Miércoles 24 de abril | Mar del Plata
01/10/2015

Di Benedetto: tres novelas

La obra narrativa del escritor mendocino estuvo en segundo plano durante décadas. A casi un siglo de su nacimiento, la reivindicación se puso en marcha.

 

QUIÉN1 Antonio Di Benedetto

Cuenta el chileno Roberto Bolaño —en su relato Sensinide Llamadas telefónicas— que tuvo un maestro en el arte de vivir a costa de los concursos literarios. En una relación afectuosa y epistolar, su maestro lo introdujo en el arte de burlar a los jurados de los certámenes enviando el mismo relato con diferente título, a más de uno por vez. El hombre, exiliado político, gozaba de cierto renombre en las letras hispanoamericanas, pero necesitaba de las pesetas que otorgaban los concursos de provincia. Bolaño mató el hambre del mismo modo.

Lo metieron preso. Lo torturaron. Pero tampoco logró la celebridad como escritor-torturado. No es símbolo de resistencia a la dictadura, no es ejemplo de intelectual perseguido. El año que pasó entre rejas fue apenas un rumor, un balbuceo, al igual que el reconocimiento de su obra literaria.

Quiero decir que estoy muy contento, muy orgulloso de poder pisar esta tierra en libertad”, dijo el hombre y no pudo contener las lágrimas. Retornaba del exilio europeo. Se reencontraba con la familia, con el vino, con el aire andino. Lo emplearon en la Casa de Mendoza en Buenos Aires, con un sueldo modesto que le alcanzaba, a duras penas, para comer.

Dios atiende en la capital. También edita los libros y revistas especializadas, dicta las conferencias, elabora los materiales de estudios de las universidades, en la capital. Un mendocino de lentes gruesos y voz grave es un marginal. No buscó la fama y la fama tampoco lo buscó a él. Como el personaje de El silenciero combatió el ruido ensordecedor. Pero la obra trasciende al autor y a las instituciones que constituyen la hegemonía de una época. Di Benedetto hoy se lee con mayor entusiasmo, escritores de renombre lo ubican en el parnaso de las letras argentinas, se edita su obra completa. El justo resarcimiento que le debíamos a uno de los mejores de los nuestros.

POR QUÉ

2 Antonio Di BenedettoEn el intento de poner la lupa sobre la obra de un autor, recortar el elemento de análisis suele ofrecer una mirada más precisa. Dentro de la obra narrativa de Antonio Di Benedetto (1922 – 1986) hay tres novelas con rasgos comunes: Zama (1956), El silenciero (1964) y Los suicidas (1969). Para Juan José Saer—al prolífico santafesino le debemos una fuerte reivindicación del mendocino, en tiempos en que pasaba casi desapercibido— estas obras forman una suerte de trilogía.

Las tres novelas están escritas con un narrador en primera persona. Dentro del campo en el que transcurren los sucesos tenemos un recorte: la mirada subjetiva. Di Benedetto se posa sobre el personaje y desde sus inquietudes y melancolías entiende el mundo. Si bien sus “héroes” (un funcionario en tiempos de la colonia, un empleado que intenta combatir el ruido y un periodista que investiga el porqué de los suicidios) a primera vista son diversos. Los tres tienen en común la derrota frente a un medio hostil. También en el estilo, innovador de las letras hispanoamericanas de la segunda mitad del siglo XX, hay puntos de contacto en las tres obras.

Diego de Zama espera un traslado, que debe ser dictado desde la metrópoli,y que nunca llegará. No amontona riquezas ni títulos, sino sueldos atrasados. El patetismo llega al punto máximo cuando intenta seducir a una mujer para conseguir comida. Es una metáfora de la espera. La prosa maravillosa de Di Benedetto ya se revela en toda su dimensión desde la primera página del libro:

Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y se lo llevaba, pero se le enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos.

Y ahí estábamos, por irnos y no.

El silenciero, su siguiente novela, narra la historia de un hombre que no soporta el ruido y vive en un infierno. El ruido es lo exterior, lo inasible, lo incontrolable. El personaje de Di Benedetto no logra una satisfactoria vida social debido a la incapacidad de adaptación. El mundo es un sinsentido, oscuro, un reducto del sufrimiento metafísico. La narración en primera persona agudiza la visión subjetiva y desesperada del personaje.

El primer párrafo de la novela adelanta un estilo condensado; la precisión es su expresión más acabada.

La cancel da directamente al menguado patio de baldosas. Yo abro la cancel y encuentro el ruido.

En Los suicidas, última de sus grandes novelas, un periodista trabaja rastreando los motivos que llevaron al suicidio a tres personas de la ciudad. El final trágico atraviesa su historia familiar y sus pensamientos. Como La metamorfosis o El extranjeroLos suicidas entra en el listado de los comienzo de novela más prometedores (a Borges se escapó una antología de estos textos).

Mi padre se quitó la vida un viernes por la tarde.

Tenía 33 años.

El cuarto viernes del mes próximo yo tendré la misma edad.

En cuanto a los temas que estructuran las tres obras—la soledad, el desasosiego, la dificultad de estructurar una moral, la imposibilidad de adaptación al medio, el sufrimiento— está la marca de Franz Kafka, Fiódor Dostoievski, Albert Camus. En el estilo es más complejo el rastro de influencia. La prosa de Di Benedetto es notoriamente original, marca un estilo propio; el escalón más alto al que puede aspirar un escritor. Su tratamiento del espacio físico que representa la hoja es propio de la poesía, como también el trabajo con la economía de las palabras: no hay una sola de más. Lacónica y virtuosa, la prosa de Di Benedetto es una de las más interesantes de la literatura nacional de todos los tiempos, lo diga el canon o no.

01/10/2015