Jueves 25 de abril | Mar del Plata
26/09/2018

La filosofía y el rock, contra el sentido común hegemónico

En una entrevista con QUÉ Digital, Darío Sztajnszrajber invita a “Salir de la caverna” y habla sobre el disparador para hacer su nuevo espectáculo, los desafíos en tiempos de crisis y el complejo ejercicio de la deconstrucción.

La filosofía y el rock, contra el sentido común hegemónico
(Fotos: Facebook Darío Sztajnszrajber)

“Mi apellido se pronuncia shtain-shraiber”, explica para no dejar lugar a dudas Darío Sztajnszrajber, docente de filosofía, pincharrata, conductor de “Mentira la verdad” y quien pese a tener una agenda cargada no le escapa a popularizar conocimientos y abrir interrogantes con sus espectáculos y charlas. “Lo interesante de ‘Salir de la caverna’ es que encontramos en ambos géneros, la filosofía y el rock nacional, una misma pretensión existencial de hacerse preguntas para pelearse con los valores establecidos, contra el sentido común hegemónico”, contó.

El filósofo vuelve a Mar del Plata y propone “Salir de la caverna”, un espectáculo de filosofía y música que tendrá lugar este viernes a las 21.30 en el Teatro Roxy del Centro de Arte RadioCity+Roxy+Melany, ubicado en San Luis 1750.  Las entradas ya se encuentran a la venta con la posibilidad de adquirirlas en las boleterías del teatro.

Con gran humildad, Darío Sztajnszrajber- reconocido popularmente como Darío Z– se hizo un tiempo entre sus compromisos para reflexionar y explicar cuestiones que saltan en plena crisis económica y social y charló con QUÉ Digital. “Necesariamente creo que tiene que generarse una conciencia colectiva, como una especie de epifanía social; en tiempos de crisis hay una necesidad de priorizar al otro que es una forma de salirse de uno mismo, de reencontrase con ese otro que también somos”, destacó.

La deconstrucción justamente nace para cuestionar el sentido común instituido. Por eso el ejercicio no es la destrucción sino evidenciar lo que hay detrás de aquellas categorías que se nos manifiestan ‘ingenuamente’ como normales. Lo importante de ponerlo en práctica es para desarmar esa relación entre el poder. La gran argucia del poder es ocultarse permanentemente en los lugares donde más se ejerce ese poder”, sostuvo.

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– ¿Cuáles fueron los disparadores para armar este espectáculo?

– La necesidad de continuar en la línea de la divulgación de la filosofía, entendiendo que la mezcla de la narrativa filosófica con la poética del rock nacional genera una apertura importante. Sobre todo porque las canciones del rock nacional que trabajamos son canciones que todo el mundo reconoce, pero tal vez no se ha detenido específicamente, o en realidad, las letras empiezan a resignificarse a la luz de su contacto con las preguntas que trae la filosofía.

El disparador esencial de este espectáculo es el viejo mito, histórico en filosofía, que es el relato de la caverna platónica, pero con el objetivo claro de incorporarlo para el análisis reflexivo de la sociedad en la que vivimos y entender cómo esa caverna -que tiene más de 2500 años- sigue sirviendo para que entender el poder que se ejerce hoy en día.

– ¿Por qué “Salir de la caverna” dialogando con Charly, Fito, Los Redondos, Soda?

– Lo interesante de “Salir de la caverna” es que encontramos en ambos géneros, la filosofía y el rock nacional, como una misma pretensión existencial de hacerse preguntas para pelearse con los valores establecidos, contra el sentido común hegemónico. En las canciones, por ahí, aparece más abstracto, pero lo que hace la filosofía es darles una encarnadura, una cotidianidad; sobre todo porque el relato que trabajamos es la alegoría de Platón que hace una especie de dispositivo de interpretación de gran metáfora que permite que cada uno lo lleve para su lugar.

– En tiempos de crisis económica y social, ¿disminuye o se intensifica “la otredad”?

– En tiempo de crisis económica y social siempre hay dos grandes alternativas: el “sálvese quién pueda” o una concientización más colectiva de que nadie se salva solo o que nadie puede ser libre o feliz en una comunidad que no es ni libre ni feliz. A mí me parece que la cuestión de la otredad es clave porque supone en algún punto tomar una decisión. Justamente frente a este tipo de crisis uno lo que hace es ensimismarse en lo propio y, de alguna manera, llevar al otro a umbrales cada vez más excluidos. O al revés, la crisis incluso hace comprender cómo cualquiera de nosotros que hasta ese momento se creía tranquilo y seguro con lo suyo también puede empezar a derribarse; porque el primer otro, somos nosotros.

Necesariamente creo que tiene que generarse una conciencia colectiva, como una especie de epifanía social; en tiempos de crisis hay una necesidad de priorizar al otro que es una forma de salirse de uno mismo, de reencontrase con ese otro que también somos.

Pasa que toda esta filosofía de la otredad después choca contra el hambre concreto. Si no se encarna en prácticas políticas concretas para salvaguardar el lugar del excluido, me parece que queda en una mera intención y de intenciones nadie come; nadie se salva.

 SOBRE ABORTO, DECONSTRUCCIÓN, CRISIS Y EDUCACIÓN  

– En este contexto de crisis y cuestionamientos, ¿qué podría ser lo opuesto a la “deconstrucción”? 

La deconstrucción justamente nace para cuestionar el sentido común instituido. Lo opuesto de la deconstrucción son todos aquellos conceptos que en realidad han sido construcciones históricas e interesadas pero que se presentan de modo neutral como si no hubiese un interés detrás, se presentan como naturales o normales. Lo opuesto sería la imposición por parte del poder de verdades que olvidan su carácter ficcional, su carácter de constrúctos.

