Barrio San Martín: la cotidianidad de vivir entre balas
Luego de los enfrentamientos entre bandas y tiroteos que sucedieron el fin de semana pasado, las escuelas 35 y 47 no abrieron sus puertas. Este martes, con la presencia de personal del CPC, retomaron las clases, pero al mediodía se registró otra “gresca”.
“Perdimos el barrio”, es lo que dice más de un vecino del San Martín. “Hablar es peligroso, por eso no denunciamos”, dicen tantas personas de la zona que vuelven esas palabras verdad, una verdad. El pasado fin de semana, nuevos enfrentamientos entre bandas, balas, peleas, amenazas de quemar casas. Esto ya pasó antes con otros protagonistas, esto pasa ahora y, para la gente del lugar, va a seguir pasando.
El lunes, la Escuela Primaria Nº 35 y la Secundaria Nº 47, que funcionan en el mismo edificio ubicado en Benito Lynch y Rafael Del Riego cerraron sus puertas. Las directoras se juntaron a la mañana, bien temprano, y decidieron no abrir hasta no garantizarles la seguridad a los chicos, ya que desde el viernes a la noche hasta el lunes a la madrugada la esquina del colegio fue zona de batalla.
El martes, las escuelas retomaron las clases. Patrulleros del Comando de Prevención Comunitaria (CPC) estacionaron en la esquina. Todo era normal, pero cerca del mediodía, otra vez los enfrentamientos, “una gresca” como relataron los vecinos, a quienes no les llamó la atención que las bandas se tirotearan frente a los patrulleros. En esta oportunidad no hubo heridos, nadie tuvo que lamentar una tragedia, las balas perdidas realmente se perdieron y las clases continuaron hasta las 16.
“Hay conflictos, hay situaciones preocupantes, pero estamos enteras y trabajando. Todo no es como lo pintan desde las redes sociales”, dijeron las directoras de las instituciones, quitándole drama a los acontecimientos del mediodía.
Por su parte, el comisario del CPC Flavio Casas, aseguró que “los patrulleros se quedarán en la esquina del colegio hasta el viernes, para asegurar las clases hasta las vacaciones”.
La presidenta de la sociedad de fomento del barrio San Martín, Margarita, vive los hechos con naturalidad y tristeza. “La situación está terrible, no cambia y estamos cada vez peor. Ni taxis ni remises entran al barrio, no quieren traer a la gente. Este barrio está muy peligroso. No es que la policía nos ignora, porque andan, pero no pueden hacer nada, sobre todo con los menores, que están terribles”, se lamentó la vecinalista.
Y la gente del barrio San Martín se acostumbra a vivir así, entre las balas de las bandas, con patrulleros en la esquina de un colegio, sin poder ir al almacén de noche “por las dudas”, con un temor instalado que ya es parte del día a día. Algunos dicen que se están armando porque “no van a permitir que les pase algo a ellos” o a su familia. Y las balas, cada vez más balas, son parte de la naturaleza del barrio, de sus problemas y, para algunos, de las soluciones.
