Viernes 19 de abril | Mar del Plata
08/03/2022

Soledad, entre el trabajo en el puerto y el sueño de la cooperativa familiar

#8M | Mujeres cooperativistas

Soledad, entre el trabajo en el puerto y el sueño de la cooperativa familiar
(Fotos: Qué digital)
Julia Drangosch

Por: Julia Drangosch

Es jueves y son poco más de las 16. Llueve, por momentos con intensidad, y en el Puerto de Mar del Plata el movimiento no cesa. Soledad lleva más de 18 horas trabajando en la Terminal 1 y mientras descarga el último barco de la jornada se seca las gotas que se acumulan entre su ropa y coordina todo lo que pasa alrededor del buque “Padre Pío”.

Mientras en el muelle avanza la descarga de cajones, ella coordina todo lo que sucede; entre proveedores, camiones y controles, digita cada movimiento y está atenta a todo, con la mirada enfocada y una concentración envidiable. A su lado, sus compañeros de la Cooperativa Estimar Limitada realizan sus tareas y cumplen, casi de forma mecánica, la rutina que les impone su oficio, que en su mayoría realizan desde hace más años de los que recuerdan.

Soledad Romito tiene 41 años y desde sus 19 se desempeña en el Puerto de Mar del Plata. Es capataz, está a cargo de 14 barcos y, como si fuera poco, es la única mujer estibadora, no solo de la ciudad, sino de Argentina. “Ha sido complejo, porque nadie quiere que una mujer te mande”, se sincera, sobre su pasado y presente, pero asegura que, como en todo trabajo, “te adaptás y se adaptan”.

Desde hace algunos años, Soledad forma parte de la Cooperativa Estimar, pero lleva el cooperativismo –casi como la actividad portuaria- en la sangre. Es que hace más de diez años su papá -Alberto, un histórico trabajador del sector, quien falleció años atrás- tuvo un sueño, que lamentablemente no pudo concretar: lograr el funcionamiento de la Cooperativa Cemirza Limitada, esa que conformó con tanto esfuerzo, amor y compromiso.

“En 2010 con mi papá conformamos una cooperativa y nunca la pudimos concretar porque hay una resolución en el Consorcio Portuario [NdR: la Resolución 220, que regula el funcionamiento y habilitación de las empresas de servicio] que no permite habilitar cooperativas nuevas”, explica Soledad, en una entrevista con Qué digital, y lamenta que “dado que el Consorcio se reserva el derecho de admisión”, pese a que la entidad cuenta con la habilitación del INAES no puede funcionar en el puerto.

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Para Soledad el cooperativismo es una forma de vida, pero además, es una conexión con su papá, quien tanto le enseñó y de quien tanto aprendió. “Yo hoy no la quiero habilitar para trabajar sino para mirar al cielo y decir: ‘Ya está’”, cuenta y repara en lo duro que ha sido el camino a transitar, en especial en un ámbito donde las mujeres no abundan y los roles de poder están, usualmente, ocupados por hombres.

EL MAR, LA FAMILIA Y UN LUGAR GANADO A FUERZA DE TRABAJO

Desde muy chica la vida de Soledad estuvo vinculada al puerto, en especial al mar. “Somos todos de familia estibadora, desde hace muchísimos años, de cuando los cajones eran de madera”, relata y recuerda cuando, de pequeña, iba junto a su mamá a la playa y se quedaba horas mirando desde arriba a su papá trabajar.

“Todo eso me fue llamando la atención a medida que pasó el tiempo, que fui creciendo. De grande lo acompañaba, miraba un poco y me fue gustando”, asegura y si bien dice que le hubiera gustado aprender a navegar, confiesa que el amor por el mar es lo que la moviliza y, en especial, la conecta con quien fuera su gran enseñante: su papá.

