Miércoles 24 de abril | Mar del Plata
02/04/2019

El deporte y un asado, refugios de la guerra, 37 años después

Desde hace más de 30 años, el Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas es un espacio de encuentro, donde el fútbol o el básquet son solo excusas para juntarse, porque lo que importa es compartir y sostenerse.

El deporte y un asado, refugios de la guerra, 37 años después
(Fotos: QUÉ Digital)

– “Tu garra me inspira, papá, y tu técnica me enaltece el alma”.

El grito de un soldado a otro que, ya lejos de la guerra de Malvinas, ahora pisa una pelota, mete un triple o bloquea sobre la red. Un picado de jueves, de esos con olor a asado. En el Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas (CESC) de Mar del Plata hay una pelota picando, pero hace solo cinco minutos había dos arcos y tres días atrás en ese mismo lugar había una red de vóley. Y hay un centro de salud. Y cursos gratuitos. Y muchas actividades. Y hay soldados, hay héroes. Héroes que tuvieron que seguir luchando después de volver de la guerra, que tuvieron que armarse un centro para dar solución y respuesta a los problemas que aparecen cuando un día te mandan al campo de batalla, y a la vuelta te ignoran.

El deporte es la excusa para juntarse, para compartir y para sostenerse como lo hicieron hace 37 años. Hay necesidades que siguen estando, pero los exsoldados combatientes de Malvinas no se quedaron esperando al Estado, lo hicieron todo ellos mismos, con la ayuda de unos pocos.

No hay grieta que valga, en el centro la unión es fuerte. Lo que en la batalla los marcó a fuego y en sentido literal, también les dejó un compromiso que hoy sostienen y llevan a cabo todo el año, no solo cada 2 de abril, Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. Porque la guerra deja marcas, porque muchos no volvieron y porque los que regresaron tuvieron que seguir batallando.

Fernando Álvarez es el presidente del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Mar del Plata, no tiene los botines puestos pero está esperando el asado que llega después de los partidos de fútbol y de básquet. Fernando es quien hoy está al frente de la institución y cuenta cómo el centro va progresando paulatinamente y con el trabajo de todos se proponen “darle algo a la sociedad, como es la salud, los espacios para actividades recreativas, la inclusión en el deporte, porque no solo jugamos y hacemos deporte, sino que se mezclan los hijos, los amigos. No somos solo veteranos, no estamos encerrados en nosotros mismos sino que nos abrimos y compartimos. Y cada vez es más grande la familia”, según explica.

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Fernando Álvarez, presidente del Centro de Ex Soldados Combatientes de Malvinas, junto a su hijo (Foto: QUÉ Digital)

A 37 años de la guerra, hoy muchos veteranos ya se están jubilando y tienen más tiempo libre, pero también más tiempo de pensar y de revivir todo eso que atravesaron en las islas. Es por eso que el espacio funciona como un refugio, como un lugar de encuentro, de participación; ya sea a través del deporte u otra actividad, pero siempre con el objetivo de estar juntos y compartir.

“Es una distracción, estar juntos entre nosotros encierra muchas cosas. Somos más de 150 socios y hay grupos. Charlamos y compartimos”, describe a quien hoy le toca oficiar de presidente de la entidad. Y agrega, sobre la importancia del proyecto y los orígenes: “’Un veterano va a hablar con otro porque sabe que va a entender lo que le cuente’ es nuestro lema y la idea de compartir tiempo juntos surgió como necesidad por haber estado marginados; nadie nos daba espacio ni nos escuchaba y entonces teníamos que estar entre nosotros”.

En el día a día del Centro de Ex Soldados Combatientes no se habla todo el tiempo de la guerra, aunque siempre surgen anécdotas y hay espacio para el recuerdo. El centro es una especie de casa para los veteranos, donde se ríen, se divierten, se pelean haciendo deporte, pero sobre todo están juntos y se acompañan. Porque a 37 años de la guerra, muchos siguen estando tan juntos como en aquel entonces. Y esa unión es necesaria frente a los problemas que surgen después del combate, una vez en casa.

“Una de las cosas básicas (que nos hace falta) es un control de salud para todos los veteranos, a nivel nacional. Hoy, a 37 años todavía tenemos suicidios, y si bien los problemas que lleven al suicidio pueden ser varios, aflora la psicosis de guerra. Cuando uno tiene un problema familiar, o una pelea, aflora ese momento, no sé por qué. Tal vez es como que uno se escuda en eso y provoca reacciones que a veces son lamentables. Hoy a 37 años, en lo que va del año llevamos un promedio de un excombatiente muerto cada 24 horas; no todo suicidios, hay enfermedades también”, grafica Álvarez.

 – En lo personal, ¿qué te pasa por la cabeza cada 2 de abril?

– Uno se emociona, uno arma un discurso para contar lo que hacemos, qué pasa, qué hacemos, cómo estamos. Y uno se emociona, la piel se pone de otro color. A pesar de los años que pasaron, afloran los recuerdos, los compañeros que se han ido, algunos recientemente y con quien compartimos mucho. Y eso es lo que más recordamos. Todas esas cosas afloran para esta fecha, no es que uno no las recuerda en otros momentos, pero esta fecha trae esas cosas a la memoria: recuerdos, compañeros. Y hay que manejarlo, no todos pueden, todo depende de la situación de cada uno.

