Jueves 25 de abril | Mar del Plata
24/09/2015

Cuentos Borgeanos, el refugio de Abril Sosa

La banda se encuentra de gira despedida de “Postales”, su quinto disco. Este jueves se presentará en Casa Rock. Sueños de ser escritor, recuerdos de Chabán y fastidio de la escena musical en una charla con un misántropo confeso que le canta al amor.

Cuentos Borgeanos, el refugio de Abril Sosa

“Me encanta el rock, como le encantaba a Borges”, le dijo una vez la viuda del escritor, María Kodoma, a Abril Sosa, cantante de Cuentos Borgeanos, la banda que homenajea desde la música y cierta estructura laberíntica de las letras de sus canciones al genio de la literatura argentina de todos los tiempos.

Era el 2002, Catupecu Machu estaba en la cresta de la ola que había generado con el disco Cuentos Decapitados. Abril Sosa era el baterista, tenía 20 años y las paletas de los dientes separadas.

-Fer, dejo la banda.

-¿Pero que vas a hacer?

-Y nada, la verdad que mi deseo es escribir.

Pasaron 13 años de ese diálogo entre Abril y Fernando Ruiz Díaz –tal vez no fueran esas las palabras exactas, pero más o menos así las recuerda Abril-. En ese tiempo dejó la batería, por considerarla demasiado abstracta para su búsqueda poética, y se dedicó de lleno a ser el guitarrista y cantante de la que en ese entonces era su banda paralela, Cuentos Borgeanos, que suma cinco discos de estudio y este jueves, desde las 22 se presentará en Casa Rock –Córdoba 2580-.

Cuentos Borgeanos tuvo un parate en 2012, en ese año Abril se dedicó a su carrera solista –editó el disco El Piloto Ciego– y en 2013 volvió a formar la banda, para sacar al año siguiente Postales, el quinto disco del grupo.

“El regreso consumó un montón de cambios”, cuenta Abril y explica que “el guitarrista original de Cuentos no regresó, así que fueron como dos recomenzares diferentes”, un recomenzar para ellos mismos con las canciones de la banda y para la banda, para que sonara como banda con un músico nuevo. “Las canciones se recapitularon, empezamos a hacer cosas nuevas y se estableció la banda. Estamos llenos de alegría y disfrute”, dice.

-¿Qué extrañabas de Cuentos?

-Quizá lo mismo que me atraía o atrae del proyecto solista era la parte que me hacía extrañar Cuentos. Había armado un grupo muy hermoso como estable de El Piloto Ciego, pero sin embargo no era una banda. El riesgo de que uno toma todas las decisiones artísticas y técnicas no es el mismo que cuando tenés una banda, que es un cierto refugio en el que uno siente que lo hace en conjunto.

-¿Y cómo era estar como solista en el escenario?

-Como solista estás totalmente expuesto, es una desnudez completa. En cambio en una banda, con cerca de 13 años de conciertos, hay toda una hermandad.

-A tu proyecto solista le pusiste el mismo nombre que a tu blog (elpilotociego.blogspot.com.ar). ¿Por qué?

En realidad tiene una dirección muy directa. En principio el blog toma su nombre de un cuento de (Giovani) Papini, un escritor que quiero mucho. Era un espacio para mí en esta era de las redes sociales en lo que todo tiene que ser metacomunicado y uno tiene que sacarse fotos cuando está en el baño así los fanáticos ven cómo vas al baño. Me parecía atractivo este blog porque no se podían poner comentarios, no se podía poner likes, una carita, nada, simplemente entrabas y lo leías. Y yo por otra parte no me enteraba si alguien lo leía o no. Entonces esa cosa intimista, que fue para mí siempre ese blog, daba como resultado lo que fue el proceso de grabación de El Piloto Ciego, que yo lo compuse sin la finalidad de querer hacerlo. Yo me había ido a vivir a Nueva York, pasaba mucho tiempo solo y el disco nació de manera íntima, sin hacer canciones para nadie, simplemente sucedieron.

-El blog inspirado en Papini, la banda en Borges. Tenés una gran relación con la literatura y te gusta escribir. ¿Pensaste en editar un libro?

