Sábado 20 de abril | Mar del Plata
03/07/2022

Hotel City: un recorrido por la secta dominada por la violencia y explotación

El Tribunal Oral Federal de Mar del Plata dio a conocer los argumentos de la sentencia que terminó con tres condenados a 25, 14 y 6 años de prisión, tras la muerte de su líder.

Hotel City: un recorrido por la secta dominada por la violencia y explotación
(Fotos: archivo / Qué digital)

La anulación de la autonomía de sus víctimas como paso fundamental para el sometimiento sexual, la aplicación de todo tipo de torturas y violencias y la explotación laboral y económica formó parte a lo largo de 50 años de la realidad vivida por decenas de víctimas que pasaron por una secta que terminó por ser desmantelada en Mar del Plata en 2018 en el “Hotel City”.

A cuatro años de los operativos que empezaron a exponer todo tipo de situaciones aberrantes, la sentencia dictada por el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata respecto a los responsables de la secta que funcionó en el hotel céntrico bajo la fachada de un instituto de yoga desentraña cinco décadas de abusos, padecimientos, torturas, violaciones y violencia.

Sin su líder Eduardo Nicosia De Dios que murió mientras esperaba el juicio, el proceso terminó hace poco más de un mes con tres condenados a penas de 25, 14 y 6 años de prisión, mientras que durante el debate también murió otro acusado. Y hace algunos días los jueces Roberto Falcone, Nicolás Toselli y Fernando Machado Pelloni dieron a conocer la sentencia completa con los argumentos que llevaron a las condenas.

Para ello, hicieron un recorrido histórico por la organización iniciada en la década del ’60, analizaron las definiciones de qué es una secta coercitiva y por qué la liderada por Nicosia lo fue y repasaron cada hecho ventilado en un juicio que por momentos “conmovió” al propio Tribunal, según dejaron claro los jueces en el fallo.

Es que los sometimientos a niños y niñas, las violaciones como práctica común y la violencia psíquica desplegada sobre decenas de personas fueron parte a lo largo de varios meses de juicio de diversos testimonios, al punto que los jueces señalaron en relación a Silvia Cristina Capossiello –pareja de Nicosia y principal acusada en este juicio-: “Le robó la infancia a estos niños y dejó en su psiquis huellas indelebles que nadie sabe si podrán ser reparadas”.

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El 3 de julio de 2018 se llevó adelante el allanamiento en el Hotel City, de Diagonal Alberdi al 2561, que funcionaba como cooperativa, en el que se produjo la detención de los principales acusados de encabezar la secta. Si bien la causa detectó por parte de la secta la captación de al menos 30 víctimas en Mar del Plata, fueron cuatro los casos que derivaron en las condenas impuestas en el juicio.

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Previamente, el Ministerio Público Fiscal representado por el auxiliar fiscal Carlos Fioritti retiró la acusación con relación a 21 casos ya que si bien también se trató de víctimas de la secta la falta de sus testimonios en el debate impidió acreditar las circunstancias de los hechos. Además, se dictó la prescripción de otros seis casos.

Silvia Cristina Capossiello fue condenada a la pena de 25 años de prisión por ser coautora del delito de trata de personas, bajo la modalidad de captación y acogimiento, con fines de explotación laboral y reducción a la servidumbre en cuatro casos; partícipe necesaria de violación reiterada agravada (cuatro hechos) por haber sido consumado por un ascendiente en perjuicio de una víctima y abuso deshonesto agravado (dos hechos) por haber sido consumado por un ascendiente en perjuicio de una víctima. También se le sumaron los delitos de “hacer incierto y alterar la identidad de un menor de diez años” y falsedad ideológica de instrumento público.

Los condenados escucharon el fallo desde sus lugares de detención (Foto: fiscales.gob.ar)

A Sinecio de Jesús Coronado Acurero se le impuso la pena de 14 años de prisión por ser partícipe necesario del delito de trata de personas bajo la modalidad de captación y acogimiento, con fines de explotación laboral y reducción a la servidumbre en cuatro casos.

