Jueves 18 de abril | Mar del Plata
19/06/2016

Barrio Libertad: ante la necesidad, crear proyectos de vida

Un centro cultural y merendero funciona como eje de impulso, inclusión y asistencia para un número de vecinos en extrema vulnerabilidad. Relatos de una población aislada de servicios, atención y derechos fundamentales.

Barrio Libertad: ante la necesidad, crear proyectos de vida
La entrada a la casa de Laura y al futuro nuevo espacio del centro cultural (Fotos: Lucho Gargiulo)
Joaquín Lledó

Por: Joaquín Lledó

El domingo pasado una chica de 13 años fue víctima de la violencia de su padrastro. Lastimada, tuvo que esperar horas para que alguien la llevara al hospital porque las ambulancias no entran a su barrio. Cerca de su casa, un joven de 22 años que nació en Tucumán aguarda después de mucho esfuerzo que finalmente le llegue su DNI; hoy es un indocumentado. A unas pocas cuadras, hace unas semanas el temporal voló chapas de casas precarias y dos nenes tuvieron que ir a dormir a lo de una vecina porque la ayuda oficial no llegó. En ese mismo barrio, semanas después del temporal, las calles siguen llenas de agua, rotas, intransitables.

La realidad en un sector del barrio Libertad golpea a diario. Y esa realidad no es nueva. Por eso Laura Urra, una vecina del lugar, hace seis años decidió empezar a cambiar la vulnerabilidad que viven tantas familias. El primer paso fue la formación de un merendero, un lugar en el que se da mucho más que una copa de leche. Hoy ese lugar es el Centro Cultural “Pequeñas Manos de Amor” en el que a Laura es acompañada en la tarea por jóvenes integrantes de Nuevo Encuentro. “Acá la gente está aislada en serio”, advierten y sus relatos les dan la razón.

Esto no se trata de asistencialismo sino de crear proyectos de vida”, remarca Laura. Su casa está en Paraguay 71 entre Río Negro y Santa Cruz. Para llegar hasta ahí, como a cualquier otra parte de este sector del barrio, las calles de tierra descuidadas y el barro se vuelven inevitables. Su casa es una casa chica, con dos ambientes y a ella está pegada una casilla, donde funciona el centro cultural.

Adelante, Laura y los jóvenes hacen pozos para empezar con los cimientos de un nuevo espacio. Es que la casilla ya no resiste más, hace quince años que fue levantada y se encuentra muy deteriorada.

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El próximo 28 de agosto se van a cumplir seis años desde que la mujer empezó con el trabajo que no apunta a otra cosa más que a cambiar una realidad urgente, llena de necesidades. Según cuenta, todo empezó tras la muerte de una nena que ocurrió a la vuelta de su casa.

En ese lugar, que desde ese momento se comenzó a llenar de contención, la actividad principal se desarrolla los sábados y abarca a 30 chicos. A la mañana se dan “principios cristianos” y a la tarde, apoyo escolar. “Esto ha servido un montón”, dice Laura y destaca que hay una respuesta “muy importante” porque “se brinda un apoyo integral”.

Los jóvenes de Nuevo Encuentro señalan la detección de carencias afectivas por lo que se busca contenerlos desde otro lugar, desde el afianzamiento de los vínculos.

 UNA COMUNIDAD VULNERABLE 

De acuerdo a los datos con los que trabajan los integrantes de Nuevo Encuentro -con el respaldo del Centro de Estudios Políticos del Encuentro (CEPE)- en el barrio Libertad viven hoy unas 47 mil personas. Y en la zona que se extiende desde las calles 180 hasta la 228 y de Luro hasta Strobel, hay 68 mil. “Es la zona más grande en cuanto a la vulnerabilidad de sus habitantes”, aseguran.

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Quienes día a día recorren las calles remarcan en su relato que Libertad es un barrio grande, complejo, donde la vulnerabilidad es también “muy grande”.  Las calles en los alrededores del Centro Cultural se vuelven intransitables, las máquinas pasan muy poco y semanas después del gran temporal siguen llenas de agua, con barro.

Según cuentan, el año pasado lograron que se pusieran luminarias y que limpiaran y abrieran nuevas calles que le dan más espacio a un barrio que parece olvidado.

