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CORONAVIRUS, EN FOCO

CBE: una red de contención
ante la crisis social

La pandemia en Mar del Plata

CORONAVIRUS, EN FOCO

CBE: una red de contención
ante la crisis social

La pandemia en Mar del Plata

31/10/2020

Cuando la pandemia se iniciaba y arrancaban las medidas de aislamiento -sin que nadie supiera cuánto y bajo qué características se extenderían- organizaciones sociales y entidades vecinales y barriales rápidamente advirtieron que, indefectiblemente, ello traería aparejado en una ciudad como Mar del Plata, capital del desempleo y con altos índices de informalidad, una profundización de la crisis social. Entonces, decidieron empezar a organizarse, a pensar qué hacer y cómo optimizar recursos y a generar un mecanismo de asistencia que terminó por transformarse en una red de contención sin precedentes: los comités barriales de emergencias (CBE).

Primero, atacar el hambre. Y evitar que a tantas familias que ya venían golpeadas por la crisis económica les faltara el alimento, ese alimento que muchas de ellas ya conseguían a través de los comedores y merenderos populares y otras tantas, muchas otras tantas, que por primera vez empezaban a caminar cuadras y cuadras con sus recipientes en busca de la comida en los espacios barriales.

Lo que empezó con un puñado de comedores y organizaciones fue creciendo de manera exponencial, al ritmo de una demanda que, dicen las y los coordinadores de la iniciativa, nunca dejó de aumentar. Pasados casi siete meses, esa enorme red de contención que articula con los distintos niveles del Estado se traduce en fríos pero grandes números que permiten dimensionar la desesperante situación de decenas de miles de marplatenses y batanteses: 369 centros comunitarios y comedores, casi 3 mil voluntarias y voluntarios (más del 70% son mujeres), 41 mil viandas semanales, 16 toneladas semanales de alimentos frescos aportadas -de manera insuficiente- por la Municipalidad y otras tantas de manera quincenal o mensual que se conforman con aportes nacionales, provinciales y donaciones de instituciones como la Fundación de la Universidad Nacional, la Iglesia a través de Cáritas, empresas y los propios vecinos y vecinas.

Pero dentro de los objetivos iniciales no sólo estuvo atacar el hambre. Diversas problemáticas que se fueron evidenciando con el correr de los meses encontraron respuestas en la formación de otras “alertas” por parte de los CBE: la asistencia sanitaria con un amplio despliegue territorial y la violencia de género e institucional.

Más allá de evaluaciones de conformidad por el desarrollo y la estructura lograda, los actores de distintos ámbitos que forman parte de la red coinciden en que sin esta organización todo hubiera sido “más violento y triste”, con un “pueblo que hubiera sufrido mucho más” y con un “estallido” inevitable.

A lo largo de Mar del Plata y Batán hay 33 comités barriales de emergencia, de acuerdo a los últimos datos relevados por la coordinación. Esos comités -desplegados en 81 barrios- a su vez están conformados por diversos comedores, merenderos, centros comunitarios, sociedades de fomento, iglesias, escuelas, y otras instituciones barriales que trabajan de manera articulada para brindar la asistencia. 

Los comités despliegan su tarea en torno a cinco alertas principales -que fueron variando a lo largo de los meses- y en cada uno de ellos hay al menos un referente para cada temática: alimentación, salud, género, violencia institucional y acceso a la Justicia y hábitat o “derecho a la ciudad”.

En torno a la necesidad alimentaria, hasta septiembre eran 369 los centros comunitarios o comedores en los cuales llegaron a repartirse 41.285 viandas semanales y donde trabajaron 2.912 voluntarios y voluntarias, de los cuales más del 70% son mujeres.

Los 33 CBE están organizados en cuatro zonas: norte, oeste, suroeste y sur. En cada una de esas zonas hay un centro de distribución que es el punto al que cada semana cada uno de los comités concurre para retirar los alimentos que luego repartirán en los comedores y merenderos que lo integran. En algunos barrios, esos comedores crearon un cronograma de alternancia para poder asistir con almuerzo y cena o en días distintos a las y los vecinos.