Siempre me gustó mucho el tema del mar, me hubiera gustado navegar, pero mi papá nunca me dejó porque tuvo miedo y después falleció y hoy por hoy estoy grande. Mi conexión con él está ahí en el muelle, de hecho tiramos sus cenizas al mar, que era lo que él quería. Es como que me siento más cerca de él también.

Si bien cuando Soledad comenzó a trabajar como administrativa en el puerto “no sabía ni lo que era la proa ni la popa”, lo cierto es que con el correr de los años, todo lo que había visto y aprendido de su familia la llevó a decidir salir de la oficina y pararse en el muelle, donde hoy opera en el marco de la descarga de cajones de pescado. Incluso allí, recuerda, obtuvo su primer dispositivo de comunicación: no fue un celular sino un handy.

La labor de la trabajadora portuaria es variada e incluye el trabajo coordinado entre 14 personas, además de proveedores, camioneros, autoridades y dueños de barcos. Y en ese marco, y como capataz, ella es quien digita y ordena lo que sucede durante la descarga de los barcos, en jornadas extenuantes y por momentos desafiantes.

Sobre su rol como responsable en el muelle, Soledad asegura que al principio “fue medio chocante para los varones y para mí también porque era sapo de otro pozo; ellos no están acostumbrados a ver mujeres”. De todas formas, cuenta sin rodeos: “Te adaptás: ellos se adaptan a vos y vos te adaptás a ellos”.

“Es más –ahonda- muchas veces aprendés de ellos. Yo me guié mucho de compañeros grandes, de la edad de mi papá, ellos me enseñaron un montón de cosas. Así fui aprendiendo y hoy es toda una gran familia en el puerto porque ya los hombres, grandes o chicos, están acostumbrados a verte y sos una más”.

MUJER, ESTIBADORA Y COOPERATIVISTA

Según cuenta Soledad, trabajar en una cooperativa “está bueno”, en especial si es familiar. Y si bien ella todavía anhela poder concretar la habilitación en el puerto de la Cooperativa Cemirza, lo cierto es que mientras tanto, tanto ella como parte de su familia se desempeñan en Estimar.

“Ahora trabajamos con Estimar, porque el Consorcio nunca nos llamó por la cooperativa de mi papá, todos los años hemos presentado papeles, incluso hicimos recursos de amparo. Pero nunca nos permitieron ver ni siquiera la carpeta”, plantea, aunque dice que más allá de eso -y como en todo ámbito- no es fácil ser mujer en el mundo cooperativo.

“Ha sido complejo, porque nadie quiere que una mujer te mande”, reafirma y aunque asegura, entre risas, yo no mando a nadie, porque no me mando ni a mí, dice que cada uno sabe el rol que le toca ocupar, pero en el trabajo a veces molesta que una mujer le dé indicaciones a un hombre.

Sin embargo, reafirma, lo importante en realidad no es quién da las órdenes sino que el trabajo se ejecute de la mejor manera posible. “Hay un presidente, un consejo de administración y un capataz y en el muelle hay que hacer lo que dice el capataz, pero no porque yo sea la jefa, sino porque que hay que tener un respeto, que el armador o el dueño hable con una sola persona y no con 14”, grafica.

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Entonces, enfatiza, su trabajo en definitiva tiene más que ver con ordenar la labor de los demás para que el ciclo se cierre, más allá de quién esté arriba en la cadena de mando: “A veces eso molesta porque soy una mujer, pero yo trato de organizar y de que una sola persona se encargue de todo”.

Para Soledad, hacerse un lugar en el puerto y en el cooperativismo no ha sido tarea fácil, pero a fuerza de convicción, esfuerzo y dedicación, poco a poco ha logrado ganarse no solo el respeto de sus pares sino el reconocimiento por su labor. Y en ese camino que transita, hoy a sus 41 años, todavía espera poder cumplir el sueño de su papá, mientras lucha, de forma silenciosa y a través de su trabajo, para que haya más inclusión en el Puerto de Mar del Plata.

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08/03/2022