– ¿Por qué es importante hacer este ejercicio?

– El ejercicio de la deconstrucción no es la destrucción sino evidenciar lo que hay detrás de aquellas categorías que se nos manifiestan “ingenuamente” como normales. Lo importante de ponerlo en práctica es justamente para desarmar o desarticular esa relación entre el poder, que es la que mejor funciona para que el poder se instale de modo definitivo. La gran argucia del poder es ocultarse permanentemente en los lugares en los que más se ejerce. Por eso duele tanto la deconstrucción, porque pone el dedo donde uno, hasta ese momento, andaba tranquilo y muy sosegado en lo suyo.

Ese lema feminista ‘lo personal, es político’ me parece que resume un poco todo esto que estamos explicando. En realidad todo está atravesado por la política; pensar que lo personal queda exento de eso es el gran triunfo del poder.

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– ¿Cómo continúan los proyectos como “Mentira es la verdad”?

– No continúan, en realidad “Mentira es la verdad” se repite. Ahora no sé si está al aire pero se ha repetido durante estos años en la pantalla de Canal Encuentro, aunque no se ha producido más. No tenemos nuevas temporadas desde el 2015, cuando se produjo la última que se estrenó en el 2016. El programa está detenido, está parado. Lo que sí, se repitió en la pantalla de la TV Pública, es más aparecieron los capítulos de la cuarta temporada en la previa de “El Marginal 2”, cosa que le dio bastante visibilidad. Y después se ha emitido en la Televisión Pública de Uruguay, Portugal, Venezuela, Perú; hay muchos países que lo van descubriendo y es fascinante visualizar eso.

Entiendo que la inversión en este tipo de proyectos en un modelo que entiende la educación y la cultura más bien como un gasto o más bien parte de las prácticas del mercado, no entra. Un programa como “Mentira es la verdad” necesita una banca por parte del Estado, no deja de ser un programa que aunque lo vea todo el mundo no puede estar sujeto al rating mercantil de las industrias culturales porque eso afectaría el núcleo del programa que su propósito es pedagógico.

– Después del debate en el Congreso, y con los grupos antiderechos oponiéndose hoy a la Educación Sexual Integral (ESI), ¿considerás que corre peligro la posible legalización del aborto?

– Creo que lo que hoy queda cada vez más claro es que alrededor del debate sobre el aborto se manifestó un debate entre dos grandes paradigmas del orden social. Podemos ponerle una etiqueta con lo negativo y positivo que esto implica: están quienes pretenden una sociedad abierta y aquellos que postulan más bien un conservadurismo jerárquico. Me parece que ahí hay una diferencia clave, y no es extraño que hoy los mismos sectores que estaban en contra de la ley del aborto se opongan a la educación sexual y a todas aquellas opciones que signifiquen la apertura.

Creo que en el fondo se trata de eso: de una sociedad que siga ampliando derechos y que siga tomándose al otro y al problema del otro como problema; o la de aquellos que pretenden seguir reproduciendo una sociedad donde el otro está bajo una exclusión absoluta.

– ¿Creés en el teatro como herramienta para cuestionarse?

– Creo que, como en todas las artes y en todos los discursos, hay de todo. Hay un teatro de entretenimiento que también esta buenísimo, o una televisión que es más pasatista porque también uno necesita relajarse, ver un partido de fútbol o una película que por ahí no tiene una cuestión tan existencial. Me imagino que si todo el teatro tuviera como objetivo el cuestionamiento uno diría “no quiero ver más teatro”. Soy de los que piensa que somos seres fragmentados constituidos por diversas facetas que entran en conflicto entre sí. Entonces abogo por la diversidad. El problema es que no haya tanto teatro para cuestionarse, no que tenga que ser el único objetivo del teatro.

 – ¿Qué le dirías a quienes reclaman por sus fuentes laborales o alzan las banderas de la educación pública? 

– No nos olvidemos que uno de los principales cuestionamientos al reclamo docente es que se trata de reclamos sindicales, como si fuese negativo sindicalizarse. Pero me parece que ahí está el quit de la cuestión: al sindicalismo y a la educación nos hace falta un proceso de reinvención permanente y el gobierno se ha quedado con la bandera del “Cambio”. Cuando los primeros que somos conscientes de la crisis que atraviesa la educación -ni hablar de las instituciones sindicales, ni hablar de las instituciones de la política- somos los que nos sentimos más representados por un proyecto de politización absoluta de la realidad.

Cuando el gobierno ejerce esa crítica a la educación postulando la crisis de la educación pública, a mí no me hace ruido asumirme envuelto en una crisis institucional; los primeros que somos conscientes reinventándonos y abriéndonos a las nuevas tecnologías en la práctica aúlica somos los docentes.

Lo mismo pasa por ahí con los formatos de sindicatos tradicionales que entendemos que a esta altura necesitan imperiosamente una democratización para que realmente la representatividad sindical se vuelva legítima, más allá de lo legal que es algo incuestionable, pero esa legitimidad es algo que uno tiene que reivindicar permanentemente. No es casual que al docente le converjan esas dos críticas: por un lado, defensor del status quo de una escuela en crisis, y por el otro otro, de un tipo de sindicalismo, si querés, vetusto.

Me parece que la peor forma de resistir a estos embates es abroquelarse en lo que hay. Creo que tiene que ser al revés, apropiarse uno del discurso del cambio, y ejercer una práctica transformadora que haga un sindicalismo más democrático, más representativo. Y que la escuela pública sea cada vez más inclusiva, cada vez más viva, que dé cada vez más respuestas, que genere una transformación en nuestros alumnos, pero una transformación de base y que siga postulando su vocación política de construir una ciudadanía.
 

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26/09/2018