33

COMITÉS BARRIALES DE EMERGENCIA

81

BARRIOS

4

CENTROS DE DISTRIBUCIÓN

369

CENTROS COMUNITARIOS Y COMEDORES

41.285

VIANDAS SEMANALES

2.912

VOLUNTARIAS Y VOLUNTARIOS
(70% MUJERES)

EL ORIGEN DE LOS COMITÉS

“Los CBE arrancaron hace más de 200 días cuando veíamos que la pandemia, como en todo el mundo, iba a provocar una crisis social”, introduce Facundo Villalba, uno de los coordinadores de los CBE y resume: “Distintos actores de la comunidad decidimos que la mejor manera de enfrentar esa crisis sociosanitaria era juntándonos, preparándonos y uniendo esfuerzos que permitieran dar una respuesta próxima, una respuesta organizada, integral a los problemas que las vecinas y los vecinos iban a tener que afrontar”.

Así fue que empezó la organización en algunos barrios, con reuniones entre los y las referentes de las organizaciones, de las iglesias, de las sociedades de fomento para conocerse, generar confianza, dar las discusiones necesarias y pensar cuáles eran las alertas que podían generar algún tipo de conflicto desde el punto de vista social.

“Sabíamos que con las y los vecinos sin poder salir a trabajar se iba a profundizar la situación de hambre y el trabajo en comedores y merenderos. A partir de ahí se empezó a hacer un relevamiento de cuántos comedores había funcionando, cuántas viandas se cocinaban por cada comedor y con eso empezamos a calcular qué cantidad de alimento se necesitaba para reclamarle al Municipio, en ese caso alimentos frescos, y también que la Nación y la Provincia hicieran su aporte para reforzar el trabajo que ya muchos comedores venían haciendo y muchos otros que empezaron durante la pandemia”, completa el dirigente.

“Lo primero que nosotros notamos que empezó a modificarse fue el componente de las personas que asisten a los comedores. Esto se aceleró primero con la etapa del macrismo y en estos meses de pandemia se ha multiplicado, pero ya venía en crecimiento. Lo primero que se modifica es la imagen del nene en la copa de leche, eso está pero ahora es la familia completa, el componente familiar. Ya no es el nene que venía a hacer el apoyo escolar a la tarde y de paso tomaba la leche. Ahora es la familia caminando cuadras buscando comedores o merenderos para poder asistir a todo el núcleo familiar completo”, describe Rodrigo Hernández, coordinador de Barrios de Pie, movimiento que concentra a 60 de los 369 comedores que forman parte de los CBE.

“La necesidad alimentaria fue incrementándose, y empezamos a ver familias que no estaban acostumbradas a asistir a los comedores y que para poder tener un plato de comida se vieron obligados a asistir porque sus negocios cerraron, porque ya no podían seguir yendo a trabajar, porque la mayoría trabaja en negro”, relata Natalia, presidenta de la sociedad de fomento y referente del CBE del barrio Las Dalias.

Raúl “Pocho” Escudé, párroco de la Iglesia de Batán y uno de los referentes del CBE local, describe la situación como una verdadera “emergencia alimentaria” y explica que sólo en esa zona se reparten unas 1500 viandas en Batán, otras 80 en El Boquerón y unas 400 en Estación Chapadmalal.

“En Batán ya hacia la tercera o cuarta semana del aislamiento nos empezamos a convocar, ya venía trabajando una red interinstitucional a lo que se sumó positivamente todo el entramado de comedores y organizaciones sociales que estaban trabajando en el territorio”, explica y remarca que tras el crecimiento de los contagios de coronavirus también tuvieron que empezar a concentrarse en una nueva prioridad: “Tenemos que evitar que las compañeras que cocinan se enfermen, porque si los comedores se cierran un montón de vecinos y vecinas se quedan sin comer”.

ALERTA ALIMENTARIA

La sensación de que no alcanza la asistencia oficial es un elemento en común. La certeza de que la demanda alimentaria se triplicó, también. Los testimonios de personas que por primera vez tuvieron que recurrir a un comedor popular para poder comer crecieron con el correr de los meses.

Al sur de Mar del Plata, la sociedad de fomento del barrio Santa Rosa del Mar funciona como sede del CBE que nuclea además a Antártida Argentina, Quebrada de Peralta Ramos, Utopía y San Patricio. Es viernes a la tarde y Fanny, una de las voluntarias, distribuye en partes iguales junto con Mónica -que atiende un comedor en su propia casa- los alimentos que acaban de llegar del centro de distribución de la zona sur, ubicado en el Puerto, para después repartirlos en los seis comedores que forman parte de este CBE.

En la entrada hay una mesa con una planilla para completar los datos de quienes vayan llegando a retirar los alimentos, a quienes les toman la temperatura y les colocan alcohol en gel en las manos.


