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CORONAVIRUS, EN FOCO

EL ABISMO CULTURAL DURANTE
LA EMERGENCIA SANITARIA

La pandemia en Mar del Plata

CORONAVIRUS, EN FOCO

EL ABISMO CULTURAL DURANTE
LA EMERGENCIA SANITARIA

La pandemia en Mar del Plata

26/12/2020

La pandemia de coronavirus cambió las reglas del juego y todas las estructuras conocidas por la sociedad. Y al mismo tiempo evidenció la precariedad en muchos sectores. La cultura, y los lenguajes artísticos, no quedaron afuera de la crisis sociosanitaria más grande de la historia de los últimos cien años.

Cuando se declaró la pandemia e incluso previo a que el gobierno nacional anunciara las medidas de aislamiento, los espectáculos y shows comenzaron a suspenderse de forma preventiva. El 11 de marzo de 2020 nadie imaginaba que pasarían nueve meses para volver a realizar un show presencial con público, con capacidad limitada y cumpliendo protocolos.

El escenario cambió drásticamente para miles de trabajadoras y trabajadores de la cultura. Pero, ¿qué es la cultura y por qué es importante? ¿Qué situación vivieron las y los artistas en una ciudad compleja como Mar del Plata? ¿Cómo se organizaron los colectivos artísticos para dar respuesta a semejante crisis? ¿Cuál fue el rol del Estado?

Las luces se apagaron abruptamente, los centros culturales, teatros, bibliotecas, museos y academias de danza cerraron sus puertas. Ya no se escuchaban aplausos ni risas en las salas. Butacas y gradas quedaron vacías custodiando telones y bambalinas. Incluso, en los primeros meses, no había malabares en los semáforos ni artesanías en las ferias. Se guardaron maquillajes, pelucas, vestuarios, títeres, cables, micrófonos y parlantes. Y en sus casas quedaron talleristas, artesanos, artistas del teatro, la música, la danza, el circo, realizadores audiovisuales, iluminadores, sonidistas,vestuaristas y directores.

El cambio de paradigma fue total tanto para las y los hacedores de la cultura como para el público en general y la virtualidad fue un acercamiento, una herramienta más o menos eficaz durante el aislamiento.

Artistas, músicos, malabaristas, actores, actrices, profesionales de la danza, docentes, investigadores y directores conversaron con Qué digital acerca de cómo atravesaron las diferentes etapas desde que se declaró la pandemia. Y especialmente, ahondaron acerca de cómo pudieron reinventarse para sobrevivir mientras se espera la llegada de alguna vacuna o de una solución a un virus que todavía circula y sigue generando incertidumbre.

¿QUÉ ES LA CULTURA?

Cultura se refiere al conjunto de todas las actividades humanas –bienes materiales y espirituales de un grupo social– que se van transmitiendo por generaciones. Incluye lengua, procesos, modos de vida, costumbres, tradiciones, hábitos, valores, patrones, herramientas y conocimiento.

Las personas se diferencian de las especies animales por la capacidad de simbolizar y transformar la naturaleza. En la transformación se le otorga sentido a todo aquello que nos rodea. Y a través de las distintas manifestaciones, símbolos, rituales y ritos se genera y define la identidad individual y social.

Dentro de esta perspectiva, el arte es una forma de materializar las características culturales de una sociedad, un sujeto. Y es una manera para que trasciendan los distintos lenguajes verbales, visuales, táctiles, sonoros.

Cada cultura encarna una visión del mundo como respuesta a la realidad que vive el grupo social.

El sector artístico fue uno de los más respetuosos por la situación sanitaria, en la mayoría de los casos primó la salud por sobre lo económico, pese que el paso del tiempo y la falta de recursos comenzó a afectar las condiciones de vida. La pandemia, sin dudas, enfrentó a miles de artistas y docentes con la endémica fragilidad laboral que sufren hace años y sobrevivir se convirtió en una clave de resistencia personal, social y cultural.