Y a Luis Antonio Fanesi se lo condenó a 6 años de prisión por ser partícipe secundario del delito de trata de personas bajo la modalidad de captación y acogimiento, con fines de explotación laboral y reducción a la servidumbre en cuatro casos.

QUÉ SE PROBÓ

A lo largo de las 287 páginas de la sentencia, los jueces Falcone, Toselli y Machado Pelloni acreditaron que por lo menos desde la década de 1960, con distintas locaciones en Argentina y en Venezuela, y con último lugar en el “Hotel City” de Mar del Plata, existió una organización “de características sectarias” liderada por el fallecido Eduardo Agustín de Dios Nicosia Acosta, la que a través de la fachada de un instituto de yoga se dedicó a captar personas con el fin de reducirlas a una condición de servidumbre y explotación.

La organización tenía dos formas principales de conseguir “adeptos”: por un lado, estaban aquellas personas que se acercaban y eran captadas a través de un mensaje espiritual –tras ser previamente seleccionadas en base a sus circunstancias personales o condiciones de vulnerabilidad– y, por otro lado, aquellas que nacieron y desarrollaron su vida en el seno de la secta y que fueron captadas para permanecer y servir en ella.

Toda persona captada del exterior debía realizar aportes económicos para materializar su ingreso. Además, existían distintos mecanismos de control a los que eran sometidas las víctimas, principalmente por el líder y sus personas allegadas: aislamiento del mundo exterior y de sus familias, continuo control de sus movimientos y violencia física y sexual.

Por otro lado, salvo excepciones, ninguno de los menores nacidos en secta tuvo algún tipo de educación formal.

Para todo ello, describieron los jueces, los responsables de la secta montaron una “compleja estructura con el fin de dominar psicológicamente a las víctimas, habilitando la vulneración sistemática de sus derechos durante un largo período”.

QUÉ ES UNA SECTA

En la sentencia, los jueces analizaron a modo de contexto las características que presentan las “sectas coercitivas” o “destructivas”, de acuerdo a la mirada de diferentes autores.

Así, citaron que este tipo de sectas pueden ser definidas como un “movimiento totalitario, presentado bajo la forma de asociación o grupo religioso, cultural o de otro tipo, que exige una absoluta devoción o dedicación a sus miembros, a alguna persona o idea, empleando técnicas de manipulación, persuasión y control destinados a conseguir los objetivos del líder, provocando en sus adeptos una total dependencia del grupo, en detrimento de su entorno familiar y social”.

Así, graficaron que las sectas coercitivas no se distinguen por las ideas o la religión que promueven sino por la naturaleza de las relaciones que existen entre el líder y sus seguidores, y entre el grupo y sus miembros. “Es importante remarcar este punto para dejar en claro que lo que aquí se pretende no es impugnar las creencias de los integrantes de la secta sino exponer la estructura de la organización social y describir los mecanismos de manipulación psicológica implementados que permitieron la anulación de la autonomía de las víctimas”, reparó el juez Falcone en un tramo de la sentencia.

Y puso como ejemplo un caso anterior juzgado en Mar del Plata, el de la secta “Monte Sión”, liderada por Isaías Hurtado, condenado en 2019 a 24 años y medio de prisión por liderar una secta apoyada en la religión evangélica que “se valió de los mismos mecanismos utilizados por la secta integrada por los imputados en la presente causa quienes invocaban la filosofía hindú”, puntualizó.

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“Las similitudes existentes entre ambas sectas pueden observarse en los métodos empleados para aislar del mundo a los subordinados, el rechazo a cualquier influencia externa, la estigmatización de los miembros que abandonasen el grupo, la ruptura de los vínculos interpersonales de los integrantes de la secta, la devoción y el miedo generados por el líder, el abuso sexual y la explotación económica de las víctimas, etcétera. En algunas de estas cuestiones, el parecido es tal que uno podría preguntarse cómo es posible semejante coincidencia entre dos grupos que no tienen relación entre sí”, concluyeron los jueces.

50 AÑOS EN MOVIMIENTO

El surgimiento de la secta liderada por Nicosia se remonta a la década del ’60, según describieron los jueces en la sentencia, y señalaron que siempre operó bajo la fachada de un instituto de yoga denominado “Instituto de Estudios Yoguísticos”, también conocido como “Yukstewar”, que contaba con inscripción ante el Registro Nacional de Cultos. “Las clases de yoga eran la fachada para que entre la gente a la secta”, evidenció un testigo.

