueron entregados a sus repartidores en el inicio de la pandemia, pero nunca volvieron a recibirlos, pese al inicio de la etapa de circulación comunitaria del virus en Mar del Plata. En PedidosYa la cuestión se repite: solo entregan una reducida cantidad y no a todos los trabajadores.

Otra de las cuestiones que atraviesa al mundo del trabajo en la pandemia es qué ocurre con los trabajadores que se enferman de covid-19 y cuál es el rol de los empleadores, para lo cual la declaración de enfermedad profesional allanó un camino importantísimo en las relaciones laborales.

En las aplicaciones, más allá de la “lógica” ausencia diaria de controles de temperatura y sintomatología, los trabajadores cuentan que tanto Rappi como PedidosYa presentan un “fondo de emergencia” para garantizarles ingresos a los partners que contraigan covid-19.

Si bien parece un avance en materia de derechos laborales, no es más que una excepción: por su calidad de monotributistas, si contraen cualquier otra enfermedad que no les permita salir a repartir, carecen de toda cobertura y, en consecuencia, dejan de percibir ingresos.

“Somos monotributistas, estaríamos tercerizados. No somos empleados de la empresa pero trabajamos independientemente. Hay obras sociales que toman a los monotributistas, pero no son las más demandadas. Hoy en día las empresas no se hacen cargo de eso”, contó Federico, repartidor de Rappi.


EL TIEMPO, LA SUPUESTA LIBERTAD Y EL RIESGO LATENTE

Las bajas comisiones que cobran, sobre todo tras dos años de tarifas congeladas y en algunos casos módicos aumentos, los hacen estar horas y horas en la calle en busca de nuevos pedidos. Esa necesidad de trabajar cada vez más para cobrar lo mismo va de la mano con los nuevos hábitos de consumo -cada vez más consolidados y en auge en la pandemia- que les permitieron aumentar lógicamente la demanda a las empresas ante el confinamiento.

“Hay días que son complicados, estás todo el día en la calle, expuesto a un montón de cosas. Yo cuando arranqué hacía 10, 12 horas por día. Para que te sirva tenés que laburar 60 o 70 horas por semana. En promedio, dependiendo de la demanda podés sacar más o menos, 40 o 50 mil pesos por mes, pero a eso tenés que descontarle todos los gastos. El cálculo que hacemos los repartidores es que el 30% de lo que hacemos es para gastos de la moto, entre nafta, seguro, el monotributo, el teléfono, service general. Más o menos son unos 10 mil pesos”, cuenta Matías, repartidor de Glovo y PedidosYa.

En cada viaje, las aplicaciones tienen una tarifa base que por ejemplo, en el caso de PedidosYa, es de 55 pesos que se dividen en dos: 25 pesos por el retiro y 30 al entregarlo. A eso se le suma el adicional por kilómetro y, en caso de un buen posicionamiento, los extras por ranking que no superan los 10 pesos. Un pedido promedio, calcula Matías, ronda los 70 pesos.


No difiere tanto la situación de los perfiles de repartidores que al utilizar bicicletas no tienen importantes gastos de mantenimiento. Federico es uno de ellos y trabaja para Rappi desde la llegada de la aplicación a Mar del Plata a mediados de 2019. Cuenta que las bicicletas suelen trabajar entre 10 u 11 horas para llevarse alrededor de 1.400 pesos diarios. “Este trabajo depende mucho de lo que hagas, para lo que vos factures. Entonces si uno trabaja 8 horas por día podés llegar a tener hasta 24 mil pesos por mes más o menos. Ayuda mucho la propina del cliente”, graficó.

Lejos de ser simples cuentas sobre ganancias y costos, estos números traen aparejado un contexto de desprotección importante: carentes de cualquier convenio colectivo de trabajo, si no trabajan, si se enferman o si quieren tomarse vacaciones, los repartidores no cobran.