Fanny dice que la mayoría de las y los vecinos del barrios de la zona viven de lo que juntan en el predio de disposición final de residuos (el basural) y refiere que producto de la pandemia los ingresos para poder recuperar elementos y hasta comida se han limitado mucho y que eso se nota en la cantidad de familias que cada día requieren su vianda.

La mujer cuenta que lo que llega por intermedio de la Municipalidad es insuficiente, que no alcanza, que alguna vez llegó cerdo pero que después ya no, que no llega aceite, que no llega puré de tomate, que llega muy poca leche y que todo eso, en definitiva, termina dependiendo de las donaciones particulares o de lo que cada organización o comedor puede recolectar. Y Mónica agrega que tampoco llega papa, que no llega cebolla y dice que a veces se hace muy difícil poder preparar las viandas.

Fanny recuerda que hace poco llegó un pack de cajas de puré de tomate y que entonces cada comedor se pudo llevar una caja, como si eso representara algo ante la cantidad de comida que cocinan a diario: alrededor de 200 viandas por comedor.

Mónica explica que el comedor que ella maneja funciona en su casa y que la ayudan otras seis mujeres a partir de una demanda que empezó con 50 familias y creció a unas 175. En su caso, tres veces por semana entrega la cena y dos veces la merienda, y se turnan con otro comedor del barrio que se encarga de entregar el almuerzo.

“Estamos todos unidos con un mismo objetivo que es acercarle el alimento al vecino que lo está necesitando en este momento”, resume Fanny y Mónica cuenta que hay oportunidades en las que las dificultades crecen porque aportes oficiales para gas envasado no tienen y entonces muchas veces esa plata tiene que salir de sus bolsillos o directamente tienen que salir a buscar leña para cocinar grandes ollas al fuego.

Hacia el norte de Mar del Plata, el diagnóstico coincide. Es jueves por la tarde. En la cocina de la sociedad de fomento del barrio Las Dalias tres grandes ollas empiezan a contener el guiso que se va a distribuir entre cientos de vecinas y vecinos. Cocinan cinco mujeres, entre integrantes de la sociedad de fomento y de la organización Patria Grande, que colabora con el CBE al igual que lo hace La Poderosa.

En el barrio, cuenta Natalia, además de la de la sociedad de fomento hay otras once ollas populares que alimentan a entre 120 y 300 personas cada una, a veces tres y otras veces cinco días por semana.

El CBE de Las Dalias se inició con una invitación que llegó desde la sociedad de fomento de Parque Camet, cuando los comités empezaban a organizarse. “Fue como un llamado a las instituciones y organizaciones que estábamos en el barrio a organizarnos y a ver cómo podíamos hacer para optimizar los pocos recursos que teníamos en esas primeras semanas de cuarentena que no se sabía cuánto iba a durar, qué iba a pasar”, recuerda Natalia y señala que ese primer momento solo la sociedad de fomento empezó a asistir alimentariamente a unas 20 o 30 familias que con el paso del tiempo se transformaron en 70.

Natalia explica que desde el Municipio semanalmente llega el aporte de alimentos frescos, como verduras y carnes, que se distribuyen en cada uno de los comedores y en la propia sociedad de fomento, de acuerdo a las cantidades que entrega cada uno y a los días de funcionamiento. Y suma que, por otro lado, cada organización, cada comedor o grupo se encarga de gestionar la recepción de alimentos secos como harina, fideos, puré de tomate, arroz, legumbres.

“En Las Dalias la solidaridad es grande”, valora y grafica que hace poco consiguieron la donación de una importante cantidad de cebollas y la repartieron por cada uno de los comedores.


Mientras cocinan, las voluntarias de Patria Grande aportan que siempre hace falta más, que lo que llega no es suficiente ante la demanda de comida y cuentan cómo se las rebuscan con bonos solidarios para intentar recaudar fondos y así poder costear las garrafas, la luz, lo indispensable para que esos alimentos que -con insuficiencia- provee el Estado se conviertan en un plato de comida.

Un primer informe técnico del “monitoreo y seguimiento de las estrategias para minimizar la circulación del covid-19 en el Municipio” llevado adelante por investigadores del Conicet y de la Universidad Nacional de Mar del Plata relevó tras entrevistas a 15 referentes de los CBE y 12 encargadas de comedores que el 80% de las cocinas populares donde se preparan los alimentos funcionan en casas particulares y que en el 60% de los casos esas cocinas no cuentan con conexión a redes domiciliarias de gas por lo que funcionan con gas envasado y leña.

