Mariana Mora es actriz. Pero también, gestora de su propio arte. Como tantos otros artistas, desde que se sube a los escenarios, construye las obras que interpreta e imprime las entradas que repartirá en bicicleta. Sueña con las puestas y los vestuarios, y piensa en qué salas, en qué fechas y para qué. “El teatro para toda la familia es otra forma de conectar con la diversidad”, asegura.
Mariana también crea los personajes que la cuentan y habla con la gente de los teatros que le dijeron que sí. Arma la prensa, entrega las anticipadas y saca cuentas de las que alivian y también de las que preocupan o asfixian: sabe que no son tiempos estos para vivir –holgadamente- del teatro independiente.
Sin embargo, por motivos muy pocos capitalistas, Mariana Mora insiste. Y por eso, este lunes -feriado- a las 17 presenta “Guitarras al aire” en el Teatro Colón, en el marco de la Semana del Humor.
La obra, que protagoniza su personaje Roberto y que es apta para toda la familia, cuenta sobre un concurso imaginario de instrumentos. Pero además relata –y pone en evidencia en tiempo real- una historia de transformación.
– Como género y también como herramienta, ¿qué papel cumple el humor en tiempos de crisis política, económica y hasta afectiva?
– El humor es sanador de acá a la China. Es muy importante que podamos generar momentos y espacios de risa, de juego, diversión y comunicación en medio de todas las noticias sobre lo que pasa en el mundo, en el país, en la ciudad.
– ¿Cómo se construye humor para la familia? ¿Qué implica?
-El humor para toda la familia es construido a partir de lo universal, de lo que entiende todo el mundo. Y lo que tiene de característico el clown, el payaso, precisamente, es eso: no tiene ni edad, ni género. Es todo lo que quiera ser. Y entonces ahí podés compartir en familia. De lo contrario, sería solo para adultos, solo para niños y niñas o solo para adolescentes.
En cambio lo familiar nos reúne a todos y todas, y creo que compartir con la familia las risas y los códigos es nutritivo para la educación de estas nuevas familias que somos, creamos y alimentamos cada día. El teatro nos saca de nuestras casas, nos despega de la tecnología, que muchas veces nos atrapa, y nos invita a consumir y vivenciar una actividad cultural que abre debates en las familias. Y eso implica el necesario ejercicio de opinar, de inspirarse, de comentar y crea.
Pero también es real que en estas épocas hay que ser un poco atrevido o atrevida para desconectar de la tecnología y salir a consumir arte, a nutrirse, a sumergirse en el mundo imaginario y dejar que las sensaciones nos lleven a donde nos tengan que llevar.
– En tanto institución, de un tiempo a esta parte, la familia (al menos tradicional) goza de cierto descrédito. Sin embargo, en ese marco, vos apostas a un espectáculo para toda la familia. ¿Por qué?
-Toda la familia me significa a mí todas las edades: niños, niñas, adolescentes, adultos y muy adultos. ¿Por qué para todos y todas? Porque se fue dando –diría instintivamente- la conexión con la diversidad. También hago cosas solo para más chicos y cosas solo para más grandes. Pero lograr sintetizar una pieza que fusione o más bien contenga a todas las edades en una risa me parece súper maravilloso.
-En “Guitarras al aire”, además de contar sobre un concurso imaginario de instrumentos, vinculás cuatro palabras muy propias de los procesos de debate que impulsan los feminismos en Argentina: hombre, mujer, transformación y amor. ¿Cómo te interpela este movimiento al momento de pensarte como actriz?
-Primero me divierto con la idea de transformarme de hombre a mujer; me encanta compartir ese momento íntimo con el público, porque las transformaciones siempre vienen acompañadas de procesos grosos. Pero además, desde lo simbólico, nos vivimos transformando y hacemos lo que sea por lo que amamos.
