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01/08/2021

Antonio Mónaco, a 40 años de Teatro Abierto: “Sigo creyendo en la resistencia”

El director realizó un conversatorio en Cuatro Elementos para rememorar el ciclo que a pesar del incendio del Teatro del Picadero se llevó adelante en 1981 y marcó un hito.

Antonio Mónaco, a 40 años de Teatro Abierto: “Sigo creyendo en la resistencia”
(Fotos: Qué digital)
Alina Rodríguez Martín

Por: Alina Rodríguez Martín

A 40 años de Teatro Abierto, el movimiento de artistas de la ciudad de Buenos Aires que significó un hito colectivo de resistencia, el icónico director Antonio Mónaco recordó en el espacio teatral Cuatro Elementos cómo se gestó el ciclo, ahondó acerca del incendio que afectó a la sala que lo gestionaba y se refirió al resurgimiento gracias a la solidaridad de artistas para concretar la manifestación artística y cultural en plena dictadura cívica militar.

“Teníamos miedo pero también la necesidad de manifestarnos. A 40 años de Teatro Abierto sigo creyendo en la resistencia”, destacó Antonio Mónaco durante el conversatorio que organizó este miércoles el espacio teatral Cuatro Elementos. Dado que las reservas agotaron el aforo permitido por la pandemia de coronavirus y para que nadie se quedara afuera, el evento fue transmitido en vivo por el Instagram del centro cultural y también por el perfil de Attra Sudeste.

Antonio Mónaco, uno de los hacedores imprescindibles del movimiento que significó un hito colectivo de resistencia en la historia teatral contemporánea en nuestro país, repasó brevemente el contexto histórico que se atravesaba en ese momento y contó cómo hacían para hacer teatro en medio de censuras, persecuciones y personas que desaparecían. “Todo lo grupal era sospechoso, sobre todo los grupos de arte. Se habían reformado los planes de estudio y estaban prohibidos autores argentinos”, evocó.

Luego del golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976, en plena calle Corrientes un cartel luminoso en el Obelisco señalaba: “El silencio es salud”. En ese momento, Mónaco recordó que “las salas con espectáculos tenían amenazas de bomba, o tiraban pastillas de Gamexane debajo de las butacas y había que desalojar porque el humo invadía las salas”.

 

El miedo sobrevolaba el ambiente en general y según expuso el docente y director, las salas no podían arriesgarse por lo cual la cartelera era bastante “pobre” y había obras “pasatistas o solo para entendidos”. “Javier Portales hacía una obra que era una reunión de amigos de la secundaria, en un momento cantaban la marcha de San Lorenzo, por eso los milicos clausuraron el teatro”, ejemplificó.

“SABÍAMOS QUE PASABAN COSAS DURANTE LA NOCHE”

Corría el año 1980, Antonio Mónaco ofrecía clases de teatro en un estudio que se encontraba en un edificio céntrico. Después de las 18 comenzaban los ejercicios, y en el silencio de la noche se intensificaban el ruido de frenadas abruptas, los gritos y los tiros que de a poco se fueron silenciando, porque de alguna manera comenzaron a ser parte de la rutina diaria.

“Sabíamos que pasaban cosas de noche, me cuesta trabajo entender que hay gente que dice que no sabía lo que pasaba”, analizó el director.

La autocensura se fue instalando de a poco. “Empezaron a faltar alumnos, una vez un padre vino a preguntarme por su hijo. Desaparecieron amigos”, expuso frente a las pocas personas que asistieron al conversatorio presencial y cientos que pudieron compartir a través de sus dispositivos móviles.

Con la necesidad y premisa de hacer teatro, Antonio Mónaco junto a un grupo de estudiantes alquiló una casa y la remodelaron para montar un espectáculo. Ante la prohibición, lo primero que hizo el director fue presentarse en la comisaría que estaba a unos metros para oficializar la actividad que llevarían a cabo.

Así surgió montar un espectáculo de pocas palabras y muchas imágenes. “No quería que la palabra fuera un anzuelo que mordiéramos”, sostuvo. Así se baso en el tríptico del Bosco “El jardín de las delicias” y el texto que se desarrollaba en dos páginas  partía de un cuento de Edgar Allan Poe. Pero para su estreno surgió la idea de presentarlo en un espacio poco convencional, en el Pasaje Rauch, ubicado entre Avenida Corrientes y Callao.