Los jueces plantearon que la secta estuvo en movimiento constante desde finales de la década de 1960 y durante la década del ‘70 entre Buenos Aires (una casa de Viamonte al 1500) y Mar del Plata (un departamento de Arenales y Gascón). Y establecieron que en 1978 se mudó a Venezuela, donde Nicosia estuvo preso aproximadamente tres años -cómplice de un asesinato- para luego recuperar la libertad en 1984, año en el que sus integrantes regresaron a Argentina.

En un principio se alojaron en un hotel de Mar del Plata y luego se mudaron a una quinta en Francisco Álvarez, partido bonaerense de Moreno. A partir de 1991, en tanto, los miembros de la secta alternaron su residencia numerosas veces entre Argentina y Venezuela, hasta que en 1998 se radicaron nuevamente en el país.

Al “Hotel City” la secta ingresó en 1987 y lo explotó hasta 2018 bajo la fachada de una cooperativa.

secta hotel city

“Este movimiento permanente no era fruto del azar ni la improvisación, sino más bien de una cuidadosa estrategia diseñada para procurar la subsistencia de la secta. A través de las habituales mudanzas no sólo se lograba evitar que los integrantes del grupo pudieran entablar relaciones con personas que no formaban parte de éste, sino que además se buscaba evadir las sospechas de terceros que hubieran podido desmantelar lo que verdaderamente ocurría al interior de la secta”, analizaron. “Nicosia se iba moviendo de acuerdo a las denuncias”, graficó un testigo.

CÓMO ACTUABAN

A la hora de evaluar cómo operaba la secta, los jueces concluyeron que el accionar consistía, en primer término, en “despojar de arraigo a los integrantes del grupo y así facilitar su aislamiento del mundo, mientras se los utilizaba como mano de obra no remunerada en diversos emprendimientos comerciales, cuyas ganancias eran percibidas de manera exclusiva por los miembros privilegiados de la secta”.

Nicosia, por ejemplo, conducía autos de lujo, viajaba en primera clase y se hospedaba en hoteles cinco estrellas, mientras que los miembros “inferiores” de la secta ni siquiera disponían de dinero propio para los gastos más elementales y se alimentaban a base de arroz y agua.

Los jueces enumeraron que entre los negocios de la secta se destacan, en Venezuela, una empresa dedicada al paisajismo y una mueblería en tanto que en Argentina el negocio principal fue la actividad hotelera desplegada primero en el “Hotel Litoria” y luego en el “Hotel City”.

CASTIGOS, TORTURAS Y HORROR

En otro tramo de la sentencia, los magistrados evaluaron a partir de los testimonios escuchados en el juicio y en la causa la personalidad violenta de Nicosia y el miedo y el terror que imponía entre los integrantes de la secta.

A continuación, una serie de hechos violentos protagonizados por Nicosia y sufridos por distintas víctimas, muchas de ellas menores de edad:

• Colgó a una víctima de una ventana en un piso cuarto o sexto, de cara a un patio interno, agarrándola del tobillo y amenazandola con soltarla.
• A otra, como castigo por haber prendido fuego accidentalmente un acolchado, le quemó las manos con un encendedor y la golpeó.
• Colgó  a otra de una soga del primer piso tomada del tobillo como un péndulo de un lado para el otro, por unos quince o veinte minutos.
• A otra, como le costaba estudiar, la castigaba con un rebenque.
• A una víctima que quiso escapar, la encerró en un baño y le propinó diversos golpes.
• Dejó encerrada a otra víctima una semana en un baño.
• Le quemó el pene a otra víctima con un encendedor.
• A otra la golpeó con un cinturón con balas de escopeta.
• Una mujer que actualmente está desaparecida fue encerrada tres años en una habitación “como una presa”, según los testigos.
• A otra víctima la ató a una silla con cinta, la golpeaba y le metía la cabeza en el inodoro.
• A otra la lanzó por las escaleras, lo ató con cinta de embalar de pies a cabeza, le aplicó electricidad con una máquina de acupuntura y la ahogó en el inodoro.