“Cuesta mucho entrar”, dicen los jóvenes y se refieren a ganarse la confianza y el respeto de los vecinos. Y enseguida, ejemplifican que durante un año y medio fueron casa por casa explicando la importancia que podría significar conseguir las escrituras de los terrenos.

Después de mucho esfuerzo, relatan, se llegó a un acuerdo con el Municipio y con los dueños de las tierras sobre las que hoy hay casas y casillas, sobre las que viven los vecinos. Ese acuerdo estableció el pago de $7 mil en tres cuotas, según explican. Pero señalan que los vecinos no creyeron, desconfiaron: el acuerdo no se logró, y las escrituras siguen siendo una cuenta pendiente. Mientras tanto, sostienen, en la Municipalidad sigue figurando que donde hay personas que viven con realidades urgentes hay campo, tierra, nada.

“La gente está muy descreída”, dice Jonathan y sostiene que por eso una de las reglas en el barrio pasa por no prometer. “Lo único que tenemos es la palabra, y vale”, advierte.

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 EL DESCONOCIMIETO COMO REALIDAD 

Como en cada barrio, la ausencia del Estado desemboca en la participación de agrupaciones sociales o políticas que desde el trabajo de campo construyen una forma de ayuda directa. En este caso, la tarea es de Nuevo Encuentro, que también implementa una “asesoría popular”.

Su objetivo, según cuentan, pasa, justamente, por asesorar a los vecinos a la hora de hacer trámites básicos, necesarios, que sin embargo están lejos de ser alcanzados por muchos.

Uno de los casos que mayor representación tiene en ese sentido es el de un joven de 22 años, oriundo de Tucumán, que presenta una discapacidad y que no tiene documento de identidad, nunca lo tuvo.

Ahora, cuentan los jóvenes, el trámite está avanzado y esperan que llegue. Pero fue más de un año de idas y vueltas, de mucho esfuerzo para que la familia finalmente logre terminar el trámite.

Por la mente de cualquiera puede pasar las tan promocionadas posibilidades de tramitar el DNI a través de la web. La realidad en el barrio Libertad golpea día a día. “La tecnología es de Champagnat para allá”, afirma Laura y señala hacia el centro de la ciudad.

“El nivel de desconocimiento y de desinformación es muy grande”, se lamenta. Y la “dominación”, claro, es simple y reduce las chances de apurar una salida, una mejora en la calidad de vida. “Acá hay abuso del Estado por la desinformación y de los privados. Acá contratan a cualquiera para trabajar por dos pesos, se aprovechan”, sentencia Laura.

 LA VIOLENCIA Y SU NATURALIDAD 

En el Centro Cultural “Pequeñas Manos de Amor” la asistencia también apunta a empezar a insertar políticas de género. Es que los casos en el barrio, sostienen, son mucho más seguidos de lo que trasciende.

El caso de Mara, la mujer de 57 años que fue víctima de violencia de género y a quien le incendiaron la casa, es uno de los ejemplos. Y por fuera de él, Laura cuenta un caso cercano de violencia intrafamiliar que expone el aislamiento del barrio.

Según relata, el domingo pasado una chica de 13 años fue golpeada por su padrastro, y tardaron horas en poder trasladarla al Hospital Interzonal hasta que apareció uno de los integrantes de Nuevo Encuentro porque las ambulancias no entran al barrio. Así, señala que la situación no es nueva sino que el contexto violento viene hace rato. Entonces sostiene que la violencia intrafamiliar y de género “está naturalizada” en la zona.

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Por esto también es que el abordaje desde la merienda hasta cada actividad apunta más allá, intenta abarcar una problemática social urgente. “Hay mucho para trabajar”, reafirma Laura, porque los problemas emergen todo tiempo, como las denuncias de que hace dos meses no funciona la sala de salud del barrio o que en el tan importante polideportivo barrial nunca volvieron a dictarse los talleres educativos y culturales.

Aquel objetivo de construcción de proyectos de vida está en marcha, pero los obstáculos son permanentes.

CON QUÉ AYUDAR

Cemento, cal, hierros, arena, cerámicos, alimentos, papel, leche, insumos de salud, zapatillas, ropa, muebles, útiles escolares. Acercarse hasta Paraguay 71 o llamar al 155-515899

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19/06/2016