TARIFAS POR APLICACIÓN

PedidosYa

• Tarifa base: $55

• Extra según ranking: $5 - $10

• Extra por kilómetro: $5 - $25

• Extra por hora de conexión: $9 - $15

Glovo

• Tarifa base: $42

• Extra por kilómetro recorrido: $13

• Extra por minuto de espera: $1

Rappi

• Tarifa base: de $38,5 - $53

• Diferentes extras por kilómetro y horas de “alta demanda”

Es una “libertad” o “independencia” que no todos los repartidores reprochan y que incluso muchos podrán argumentar que se condice con su condición de monotributistas. Sin embargo, no se trata de una modalidad de contratación “nueva” o particular que tiende a la independencia económica: se trata de esconder una relación de dependencia que en realidad existe. Y así queda plasmada, por ejemplo, en el régimen de penalizaciones.

Es que otra manera de no cobrar es ser penalizado por las empresas, penalizaciones que pueden recaer sobre las cuentas de las y los repartidores por rechazar pedidos, demorar o tener alguna complicación con las entregas. Implica suspensiones temporarias que les impiden tomar pedidos o que llevan a que se carguen los costos de la mercadería sobre los propios trabajadores.

PEDIDOSYA

Con la incorporación de Glovo a su órbita, su alcance pasará a ser casi monopólico. Para potenciar el posicionamiento frente a los usuarios PedidosYa establece un ranking entre los repartidores y lo utiliza para incentivar y ajustar su trabajo en función de un servicio “más eficiente”. Así, los repartidores se ven obligados a aceptar las horas de trabajo que demanda la aplicación para subir en el ranking y cobrar más. Las demoras o percances en el pedido, disminuyen la calificación de los trabajadores.

El pago de PedidosYa es una vez a la semana y su tarifa base en cada pedido es de 55 pesos. Desde mediados de 2019 paga un extra que va de 5 a 10 pesos para los de mejor ranking y, desde diciembre, agregó un adicional por kilómetro. No obstante, también les restan alrededor de 12 pesos por día por un “seguro” que, según contaron los repartidores, al día de hoy no ha servido para cubrir accidentes.

En sus primeros meses en Mar del Plata, PedidosYa sólo tenía una flota limitada de trabajadores declarados bajo relación de dependencia y en blanco. Desde diciembre de 2018, sin embargo, se volcó únicamente a sumar repartidores freelance. Entre los trabajadores también están los shoppers, encargados de preparar pedidos, por ejemplo, en supermercados.

Se trata de la aplicación de mayor alcance en la ciudad. Los pedidos en Mar del Plata llegan a sectores de Punta Mogotes al sur, Félix U. Camet hacia el norte, y algunos puntos particulares más allá de la avenida 180, hacia el oeste.

Incluso hubo casos de cierres de las cuentas: “Las cierran porque interpretamos que hay más repartidores que pedidos, entonces tienen que buscar la manera de achicar el personal. Si vamos a lo cierto es una empresa. Y los compañeros por más que sean monotributistas trabajan en dependencia con ellos. Si vos no tenés la cuenta no podés trabajar”, señaló al respecto Alan Veltri, titular del Sicamm. Por ejemplo, en el caso de PedidosYa, hubo cierres de cuentas por denuncias de clientes que dicen no haber recibido el pedido para ser recompensados por la empresa.

A ese régimen se suma el de las puntuaciones: cuanto más rápida es la respuesta del repartidor y más pedidos acepta, más cobra. Todo contribuye a generar una mayor exigencia y, en consecuencia, más tiempo en la calle, con todo lo que eso implica en este contexto de riesgo no solamente sanitario, sino también al aumentar las posibilidades de chocar o de sufrir robos en calles con menor circulación por la cuarentena.

En los accidentes, la cobertura es prácticamente nula. Los trabajadores aseguran que los seguros son muy difíciles de cobrar. “Si chocás o te enfermás te tenés que hacer cargo vos. No hay ningún seguro que te brinde la empresa. Todo sale de nuestro bolsillo. Las aplicaciones que tienen seguro es muy difícil que te cubran”, contó Matías.

En cuanto a los robos, lo único que está asegurado es la mercadería que trasladan. “Pero la plata, el celular o la moto es nuestra responsabilidad”, agregó. Por su parte, Federico comentó que una vez le robaron su bici, pero que los principales robos son a las motos y ya hubo alrededor de 20 casos.

