Jueves 25 de abril | Mar del Plata
17/06/2015

Matar o no matar

Jamás olvidaré aquella mañana de verano calurosamente fría; la muerte lo hiela todo, es la contracción absoluta del sagrado pulso de la vida. Tampoco olvidaré los ojos. Esos ojos exageradamente abiertos y blancos, muy blancos, un presagio fatal. Sentí el espanto en la panza, la parálisis, el temblor de las manos, el destino funesto de…

 

Jamás olvidaré aquella mañana de verano calurosamente fría; la muerte lo hiela todo, es la contracción absoluta del sagrado pulso de la vida. Tampoco olvidaré los ojos. Esos ojos exageradamente abiertos y blancos, muy blancos, un presagio fatal.

Sentí el espanto en la panza, la parálisis, el temblor de las manos, el destino funesto de una víctima que por suerte no era yo. La arrastraban muy a pesar suyo, como si pudiera reconocer el devenir de su tragedia.

Los hombres se desgañitaban en el esfuerzo de conducirla hacia el lugar donde otra sangre igual de roja marcaba el principio del fin. ¡Cuanta decisión había en esos rostros! Nunca puede el acto de matar ser un mero automatismo. Se tiene que querer matar una y otra vez, aún cuando digan que el hombre se acostumbra a todo.

Al día siguiente pasaría lo mismo, y al otro… La revolución es un cálculo mal sacado.

Ahí estaba la pobre víctima. No puedo llamarla de otro modo. La inmovilizaron con sus rodillas y sus risas, exultantes, imagen reveladora quizás, del verdadero instinto humano; la ejecución del poder bajo las formas de la crueldad.

El ruido sordo del forcejeo me empujó hacia atrás. Luchar por la vida/ quitar una vida. Como una ráfaga, apareció la nefasta historia de las noches del miedo y las bestias con fusiles, matadores con hogar, con hijos que acariciar a la vuelta de la atrocidad. Vaya a saber por qué se me antojó esa imagen. Acaso por no entender a quienes se arrogan el derecho a matar.

El cuchillo se hundió preciso a la altura del corazón. Hubo una exhalación pavorosa y un bullir de la sangre, y de nuevo los ojos del animal muy abiertos y blancos, y yo sentado a una mesa, mas pronto que toda mi sensibilidad de utilería, disfrutando un chirriante y exquisito bife de chorizo.

 

17/06/2015