Martes 16 de abril | Mar del Plata
07/07/2015

“Vivimos sentenciados a una condena perpetua de dolor”

La ONG Familiares Víctimas del Delito y el Tránsito conmemoró sus 12 años. En una clara crítica a la Justicia, la presidenta, Marcela Bravo, dijo: “Esa condena no se nos va con buena conducta o con una morigeración”.

“Vivimos sentenciados a una condena perpetua de dolor”
(Fotos: Lucho Gargiulo)

No hay consuelo para una madre que perdió a un hijo, un hermano, un marido. No lo hay. No hay palabra, ley ni sentencia que pueda devolverle la vida de ese ser querido que, en este caso, le arrebató la inseguridad o un imprudente al volante. La ONG Familiares Víctimas del Delito y el Tránsito conmemoró este martes 7 de julio 12 años de reclamo de mayor seguridad y justicia. Lo hizo con autocrítica, con exigencias a la Justicia y el poder político, pero también con una convocatoria abierta para que aquellos que aún no están detrás de la bandera de las víctimas, se sumen al pedido antes de que lo que se puede reclamar sin dolor, se vuelva una condena.

12 años. Allá por el 2003, la muerte del joven Pablo Dagatti impulsó a su padre Érico a reunir a otros familiares de víctimas del delito y a ciudadanos que no habían sufrido una pérdida semejante para conformar la ONG que desde entonces, el primer martes de cada mes, sale por las calles a reclamar justicia y a exigir medidas de seguridad. En ocasiones han asistido miles a las marchas. En otras, solo una pocas manos para levantar la bandera, que lamentablemente no ha dejado de crecer con los años.

Este martes se conmemoró un nuevo aniversario en el denominado “Espacio de la víctima”, en avenida Luro y Mitre. Como de costumbre, varios familiares e integrantes de la ONG hicieron uso de la palabra. Palabra que carece de consuelo y a la que, entre pares, solo puede responderse con un abrazo.

Luego de que Dagatti decidiera irse a vivir a España en 2008 a partir de que la sociedad “le diera la espalda” (así lo entienden desde la Asociación), Marcela Bravo quedó al frente de la ONG. El crimen de su marido, Daniel Acámpora, ocurrido el 19 de enero del 2007, es su motor de lucha. Su historia, es otra de esas que no tienen consuelo.

Había que verla aprender a hablar con los medios de comunicación cuando ocurrió la tragedia. Había que verla marchar embarazada con sus manos tomándose la panza y exigiendo justicia. Había que verla con los ojos cargados de lágrimas reclamando justicia mientras la indiferencia de quienes pasaban de largo en cada manifestación se hacía notar.

MARCHA VICTIMAS DEL DELITO 03

Desde el “Espacio de la víctima” y entre velas encendidas para recordar a los que ya no están, Marcela Bravo expresó: “Lamentablemente nuestra ONG está compuesta por personas y familias que han tenido una pérdida irreversible, pero también por vecinos que pese a que no tuvieron esa pérdida decidieron invertir un ratito de su vida en construir ciudadanía, solidaridad y esperanza a la par nuestra”.

La presidenta de la ONG remarcó que el reclamo de la entidad “no es solo poner en evidencia la inacción de todo el arco político, sino también las acciones que se llevan adelante y cómo mejorarlas”.

Para las víctimas del delito, el puñal más profundo, termina siendo la indiferencia. “Se exige compromiso desde las redes sociales, desde un llamado a la radio o desde el enojo cuando pasa algo, pero luego se calla y queda todo ahí. Como ciudadanos, ¿cómo podemos exigir a nuestros representantes si nosotros mismos no somos capaces de persistir en nuestro compromiso?”, continuó.

Los ojos a Marcela se le llenaron de lágrimas. Lágrimas de bronca, de dolor, de nostalgia, de miedo, de recuerdos, de sueños que ya no podrán hacerse realidad: “No bajen los brazos, sigan adelante, no sean egoístas con ustedes mismos, porque una vez que te falta un ser querido y ya no tenès a esa persona que es la persona de su vida, no la podés recuperar más. Y los días no vuelven a ser días. Y pasamos a vivir sentenciados a una cadena perpetua de dolor, porque nuestra condena no se nos va con buena conducta o con un beneficio de morigeración. Esa condena nos persigue toda la vida y tenemos que inventar la voluntad día a día para seguir adelante”.

MÁS DE 500 MARCHAS: “LAS CARITAS YA NO ENTRAN EN LA BANDERA”

Gastón Herrera acompaña desde el principio a la ONG. Es uno de los integrantes que no perdió a un ser querido en manos de la delincuencia, pero que hace años decidió colaborar y salir a la calle a reclamar justicia y seguridad.