El tema de la inseguridad fue justamente uno de los más reclamados por los trabajadores que, ante la falta de respuesta de las aplicaciones, buscaron ayuda en el Municipio: “Estamos viendo la manera de llegar al Municipio para que nos den una mano. La inseguridad nos toca a todos en cualquier lugar. Los compañeros que están con la moto y una cajita, lamentablemente son un centro de atención, sobre todo en la cuarentena que aumentaron los robos de una manera impresionante”, señaló Veltri.

LOS RECLAMOS, LA ORGANIZACIÓN Y LA SINDICALIZACIÓN

Otra de las cuestiones que hacen a la particularidad de las aplicaciones es su “invisibilidad”, la ausencia de responsables directos de las firmas en Mar del Plata más allá de la presencia de coordinadores regionales, sin un espacio físico y sin la capacidad para resolver muchas de las cuestiones estructurales que hacen a la relación empresa-repartidor. Por ejemplo, Federico cuenta que los reclamos “son impersonales”, algo que les trae complicaciones ya que los reclamos se hacen únicamente a través de soportes virtuales.

Por su parte, Matías señaló: “Nosotros pudimos hacer reclamos. Con Glovo pudimos hacer llegar nuestros problemas día a día. Fue un avance porque nosotros acá en plena pandemia no teníamos a quién reclamarle. Pero igualmente cuesta que te den una respuesta válida”. A su vez reparó en que si bien PedidosYa cuenta con encargados, sólo se dedican prácticamente a solucionar problemas técnicos. “No te arreglan los reclamos puntuales que tengas como los salariales; eso te dicen que depende de Buenos Aires”, explicó.

Así, esta situación se traslada directamente a las posibilidades de abordar esta problemática por parte del Ministerio de Trabajo: “Si hoy vienen los repartidores y hacen una denuncia, ¿a quién citamos para que venga y se siente en una audiencia? Incluso cuando estás frente a una persona que no tiene trabajo registrado podés iniciar inspecciones laborales, e intimás a la empresa a regularizar su situación, existe legislación”, cuestionó Raúl Calamante, coordinador regional de la dependencia bonaerense, quien además consideró que esta existencia “fantasmal” de los responsables representa “una de las mayores dificultades”.

Es en este contexto que un fenómeno mundial como son las organizaciones de repartidores también tuvo su réplica en Mar del Plata, donde no solo son una realidad sino que llegaron a protagonizar manifestaciones simultáneas a nivel continental. En la ciudad, las movilizaciones en reclamo de mejores condiciones laborales empezaron a tener cada vez más peso en la segunda mitad del 2019, y ya en el 2020 y con la cuarentena en vigencia, la seguridad ganó un lugar importante entre las consignas.


En Mar del Plata, la primera organización fue Glovers Unidos Argentina, de la cual Matías fue referente, aunque rápidamente trascendió a Glovo para unir a repartidores de todas las aplicaciones hasta cambiar su nombre a Red Apps Unidos Argentina: “Al ver que de las demás aplicaciones también se querían sumar, nos dimos cuenta que la lucha era general no de una aplicación”, recordó Matías.

Aún bajo el nombre de Glovers Unidos Argentina, la organización se ocupó de presentar un escrito ante las oficinas locales del Ministerio de Trabajo de la Provincia, a cargo de Calamante desde el cambio de gestión en diciembre de 2019. En la presentación, pusieron en conocimiento del Estado las condiciones en las que trabajan, explicaron cómo es su situación en medio de la pandemia y cuáles son sus principales demandas.

GLOVO

Glovo -que desde noviembre dejará Latinoamérica- además de las tarifas planas implementa un sistema de puntos, con 100 como máximo nivel. Cuanto mayor es la puntuación del repartidor, más chances tiene de elegir las horas a trabajar y el horario en el que las cumplirá. Las penalizaciones, además de coartar las posibilidades de trabajar libremente, afectan esa valoración. Un sistema de puntos que, denuncian, es utópico.