MAR DEL PLATA, UNA CIUDAD QUE RECLAMA LA EMERGENCIA CULTURAL

Las oportunidades para las y los artistas marplatenses fueron escaseando incluso antes de la pandemia. El declive y “vaciamiento” del sector a nivel municipal comenzó a ser denunciado por los colectivos artísticos hace unos cuatro años cuando muchos capacitadores que formaban parte de programas como Almacenes Culturales advertían la falta de pago de sus sueldos. La programación de las actividades culturales se fue acotando sin políticas públicas que contemplaran las necesidades reales que tienen las trabajadoras y los trabajadores del sector artístico, que forman parte de la identidad cultural.

Ante el abrupto y crítico escenario que presentó la pandemia, se conformó el Observatorio Cultural de Mar del Plata y Batán, que no solo contempla a los lenguajes artísticos sino a todo lo que conlleva el concepto de cultura. Del Observatorio participan 19 colectivos de teatro, música, danza, circo, artistas callejeros, comunicadores sociales, gestores culturales, técnicos y realizadores visuales.

En los meses de confinamiento, el Observatorio llevó a cabo distintos relevamientos que coincidieron en que los trabajadores y las trabajadoras de la cultura se encuentran en “situaciones de extrema precariedad laboral y alto grado de vulnerabilidad de las necesidades básicas de vida”. “Los ingresos de miles de familias se redujeron o cancelaron totalmente debido a la cuarentena y la imposibilidad de realización de espectáculos públicos”, puntualizan. Es por eso que desde mayo elevaron a las autoridades municipales un petitorio en el que solicitaron que se declarara la “Emergencia Municipal del Sector Artístico Cultural” para poder “elaborar proyectos paliativos para cubrir los derechos básicos de las y los trabajadores del arte y la cultura marplatense”.

Frente a los constantes reclamos, el secretario de Cultura, Carlos Balmaceda, anunció la puesta en marcha del  Programa Municipal de Emergencia Cultural con el programa ConvocArte, con 370 inscriptos que recibieron un mail en el que les decían que volverían a comunicarse, pero la convocatoria luego de ochos meses no se concretó.

Más allá de eso, y entre otros proyectos, desde el Municipio lanzaron acciones como “La cultura va a tu casa” a través de las redes sociales. Y de cara a la temporada lanzaron el programa “De plaza en plaza” con una grilla de espectáculos y festivales al aire libre, aunque desde el Observatorio señalan que las condiciones de los espacios son “paupérrimas” y con un “cachet que no está a la altura de la emergencia cultural”.

LAS DEMANDAS

Detrás del reclamo de la declaración de Emergencia Cultural desde el Observatorio piden: que se publique en qué fueron subejecutados $178 millones de la Secretaría de Cultura, el registro de proyectos beneficiados por el ConvocArte y una constancia de las convocatorias de la Secretaría de Cultura.

También exigen condiciones dignas de trabajo para espectáculos en plazas y espacios públicos, contratos de trabajo que atiendan la “grave y desesperada situación”, con pago inmediato y no a 90 días, permisos por escrito para el trabajo artístico en la calle y el no pago de canon y de Sadaic para el arte en espacio público.

A pesar de que la pandemia continúa, hay temporada, con una situación tan “dinámica” y cambiante como el virus. Después de las distintas manifestaciones y reuniones entre empresarios, delegados y delegadas de la red de salas de teatro independiente y funcionarios del gobierno provincial y nacional finalmente los espectáculos quedaron habilitados para hacer funciones en espacios abiertos o cerrados con capacidad limitada y con protocolos. No obstante, este proceso tuvo tintes cuasi trágicos cuando el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof anunció en el Museo MAR que no iba a haber “teatros ni música en espacios cerrados”.

Inmediatamente, la comunidad artística de distintas disciplinas se expresó de calle Corrientes a la Costa Atlántica y de cara a una “temporada excepcional” comenzaron a desarrollarse algunos espectáculos al aire libre, en espacios públicos o bajo la nueva modalidad de autoeventos. Las salas comerciales que trabajan hace más de 30 años en Mar del Plata, una de las principales plazas turísticas del país, invirtieron y ultiman detalles para las presentaciones. Por su parte, cada espacio independiente va a decidir si realiza funciones presenciales, por streaming o en el caso de no reunir las condiciones, verán cómo pueden articular acciones con grandes salas como la Astor Piazzolla del Teatro Auditorium.