-En realidad siempre fue el objetivo de mi vida, si hay algo que quiero hacer es plasmar mi amor y mi placer por la escritura en un libro. Siempre tuve propuestas, incluso una editorial muy importante, pero después nunca lo hacía. Creo que tiene que ver con que quizá, pensando en Borges, Kafka o Cortazar, que necesitaban escribir para morfar y yo, de alguna manera al poder vivir de la música, no tengo esa necesidad. Eso me está frenando de alguna manera, pero ojalá de lo logre.

-La desesperación siempre impulsó al artista.

-La obra en sí nace de la necesidad. Sobre todo en la historia argentina, si vos lo analizás en la música, la mayoría era gente que se cagaba de hambre, que dejaron todo por la música y esa necesidad terminó en grandes obras. Uno tiene que intentar no aburguesarse.

-Claro, imposible ver el arte como “plan b” de la vida. ¿Y en tu caso la escritura qué lugar ocupa?

-Totalmente. Por eso la escritura en mí no es siquiera un plan b, no es siquiera un plan.

-¿Te sentís más músico que escritor?

-Yo soy bastante solitario y misántropo. Me imagino siempre más en actividad que tenga que ver con mi soledad y con el encierro de mi casa, donde estoy a gusto. Podría pasar diez años sin salir a la calle mientras tenga comida y algunas personas que quiero.

-A lo Salinger…

-Pero la música y sobre todo el rock que hago, tiene mucho de lo social, del contacto con el otro, simplemente no es hacer cosas sin ser una persona buena, sociable y simpática. Por eso me atrae tanto el trovador o el tenista, que entra con su bolsito y está solo ahí. Hay algo de eso en mí. El escritor es como una gran materia todavía.


-Entre Catupecu y Cuentos llevas unos 20 años en la música. ¿Qué es lo que menos te gusta de la industria o del ambiente?

-Después de mi tiempo en Nueva York, en el que no toqué, pero vi mucho under, lo que más me fastidió desde siempre es lo deshonesto y la poca importancia que se la da a la música en los lugares donde se toca música. En un lugar dedicado a las bandas meten mega carteles, barras de tragos adentro y de pronto el sonido es una cagada. Nunca se cuidó eso acá.

-¿Te pasó hace poco?

-De hecho tuve esa charla con un productor de la gira, no voy a nombrar el lugar ni al tipo, una cosa muy estúpida de pan para hoy hambre para mañana. Por eso lo quise mucho a (Omar) Chabán, uno iba a Cemento, los camarines estaban sucios, los baños un asco, pero siempre estaba con esa vuelta de rosca, los instrumento sonaban bien, había un interés por el artista. Ahora les interesa salvar el día y no proyectar bandas, por eso para mí Omar Chabán en ese sentido fue el que ayudó a Catupecu, Miranda, FunPeople, a todos.

-Chabán fue como el padre de la contracultura rockera en los 80 y 90 y sin embargo se lo recordará más por Cromañón que por otra cosa.

-No hubo ningún otro así. Era un bohemio, un artista de calidad. Un intelectual. Lamentablemente esas cosas que el ataba con alambres terminaron en eso que pasó, que fue una cagada que haya pasado. No era solo Omar, todos los músicos no teníamos conciencia, uno entraba a un lugar y no se fijaba si los matafuegos funcionaban.

-Esta semana confirmaron las condenas de los músicos de Callejeros ¿Qué sentís con esa noticia?

-Me parece muy nefasta la historia de la banda y todo lo que pasó. Uno relaciona a mucha gente con ese episodio, murió gente que conocía, y la culpa es de todo el mundo y sobre todo de los políticos. Pibes que fueron a escuchar canciones murieron.

***

Tal vez a Borges le hubiese gustado Cuentos Borgeanos, tal vez no. Jorge Luis era un genio, pero raro como pocos e imposible saber qué hubiese pensado.

-¿Podés recomendar un cuento de Borges?

-Creo que “El Aleph” es un cuento perfecto, desde la historia y cómo está escrito. Resume lo prolífero de Borges y su capacidad de contar algo tan complejo como ese cuento. Hay miles, pero elijo ese particularmente, ya que probablemente internet sea “El Aleph”.

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24/09/2015