Martes 23 de abril | Mar del Plata
21/12/2014

Agroquímicos, un veneno social

La historia de Andrea, quien tuvo que irse de su casa porque a 50 metros fumigaban con endosulfán y su hijo con asma no podía caminar a la escuela porque se agitaba. Necesita dinero para estudios en La Plata y espera hace 4 años una vivienda prometida.

Agroquímicos, un veneno social
Andrea junto a cuatro de sus hijos. Uno sufría graves ataques de asma por las fumigaciones y un estudio reveló que tiene endosulfán en sangre. Otro tiene hipoacusia. El más pequeño tiene un gemelo que falleció al nacer de un paro cardio respiratorio. (Fotos: Lucho Gargiulo)

Lucas tiene apenas 18 meses y Andrea sabe que al darle la teta lo contamina porque ella tiene en sangre agroquímicos. Dinero para leche envasada no hay. Iván ya pasó a salita de 5 y muestra orgulloso la foto con su seño que tiene colgada en una pared: su hermano gemelo falleció al nacer por un paro cardio respiratorio y concurre a un jardín de infantes que está pegado a un campo donde fumigan. Allí no hay barrera que detenga la llegada de los químicos con el viento porque apenas están separados por un alambre y una zanja. Sebastián tiene 8 y toda su vida, hasta ahora, transcurrió respirando ese aire. Ezequiel tiene 11 años y sufre hipoacusia. La mayor de sus seis hijos que viven con ella es Rocío, de 17 años. Y está Néstor, de 15, a quien ya le tocó ser noticia en los medios cuando él mismo relataba que no podía jugar a la pelota, incluso a veces no concurría a la escuela porque caminar una cuadra al bajar del colectivo lo agitaba: su problema de asma se agudizaba al extremo cada vez que se esparcían los químicos en el campo de soja que estaba a 50 metros de su casa.

Esta es la realidad con la que tiene que enfrentarse cada día Andrea, que no sólo vive la impotencia de no tener reparación alguna, sino que hasta se culpa de haber llevado a Néstor a vivir al barrio Hipódromo, creyendo que lejos de la contaminación de la ciudad, rodeado de verde, podría sentirse mejor con su asma. Entonces el hoy adolescente tenía 7 años. El negocio del agro boicoteó su plan, y los funcionarios que deben controlarlo, prefirieron mirar para otro lado.

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Andrea charló con QUÉ y pidió ayuda para poder viajar a La Plata a hacer los estudios a su hijo. (Foto: Lucho Gargiulo)

Y la realidad de Andrea se ve más complejizada cuando una médica le recomendó que Néstor tome mucha leche y consuma lácteos. “No tengo todos los días”, reconoció. Andrea forma parte de la cooperativa del movimiento social Teresa Rodríguez (MTR, en homenaje a la joven asesinada por las balas de la policía en 1997 en medio de una feroz represión en Neuquén), y vende los panificados que ellos mismos producen. También recibe unos pesos del Plan Más Vida para comprar alimentos y donaciones de una iglesia cercana. Hace malabares como puede. Y sabe que en el verano, cuando los chicos ya no cuentan con el almuerzo o la copa de leche en la escuela, la situación se pone más dura aún.

Por la salud de su hijo, debe viajar cuanto antes a La Plata a hacerle un estudio en la Facultad de Ciencias Exactas, para determinar el porcentaje de endosulfán que Néstor tiene en sangre. En el Hospital Posadas le confirmaron que lo tenía: se trata de un insecticida que por su alta toxicidad está prohibido en más de 50 países. Para ello necesita 5700 pesos y costear los pasajes. Aunque sabe que todos sus hijos deberían hacerse el mismo análisis y constatar el nivel de toxicidad que llevan en sus cuerpos.

ESCAPAR DE LAS FUMIGACIONES

Andrea vivió 8 años con sus hijos en el barrio Hipódromo, una pequeña isla de casas humildes en medio de enormes campos sembrados con trigo, girasol o soja. Cuando se enteró del daño de los agroquímicos, comenzó a hacerse los estudios. La situación de Néstor era desesperante, y el niño vio cómo un amigo murió jugando a la pelota en la plaza del barrio. Le recomendaron que se vaya de allí, pero no tenía dónde ir. La casa que habitaba se la había dejado su hermana que se fue del país.

Entonces desde la Secretaría de Desarrollo Social del Municipio le dijeron que le pagarían un alquiler, hasta que puedan otorgarle otra vivienda: le ofrecieron apenas 800 pesos y le abonaron sólo tres cuotas, según contó Andrea. “Era para alquilar para Néstor y para mí, pero ¿qué hacía con todos mis otros hijos? No me alcanzaba, pero me tenía que arreglar”, señaló.

Allí donde se mudó, en marzo de este año, le robaron absolutamente todo y hoy vive en una casita precaria y provisoria. La última vez que lo cruzó a Martín Aiello, titular de la cartera social, le dijo que ya tenía el terreno. El plazo es inimaginable.

De acuerdo a su testimonio, lleva cuatro años esperando una vivienda alejada del campo y las fumigaciones que el mismo Estado municipal debería controlar. La primera conversación con el funcionario, dijo fue cuando estaba embarazada de los gemelos. Cuando murió su bebé volvió a verlo y le llevó los papeles de defunción del recién nacido. “Le dije si tenía que llevar los papeles de que se murió otro para tener una respuesta”, contó ella.