“Otro de los aspectos que contribuía al poder intimidatorio que ostentaba Nicosia era la posesión de armas. Además, el miedo que despertaba el líder de la secta en sus seguidores se sustentaba en la creencia de que éste era capaz de asesinarlos. Esta creencia era promovida por el mismo Nicosia, quien se jactaba de haber causado la muerte a numerosas personas”, analizaron los jueces.

AISLAMIENTO Y SIN EDUCACIÓN FORMAL

Como parte de las características de las sectas de este tipo, los jueces hicieron foco en un elemento también central como lo es el aislamiento de los miembros del grupo y el control de su acceso al mundo exterior. “La estructura del grupo es cerrada: los miembros del grupo tienen relaciones de diversa índole entre sí, pero ninguno puede tener relaciones por fuera de éste”, explicaron.

Así, señalaron que a quienes ingresaban desde el exterior se los obligaba a “cortar todos sus lazos preexistentes” para “lograr la perfección espiritual”.

También repararon que en los miembros que fueron criados en la secta –la mayoría de ellos hijos biológicos de Nicosia- no recibieron educación formal ya que “la interacción social diaria que presupone el colegio habría puesto en riesgo la preservación de la comunidad cerrada”.

Así, señalaron de acuerdo a los testigos que las y los niños “solo salían cuando eran llevados a rendir examen libre”. “Nicosia les decía que estudiar no servía para nada, pues ellos eran inteligentes: por eso le pagaba a una profesora para que les diera clases por tres meses, y luego rendían libre”, resumieron.

Por otro lado, describieron que Nicosia y el resto de los responsables de la secta llevaron adelante un proceso para anular la autonomía de las víctimas, es decir su capacidad para autodeterminarse y decidir por ellas mismas qué era lo mejor para su vida. “Este valor, que constituye un pilar fundamental en una sociedad libre y respetuosa de los derechos individuales, fue atacado de manera sistemática por los imputados, que se aprovecharon de la vulnerabilidad de las víctimas para instaurar en ellas la falsa creencia de que la voluntad de Nicosia no podía ser desobedecida”, definieron.

Y explicaron que una vez que ese proceso se encontró finalizado, las víctimas perdieron temporalmente su capacidad para reflexionar críticamente y negarse a realizar las acciones que les eran exigidas. “Su consentimiento se encontraba anulado porque la negativa no era una opción disponible, ya que en su sistema de creencias no cabía la posibilidad de desobedecer al ‘gurú’. Y, aprovechándose de esa posibilidad, Nicosia y su círculo íntimo obtuvieron un provecho a partir de la voluntad viciada de las víctimas”, señalaron.

AL MENOS ONCE HIJOS Y MÚLTIPLES VIOLACIONES

De acuerdo a lo establecido en la investigación, Nicosia tuvo con mujeres que formaban parte del grupo al menos once hijos e hijas (incluidas dos que tuvo con sus propias hijas), tres de las cuales también son hijas de Silvia Capossiello.

Asimismo, durante la causa se acreditó el sometimiento sexual sufrido desde muy temprana edad por las víctimas dentro de la secta.

“Nicosia ejercía un control absoluto sobre la sexualidad de ellas, habiendo establecido ritos de iniciación sexual para los menores de edad, en su mayoría se trataba de sus propios hijos/hijas”, expusieron los jueces y describieron aberrantes prácticas llevadas adelante para concretar las violaciones.

También los jueces concluyeron que dentro de la organización nacieron hijos del líder que fueron inscriptos como hijos de otros miembros, alterando su verdadera identidad. Y señalaron que Nicosia tenía varias “esposas” con quienes mantenía relaciones sexuales y a las que hacía casar con otros integrantes de la organización “a fin de aparentar la conformación de diferentes familias”.

“A los niños, desde su nacimiento, se les enseñaba que su padre era Nicosia pero que ‘el mundo exterior’ no lo entendería, debiendo decir en ‘el afuera’ que su papá era la persona que figuraba en su inscripción”, describieron.

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