Viernes 19 de abril | Mar del Plata
17/07/2017

Morir en la calle: el taller y su hija, lejos por una adicción sin abrigo

Sergio Fernández falleció a los 54 años en situación de calle. El habilidoso chapista y padre distanciado no pudo recomponer su vida por el alcohol. El Estado volvió a fallar en su política de adicciones. Su vida y un final evitable.

Morir en la calle: el taller y su hija, lejos por una adicción sin abrigo

Sergio Fernández murió en la calle. Pasó su última noche envuelto en una manta y cartones entre los materiales de una obra en construcción en Luro y Funes con una sensación térmica por debajo de los cero grados. Un habilidoso chapista con un serio problema de adicción al alcohol y las drogas quedó en la extrema marginalidad casi a los 50 años. Y cuatro años después, este lunes, murió de frío, de exclusión, de insuficiente ayuda para superar el consumo desmedido que lo alejó del trabajo, de su hija, de su vida y le puso fecha de muerte a su futuro.

Es la tercera persona que muere en situación de calle en lo que va del 2017 en Mar del Plata. Los últimos cinco años de su vida los pasó entre el frío de Plaza Rocha, un hogar de la avenida Tejedor, el área de salud mental del HIGA, el parador “El Campito”, el desayunador Don Bosco de Cáritas y últimamente la zona de Luro y Funes.

Por cantar “muy buenos tangos” y saber preparar postres (gracias a un curso) lo recuerdan con mucho cariño en el desayunador de Rivadavia y Don Bosco, donde frecuentemente concurría. Tímido, vergonzoso, “muy golpeado por el alcohol” y solo. Así lo recuerdan. Por su aspecto, su impronta y sus pelos revueltos, lo apodaban “Pájaro loco”.

Distintas ONGs consultadas por QUÉ para reconstruir la vida de Sergio Fernández -a quien conocían- coincidieron en dos puntos clave: el primero, su muerte –como la de muchos otros- “fue evitable”. Segundo, el Estado -la Secretaría de Desarrollo Social en este caso- falló abruptamente en el abordaje para revertir su problema de adicciones. “Empezó a morir hace tiempo”, reconocieron.

La estadía de Sergio en “El Campito” a veces era casi “permanente” y hasta le sugerían no salir, pero su adicción al alcohol y las drogas no fue tratada debidamente por Desarrollo Social, área hoy acéfala -sin conducción política- ante la renuncia de Vilma Baragiola para liderar la campaña de Cambiemos y sin reemplazo designado por el intendente Carlos Arroyo. Constan 13 muertes en situación de calle durante la gestión de Vilma Baragiola en Desarrollo Social.

Un dato nada menor. Sergio Fernández tenía una hija. Vive en Buenos Aires y presuntamente se dedica a la docencia, pero el vínculo familiar que los unía se quebró hace años, al igual que con su exesposa. “Le ofrecimos intentar rastrear a su hija para que se reencuentren, pero decía que no quería buscarla hasta no salir de la adicción”, relató Ricardo Máspero, responsable del desayunador Cáritas Don Bosco.

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Sergio Fernández concurría regularmente al Desayunador Don Bosco (Foto: archivo/QUÉ Digital)

Varios chapistas lo reconocían como “uno de los mejores” en el rubro. “Sáquenlo del alcohol y puede tener trabajo en cualquier buen taller”, fue el comentario que en más de una oportunidad llegó al desayunador en torno a la capacidad con la que Sergio Fernández ejercía su oficio.

Unos tres años atrás había encontrado contención en un hogar de Tejedor casi Storni, vinculado a la ONG Assar. “Lo encontramos una vez muy mal en Plaza Rocha. Le ofrecimos un baño, le preparamos un bolso y lo acercamos al hogar. Pero el problema no era dónde parar, sino las adicciones”, reconoció el director del desayunador.

Su acercamiento a un grupo evangelista y sus intermitentes participaciones en reuniones de Alcohólicos Anónimos no lograron que Sergio Fernández revirtiera su adicción, principalmente al alcohol.

“En el caso de Sergio, más allá de El Campito, hubiera hecho falta una política de salud. Él se escapaba de su propia vida”, añadió Ricardo Máspero.

La última vez que pasó por el desayunador Don Bosco fue la semana pasada. “A veces venía mal, no quería hablar mucho. Con solo verlo, a gritos pedía ayuda y eso falló”, añadió. Le encantaba cocinar y meses atrás había hecho un curso de cocina. Pero no alcanzó.

El primer censo de personas en situación de calle especificó que en 2016 había al menos de 230 hombres y mujeres en la extrema marginalidad social. El segundo y más reciente censo, indica que hoy se registran unas 350 personas en la calle.

“NO QUIERO MORIR COMO MARCELO”

Hace menos de un año, en similares circunstancias, Marcelo murió en situación de calle. Su cuerpo permaneció más de 24 horas en la morgue como NN, hasta que la Policía -con ayuda de algunas ONGs- pudieron determinar que se trataba de él.

Marcelo y Sergio Fernández eran amigos. Se conocían “de la calle”. La muerte de Marcelo le afectó fuertemente. Según cuentan, lo decía y lo repetía: “No quiero morir como Marcelo”. Solo, adicto, con frío, en la calle, excluido, sin identidad.

Pero meses después el mal presagio se hizo realidad. Hoy, Marcelo fue Sergio. “Cuando nos decía que no quería terminar como él, le hablábamos de mil maneras y le decíamos que se cuidara, que no tomara más, que hiciera caso, pero la adicción lo dominaba”, contaron desde otra ONG.

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Sergio Fernández fue hallado sin vida en Luro y Funes (Foto: QUÉ Digital)

Las distintas entidades que trabajan por las personas en situación de calle coincidieron en otro punto: “El 99% no puede salir solo”. Oscar, quien salió de la calle a los 70 años después de varios años en la extrema marginalidad, lo confesó en diálogo con QUÉ: “Solo es muy difícil salir”.

Algunas de las mismas ONGs consultadas, sin ánimo de comprometerse políticamente, le apuntaron al Estado, a Desarrollo Social, a Vilma Baragiola, a la falta de una política de adicciones eficiente del Municipio, con la salvedad y aclaración de que “la desatención viene de antes, de gobiernos anteriores”.

La acéfala conducción política en la Secretaría de Desarrollo Social; el vacío que intentan cubrir las ONGs; la ausencia de una política que revierta el consumo de adicciones y 13 muertes en 18 meses dan lugar a un anhelo -“que nadie más muera en la calle en Mar del Plata”- pero a la vez a una cruda y triste realidad: la desgarradora certeza de saber que habrá más casos, con víctimas tan evitables como Sergio.

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17/07/2017