Más allá del hombre y la mujer y la actriz, me atraviesa el movimiento feminista como ser humana. Y dejando al amor como el componente más importante que trajimos al mundo y nos llevaremos también. Sólo el amor nos sanará. Todo el resto está, pero es real que si no hay amor no hay nada.
– En estos tiempos, ¿se puede vivir del teatro independiente? ¿Cómo impacta el contexto para crear teatro?
-Hacer teatro independiente es también tratar de construir otra forma de trabajo. Es otro modo, otro formato. A mi entender, muy copado, porque te permite hacer tu propia producción, trabajar con quien quieras y elegir ser tu propio jefe o jefa para disfrutar de la libertad de tomar decisiones sobre tu proyecto.
Como mucho de lo que se ve, y de lo que no se ve en escena, sale de tu cabeza, de tu sentir y de tu bolsillo, a veces te alias con otras personas y gestionas juntos los lugares y las salas donde el teatro se vive. También recurrís a imprentas amigas que hacen precio, a familiares que garantizan un número de espectadores seguros.
Apenas terminas de actuar, la ganancia (que a veces es no ganancia económica) la sentís en el alma; de verdad que te sentís feliz con lo compartido. Es muy gratificante gestionar, actuar y salir feliz. Pero también es verdad que después llegan las boletas que hay que pagar y vos, pese a todo lo laburado, no llegas.
Sin embargo, hay que decir que sí hay momentos donde realmente trabajas en esto y vivís de esto.
-¿Qué tan presente está la agenda pública al momento de crear un nuevo personaje u obra?
-Yo cuando estoy creando no estoy pensando en la agenda pública, sino en hacer algo que me guste primero a mí. Y no sabes lo que eso me cuesta, incluso al día de hoy, después de muchísimos años de trabajo independiente, de autoconocimiento, de entrenamientos, de maestros que brindan herramientas –precisamente- para defender lo que una crea.
A mí me encanta que la gente consuma teatro, porque eso garantiza que las emociones nos atraviesen, que las ideas y la inspiración se muevan y conecten. Por eso, en parte, trabajo a la gorra.
Me gusta, de la mano del teatro, entrar en el inconsciente del público y que se les muevan los sentimientos. Eso es algo que me emociona. Y en parte, ese es mi modo de aportar a los cambios, a los presentes, a esas agendas de las que hablamos.
– Sos actriz, sos marplatense, formás parte de la cultura local. Y este año, se elige intendente, por ende, en parte, también se va a elegir por una manera de pensar, desarrollar y vivir la cultura en y desde Mar del Plata. ¿Qué debe contemplar, a tu entender, una política municipal de fomento a la cultura de acá?
– Si pudiera ser la directora de Cultura abriría programas de prevención en todas las escuelas, tanto estatales como privadas. Talleres o espacios en los que intercambiar sobre sexualidad, alimentación, salud mental, y deseo. Sí, también hablar del deseo para potenciar lo que tenemos o traemos, en lugar de intentar normalizar o estandarizar.
Para eso, incluiría el clown como materia troncal en las instituciones educativas. Eso ayuda a confiar en una misma, a creer en lo que hacemos y potenciarnos a diario. También haría festivales con gente de acá y de afuera. Garantizaría además becas o seminarios de formación para los artistas de la ciudad. Y volvería a poner en pie todo lo que este Municipio, en los últimos años, hizo desaparecer.
Durante cuatro años trabajé para Cultura, dando talleres en secundarios, y también para la Dirección de la Mujer. Pero hace 3 años que esos espacios de intercambio se cerraron y muchos artistas y trabajadores de la Cultura de Mar del Plata quedamos sin trabajo y los barrios, sin procesos creativos o espacio de encuentro y difusión.
Todo eso tiene que volver a tener un espacio en la política municipal, y por ende, en los presupuestos. Desde el arte se educa, se intercambia, se empoderan los y las ciudadanas. Eso fue lo que se desactivó hace tres años. Y hay que recuperarlo.