Vayan a laburar
Resumen de la semana | QUÉ, en la radio
Se necesita vago y planero para atención al público con un contrato precario de tres meses de trabajo sin garantía de continuidad laboral. Es excluyente contar con experiencia en ser explotado, tener sobredimensionada disponibilidad y monotributo al día para evitar cualquier relación de dependencia. Presentarse temprano a 10 cuadras del Museo MAR con doble campera, mucha paciencia y baño químico para hacer una fila de seis horas. No se garantiza el puesto de trabajo.
“Vayan a laburar, vagos”, le gritó Mar del Plata desde el auto a las 15.000 personas que fueron a la Feria de Empleo a buscar trabajo, donde de pronto, en el paraíso estructural de la desocupación, 30 grandes empresas despertaron una mañana diciendo que podían generar 2.000 puestos de un día para otro y una multitud les creyó.
“Agarren la pala, dejen de mamar de la teta del Estado”, terminó de gritarles Mar del Plata antes de alzar la ventanilla sin ver que el Estado se tapó el escote hasta la nariz y sin pensar que una pala puede cavar profundo pero no entierra el hambre.
Mar del Plata se alejó de la multitud desempleada y fue interceptada por un control de Tránsito a metros en la costa. “Pero si yo te pago el sueldo a vos con mis impuestos, déjame en paz”, le gritó al inspector municipal y huyó a toda velocidad sin culpa. Por suerte todavía no funcionan los radares así que no hubo foto ni multa.
Mar del Plata esquivó dos manifestaciones, se indignó porque 90 guardavidas que se quedaron sin trabajo estaban incendiando gomas, pidió que multen al chancho y que aplaudan al que le dejó de dar de comer; se encontró con un acampe y cuidándose de no oler el guiso humeando entres las ollas volvió a gritarles: “Vayan a laburar, son todos ñoquis”.
Desde el acampe le respondieron que justamente lo que reclaman es trabajo y diálogo. Mar del Plata les dijo que ella paga sus impuestos y que la tienen cansada con las “marchitas”.
Ofuscada más por la protesta que por lo que se reclama, indignada por la pintada y no por el mensaje, aturdida por el costo para reparar las roturas de la plaza y no por el recorte del Presupuesto, Mar del Plata se predispuso decidida a llegar hasta la Municipalidad. “Voy a presentar un proyecto para prohibir las protestas”, pensó rápido en voz alta.
En el Concejo Deliberante le explicaron primero que su proyecto no tenía sentido y segundo que no podían recibirlo porque hace un mes que no sesionan. “Laburen manga de vagos”, insistió Mar del Plata. Le contaron que desde que era invierno no hay sesión porque el gobierno no respeta que el personal administrativo sea debidamente categorizado.
Mar del Plata no entendió, redobló su bronca y volvió a mandarlos a laburar. “Yo vengo a trabajar todos los días, es problema de los concejales, no mío”, les dijo y le sonó a déjà vu; sus palabras rebotaron contra el espejo y se vio perfectamente reflejada en el hombre de piloto azul que acababa de lanzar esa misma frase.
La sonrisa de Mar del Plata se borró rápido de su cara al descubrir que pensaba igual que el rey y sus alfiles. Entonces miró a sus costados y vio a sus caballos agotados, sus torres ya comidas a un lado. Empezó a transpirar al comprobar que la reina yacía dentro de la caja y en el tablero quedaban pocos movimientos. Supo que perdía la partida, que no había jaque posible a su favor, y sin pensar en cambiar la estrategia para intentar revertir el juego, mandó a laburar en negro a su único peón.