Junto a una de sus alumnas, Guadalupe Noble, compraron y armaron lo que fue el Teatro del Picadero. “Las dos premisas eran que fuera la estructura de un circo, rememorando los inicios del teatro y que la escenografía fuera desmontable”, compartió.

TEATRO DEL PICADERO, UN ESPACIO DE RESISTENCIA

El Teatro del Picadero fue un teatro de la ciudad de Buenos Aires que surgió a comienzos de la década de 1980 y fue conocido por ser la sede de Teatro Abierto, un ciclo que se enfrentó a la dictadura militar.

El 21 de julio de 1980, el establecimiento fue inaugurado por iniciativa del director Antonio Mónaco y la joven actriz Guadalupe Noble, que querían fundar un espacio de teatro independiente que se alejara de los cánones del teatro convencional. “Queríamos expresarnos con cuidado”, aseguró el director.

En la semana previa a estrenar su espectáculo, decidieron compartir otras actividades. Así pasaron actores, actrices y artistas musicales que estaban prohibidos como Pepe Soriano, Luis Brandoni, Inda Ledesma y también se presentó Marilina Ross que volvía recientemente del exilio. Según el propio Mónaco se trató de una “arriesgada y jugada programación”. A la semana siguiente de inaugurar se estrenó “Los siete locos “de Roberto Arlt.  “El rock estaba muy mal visto  y era para poca gente así cada jueves pasaron por Del Picadero Carlos Cutaia, Andrés Calamaro, Charly García y Rubén Rada”, sumó.

“Recibíamos amenazas telefónicas pero resistimos y seguimos adelante”, agregó.

A 40 años de Teatro Abierto Antonio Mónaco recordó cómo se gestó

TEATRO ABIERTO, UN CICLO DE RESISTENCIA

La popularidad de Teatro del Picadero se dio al año siguiente, cuando un grupo de dramaturgos, directores, escenógrafos, técnicos de la escena y actores, reunidos bajo iniciativa del fallecido dramaturgo Osvaldo Dragún quisieron demostrar en plena dictadura que, pese a los intentos por acallarlo, el teatro argentino todavía estaba vigente. Así crearon 21 obras breves de autores nacionales o nacionalizados que ofrecían cada tarde a las 18, antes de los espectáculos que conformaban la programación habitual del teatro.

Las reuniones que comenzaron en el bar de la sede de Argentores fueron creciendo en número de artistas, dramaturgos y directores que se iban sumando para organizar el ciclo teatral. “Hubo invitados que se sumaron y otros que dijeron que no tenían tiempo”, indicó el director, al tiempo que sumó: “Yo también tuve miedo muchas veces”.

“Un día se propuso hacer tres obras breves por día. Todo se discutía en acaloradas asambleas donde participaron 250 personas entre actores, técnicos, autores y directores”, resaltó Mónaco.

Teatro Abierto se inauguró el 28 de julio de 1981 en el Teatro del Picadero, una sala de la periferia del centro porteño recién inaugurada, y desde la primera función provocó una convocatoria de público entusiasmado que desbordó las 300 localidades previstas. Las funciones se realizaban en un horario inusual, a las 18 horas, y el precio de la entrada equivalía a la mitad del costo de una localidad de cine.

Y a su vez, recordó que inevitablemente la “puja política” apareció en las asambleas, sin embargo destacó que “había una profunda necesidad de que Teatro Abierto se hiciera, hoy destaco la unidad”.

“Empezamos a sentir esa presión. En ese momento teníamos sospecha de los campos clandestinos por compañeros que venían de afuera”, rememoró el director .

Cabe recordar que la sociedad del Teatro del Picadero estaba dividida en partes iguales por Guadalupe Noble y Antonio Mónaco. Días previos a la inauguración, se realizó una gran asamblea y se leyó en voz alta la declaración de principios:

¿Por qué hacemos Teatro Abierto? Porque queremos demostrar la existencia y vitalidad del teatro argentino tantas veces negada; porque siendo el teatro un fenómeno cultural eminentemente social y comunitario, intentamos mediante la alta calidad de los espectáculos y el bajo precio de las localidades, recuperar a un público masivo; porque sentimos que todos juntos somos más que la suma de cada uno de nosotros; porque pretendemos ejercitar en forma adulta y responsable nuestro derecho a la libertad de opinión; porque necesitamos encontrar nuevas formas de expresión que nos liberen de esquemas chatamente mercantilistas; porque anhelamos que nuestra fraternal solidaridad sea más importante que nuestras individualidades competitivas; porque amamos dolorosamente a nuestro país y éste es el único homenaje que sabemos hacerle; y porque, por encima de todas las razones ,nos sentimos felices de estar juntos.”

