Miércoles 24 de abril | Mar del Plata
21/08/2022

Vivir para producir y luchar por el acceso a la tierra 

Carmen integra la UTT y vive y trabaja en una quinta ubicada camino a Sierra de los Padres. Su historia, la lucha de quienes trabajan la tierra y el anhelo de un cambio en el modelo productivo. 

Vivir para producir y luchar por el acceso a la tierra 
Julia Drangosch

Por: Julia Drangosch

Lucho Gargiulo

Imagen: Lucho Gargiulo

Carmen se define, orgullosa, como campesina. Hace casi tres décadas llegó a Argentina desde Bolivia, con tan solo 15 años, y desde ese momento trabaja la tierra. Desde 2019 vive y trabaja en una quinta ubicada en inmediaciones del barrio Santa Paula, camino a Sierra de los Padres, y desde allí lucha con dos objetivos: promover el cultivo agroecológico y acceder a su propia tierra, esa que tanto necesita para tener una vida más digna. 

“Yo era una chica de ciudad y acá soy campesina”, cuenta entre risas y dice que no concibe la vida sin hacer lo que hace: trabajar la tierra. Sin embargo, como el campo en el que siembra, cosecha y pasa sus días no es de su propiedad -la tierra la pone el dueño y ella, junto a su marido, aportan el trabajo- también se anima a asegurar: “Vivís como podés, porque no es tuyo”. 

Carmen forma parte de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) organización que agrupa, a nivel nacional, a más de 22 mil familias productoras de alimentos, nucleadas por grupos de bases en 18 provincias del país, quienes se dedican a la producción frutihortícola y de crianza de animales, a los lácteos y a pequeñas agroindustrias.

La historia de Carmen, al igual que la de las alrededor de 2500 familias locales que forman parte de la UTT, no solo refleja una problemática histórica -la del acceso a la tierra para las y los pequeños productores- sino que también pone sobre la mesa el debate respecto al modelo productivo y la soberanía alimentaria. 

EL TRABAJO EN LA QUINTA Y LA LUCHA POR LA TIERRA 

Carmen tiene 44 años, vive junto a su marido y sus dos hijos, de 11 y 8 años, y además tiene otros dos hijos, quienes – según cuenta – pudieron optar por otros caminos y no viven del campo, como ella. Sin embargo, y pese a los obstáculos, las dificultades y los vaivenes del tipo de vida que lleva, para ella no hay nada como sembrar y cosechar su propio alimento. Y eso, considera, es invaluable. 

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Trabajar en la producción agrícola implica depender del tiempo, el mercado, los precios, el dólar, las plagas y tantas otras variables que poco ayudan en pos de la estabilidad. “Ese es nuestro riesgo: vos no ponés (las semillas) a la tierra pensando si se va a vender o no. Vos tenés que hacerlo y a veces se vende y a veces no”, grafica. 

Y a eso se suma un dato no menor: la tierra que trabaja no es suya. En su caso, va “a medias” con el dueño de la quinta en lo que hace a gastos, mientras que ella aporta la mano de obra y él pone la tierra. En el caso de otros cumpas, algunos alquilan y otros van a porcentaje, pero son contados los casos en los que quienes producen la tierra son los dueños. 

Concretamente, y según datos de la UTT, en Argentina sólo el 13% de la tierra está en manos de pequeños productores que producen más del 60% de los alimentos que circulan en el mercado interno, mientras que el 1% de las empresas agrarias controlan el 36% de la tierra cultivada en nuestro país.

En este contexto, el 22 de octubre de 2020 la organización presentó por tercera vez en el Congreso de la Nación la Ley de Acceso a la Tierra, una iniciativa que busca crear una especie de Procrear Rural para que las y los pequeños productores puedan acceder a una vivienda digna y a una parcela donde producir alimentos. Además, la ley busca impulsar un desarrollo rural ambiental, social y económicamente sustentable. 

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Tras dos años sin mayores avances, este año la iniciativa fue presentada por cuarta vez en el Congreso por parte de la vicepresidenta del bloque de diputados del Frente de Todos, Cecilia Moreau. Sin embargo, hasta el momento el expediente tampoco tuvo avances concretos. 

“El escenario ideal para nosotros es poder tener nuestra tierra. Tener un pedazo, pero pagarlo. No queremos que nos regalen nada, queremos que nos den las tierras para pagarlas en cuotas. Queremos acceder y trabajar la tierra, es lo que sabemos hacer”, se sincera Carmen y anhela un futuro en el que todo su esfuerzo valga la pena. 

DEL CULTIVO TRADICIONAL AL MODELO AGROECOLÓGICO 

Quienes dedican su vida al cultivo saben que hay que aprovechar el tiempo al máximo. En verano, los días son largos y atareados y las ventas se multiplican. En invierno, el tiempo es más hostil y los desafíos están puestos, más que en producir, en subsistir. 