 LA HISTORIA DEL CENTRO 

José María Coti Lambertini, también es un exsoldado combatiente de Malvinas y también está esperando para comer el asado. Coti, como muchos lo conocen, ya se duchó en el vestuario después del picadito y espera que termine el partido de básquet para disfrutar de la comida, no solo con sus compañeros de trinchera, sino también con algunos de los hijos de los exsoldados e incluso algunos amigos que se suman a la mesa.

Él es quien a horas de un nuevo 2 de abril le grita a otro veterano, pero esta vez no en el campo de batalla, sino de una punta a otra de la cancha. A él también le tocó pasar por la presidencia del Centro de Ex Soldados Combatientes. Y aunque no estuvo en los comienzos del espacio, sí conoce muy bien la historia. “A fines del ‘83 hubo una fiesta en Constitución, en un boliche. Se hizo una convocatoria de boca en boca. Y ahí fueron muchos (soldados) y entre vino, fernet y cerveza salió la primera convocatoria para hacer algo”, rememora.

Así, recuerda además que en ese entonces había mucha gente que no se veía desde el combate y así comenzaron los encuentros: “Empezaron a juntarse en bares, muchos frente a LU6, porque el Cholo Ciano y Perla Carlino –que son los padrinos del centro- se la jugaban, porque no era sencillo hablar de Malvinas en ese momento, sobre todo porque éramos un desprendimiento de los militares que se habían ido y habían dejado un quilombo tremendo. Y ellos nos abrieron el micrófono para hablar, para contar cómo nos cagaron a palos, cómo nos cagaron de hambre”.

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Coti Lambertini, abanderado en uno de los actos por el 2 de abril (Foto: archivo / QUÉ Digital)

El ayer soldado y hoy veterano rememora el paso de la institución por la concesionaria del papá de un compañero, donde se empezó a formalizar el proyecto y surgieron las reuniones, llegó la personería jurídica, las actas y una comisión directiva. Fue en el año 1990 y un 2 de abril cuando el por entonces intendente de Mar del Plata, Elio Aprile, les dio el predio de Misiones 3172, donde antes había un mercado de frutas y verduras.

“Era un mercado destruido, un aguantadero. Y un 2 de abril, finalmente, Aprile que era el intendente nos dijo que íbamos a firmar una cesión del lugar. Así que nos dieron un Siam Di Tella ’62 hecho pelota, que perdía aceite, sin gomas, con la caja de cambios trabada, un desastre. Pero bueno, llegamos de eso acá”, detalla Coti y continúa con el relato: “En el año 2001, a pesar de la crisis, ganó una comisión directiva (fue la última vez que hubo dos listas) la de Darío Gleriano, gran emprendedor, y al poco tiempo vino con un plano que había dibujado un arquitecto veterano de guerra”.

Así, como muchos grandes proyectos, de una idea plasmada en un papel, finalmente la sede del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas se convirtió en una realidad. “Todo lo que tenemos ahora, (Darío) lo trajo dibujado en un papelito. Le decíamos: ‘¿Cómo vamos a hacer esto?’. Y ahí empezó todo, en 2003, cuando no había un mango. Pero un día a las 8 de la mañana empezaron a voltear paredes. Tuvimos la suerte de que dos empresas importantes –Scordina y Vicente, un constructor- nos ayudaron ad honorem. Y nosotros sacamos subsidios, pedimos prestado, juntamos donaciones. Pusimos el hombro”, dice con orgullo.

Ocho años tardaron estos excombatientes en poner el lugar a punto y finalmente, con una Olimpíada de Veteranos de Guerra en Malvinas. quedó oficializada la inauguración del centro. “El gimnasio lo usábamos para ping pong y papi fútbol, también vóley”, revive Lambertini sobre el pasado y presente de la institución y resalta que luego, y gracias a un convenio con el club Peñarol, se logró la construcción de una cancha de parquet con aros de básquet.

“En mi presidencia (2009-2013) lo inauguramos formalmente. Y un día vino la comisión directiva de Peñarol y nos preguntó por el gimnasio. Nos dijeron que ellos justo iban a hacer su gimnasio, a reformarlo, y necesitaban un lugar para entrenar y jugar mientras tanto”, ahonda sobre los orígenes del centro de excombatientes local, uno de los espacios de encuentro, esparcimiento y fraternidad de mayor crecimiento y peso, pero no solo por sus servicios, sino por la calidez, por el espíritu.

En definitiva, ahí, en Misiones al 3100, los 365 días del año -y no solo cada 2 de abril- existe un lugar de encuentro, de esparcimiento, y un refugio para esos hombres, esos que cuando todavía eran demasiado chicos para combatir al enemigo fueron arrastrados a la guerra y al volver a su país, silenciados por un Estado que eligió ignorarlos y no se hizo cargo.

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