Miércoles 24 de abril | Mar del Plata
19/11/2017

Menem

Si, el turco. Regularmente he usado la imagen de Menem como un gran hallazgo de la vida simbólica argentina.
En este caso, desarrollo sincero de por que siento que Menem toca tantos puntos relevantes.

 

Ay del espíritu nacional.

Alguno de ustedes noto que la -sc se pronuncia como una -j?. Dígalo: Asco, Damasco, Churrasco (Vegan Warning).

Nadie lo votó pero era reelecto. Mágico.

De alguna forma se volvió a repetir, en este caso tenemos un empresario que apenas puede articular un par de oraciones por su cuenta, pobrecito.

Menem te decía que en unos minutos estabas en la estratosfera y luego en Japón, un showman a escala nacional.

Pero la mezcla de sensaciones que la figura de Menem me provoca es muy compleja.

Si, no puedo parar de decirlo: Menem.

Ah, es que suena bien, es fresco. Creo que es fresco por lo mucho que las personas eluden nombrarlo. Son nuestros laburantes de 40, 50, 60 años que se avergüenzan y lo sienten ensuciar su memoria, como una suerte de incesto ideológico.

Por eso titulo a esta primera entrada con su benévolo apellido. No tengo intención de crear impacto, pero sí de que cada lector use su propio barómetro emocional y la lectura resista un par de repasadas.

Hasta parece una palabra futurista, lease: –aquí comandante Robbins a base alpha, me copian? hemos reducido la turbina principal a escala por 20 Menems y restando.

Estaba en España cuando Macri ganó, me encontraba viviendo razonablemente bien haciendo euros con música callejera y a veces algunos conciertos.

No me sorprendió y no me sorprende que a Carlos Saúl lo hayan votado en las PASO riojanas, y no me extrañaría nada que Tinelli sea el próximo presidente. Lo que sí me pone triste es que admiremos modelos tan faltos de rigor comunicativo y humanidad; pareciera sobre todo primar la capacidad de ser canchero, de tener cintura, de tener siempre respuestas y pechito pa’fuera.

Quizá tengamos miedo de sincerarnos con nuestras propias faltas y por eso nos hagan tanta gracia las chicanas; queremos manteneros pillos y que nos legitimen otros pillos de mayor visibilidad para identificarnos.

Un problema que siempre tuve con el Tango (que me parece hermoso, por cierto) es que legitima de cuando en cuando la trampa y el metejón, porque en la calle hay que hacerla, sos vos o el otro. La viveza de tener que estar atento a las suspicacias ajenas genera pantallas defensivas alienantes y toneladas de impostura. Luego nos queda solo empatizar por lastima, ya que pareciera ser el único momento de sinceridad: la tristeza.

El problema con la identificación y las figuras de villanos y héroes es delicado, estamos atravesados por una cultura en que la moderación esta mal aspectada y se la asocia mas a esquemas conservadores o “tibios”. Tenemos que prendernos fuegos, ir a la cancha a matar al enemigo, hay que poner en otro valores negativos y destruirlo físico e intelectualmente, necesitamos otros para resentirnos y expiar los demonios que en verdad son solo nuestros.

Los extremos, necesitamos contrastes intensos para identificar que estamos vivos, queremos mucha intensidad y la queremos ahora. Incluso hemos inventado una patrulla de reforma Jipinazi que trabaja anónimamente.

Por eso nos dicen “Cambiemos”, Cambiemos es como un mantra y que vos sientas que hablan de vos, es manipulación cruel en relación al malestar de unas personas que quieren soluciones rápidas, e incluso incurren en la primera persona plural para sentirnos acompañados, es para morirse de risa. Uso este ejemplo porque me suena reciente, no es que sea kirchnerista ni mucho menos, realmente no confío en las instituciones políticas de este país fundadas en modelos extranjeros.

Pero si confío en su gente, en la gente que me deja conocerla antes de sacudirme slogans.

Pero no me sorprende, no me sorprende gracias a Carlitos y esos ’90 de mi niñez llenos de televisores y compras accesibles. Menem representa para mí lo absurdo de ser adulto, también un poco la impostura argentina de la persona madura y responsable, de alguna forma siento su nombre enquistado en mi infancia en que me sentía perpetuamente estafado, en que me decían no hagas esto o lo otro y nuestros adultos realmente no tenían ni la mas mínima idea de lo que estaba pasando. Por esta razón no puedo dejar de nombrar a Menem.

Dejar de decir Menem es la finalidad de este escrito que me esta costando trabajo organizar.

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19/11/2017