APORTES DE ALIMENTOS

Según los datos revelados por los CBE, hasta el momento han llegado a distribuir 16 toneladas semanales de alimentos frescos que provienen de donaciones y algunas compras que articula el Municipio, 134 toneladas mensuales de alimentos no perecederos aportadas por la Nación y 250 bimestrales aportadas por la Provincia. A ello suman entregas quincenales de alimentos y elementos de higiene que realiza la Fundación de la Universidad Nacional de Mar del Plata, 800 litros semanales de leche que dona la cooperativa Nuevo Amanecer y agua mineral de una empresa local.

En el barrio Virgen de Luján cuentan que, como nunca, familias enteras y muy numerosas tuvieron que recurrir a los comedores y merenderos en búsqueda de alimento aunque eso implique cierta incomodidad en aquellos que hasta el momento no necesitaban de esa ayuda tan elemental.

María coordina uno de los comedores del barrio que desde hace un tiempo, y ante esa necesidad creciente, empezó a brindar asistencia de lunes a viernes al mediodía con 150 viandas, que cocinan en una pequeña y humilde cocina. Hasta este punto de la ciudad llegan principalmente chicos con sus recipientes en busca de lo que quizás pueda ser su única comida del día. Y a veces desde el comedor también intentan preparar alguna merienda al igual que en fechas especiales, como lo hicieron en el Día de la Madre, no dudan en también cocinar viandas por fuera del esquema tradicional.

 “Hay mucha necesidad en el barrio, muchos no llegan a fin de mes, comen una sola vez al día y hay muchos nenes que a la tardecita también vienen a pedir y también les damos algo”, describe.

En Batán la realidad se percibe de la misma manera: un crecimiento muy importante en la demanda de alimentos y el surgimiento de algunos comedores que antes de la pandemia no existían.

Carolina forma parte de Barrios de Pie, que en Batán nuclea a 13 de los 17 comedores que funcionan. Al igual que en los otros puntos, relata que los productos frescos que llegan desde el Municipio son “muy escasos” pero repara en que “todo ayuda” y explica que el resto se complementa con los productos secos que la organización social obtiene de los convenios con el Estado provincial y nacional.

“Hace once años que tengo mi comedor, pero era muy poca la gente que venía, ahora se triplicó y diría que un poco más también”, cuenta. 


El aporte de alimentos frescos provistos por la Secretaría de Desarrollo Social de la Municipalidad -a cuya titular, Verónica Hourbequié, no se le conoce públicamente la voz- ha ido en un lento ascenso en base a reclamos, a situaciones hasta desagradables como el envío de carne en mal estado y a permanentes quejas elevadas por los coordinadores de los CBE al propio intendente Guillermo Montenegro. “No llegamos a garantizar, como era el objetivo, una vianda por día por persona”, le plantearon en una de las últimas reuniones realizada a mediados de septiembre.

ALERTA SANITARIA

Cuando en junio la cantidad de casos de coronavirus en Mar del Plata era baja en comparación a lo que sucedería a partir de julio, los comités barriales de emergencia pusieron en marcha, con un trabajo interdisciplinario de por medio, el plan “Cuidarnos” con el cual promotoras y promotores de salud previamente capacitados recorrieron diversos barrios de General Pueyrredon para compartir información sanitaria y detectar en forma temprana personas con sintomatología respiratoria.

“Veíamos una falta de acción, la falta de un plan, de hacer una acción preventiva y empezamos a organizar el plan Cuidarnos que lleva capacitados a más de 700 promotores de salud, que hizo casa por casa relevamientos de población de riesgo en muchos barrios y que ahora acompaña a los vecinos y vecinas que tienen que aislarse acercándoles alimentos, medicamentos”, relata Facundo Villalba sobre la experiencia puesta en marcha en articulación con la Secretaría de Salud municipal y la Universidad Nacional de Mar del Plata.

“Los promotores también ayudaron a que muchos vecinos que no podían contactarse con el 107 o que no podían acceder al sistema de salud municipal pudieran tener una respuesta como puerta de entrada al sistema sanitario”, suma.

Fanny, integrante del CBE de Santa Rosa del Mar y promotora de salud, cuenta que llegaron a tener en ese barrio de la ciudad a 21 personas aisladas con coronavirus y fueron ellas quienes lograron asistirlas para que no tuvieran que salir y cumplir efectivamente su aislamiento. Cada día, Fanny se encarga de repartir en cada una de las casas de las personas contagiadas las viandas, que deja sobre una silla que queda fuera de la vivienda.