10

INSTITUCIONES DE EDUCACIÓN ARTÍSTICA PÚBLICA

70

ESCUELAS DE DANZA INDEPENDIENTES

20

SALAS TEATRALES INDEPENDIENTES

9

MUSEOS Y CENTROS CULTURALES

34

BIBLIOTECAS PÚBLICAS MUNICIPALES

3

FERIAS DE ARTESANOS

(*) Las ferias fueron elegidas por concurso de acuerdo a las vacantes. Funcionan otras ferias autogestionadas en barrios como Las Dalias, La Perla, Bosque Peralta Ramos, y Acantilados, entre otros.

MALABARES DE RESISTENCIA: EL ARTE EN LA CALLE

El artista que trabaja en la calle en un principio se vio totalmente afectado por las medidas de aislamiento, tanto quienes realizan sus números en un semáforo de la ciudad como quienes eligen viajar a otras regiones o países. Para las y los artistas callejeros el “desamparo fue total” y pudieron sobrevivir gracias al propio ingenio y a la solidaridad de distintos colectivos y asociaciones de artistas.

Una vez que comenzaron las reaperturas, volvieron al escenario de la calle y a desenvolverse entre vehículos para lograr que el espectador que está de paso preste atención y en 45 segundos contribuya en la gorra. Ahí, en ese marco, es donde más se puede percibir la hostilidad hacia el artista, a quien muchas veces se lo suele tildar de “vago”.

Todas las disciplinas coincidieron, como resume Pablo Depaoli -músico independiente integrante de la Unión de Músicxs de Mar del Plata (Unmar)- en que aún hoy rige el concepto del “artista medieval”, el juglar que va de pueblo en pueblo comiendo las sobras del Rey y que nunca tiene familia, no tiene estudios porque va sobreviviendo. “Ese artista romántico no existe más. El arte en Argentina significa el 6% del PBI de los ingresos de divisas extranjeras, somos una industria, una unidad productiva”, sostiene.

Marcos Viancelli, reconocido popularmente por su personaje “Powercop” es artista callejero hace más de 20 años y relata que al principio se quedó sin nada porque estaba viajando, participando en festivales y eventos en los que era contratado.


“Estoy sobreviviendo, lo mío es el día a día. Espero la temporada para sobrevivir en el invierno. El vestuario que tengo ya no da más. Nadie nos apoya y arreglar el vestuario, para mí, significa sacrificar otras cosas para que la gente no vea a un pordiosero, soy un artista”, manifiesta. Como tantos se tuvo que reinventar y agradece la ayuda que recibió de la ONG Artistas Solidarios quienes le acercaron alimentos en el peor momento y fue una manera de sentir que estaban pensando en él y su familia.

“No voy a hacer semáforo siempre, intento dejar cosas lindas y que la gente me recuerde. Toda la vida voy a ser artista, esté o no en el semáforo”, sintetiza.

Por su parte, en octubre del 2019 y después de algunos meses de incertidumbre, el Circo La Audacia había logrado que se aprobara el proyecto de ordenanza para que, finalmente, el proyecto pudiera funcionar y realizar actividades durante todo el año en el predio de la zona del Faro excepto en julio, cuando se instalan frente al Museo MAR para realizar funciones durante las vacaciones de invierno. Pero en marzo de 2020 ante el avance de la pandemia debieron cancelar tanto las funciones como la Escuela de Circo Itinerante y se dedicaron a “resistir” y conservar el espacio.

A un mes de que se decretaran las medidas de aislamiento, el Circo se consolidó como un punto de recepción de los alimentos que se destinaban a artistas callejeros en situación de emergencia. “Nos parece importante poder preservar este espacio cultural hasta que todo vuelva a la normalidad. Soñamos con el día que la carpa vuelva a la actividad”, expresaron en septiembre al pedir colaboraciones para cubrir los gastos cuando la situación epidemiológica era tan compleja que no se podían realizar espectáculos.

La carpa quedó instalada en la avenida De los Trabajadores 5701 y en este tiempo se mantuvo con guardias realizadas por las y los integrantes de la compañía, quienes se abocaron a vender alimentos y realizar obras de construcción y mantenimiento para poder sobrevivir. 

