Viernes 29 de marzo | Mar del Plata
15/01/2018

Pedro Aznar, la intimidad detrás de “Resonancia”

Antes de presentarse en Mar del Plata, el reconocido músico habló con QUÉ Digital y confesó: “Una buena parte de las canciones de este concierto las llevo al escenario por primera vez”.

Pedro Aznar, la intimidad detrás de “Resonancia”
(Fotos: Prensa Pedro Aznar)

“Cuánto camino 
hicieron mis pasos 
aquí 
hoy soy sólo los abrazos 
que di”

“Amar y dejar Partir” – Quebrado (2008)

Pedro Aznar vuelve a Mar del Plata este martes con “Resonancia”, un show íntimo en el que recorre sus 35 años de su carrera musical. Un espectáculo tan personal e introspectivo que invita a ver y a sentir. “Siento que es el momento justo en cuanto a madurez musical, a una excelente relación con el público y a haber llegado a un punto de inflexión en mi trabajo como solista”, confiesa el músico, en una entrevista con QUÉ Digital, antes de presentarse en el Teatro Radio City del Centro de Arte Radio City+Roxy+Melany, ubicado en San Luis 1752.

“Mar del Plata será el estreno mundial de este show. Va a ser en formato unipersonal, y voy a tocar canciones de cada uno de mis dieciocho discos. El repertorio es completamente distinto al del show con la banda, pero lo que tienen en común es que hago todo el material en forma cronológica, como un viaje en el tiempo. Una buena parte de las canciones de este concierto las llevo al escenario por primera vez”, agrega Pedro Aznar. 

– ¿Qué buscabas en tus primeros años como músico? ¿Te acordás qué te llevó a componer el primer disco como solista? 

– Buscaba, igual que ahora, hacer música que inspire y emocione. Lo que ha ido cambiando con el tiempo son la forma, las técnicas y el foco de atención. Mi primer disco (Pedro Aznar, 1982) era una especie de declaración de principios musicales. Allí estaban representadas mis principales influencias, mis puntos cardinales como músico. Había un énfasis en lo instrumental, mientras que casi todos los discos que saqué después, fueron predominantemente vocales. 

– Tu voz es un instrumento más ¿sentís que hubo un momento particular donde cambió tu manera de cantar? 

– Hubo un par de factores fundamentales que me forjaron como cantante: una fue la confianza que me  dio que un músico del calibre de Pat Metheny considerara mi voz como mi mejor canal de expresión, y la otra, haber sido convocado para cantar bagualas y vidalas por Leda Valladares. El canto ancestral andino me abrió a un modo distinto y mucho más profundo de entender y proyectar la voz. Hubo un antes y un después de eso.

aznar (1)

-En tu segundo disco, Contemplación (1984), incorporaste el folklore, en un álbum donde también aparecen dos referentes del jazz como Pat Metheny y Lye Mays ¿Cómo surgió trabajar con ellos?

-A Pat lo conocí en Rio de Janeiro en 1980, le regalé un demo mío que le gustó mucho, y nos hicimos amigos. Cuando fui a Boston, un par de años más tarde, a estudiar en la escuela de música Berklee, me invitó a ensayos de su grupo, y así fue que a finales de 1982 los invité a él, a su pianista Lyle Mays y a su baterista Dan Gottlieb a grabar dos canciones mías. Esa sesión fue tan fluida y el resultado musical tan bueno que creo que fue definitoria para que me invitara a formar parte de su grupo, donde estuve hasta 1993.

El folklore es una música que estuvo siempre presente en mi vida, y que cuando viví en Estados Unidos entendí que era un signo de identidad cultural propio muy potente. Desde aquel momento es un elemento central de lo que hago, fusionado con rock, jazz y música clásica.

– ¿Cómo hacés para lidiar con tu parte más experimental al momento de componer y definir que una obra “está lista”?

 -Es un proceso intuitivo. Las ideas llegan en distintos grados de “crudeza” o “desnudez”, y a partir de ahí, a través del oficio, se las trabaja para que ganen fuerza y concisión. Lo importante es saber hasta qué punto ir, si no se corre el riesgo de distorsionar o “domesticar” la esencia del primer impulso, que suele ser sabio.

– En este recorrido, en estos 35 años que decidís compartir desde el escenario, tiene que haber un momento que consideres bisagra ¿cuál es?

 – Felizmente hubo más de uno. En Cuerpo y alma (1998), la fusión de música de raíz latinoamericana con rock se consolidó como lenguaje. En Quebrado (2008), mi trabajo como compositor y letrista alcanzó un nuevo registro, una mayor contundencia a través de la economía de recursos y una franqueza directa.

– Sos un artista que crea según sus convicciones ¿Cómo le hacés frente a las críticas? ¿En algún momento condicionaron tu trabajo?

– No podés gustarle a todo el mundo. Es una verdad muy obvia, pero que a los artistas nos suele costar aceptar de buena gana. Con el tiempo fui aprendiendo a no tomarme demasiado en serio tanto las críticas como los elogios. Siempre vienen, necesariamente, de visiones subjetivas, o, en el peor de los casos, arbitrarias. Podés ser una luz para algunos y un aburrimiento para otros. Ninguna de las dos cosas es estrictamente cierta. Personalmente, me dedico a lo mío con total dedicación y amor, entrego lo mejor de mí, y sé que siempre voy a estar queriendo mejorar, ya que el trabajo de crecer no se termina nunca. La opinión de los demás, y en particular, las críticas, cuando son certeras, sirven para corregir rumbo. Pero no me condicionan.

DE LA MÚSICA, A LA FOTOGRAFÍA Y EL VINO

– Desarrollás otras profesiones como la fotografía y la producción de vinos ¿De dónde proviene esa curiosidad? ¿Hacer vino guarda similitud con el hecho de componer una canción?

– La fotografía me fascina desde muy joven. Lo hice como gusto personal durante muchos años, hasta que decidí estudiar y llevarlo a otro nivel. Mi profesor fue Diego Ortiz Mugica (que también es el fotógrafo que más me retrató en los últimos veinte años), y ya hice varias muestras con mis fotos en varios puntos del país.

El vino es la bebida más noble, y siempre estuvo asociada, para mí, con la celebración después de los conciertos. Hace algunos años empecé a sentir deseos de tener un viñedo, de meterme en ese mundo como productor. Tuve la suerte de conocer a un enólogo extraordinario, Marcelo Pelleriti, que me ofreció hacer un proyecto juntos. Así nació Abremundos, nuestra bodega, que alcanzó altísimos puntajes de críticos internacionales y ya va por su sexta cosecha, exportando a varios países del mundo además de ser un éxito en nuestro país. Hacer vino es, como componer, una combinación de ciencia y arte. Hay algo de alquimia, de manejar procesos y proporciones, y mucho de intuición, de pasión, de dejarse guiar por esa parte de nosotros que sabe soñar despierta.

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15/01/2018