“La Municipalidad se comprometió a proveer mercadería, pero nada garantiza que en esa casa haya gas para cocinar. Y hay casos en los que la ayuda de la Municipalidad llegó cuando estaban en los últimos días de aislamiento. Nosotros respondemos ya con la comida hecha y también los asistimos con medicamentos en conjunto con el centros de salud”, detalla.

Mientras esas tareas eran desarrolladas por las y los promotores, y con el surgimiento de cada vez más casos de coronavirus en distintos barrios a partir del ingreso a la etapa de transmisión comunitaria, los CBE comenzaron a insistir a las autoridades para que el Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Territorio Argentino (Detectar) desembarcara en la ciudad. 

Eso demandó una nueva capacitación para las y los promotores y, finalmente, a principios de octubre se materializó el arribo del operativo, en conjunto con el Ministerio de Salud bonaerense, la Secretaría de Salud municipal y la Escuela Superior de Medicina.

“El proceso de capacitación de las y los promotores fue muy interesante, muy articulado. Pudimos hacer una mesa que piense la capacitación juntando a distintos actores, la Secretaría de Salud del Municipio, la Región Sanitaria VIII, los hospitales, la Facultad de Ciencias de la Salud, de Psicología y la Escuela de Medicina con un aporte fundamental. A partir de ahí recorrimos CBE por CBE, zona por zona, juntando promotores y haciendo un montón de capacitaciones”, destaca Villalba y subraya que en el programa “la comunidad está en el centro, como protagonista, y con el Estado en los tres niveles y con la Universidad haciendo un aporte impresionante se va pudiendo readaptar en función de las necesidades de la comunidad”.

POR AFUERA

Por fuera de la magnitud de organizaciones y entidades que forman parte de los CBE, hay otras agrupaciones sociales y políticas que no forman parte de la red y que también han expresado -incluso con protestas y acampes- a lo largo de la pandemia sus demandas por la escasez de alimentos entregados, tanto a nivel municipal como provincial y nacional.

Fuerzas como el Movimiento Teresa Rodríguez (MTR), Votamos Luchar, el Polo Obrero, y la agrupación Mariano Ferreyra, entre varias otras, también mantienen sus comedores y merenderos populares y en algunos momentos han llegado al extremo de tener que limitar la asistencia por falta de alimentos suficientes.


ALERTA DE GÉNERO

Así como la situación alimentaria y después la sanitaria fueron tomando un rol preponderante en la organización de los CBE, hay otras alertas que también tienen su desarrollo y construcción a partir de las demandas advertidas en cada uno de los espacios comunitarios: una de ellas tiene que ver con la asistencia y contención en casos de violencia de género.

Lourdes González, una de las coordinadoras de los CBE y además integrante del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia, explica que inicialmente, al tener conocimiento acerca de la existencia de promotoras de género de cada una de las agrupaciones en los territorios, iniciaron una convocatoria que incluyó a referentes de organizaciones feministas que trabajan en los territorios y en los CBE.

“Hoy tenemos alrededor de 25 organizaciones que todos los días acompañan a personas, a mujeres y personas LGBT+ en situaciones de violencia de género, asesorando, brindando información”, remarca.

Y explica que así como para la asistencia alimentaria se dividió a la ciudad en cuatro zonas para la distribución, lo mismo ocurrió con la violencia de género. “En cada uno de esos puntos principales hay una responsable de género que a su vez articula con cada una de las responsables de los CBE de esa zona”, grafica.

Pero fundamentalmente pone en relieve el trabajo que día a día también hacen las mujeres que están al frente de los cientos de comedores barriales: “No es que la mujer que está al frente de un comedor cocina y ya está o entrega la vianda y ya está. Es quien recibe primero todo tipo de consultas, brinda el rol fundamental del apoyo y acompañamiento y en particular en la temática de género”.

LA RED DE CONTENCIÓN

En la última semana de septiembre llegaron a Mar del Plata números que fueron como una especie de traducción para dimensionar cuán profunda es la crisis social que contienen a través de su extendida red los CBE y las organizaciones, los comedores, las sociedades de fomento, las iglesias y demás instituciones que los forman.