La soñada temporada finalmente llegó en diciembre, la carpa levantó los ruedos, tomó las medidas de higiene necesarias y volvió a ilusionar al público, al menos durante los fines de semana y, si la situación lo permite, en enero tienen programada una función por día.

En cambio, las y los artistas circenses que forman parte de la ONG Hazmereir tuvieron otra realidad.  “La pandemia nos impidió viajar, trabajar en festivales, organizar varietes, entrenar y ensayar juntes. Sin embargo, no nos impidió seguir trabajando, el viaje esta vez fue para dentro”, comparten. Como otros colectivos, se organizaron y llevaron adelante la campaña “Cuando se comparte sobra” para recolectar alimentos y productos de higiene. A su vez, en este tiempo mantuvieron encuentros virtuales y fueron “pensando y armando con mucha paciencia y aprendizaje” un protocolo para espacios libres de violencia. Al no contar con un único espacio, a fines de noviembre, comenzaron a realizar funciones en plazas y espacios públicos bajo la modalidad a la gorra.

TEATRO: TEJER LAZOS SOLIDARIOS POR FUERA DE BAMBALINAS

El teatro es “copresencia”: para que se produzca una obra es necesario la dramaturgia y puesta en escena pero fundamentalmente la convivencia de intérpretes con el público, en un mismo espacio y lugar.

La realidad de quienes se abocan al teatro es más bien inestable, sobre todo en Mar del Plata, en búsqueda permanente de producciones, sobre todo en invierno y verano, para llegar a cobrar un salario. En tanto, en la mayoría de los casos quienes no ejercen la docencia en escuelas se las rebuscan gracias a la autogestión ofreciendo talleres o produciendo de forma independiente.

A partir de marzo la situación se volvió cada vez más crítica. “Primero se preveía que iba a ser de corto plazo entonces la suspensión de las actividades fue tajante. La mayoría de las salas teatrales están abocadas a los talleres, los seminarios, a la pedagogía y más reducida a los espectáculos. Lo que pensamos que iba a ser de corta duración se prolongó por ocho meses. En muchos sentidos fue una afectación total. Nos empezamos a reinventar con la virtualidad”, explica José Britos, docente en la Escuela de Arte Dramático (EMAD), actor, director y parte de la gestión del espacio Cuatro Elementos.

Al no poder realizar funciones, muchos artistas tuvieron que salir a buscar otro trabajo y la gran mayoría comenzó emprendimientos para obtener algún tipo de ingreso. Quienes pudieron seguir con la actividad se volcaron a las clases o ensayos por WhatsApp, Zoom o Meet, pero no fue lo mismo. “La virtualidad fue el desafío porque nosotros somos cuerpo presente. Lo que sucede en la escena, es mágico y es único”, enfatiza Carmen Domínguez, docente, actriz y referente del Centro Cultural América Libre, quien después de un año tan cambiante aún se pregunta: “¿Qué fue todo esto?”.

Al ser trabajadores informales, las y los artistas inmediatamente se vieron perjudicados económicamente, sobre todo la parte independiente que no cuenta con la estructura de grandes producciones. Es por eso que desde la Asociación de Trabajadores del Teatro de la Región Atlántica (Attra) definieron que “la salida siempre es colectiva” y por eso articularon subsidios para salas independientes y trabajaron en líneas de contención y acompañamiento.

“Tuvimos que entender dónde estábamos parados y habitar nuestras propias contradicciones. Repensar el rol que cumplimos. Una es la necesidad de actuar y otra es si el teatro es necesario”, reconoce Britos.

“Lo primero que hicimos fue sacar un censo para conocer la situación real de les teatristas. Toda la actividad teatral se frenó totalmente: talleres y funciones. A partir de ese censo empezamos a hacer gestiones para garantizar alimentos”, asegura Domínguez.

“La precariedad en la que desarrollamos nuestra actividad abre una brecha muy grande entre quien está incorporado en el sistema formal de educación o en general y aquel que solo depende de su actividad autogestiva. Muchas compañeras y compañeros quedaron en un estado de vulnerabilidad enorme que difícilmente se ha revertido”, suma Britos.