A 12 años de las primeras marchas, este martes habló en el acto y recordó: “Érico convocó a diferentes familiares de víctimas y a ciudadanos que no nos había pasado nada para que hagamos un fuerte reclamo de seguridad y justicia, entendiendo que la seguridad la construimos entre todos y que la responsabilidad era de los funcionarios políticos, de la Justicia, de la policía y también de los ciudadanos que podíamos aportar algo para que esa realidad cambiara”.

“Pasaron 12 años y algunas cosas han cambiado, pero lamentablemente todos los primeros martes de cada mes seguimos reclamándole a la Justicia que esté a la altura de las circunstancias; a los fiscales que hagan el trabajo que corresponde para que esos tipos que empuñan el arma y le arrebatan la vida a un vecino, estén donde tengan que estar; y para que los jueces de garantías nos garanticen a nosotros el derecho a la vida; y para que esos jueces de ejecución de una vez por todas utilicen el sentido común, estén a la altura de lo que la sociedad y dejen en prisión a quienes empuñaron un arma y mataron”, continuó.

Herrera fue también autocrítico y dijo: “En algo hemos fallado y ha sido en la convocatoria. Por alguna razón a lo largo de estas más de 500 marchas no hemos llegado a hacerles entender a esos hombres y mujeres que están en sus casas, que deben participar pacíficamente. Arrancamos con una bandera muy chiquita. Lamentablemente hoy tiene más de 100 integrantes y las caritas ya no entran en la bandera”.

LAS MADRES QUE DUELEN

Ester Oliva es la mamá de Yoce. Su hijo tenía tan solo 19 años cuando el 27 de junio del 2010 fue asesinado en un confuso episodio delictivo a pocas cuadras de su casa. Ester canalizó parte de su dolor en Familiares de Víctimas del Delito y el Tránsito y este martes, en el decimosegundo aniversario de la ONG, fue una de las madres que habló.

MARCHA VICTIMAS DEL DELITO 01

“Nadie quiere estar detrás de esta bandera, ni que su vida se haga pedazos, sino que sus hijos sean  libres en la calle caminando. A veces da bronca, porque la gente llega acá cuando ya no podemos hacer más nada que abrazarlos”, dijo.

La mamá de Yoce aseguró también: “No pedimos nada más que nos acompañen, porque de este lado de la bandera no se vuelve. Y el dolor no se va por más que pasen los años, sigue intacto. A ellos les arrebataron la vida. Ellos tenían derecho a seguir viviendo, aunque viven en cada marcha”.

Finalmente, convocó a aquellas familias a quien la inseguridad no les arrancó a un ser querido, a sumarse a las movilizaciones con su presencia: “Son 12 marchas en el año. Como mucho es una hora de su tiempo para acompañar y pedir por la vida de todos. Necesitamos que nos ayuden a llevar la bandera, porque con el dolor se hace más pesada de levantar”.

Por primera vez, el secretario de Seguridad del Municipio, Rodolfo Iriart, asistió a una de las concentraciones de Familiares Víctimas del Delito y el Tránsito. Se comprometió a volver a participar. También estuvo presente el concejal del Frente Renovador Lucas Fiorini, quien acostumbra acompañar a los integrantes de la ONG en sus marchas. Fueron las únicas autoridades políticas que fueron al acto.

Lidia Berón es una de esas mujeres sencillas de barrio, con mirada de “madraza” y un oído siempre dispuesto a escuchar, seguido de un abrazo. El 19 de noviembre del 2004 cuando su hijo Pablo se dirigía a su casa en un ciclomotor, un taxista en contra mano lo embistió en la esquina de Rosales y Fregui, en el mismo barrio, a pocas cuadras de su hogar. Permaneció internado durante poco más de una semana en el HIGA y el 27 de noviembre, falleció. El conductor del taxi se dio a la fuga. Unos jóvenes lo vieron pero no alcanzaron a observar la patente ya que llevaba las luces apagadas. El hecho, quedó impune. Pasaron más de 10 años.

Lidia fue breve y pidió lo mismo que Esther: que las acompañen. Su relato, es desgarrador: “A mí hijo me lo mató un taxista. Y al día de hoy no sé quién fue el infeliz que lo dejó abandonado y se fue, como si fuera un paquete, porque ni a un perro se lo deja abandonado. Y tras esa desgracia, a los cuatro meses perdí a mi marido, porque no aguantó el dolor de la pérdida de su hijo. Pablo tenía 21 años, toda una vida por delante, como el hijo de Ester, Yoce. Ellos nos siguen dando fuerzas desde alguna parte”.

Lidia, como Ester, como Marcela y como tantas otras madres que integran esta ONG que ya cumplió 12 años de trabajo, marchas y reclamos, tienen historias y relatos que duelen. Tienen también pasados que vuelven todos los días y un dolor hecho condena.

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07/07/2015