Según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), en el segundo trimestre del año -es decir abril, mayo y junio, en plena pandemia y aislamiento-, la tasa de desocupación en Mar del Plata alcanzó el valor récord e histórico del 26%, cuando en el mismo período del año anterior había sido de 13,4%.

DÉFICIT HABITACIONAL

El primer informe técnico del “monitoreo y seguimiento de las estrategias para minimizar la circulación del covid-19 en el Municipio” llevado adelante por investigadores del Conicet y de la Universidad Nacional de Mar del Plata relevó tras entrevistas a 15 referentes de los CBE y 12 encargadas de comedores que la situación habitacional se presenta como un problema estructural, al mismo nivel que el alimentario.

“El hacinamiento extremo, en el que se registran reiteradas veces hasta tres o cuatro familias viviendo en una misma vivienda, dificulta las posibilidades de mantener el aislamiento social. A esto debe sumarse la falta de acceso a servicios indispensables para sostener condiciones sanitarias y de higiene mínimas para prevenir y evitar la propagación del virus. Existen importantes tramos del territorio sin acceso al agua, elemento fundamental en un contexto de pandemia”, analiza el informe.

Y plantea que “las estrategias sociales de prevención se tornan insuficientes en sectores donde la falta de agua y el hacinamiento son la regla general”.

Por su parte, los índices de pobreza e indigencia en la ciudad también se dispararon: en el primer trimestre de 2020 alcanzaron al 38,9% y al 12% de la población, respectivamente. En el segundo semestre del año pasado esos valores se habían ubicado en torno al 25% y al 6,6%.

¿Qué hubiera sucedido si las organizaciones e instituciones barriales no hubieran asumido un papel protagónico?

“Hemos tendido redes que hacen que, a la hora de canalizar y dar respuesta, la primera línea de contención esté más fuerte. No digo que sea la única razón, pero tener una primera línea fuerte de contención en los barrios y una organización que tiene incidencia y desarrollo y llegada a más de 60 barrios de la ciudad hace que se pueda tener mejor llegada, mejor contacto con lo que está pasando realmente y mejor capacidad de respuesta“, entiende Rodrigo Hernández.

Facundo Villalba plantea que, sin la formación de los CBE, “el pueblo hubiera sufrido mucho más, en todos los aspectos”. Y analiza: “Seguramente nos falte mucho más, y nos duele cada vez que no logramos que un vecino llegue al sistema de salud o nos cuesta que le llegue alimento, pero si no estuviera la comunidad organizada y esta articulación entre la comunidad y el Estado sería imposible porque el Estado sólo no puede llegar casa por casa y si la comunidad no tiene los recursos del Estado a disposición tiene más limitado su campo de acción”.

Natalia considera que de no haberse logrado el nivel de asistencia “la gente hubiese salido a hacer cualquier cosa”. Y se explaya: “Uno para poder alimentar a su familia es capaz de cualquier cosa, entonces si no hubiese existido todo este sistema de contención no sé qué es lo que hubiese pasado, hubiese sido bastante más violento de lo que viene siendo, pero incluso peor. ¿Podría haber surgido algo mejor? Sí, podría haber habido otras alternativas, pero fue la que surgió, fue la que se impulsó en un primer momento y para mí es ver lo que ya está sucediendo, tratar de fortalecerlo y mejorarlo cada vez más”.

Fanny evalúa que el dispositivo de asistencia “surgió como tenía que surgir porque si no hubiera ocurrido algo caótico”. “Muchas personas que viven el día a día no podrían tener el plato de comida. Hubiese sido algo terrible”, completa. Y Mónica agradece la existencia de esta red: “Algo es algo”, se consuela.

Lourdes González expresa que “por la historia de la política marplatense no hay registros de una red tan grande como ésta” y analiza: ”Si los CBE no hubiesen estado en este tiempo la verdad es que los barrios la hubiesen pasado muy mal, no sé si las y los vecinos hubiesen sido escuchados como lo fueron y además es una nueva manera de organización colectiva: vamos aprendiendo a medida que vamos caminando”.

Para el cura “Pocho” Escudé, sin esta red de contención, la situación sería “realmente angustiante porque no hay dónde recurrir, dónde pedir ayuda”, entonces remarca que “gracias a esta red que se ha generado a lo largo y a lo ancho de General Pueyrredon lo que se está haciendo es contener una crisis social”. Y concluye: “Estamos tratando de dar respuestas con recursos mínimos y con los que se puede a un montón de situaciones muy difíciles. Sin los CBE, un estallido hubiera sido lo de menos”.