Varese: pocas carpas alquiladas, playa pública repleta
En el fin de semana con mejor temperatura y mayor movimiento turístico del verano, junto a Cabo Corrientes el sector dejó en evidencia qué prefieren quienes disfrutan de la arena ante los elevados costos de la sombra. Una recorrida por la zona.
Este sábado la temperatura llegó a los 35 grados y los desacertados pronósticos de mal tiempo para toda la jornada quedaron contrastados con playas llenas de turistas y marplatenses que aprovecharon el sol y se metieron al mar. En una recorrida de QUÉ por Varese y Cabo Corrientes, la diferencia quedó clara: el sector de carpas presenta un bajo nivel de ocupación, mientras que en el espacio público, por así decirlo, no cabía un alfiler.
Desde lo alto, la arena quedó prácticamente tapada hasta más allá de la orilla por sombrillas y reposeras. Desde el Torreón del Monje hasta el acceso a Playa Chica, uno de los sectores de playa más elegidos de Mar del Plata, en el tercer fin de semana -también el más esperado después de una primera quincena “bastante floja”- la playa fue sin dudas el punto más elegido para aprovechar el calor.
En el verano 2017 la polémica en torno al abuso de los concesionarios de balnearios sobre la playa pública volvió a quedar en evidencia, sumado a la falta de arena luego de casi 20 años sin obras de refulado. De hecho, este domingo se llevará a cabo la primera sombrilleada del verano contra el exceso de los empresarios y en defensa de la playa pública, casualmente en un sector cercano al que eligió recorrer QUÉ este sábado.
Los pasillos de carpas claramente delimitados por sogas y maderas estuvieron poco transitados en uno de los días de esta temporada con mayor actividad en las playas. Las carpas en sí mismas, alquiladas en menos de un 50% por algunas familias.
Pero detrás -o delante- del vallado que divide a quienes pueden pagar entre 350 y 500 pesos por una carpa, de quienes eligen no hacerlo, en el sector público la imagen de este sábado fue completamente diferente.
Tanto en Varese como en Cabo Corrientes, la playa pública estuvo repleta, casi colapsada. “Es un hormiguero”, fue el comentario de varios al divisar panorámicamente la playa, entre carpas pegadas a otras, reposeras por doquier, grupos familiares y de amigos prácticamente mezclados y mates que por poco derivan en manos ajenas a la ronda.
La arena caliente del sector más cercano al asfalto del Paseo Galíndez obligó -a quienes llegaron a tiempo- a buscar un lugar pegado a la orilla. Pero para muchos no fue suficiente y decenas de reposeras terminaron más allá de la orilla, prácticamente dentro del mar, clavadas en la arena, entre cientos que continuamente pasan, pisan la arena mojada y salpican espuma, aunque con gestos relajados que gritan “estoy de vacaciones, no me importa”.
Churros, helados, gaseosas, agua caliente para el mate, ojotas, mallas, lentes de sol, choclos, pulseras, relojes, pareos… de todo en las manos de los vendedores ambulantes. Algunos, más equipados, arrastran carros con indumentaria de playa, lentes y libros por la orilla en busca de eventuales compradores. Y si la pregunta es si se vende, la respuesta es proporcional a la cantidad de vendedores. Se vende.
Policías locales y bonaerenses del Operativo Sol -en grupos de a dos o de tres- recorren la arena. Nadie pasa inadvertido el calor, mucho menos quienes portan uniforme. También los guardavidas, aunque con un uniforme mucho más a tono en la playa, distribuidos en dos puestos en la zona, supervisan atentamente el agua y la playa.
Este sábado, pese a la bandera de “mar dudoso”, no hubo rescates aunque sí cientos y cientos de personas en el agua. El personal de seguridad solo intervino ante la pérdida circunstancial de algún niño luego alzado en brazos entre aplausos hasta concretar el reencuentro con su familia, uno de los protocolares rituales playeros más populares del verano marplatense.
El sector de playas de Varese y Cabo Corrientes, uno de los más clásicos de Mar del Plata, fue uno de los más elegidos en el fin de semana de mayor actividad turística de lo que va del verano. Entre quienes no pueden pagar espacios de sombra y quienes eligen no hacerlo, las carpas están prácticamente vacías y la parte pública, aunque parezca un hormiguero, se disfruta como la falsa ilusión de un paraíso repleto de miles de personas, que pese a todo garantiza bajo el sol una cuota necesaria de paz, disfrute y tranquilidad.