El martes 28 de julio de 1981, a las 18 y con la calle “inundada de gente” , el actor Jorge Rivera López, presidente de la Asociación Argentina de Actores, inauguró Teatro Abierto con la lectura de este texto escrito por el dramaturgo Carlos Somigliana. “Durante la asamblea Carlos Carella levantó la mano y expresó su miedo: ‘Somos el blanco más fácil’”, rememoró emocionado Mónaco.

“Lo que más nos sorprendió fue la respuesta del público. No teníamos espectadores, eran hinchas. Los que se quedaban afuera, esperaban y cuando terminaba la función aplaudían”, graficó.

RESURGIR DE LAS CENIZAS 

De forma asamblearia se propusieron mostrarse masivamente en un escenario, 21 autores escribieron obras breves que, a tres por día, formaron siete espectáculos que se presentarían en el transcurso de dos meses. Tras una selección democrática autores y dramaturgos pautaron sus esquemas de trabajo. Antonio Mónaco le tocó dirigir e interpretar “Trabajo Pesado”. Y hoy, cuarenta años después, recordó las horas previas al incendio que destruyó la sala donde había comenzado el ciclo.

“Fuimos al subsuelo del teatro para reformular una parte de la obra antes de presentarla. Terminamos el ensayo, bajé la llaves de corriente, cerré y me fui a mi casa. A la madrugada del 6 de agosto me llamaron porque se estaba incendiando el teatro”, rememoró Mónaco.

Una semana después de inaugurado Teatro Abierto – se presume, porque nunca pudieron confirmarlo- un comando ligado a la dictadura incendió las instalaciones de la sala. Al igual que el público, los militares habían advertido que estaban en presencia de un fenómeno más político que teatral.

“Al llegar tuve una crisis de nervios y con Guadalupe fuimos a presentar la denuncia en la comisaría. Luego de declarar me dejaron solo en un depósito de muebles viejos, no sé cuánto tiempo pasó. Recuerdo que lloraba y decía: ‘No me van a quebrar’.

Al día siguiente, Mónaco obtuvo un permiso y junto al jefe de bomberos pudo entrar y ver qué se había salvado. “Entrar fue terrible. En el subsuelo estaba el vestuario y utilería de Teatro Abierto”, compartió.

Inmediatamente, el atentado provocó la indignación del sector cultural. Casi veinte dueños de salas, incluidas las más comerciales, se ofrecieron para asegurar la continuidad del ciclo. Más de cien pintores donaron cuadros destinados a recolectar dinero y recuperar las pérdidas. Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Adolfo Pérez Esquivel instantáneamente expresaron su adhesión.

Así fue como Teatro Abierto pudo continuar en el Teatro Tabarís, la más comercial de todas las salas de la calle Corrientes, más relacionada con lo que es el teatro de Revista y con el doble de capacidad que el Teatro del Picadero. El ciclo se desarrolló a teatro lleno y con un entusiasmo del público que superaba el fenómeno teatral para convertir cada función en un “mitín antifascista”. Así se cumplieron tres ediciones bajo el régimen militar.

Cabe recordar que la repercusión de Teatro Abierto contagió y estimuló a otros artistas y así surgieron a partir de 1982: “Danza Abierta”, “Poesía Abierta” y “Cine Abierto”, aunque ninguno alcanzó la dimensión que tuvo el fenómeno teatral que se convirtió en el más importante de los focos de resistencia cultural a la dictadura.

A 40 años de Teatro Abierto, Antonio Mónaco sostuvo: “Sigo creyendo en la resistencia”. A pesar de las idas y vueltas, y de haber perdido el teatro que estaba bajo su dirección, aseguró que “la razón moral fue más importante, nadie ganó plata y lo que aconteció habla mucho de la condición humana”.

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01/08/2021