Miércoles 24 de abril | Mar del Plata
03/02/2015

Marechal, poeta depuesto

Leopoldo Marechal (1900-1970), autor de Adán Buenosayres, es de los más destacados escritores de la literatura argentina

 

 QUIÉN

BLOG MARECHAL (2)─Che, Buenos Aires, dejate de joder con el librito y vamos a jugar a la pelota.

Buenos Aires. Así lo llamaban los muchachos de la localidad bonaerense de Maipú- donde solía veranear­­­- por su condición de porteño. Nació con el siglo, y rápidamente se despertó su inclinación por los versos. “A los nueve años, alternaba mi fútbol de barrio con la peligrosa costumbre de contar las sílabas con los dedos”, confesaría en una entrevista. Se denominaba a sí mismo “autodidacto” en su formación literaria; al igual que la mayoría de los grandes escritores de nuestro país, entre bibliotecas y cafés, lejos de las universidades.

Buenos Aires da la tonalidad al fresco que pintó en poemas, obras de teatro y novelas. Villa Crespo, barrio de su infancia, es la entrada al Infierno de Cacodelphia que transitó en Adán Buenosayres─ variación criolla de La Divina Comedia de Dante. En esa ciudad nació Marín Fierro, un movimiento de jóvenes influidos por las vanguardias. La literatura vernácula se debatía entre los coletazos del modernismo- encabezados por Leopoldo Lugones- y las plumas incipientes que, ante la puerta cerrada, intentaban “entrar por la ventana” a las letras nacionales. Oliverio Girondo, Ricardo Güiraldes y Jorge Luis Borges fueron algunos de los que junto a Marechal emprendieron la cruzada.

Fiel representante de la intelectualidad porteña, anhelaba viajar a Europa y conocer de primera mano las nuevas tendencias estéticas. En París, tuvo contacto con artistas plásticos que influirían en su método novelístico. En un segundo viaje a la capital del arte occidental, comenzaría a desandar una crisis espiritual que lo acercaría al Evangelio y a la concepción de Dios como síntesis de su trabajo artístico.

Todos los martinfierristas, con mayor o menor suerte, ocuparon un lugar destacado en el parnaso del siglo XX. Pero Marechal parece ser el más desafortunado en el reparto de laureles. Su participación en el Gobierno de Perón –se desempeñaba en el Ministerio de Educación de la Nación- fue imperdonable. Nada de novedoso representaba que un artista forme parte de la vida institucional de un país, podemos remontarnos a Sófocles en el Estado ateniense liderado por Pericles, cinco siglos antes de Cristo.

La autodenominada “Revolución Libertadora”, que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955, cargó también contra los intelectuales que apoyaban o formaban parte del Gobierno. Los símbolos partidarios fueron prohibidos y comenzó una larga proscripción que duró 18 años. En 1949, un joven Julio Cortázar- antiperonista vox populi- fue atacado ferozmente y tildado de “adicto al régimen” por celebrar en un artículo la aparición de Adán Buenosayres. Además de ser una de las novelas más brillantes de la literatura argentina, auténtica y sin complejo de inferioridad con relación a lo europeo; fue escrita algunos años antes de la irrupción del coronel, luego general, en la política pública. Lo que convierte en injustificable la ligazón intencionada de la prosa de Marechal con sus posturas ideológicas.

El expresidente en el exilio fue rebautizado “El tirano depuesto”. Con ironía, tal vez como muestra de apoyo y solidaridad, pero principalmente por correr una suerte similar, Marechal se bautizó “El poeta depuesto”. Sin sospechar que ese “derrocamiento” duraría hasta nuestros días.

En 1970, víctima de un síncope, muere en Buenos Aires. Con pocos amigos y las hojas de una docena de obras teatrales inéditas. Fuera del estereotipo del vanguardista, y distanciado también del tradicionalista conservador, Marechal sigue representando un fenómeno difícil de resolver. Ya es momento de hacerlo retornar de su “exilio”, largamente dilatado.

POR QUÉBLOG MARECHAL (1)

Las corrientes estéticas rompen los moldes y expanden sus fronteras cuando aportan elementos novedosos o tratan desde otro enfoque cuestiones ya abordados por movimientos precedentes. Así el neoclasicismo con poca suerte reivindicó lo greco-romano y, tal vez con mayor fortuna, el romanticismo escarbó en el oscurantismo barroco. El caso de Leopoldo Marechal es un tanto más complejo. Con la epopeya homérica como estructura (simbolismo del viaje en su novela Adán Buenosayres y el de la guerra en Megafón o la guerra, retomando la Odisea y la Ilíada) esbozó una narrativa lúcida que recrea los vaivenes de gauchos, compadritos, vendedores de biblias o ex árbitros de boxeo. Molde y prosa solemnes retratando personajes vulgares. A la difícil tarea de encasillarlo se suma su temática metafísica: la búsqueda de la verdad, el descenso al infierno, la batalla celeste y terrestre o el encuentro con el amor de la mujer ideal (Lucía Febrero, La Novia Olvidad o La Mujer Sin Cabeza).

El estudio del Evangelio dejó una huella imborrable en el pensamiento de Marechal. Consideraba a la belleza como una de las características de “lo Divino” y al poeta, dentro de los artistas- quienes buscan o bello- como el más cercano a Dios. Siguiendo esta tesis, la capacidad de verbalizar lo emparenta al creador. “La voz ‘árbol’, por ejemplo, es dicha frecuentemente por el vulgo: en boca de un herrero, de un leñador, de un guardabosque, de un industrial o de un comerciante dicha voz no hace más que sugerir la idea o el espectro de ‘árbol’, fría y escuetamente, sin esplendor ontológico ni temperatura emocional ningunos. Pero cuando el poeta dice ‘árbol’ en su canción, ese árbol que nombra es el árbol total, con el esplendor entero de su forma, con la verdad segura de su esencia, con el bien que nos propone la meditación de su número”, dirá en Teoría del arte y del artista. El poeta no crea pero sí recrea.

Su concepción metafísica se traduce no sólo en su teorización del hecho artístico, sino también en el derrotero de los personajes, quienes – al igual que el narrador- intentan trascender el mero artilugio cosmético y sintetizar la “batalla celeste” (el contacto con lo divino) con la “batalla terrestre” (la belleza estética).

De sus iniciáticos y premiados poemas pasó a la novela, o de la Lírica a la Épica, como le gustaba categorizar sin salirse de los géneros aristotélicos. El humor es fundamental para entender la lógica de Marechal, como así también su concepción casi religiosa del arte y del artista. Complejo etiquetar semejante fenómeno y más cuando las turbulencias políticas y su adhesión al peronismo- con las grandes enemistades que esto le conllevó- lo desplazaron de la escena literaria. Un escritor poco reconocido en relación con el extraordinario valor literario de su obra.

POR DÓNDE

La genialidad de Marechal quedó impresa en cuentos, obras teatrales, poemas y novelas. En verso, ganó el Premio Nacional de Poesía. Publicó tres novelas, Adán Buenosayres es su obra mayor y una de las más importantes de la literatura argentina de todos los tiempos. Rayuela de Cortázar es su heredera. Dentro de su vasta obra, una recomendación de por dónde empezar:

 El banquete de Severo Arcángelo (1965) Es la novela que presenta menos dificultades para la lectura. No por eso está exenta de humor, problemas filosóficos y una prosa lúcida y brillante.

 Las tres caras de Venus (1952) Obra de teatro que se puede leer sin necesidad de la representación escénica. Texto ágil que muestra el humor de Marechal y sus concepciones del amor y de la mujer idealizada.

03/02/2015