DEL CAMPO DIRECTO A LA SANGRE

Cuando fumigaban no se podía estar fuera de la casa. Aún así, los dolores de cabeza eran severos, les lagrimeaban los ojos, y a Néstor le salía sangre de la nariz. “Había como una ceniza gris en las ventanas que no sabíamos de qué era, y después nos fueron diciendo que era de las fumigaciones”, comentó.

“En Hipódromo un montón de chicos se han muerto, y gente grande también. Un amigo de Néstor se murió jugando al fútbol en la plaza del barrio. Se ve que habían fumigado, dicen que inhaló el aire y quedó en el suelo de rodillas”, se extendió Andrea y reparó en que hubo “un montón” de mujeres con abortos espontáneos y desconocen el motivo. “Hay chicos que les faltan las cejas y sus mamás no saben lo que tienen”, añadió,

“Que hagan algo por la gente del Hipódromo, porque yo me tuve que ir pero el campo sigue fumigando y matando gente”, dijo Andrea, con los ojos embebidos de lágrimas.

ORDENANZA A MEDIDA

Ella sufrió y sus hijos sufrieron la falta de control de parte del Municipio de General Pueyrredon. El tema estuvo en la agenda política cuando hubo que defender los intereses de los dueños de campos que cuestionaron una ordenanza votada por unanimidad que establecía una franja libre de agroquímicos de mil metros. Ese sector se redujo casi hasta el absurdo: se considera zona con puntos de alto riesgo sanitario y ambiental a aquellas ubicadas a 100 metros de escuelas y centros asistencia y de salud; y a las que se encuentran a 25 metros de cursos de agua, clubes, campings, villas deportivas y complejos turísticos. Una cuadra y un cuarto de cuadra.

ANDREA AGROQUIMICOS

Junto a uno de sus niños, muestra el resultado del estudio que le dio presencia de endosulfán en sangre. (Foto: Lucho Gargiulo)

Cuando QUÉ fue hasta su casa del barrio Belisario Roldán a escuchar su historia, ella tenía consigo los estudios que se hizo en el instituto Farestaie. Le encontraron Endosulfán I y Endosulfán sulfato. “Ese es”, dijo con firmeza. No conoce de detalles químicos pero dejó en claro su peligrosidad a la salud, de acuerdo a lo que dijo la doctora del Hospital Posadas. “Me dijo: vos no te curás más. Encima yo le doy teta al bebé y me dijo que se lo pasaba al bebé. Yo estoy enfermando a mi hijo”, dijo desesperada.

“El endosulfán me dijo la doctora que está prohibido hace muchos años”, acota.

QUIEN QUIERA OIR QUE OIGA

Andrea está un poco más tranquila porque los ataques de asma de Néstor mermaron. Está medicado con Bronquial, cada tanto le agarra un poco más feo, pero ya se lo adjudica al polen primaveral. ¿Ya juega a la pelota? Sí, antes no podía. “¿Sabés cómo lloraba? Porque todos corrían y él se cansaba”, rememoró su mamá. E irrumpe la voz Ezequiel, de 11 años y con hipoacusia: “Antes corríamos y lo pasaba yo; ahora me pasa él al toque”, dice. Sin embargo, sabe que sus hijos pueden estar afectados por los químicos y las consecuencias pueden ser diversas.

El contraste entre el negocio del agro y su realidad la llena de impotencia. Así lo definió Andrea. “Se me murió un bebé y no sé por qué es. Y ahora él está enfermo y él también”, dice, rodeada de sus hijos. Las palabras sobran.

 

QUÉ ES EL ENDOSULFÁN

La toxicidad de este insecticida comenzó a ser advertida a partir del año 2000. Desde entonces, el endosulfán fue prohibido progresivamente en numerosos países, y en algunos casos retirado del mercado por los propios laboratorios.
De acuerdo a la página web del Instituto de Análisis Farestaie, el endosulfán es un pesticida “de uso restringido”. “Es particularmente eficaz contra áfidos, gusanos de la fruta, escarabajos, insectos que extraen jugos de las plantas, larvas de polillas y moscas blancas en una variedad de cosechas”, detalla.

“Es un sólido de color crema a pardo con la apariencia de cristales o escamas”, indica después, de allí esa “ceniza” que se acumulaba en los marcos de las ventanas de la casa de Andrea y sus  niños.

“El uso de endosulfán está restringido a ciertas cosechas y la cancelación de todo uso se ha programado para el año 2016”, repara la web institucional.

Y al dar cuenta de sus efectos sobre la salud, menciona: “Afecta principalmente al sistema nervioso. La exposición a cantidades altas de endosulfán produce hiperactividad y convulsiones, no importa cuál sea la ruta de exposición. La intoxicación grave puede causar la muerte. No hay estudios de personas expuestas prolongadamente (por años) a niveles bajos de endosulfán. Los estudios en animales han demostrado que la ingestión prolongada de endosulfán en los alimentos afecta principalmente a los riñones”.

“No se sabe si el endosulfán puede producir defectos de nacimiento en seres humanos. Se ha encontrado endosulfán en leche de mujeres, lo que significa que esta sustancia puede ser transferida a bebés que maman”, concluye.

Para ayudar a Andrea a costear los estudios y los pasajes, comunicarse con la redacción de QUÉ al correo electrónico redaccion@quedigital.com.ar.

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21/12/2014