Martes 16 de abril | Mar del Plata
18/12/2014

Trabajar en el Parque Industrial como fábrica clandestina

Unos 50 trabajadores de la firma Argen-pesca, que se desempeñaron durante años en negro, están a punto de quedarse en la calle. Mantienen tomada la planta hace ocho días. Temen ser desalojados por la fuerza. Una historia de “humillación”.

Trabajar en el Parque Industrial como fábrica clandestina
(Fotos: Lucho Gargiulo)

Un Parque Industrial que es presentado oficialmente como uno de los grandes logros de los últimos años en la ciudad. “Una política de expansión de la industria”, dicen desde el Gobierno municipal. Ahí, hoy, 53 familias están a punto de quedarse en la calle, sin un peso, con miedo y en medio de amenazas y mucha humillación.

Ahí, en el Parque Industrial, está instalada en la calles 8 y 5 la empresa Argen-pesca S.A. “Con trayectoria de más de 20 años de operación y negocios exitosos, ha exportado hasta la fecha más de 70 mil toneladas de productos”, describe su página web. Sus mercados de anchoas son: Estados Unidos, Francia, España, Italia, Alemania, Brasil, Japón, China, Hong Kong, México, Israel, Taiwan, Perú, Marruecos.

Hoy, ahí, en el Parque Industrial, en la planta de Argen-pesca, en esa empresa que exporta a todos esos lugares a tan buenos precios, hay 53 trabajadores que reclaman porque están a punto de quedarse en la calle. En realidad ya lo están, pero tomaron la planta y, aseguran, no se moverán hasta que, como mínimo, les paguen la indemnización que corresponde.

Hasta hace unos pocos días, ahí, en el Parque Industrial, en la planta de Argen-pesca, trabajaban más de 50 personas en negro, sin los beneficios que merece cualquier trabajador.

Hasta hace unos pocos días, ahí, en el Parque Industrial, en la planta de Argen-pesca, se desempeñaban, según denuncian muy por lo bajo los trabajadores, hasta menores de edad.

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María Isabel Gómez, Mary, encabeza el reclamo. Dice que trabaja en la industria del pescado desde hace muchos años, que se desempeñó en varias empresas y que fue delegada en alguna oportunidad. Dice que la industria portuaria del fresco y salado es una de las más complicadas en cuanto a la situación de los trabajadores. Dice que todos “se abusan de la necesidad”.

Es miércoles poco después del mediodía en la planta tomada. Hay muchas mujeres, hay niños, hay jóvenes, hay hombres. Hay, principalmente, varios jefes y jefas de familia. Hace ocho días que duermen en colchones, bancos, mesas de madera. Comen lo que tienen y pueden. Agrupaciones sociales les acercan donaciones y así se mantienen.

“Somos empleados del pescado, pero no somos tontos”, dice Mary con mucha firmeza. “Acá principalmente trabajamos con el filet de anchoíta. Son entre seis y ocho meses de laburo. Durante la temporada de trabajo estamos unas 12 o 13 horas por día”, describe.

Los 53 trabajadores que hoy toman la planta mantienen un vínculo con un contratista que les abona en negro.  “Nunca firmamos ningún papel, ningún recibo”, coinciden los trabajadores. Dicen que su relación laboral es manejada bajo el rol de contratista por Rubén “Pomelo” Guerrero y apuntan que el dueño es Jorge Giovannelli.

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planta tomada 08 ARGENPESCA
planta tomada 04 ANCHOA
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planta tomada 03

Todo empezó hace unos diez días cuando los trabajadores vieron afuera de la planta un cartel de venta. Desde la empresa intentaron decirles que solo se trataba de una manera de evitar una inspección. “Acá nunca cae una inspección, cómo les vamos a creer eso”, dicen los trabajadores.

El sábado 6 se juntan en una plaza. Deciden que el martes irán a la planta y pedirán que los efectivicen, que los blanqueen y que les respeten sus derechos.

El martes a las 6.30  se juntan en el ingreso del Parque Industrial, donde una persona de seguridad, en cada momento, pregunta a quienes ingresan a dónde van, para qué y cuál es su nombre y apellido. Cuando llegan se encuentran con una sola persona. Autoridades, ninguna.  Llaman a representantes del Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (SOIP), que llegan al rato.

Junto a ellos, logran reunirse con el dueño y el contratista. Les niegan terminantemente que fueran a registrarlos, que fueran a respetar sus derechos.

Más tarde, otra reunión. Ahí todo más claro. Los dueños les piden una lista con cada uno de los trabajadores, los años de antigüedad y el dinero que los conformaría para irse.

Los trabajadores aceptan empezar “un arreglo”. Entregan la lista. A las horas, llegan dos contadores. Rechazan lo que pidió cada uno. Les dicen que se deben conformar con 5 mil pesos para cada trabajador. No importa la antigüedad, no importa el tipo de trabajo, no importa nada: 5 mil pesos y afuera.

La situación se descontrola. Gritos, algunos destrozos menores, un poco de fuego.

Con las cosas más calmas, los trabajadores se reúnen, deciden quedarse y “tomar la planta”, un término que les suena raro aún hoy, porque no están “acostumbrados” a eso, dicen.

A la noche llega la policía. Mucha policía. En el medio, un funcionario judicial. Los notifica de la existencia de una denuncia en su contra por el robo herramientas.

Los días pasan. Empiezan reuniones en torno al Ministerio de Trabajo. Los trabajadores quieren llamar la atención de los medios para intentar que los dueños “aflojen” y para intentar preservarse. Algunos de los que encabezan la protesta dicen haber sido amenazados. Hacen una colecta entre todos. Juntan 300 pesos y compran unos bombos y unas cartulinas. Protestan frente al Ministerio de Trabajo. Algunos medios les dan espacio.

El martes, siete días después del inicio, se dispuso una orden de desalojo, cuentan los trabajadores. Sobre las cinco de la tarde más de once patrulleros, camiones y motos se instalan en la puerta de la planta. Llegan policías con cascos, protectores, palos y armas. Los trabajadores dicen que desde el gobierno municipal mandaron a alguien a frenar el desalojo.

“Las autoridades del Soip vinieron y se pararon delante de nosotros. Por suerte todo se frenó a tiempo. Había mucho miedo acá adentro”, relata Mary.

En el mediodía de este miércoles el Ministerio de Trabajo de Provincia convocó a una audiencia. Los trabajadores aseguran que no hubo avances porque no se presentó el dueño. Mientras tanto, sigue el miedo por la orden de desalojo. “Uno de la Municipalidad nos dijo que por el momento está suspendida”, le comunica a sus compañeros uno de los representantes que formó parte de la audiencia.

La historia continúa.

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Mientras se acomodan para la foto de QUÉ, los trabajadores se acercan para sumar algo más: un recuerdo, una denuncia, un sentimiento. Lo hacen cara a cara, se acercan mucho, lo dicen casi en voz baja. Entre ellos, una mujer, de unos 40 años:

-¿Sabés qué tenés que poner en la nota?

-¿Qué?

-Que nos sentimos solos y humillados, muy humillados.

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18/12/2014