CENSO TEATRISTAS
  • Más del 50% de las y los teatristas alquila
  • El 22% tiene ingresos formales
  • El 45% tiene ingresos informales
  • Un 48,3% se vio “muy afectado” por la suspensión de la actividad
  • Un 20,6% quedó afectado parcialmente
  • Hay entre 300 y 400 afiliados y afiliadas a la Asociación Argentina de Actores en Mar del Plata

(*) Datos relevados por Attra y la delegación Argentina de Actores

Para mediados de septiembre, Attra, la delegación Asociación Argentina de Actores (AAA), organizaciones como Artistas Solidarios y distintos centros culturales brindaron asistencia alimentaria a más de 200 artistas en situación de vulnerabilidad. Y si bien tuvieron lugar conversatorios y hasta funciones vía streaming, la situación se fue complejizando cada vez más por lo cual le exigieron al Estado en los distintos niveles garantizar bajo protocolo la posibilidad de poder realizar una temporada.

“Uno de los aciertos que nos deja la pandemia fue la conformación de redes teatrales a nivel provincial que nuclean a representantes de espacios con realidades de las más diversas”, evalúa Britos aunque sostiene que el protocolo no puede ser implementado en todos los centros culturales.

“Hay muchas salas que directamente no van a abrir: El Galpón de las Artes o La Maga porque no les da el espacio. Más allá de los protocolos, eso no soluciona nada. No dan los números para sostener los espacios”, advierte Domínguez al respecto.

“No cualquier espectáculo puede salir a la calle, no cualquier espectáculo puede pasar a un escenario como proponen las salas comerciales, no cualquier espectáculo puede ser transmitido vía streaming y ahí empieza un recorte. Hay que ser muy empáticos y entender las necesidades de todas y todos pero también decir ‘este es mi límite’”, apunta Britos.

LA REAPERTURA DEL TEATRO AUDITORIUM

El Teatro Auditorium es el centro provincial de las artes en Mar del Plata que dispone de cuatro salas teatrales, el espacio del foyer y la bodega, con una planta de más de 200 empleados, quienes por la emergencia sanitaria se adaptaron al teletrabajo.

Una vez que les dieron autorización, desde el espacio comenzaron con ciclos audiovisuales para acercar producciones, sucesos que fueron parte de la historia del centro cultural y la intimidad de artistas que viven en Mar del Plata.


Tras haber pasado por muchas sensaciones, el director Marcelo Marán explica que la temporada va a ser una “apertura simbólica” con una cartelera con artistas locales. “Hay contradicciones en las ganas que tenemos de hacer y en las posibilidades de hacer. Todo va a ser muy medido”, sostiene. En el foyer se podrán disfrutar obras de artistas plásticos que solo podrán ver quienes tengan entrada para asistir al espectáculo. Por otro lado, decidieron que las entradas se van a vender únicamente por sistema de ticketeras y la web.

“Este es un teatro maravilloso pero está todo acotado a trabajar con el mínimo riesgo posible para artistas, público y la gente que trabaja en el teatro”, cierra.

MÚSICA: LA ARMONÍA ESTÁ EN LA UNIÓN

Artistas que viven de la música y técnicos también quedaron afectados y tuvieron que reinventarse. “Hay un abanico muy amplio porque hay muchos que trabajan, dan clases en el Estado y eso te permite hacer otras cosas con la música, pero hay músicos callejeros que tienen otra realidad, músicos de orquesta que tienen otra realidad y tuvieron que dejar de hacer lo que les gustaba de un día para el otro. Músicos que vivían de dar clases de música en su casas, monotributistas a quienes les dio un golpazo; al día de hoy todavía se están recuperando”, gráfica Lucas Rodríguez, músico, docente en el Conservatorio Luis Gianneo y voz y guitarra de Locales Rock.

La situación no fue igual para todos ni todas. Por un lado, quienes cuentan con un salario estable al ser docentes en escuelas no vieron modificados sus ingresos pero sí tuvieron que modificar el formato a través de la virtualidad. Como profesor y como artista, Lucas Rodríguez se tuvo que adaptar “a dar clases a través de una pantalla, hacer videos y recibirlos, una cosa fría y distante”. Al mismo tiempo, en agosto con Locales Rock participaron de un streaming en GAP y la sensación fue “rarísima”. “Terminar de tocar y que no haya nadie, ni siquiera un aplauso, un grito, algo, una conexión con el público, ese feedback que va y viene para que ese momento sea único. Lo estamos sufriendo porque necesitamos el contacto con la gente”, reconoce.