Los pagos de Glovo son cada dos semanas, en efectivo y en depósitos a las cuentas de los repartidores. Las tarifas base por pedido son de 42 pesos, en tanto que cada kilómetro recorrido desde que se retira el pedido es de 13 pesos. Además, a partir de los cinco minutos, el minuto de espera es de 1.

Aunque no les restan dinero por un seguro de accidentes -que hasta el momento no cubrió ningún caso- sí se les restan 290 pesos quincenales, un “impuesto” que les cobra la app a sus repartidores por el uso de la plataforma en sus teléfonos.

Pero también la sindicalización de los trabajadores fue otro de los puntos en los que Mar del Plata tuvo un protagonismo importante ya que, además del Sicamm, un grupo de trabajadores se afilió al Sindicato de Empleados de Comercio, en sintonía con lo que ocurrió en otras ciudades del país, como Rosario.

“En este contexto de precariedad y profundización de las empresas del no reconocimiento de los derechos de la gente, nosotros aportamos nuestro pequeño granito de arena, entendiendo que al igual que al teletrabajo, hay que darle un marco normativo a la actividad. Eso es fundamental a la luz de que existe una explotación a los jóvenes que eligen estas formas. Nosotros dentro de lo que pudimos hacer empezamos a trabajar con un grupo de PedidosYa, donde hay una mezcla de personas en relación de dependencia y monotributistas”, explicó Guillermo Bianchi, secretario general del sindicato.

“Los jóvenes han abrazado estas formas de trabajo con mucha intensidad. Y ahora empezamos a ver los resultados: las plataformas pueden mutar rápidamente, modificar sus condiciones laborales y económicas de forma inmediata por la ausencia del espacio, el no lugar, como le decimos nosotros. A veces tenemos a quién acudir, a veces no. Hay representantes de las empresas en la ciudad, pero no los encontrás en un espacio físico y principalmente los encontrás por teléfono. Pero las respuestas son muy escasas porque todo se maneja en Buenos Aires”, agregó y reparó en las dificultades que estas características particulares presentan para la actividad sindical.

UNA COOPERATIVA COMO ALTERNATIVA

En el marco de la pandemia, el Sindicato de Cadetes Motoristas y Mensajeros (Sicamm) de Mar del Plata impulsa una alternativa mediante la conformación de una cooperativa de repartidores llamada Costa del Sol.

A través de ella, desde el sindicato buscan agrupar a repartidores para “poder trabajar y generar nuestros propios derechos como ART, obra social, aportes”. “Va a cambiar todo. Estamos dándole forma para todo aquel que se quiera sumar”, adelantó Veltri, referente del sindicato.

Además de la idea de agruparse para gestionar bajo el control de los repartidores sus propios viajes y trabajos, apuntan a generar una aplicación propia, 100% marplatense, y presentarse así como una alternativa real, terrenal y más “humana” a las multinacionales.

LA REGULACIÓN DE LA ACTIVIDAD PARA PONER FRENO A LA PRECARIZACIÓN

La falta de regulación de la actividad se suma a las condiciones de contratación y a la ausencia de responsables, en lo que son las principales dificultades a la hora de reclamar o ampliar los derechos de los repartidores. “No hay un marco normativo, entonces es una situación atípica, sin fronteras lógicas. Las fronteras te las mandan las leyes, los decretos o los convenios colectivos de trabajo que te permiten establecer límites. Los límites en estas actividades no existen”, graficó al respecto Bianchi.

Frente a ese vacío legal que no permite mayores cambios efectivos o soluciones en su presente laboral, igualmente meses atrás los repartidores se presentaron ante el Ministerio de Trabajo, ante quien dejaron por escrito el detalle de cómo es el trabajo en cada aplicación.

RAPPI

Además de las tarifas mínimas de cobro, que parten de los 40 pesos y se incrementan en base a las distancias y horas de “alta demanda”, el “incentivo” de la aplicación para que sus repartidores trabajen más es una “tasa de aceptación”, que consiste en permitir a los repartidores hacer más pedidos en tanto acepten la mayor cantidad de viajes. Según indicaron, el repartidor tiene 30 segundos para aceptarlo, y en caso de no hacerlo se lo desconecta por “inactividad”.

