Martes 16 de abril | Mar del Plata
16/11/2014

Monoambiente

Pía salió a paso ligero del edificio. Comprobé que sería ella la persona que minutos más tarde me mostraría un departamento en alquiler…

Monoambiente

Pía salió a paso ligero del edificio. Comprobé que sería ella la persona que minutos más tarde me mostraría un departamento en alquiler. Pero claro, antes una pareja tenía que pasar a verlo, porque uno de los primeros que visitó ese día la propiedad había llegado tarde. “Disculpame. Se lo muestro a ellos y ya estoy con vos”, se excusó.

Más tarde llegó la recorrida, pero la primera advertencia sonó antes de que se cerrara la puerta del ascensor. “Es un poco chiquito el departamento”, dijo con cierta timidez para luego intentar guiarme por aquel monoambiente de 28 metros cuadrados de la calle Tucumán sin calefactor, en estado literalmente “original” y que podía atravesarse a lo largo en no más de cuatro pasos.

“¿Era un poco chico, no?”, murmuró ya nuevamente en el hall del edificio. El saludo amable y algo distante dejaba entrever que el departamento seguiría sin inquilino por el momento.

Josefina llegaba más tarde a su oficina. Ella sería quien ahora me mostraría otro departamento sobre la calle Entre Ríos. Una hora y media después, ya estaba sentada en su escritorio con mirada calma pero algo desconfiada.

En solo cien metros de caminata hacia el edificio ya quedaron claros los tantos requisitos que exigía la inmobiliaria para obtener la seguridad y garantía de que el futuro inquilino cumpliría con los pagos. Su sonrisa era aún el intento de una mueca no más que amable.

El departamento estaba en el quinto piso pero el ascensor se detuvo antes. Es de aquellos que demoran unos cuantos segundos en los últimos centímetros antes de nivelarse con el piso. La interrupción obligó a subir al sexto y luego bajar. Ya frente a la puerta del departamento, la mujer comenzó a hacer prácticamente acrobacias con el juego de llaves. Ninguna abría. Espió por la cerradura, metió la misma llave una y otra vez, pero no. “Ah, era el sexto piso”, se rectificó.

Ahora sí frente al departamento indicado, su hombro pegaba el celular a su oreja para atender una llamada mientras el segundo round de acrobacias con llaves comenzaba a desatarse ante la cerradura. Segundos después abrió. Josefina casi sonrió.

Este monoambiente ya era más amplio, incluso más luminoso y se hallaba en mejor estado. El único inconveniente sería la cama, pequeña por cierto. Pero la propiedad podía ser una opción. De pronto la mujer recordó que también estaba disponible un inmueble “más completo”, que podría dar por terminada la búsqueda. El viaje de seis pisos en ascensor hacia la planta baja para ir al próximo edificio, solo se interrumpió con breves diálogos forzados y discontinuos para quebrar un silencio incómodo.

Ya en la entrada del nuevo edificio, Josefina supo que debería volver más tarde. La persona que la autorizaría a mostrar el departamento había salido y volvería en unos minutos. Hubo que esperar. Más tarde, pudo confirmar que la búsqueda seguiría: el inmueble “recién” se había alquilado. Se despidió con amabilidad, sin completar la sonrisa.

La búsqueda se trasladó a una inmobiliaria de la calle Moreno. Los carteles con las propiedades en venta cubrían el vidrio y prácticamente no dejaban ver el interior de la oficina. Igualmente, la conversación con Pablo comenzó y terminó en la puerta, ya que fue tan breve como el diámetro del departamento que no llegó a mostrarme:

          -Si, yo llamé por un monoambiente en …

          -Ya se alquiló.

El siguiente estudio tenía nombre de marca de zapatos. A la joven que atendía su nombre no se le entendió. O no lo dijo o no se escuchó bien a través del parlante que pasaba su voz de una recepción blindada a la entrada de la inmobiliaria. Rápidamente comprendió cuál era el departamento que seguía en mi recorrido, pero como era de esperarse, ya se había alquilado. Luego recordó otra propiedad. La dirección no se entendió bien. El precio sonó fuerte y claro a través del parlante, como así también una cordial despedida.

El nombre de otras 12 personas del otro lado del teléfono para continuar la búsqueda, en algunos casos ni se mencionó. Aunque las respuestas fueron tan breves como la de una docena de Pablos: “Ya se alquiló”. De pronto el departamento de Pía ahora ya no es tan pequeño, como tampoco la cama del de Josefina y su mueca amable. La próxima encargada de mostrarme un monoambiente será “Susana”, pero hasta ahora en el teléfono suena la voz de un hombre.

 

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16/11/2014