“El invierno es más tranquilo, en verano se trabaja desde las 3 o 4 de la mañana porque no te dan los tiempos. Al mediodía se cocina para los chicos, se come, y se sigue. Podés estar desde la mañana hasta la noche, a veces hasta de noche, tenemos linternas para trabajar como mineros”, dice la integrante de la UTT mientras recorre la plantinera donde las verduras y hortalizas comienzan a brotar, pese al frío del invierno y gracias al sistema especialmente montado para evitar el impacto de las inclemencias climáticas. 

En este contexto, ¿cómo se subsiste en invierno? A fuerza de previsión, organización y esfuerzo, según cuenta Carmen. “Son terribles estos meses, la vemos fea porque trabajás todo el verano pero tenés que guardar la plata para comer y atravesar el invierno. Si gastás demasiado, ¿cómo hacés para volver a producir? Tenés que tener algo ahorrado”, asegura. 

“Yo soy una campesina”, reitera Carmen y repara en cómo trabajar la tierra le permite, ante todo, no pasar hambre: “A mí me pone mal no tener plata para mis niños. Me gusta trabajar, siempre lo hice. Las mujeres venimos, cocinamos, lavamos ropa, limpiamos. No hay tiempo para nosotras”. 

“Te dejás la vida, te olvidás de vos”, reflexiona Carmen pero rápidamente se anima a contar cómo, gracias a la organización en el marco de la UTT, se va avanzando en función de que las mujeres y disidencias puedan tener mayor autonomía y espacios personales. “Ahora con la organización vamos trabajando hacia la igualdad de género, hay espacios para las mujeres, para participar de los talleres, para compartir con las mujeres. Porque todo en la vida no es trabajo”, aclara. 

Una de las premisas de la UTT, además de la lucha por el acceso a la tierra y la soberanía alimentaria, tiene que ver con la promoción de la agroecología como modelo productivo. Según las estimaciones del espacio, actualmente son alrededor de 250 las familias que producen 300 hectáreas de forma agroecológica en varias partes del país con la idea de “fortalecer los ciclos de la naturaleza en vez de combatirlos con productos químicos”. 

“La clave para avanzar en la producción de alimentos agroecológicos es la organización de los pequeños productores y la capacitación de campesino a campesino”, explican desde la UTT y en ese marco funciona el Consultorio Técnico Popular (Cotepo), un espacio integrado por técnicos y técnicas que genera condiciones para la contención de las necesidades técnicas y de elaboración y provisión y comercialización de insumos agroecológicos. 

“Nosotros hacemos nuestros preparados y, desde hace un tiempo, nos cuestionamos”, comparte Carmen sobre el proceso que le permitió llegar a cultivar un sector del campo en el que trabaja de forma agroecológica. “Yo viajé a La Plata para convencerme de que se puede hacer cultivo agroecológico. Y ahí empezamos con los preparados para matar las plagas –bocashi, té de sauce, purines– todavía nos falta avanzar pero es todo artesanal”, dice y se anima a asegurar que el dueño del campo -que todavía cultiva de forma tradicional, utilizando agroquímicos- también está tomando conciencia “de que va a tener que empezar con la agroecología”. 

“La mayoría de la gente que trabaja en las quintas lo hace a porcentaje por lo general y todo queda en manos del dueño, no puede decidir. Pero el que trabaja por su cuenta, o cuando el patrón ve que hay un cambio y que las sustancias son mucho más baratas -aunque genera tiempo hacerlas- se puede ir avanzando”, dice Carmen, aunque sabe que la tarea es compleja porque quienes producen no son dueños de las tierras y, en la mayoría de los casos, no pueden decidir

COMERCIO DIRECTO: DEL CAMPO A LA MESA

En Mar del Plata, desde noviembre del año pasado, en San Martín y La Rioja funciona un almacén de la UTT, un punto de venta directa que busca acortar las distancias entre productores y consumidores. Allí, las y los productores ofrecen frutas, verduras, lácteos, productos de almacén y productos cooperativos de una red de familias trabajadoras de la tierra y cooperativas de todo el país.

“Los precios de venta de nuestros almacenes los discutimos y los fijamos mediante asambleas, donde las familias trabajadoras de la tierra somos el principal actor. De esta manera, en el campo recibimos lo justo por nuestro trabajo y podemos proyectar nuestra producción y nuestra vida cotidiana”, explican desde la UTT y aclaran, entonces, que “sabiendo cuánto vamos a recibir por la cosecha, podemos saber qué plantar y cómo vivir”.

En el almacén local, las y los productores vuelcan parte de su producción y la comunidad puede acceder a productos cultivados de forma sostenible, sin agroquímicos, y a precios populares.

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