Rappi tiene dos modalidades de pago: puede hacerlo una vez que el repartidor acumule cierta cantidad de pedidos o bien de manera quincenal.

Su política de seguros es destacada por los repartidores, ya que no cobran ningún extra. No obstante, aunque tienen cobertura en gastos médicos, no ocurre lo mismo con la rehabilitación. De todas maneras, aseguran que es muy difícil que la aplicación cubra la totalidad de los gastos.

En cuanto al alcance de Rappi, sus zonas de cobertura están circunscritas a los principales centros comerciales y comercios. A grandes rasgos, su actividad está delimitada por el cruce de Juan B. Justo y la costa y el cruce de las avenidas Jara y Constitución.

Su titular, Raúl Calamante, entendió que la principal medida que tiene que tomar el Estado para poder dar una respuesta efectiva es la regulación, tal como sucedió con el teletrabajo, otra de las modalidades que tuvo su auge en el marco de la cuarentena. “Esto se ha sumado al teletrabajo y a distintas formas que buscan ir rompiendo los convenios laborales. Son formas de flexibilización laboral en las cuales no hay posibilidad de tener un seguro, vacaciones, aportes jubilatorios. Cada uno de los chicos que entra en este sistema entra como monotributista”, explicó Calamante a este medio.

En ese marco, no son pocas las dificultades con las que se encuentra el Ministerio a la hora de brindar una respuesta a los reclamos: “La mayoría de las veces vos no tenés ni siquiera con quién discutir; cuando vos buscás un responsable es como que se diluye, como que te perdés en el entramado de la misma aplicación. Nosotros creemos que hay un vacío legal en este sentido y que hay que legislar”, remarcó.

Además, el crecimiento de estas modalidades en la pandemia expuso aún más los niveles de precariedad laboral que reproducen. “Apuntan a flexibilizar, a recortar derechos, a pagar menos, a hacerse cargo de menos responsabilidades y a no tener un límite claro en lo que es la carga horaria o la responsabilidad de la empresa en cuanto a  hacerse cargo de la salud de los trabajadores”, puntualizó.

Si bien Calamante destacó los avances que hubo en los últimos meses en torno al teletrabajo, también advirtió que aún falta alguna norma para este sector. “Nos falta avanzar en proyectos que se puedan debatir para poder regular todo lo que está ligado a este tipo de aplicaciones”, dijo y puso el énfasis en la herencia precaria en materia laboral recibida de la gestión de Cambiemos y en cómo eso influyó en el aumento de la demanda de trabajo de estas plataformas.

“Esto es un gran tema a tomar por las legislaturas. Incluso los concejos deliberantes podrían dar alguna señal en este sentido, regulando el tránsito o distintas cuestiones. Se puede legislar, tenemos que explorar y trabajar”, añadió.

Por último, el funcionario del Ministerio de Trabajo definió: “Los que te la quieren vender como la modernidad, lo nuevo, no es así. Lo nuevo y las nuevas formas del trabajo tienen que estar al servicio del hombre. El trabajo es fundamental. En la sociedad que vivimos es la forma en que se redistribuye la riqueza, y tenemos que trabajar en fortalecer ese esquema con plenos derechos”.

Las aplicaciones de delivery llegaron a Mar del Plata, se instalaron y hoy son una realidad. Además, presentan una curva de crecimiento que difícilmente se desacelere por el tan demandado servicio que aportan en medio de la cuarentena y ante la situación sanitaria actual.

Frente a este escenario, apremia la necesidad de que el Estado se involucre y finalmente establezca fronteras tangibles a empresas que hoy, como expresan desde distintos sectores, no tienen límites. De lo contrario, las aplicaciones de delivery seguirán reproduciendo la precariedad laboral a través de firmas multinacionales que encuentran en estos tiempos de crisis, de necesidad y sobre todo de pandemia, tierra fértil para explotar trabajadores al menor costo posible.