No corrieron la misma suerte quienes viven de los ingresos de clases en talleres particulares, dado que los que sí pudieron continuar dando clases virtuales tuvieron menos alcance. “El formato en casa se agotó y el artista merece material de calidad tanto en audio como en video”, precisa Leo Poletto, músico y técnico integrante de la Asociación Argentina de Técnicos e Ingenieros de Audio (Aatia).

Y, en este marco, quienes quedaron totalmente excluidas fueron aquellas personas que tocan en la calle, a la salida de un banco, en plazas o quienes tenían un circuito armado en bares y fiestas privadas como cumpleaños de 15 o casamientos. Por primera vez, tuvieron que salir a pedir ayuda porque no tenían dinero ni para comer, mucho menos para pagar los servicios.

EL ARTE DE LA SOLIDARIDAD

En plena pandemia músicos y artistas organizaron el Festival Solidario MDP que cada martes, a través de Facebook, realizó recitales en formato online. En siete meses lograron recaudar alrededor de 1 millón de pesos y asistieron con mercadería a 30 comedores y merenderos que funcionan en Mar del Plata y Batán.

Por su parte, desde la Federación Argentina de Músicxs Independientes (FA-MI), la Federación Argentina de Músicxs (FAM) y otras representaciones colectivas de diversas provincias del país gestionaron con el gobierno nacional medidas extraordinarias para reducir el impacto económico. Al mismo tiempo, desde la Unión de Músicxs de Mar del Plata (Unmar) llevaron adelante acciones solidarias y se unieron al reclamo a nivel nacional de más de 60 asociaciones de músicos independientes, sindicatos y colectivos artísticos de todo el país. En el momento más crítico, pudieron obtener alimentos que fueron repartiendo entre colegas que estaban viviendo situaciones de extrema vulnerabilidad.

El virus sigue circulando, pero con las aperturas y en el marco de la temporada, Lucas Rodríguez afirma que muchos artistas están buscando la forma de reinventarse: “¿Qué hacemos para no desaparecer?”, se pregunta. No hay cifras exactas pero Mar del Plata es una ciudad con muchos artistas y profesionales que se expresan y viven gracias a la música en relación a los pocos espacios habilitados para poder realizar un show. 

“Va a haber que esperar mucho para tocar como antes, somos los más golpeados. Va a pasar un montón para volver a la normalidad. Todo el 2021, no creo que vayamos a poder estar tranquilos, relajados en un lugar”, analiza Lucas y se pregunta: “¿Cuándo la gente va a poder estar junta, todos pegados en un estadio para ver una banda?”.

CENSO MÚSICA
  • El 57,3% de las personas ligadas a la música alquila el lugar donde vive
  • El 44% no cuenta con cobertura médica alguna
  • El 61,2% de las personas tiene ingresos informales como principal fuente
  • Un 72% vio reducido su ingreso totalmente por la cuarentena
  • Un 17,7% lo vio reducido parcialmente

(*) Datos relevados a partir de un censo realizado por la Unión de Músicxs de Mar del Plata, asociación civil sin fines de lucro.

DANZA: CADA PASO CUENTA

La danza es uno de los lenguajes artísticos que se manifiesta poniendo el cuerpo y la creatividad en movimiento. Ante el avance del virus, bailarines, bailarinas, docentes, coreógrafos y coreógrafas quedaron en un estado de vulnerabilidad extrema.

“Fue muy crítico, la danza está en crisis hace mucho tiempo, es una actividad precarizada hace muchísimos años. No está reconocida como trabajo sino como recreación o esparcimiento cuando en realidad somos trabajadores que vivimos del arte, de la danza y de dar clases”, asegura Jésica Arias, bailarina, docente y coordinadora del Movimiento Federal de Danza en General Pueyrredon.

En la ciudad, a tres meses de que se declararan las medidas de aislamiento, trabajadores de estudios de danza se manifestaron en la calle para exigir a las autoridades municipales que elevaran los protocolos ante el gobierno provincial para volver a trabajar. 

Con el paso del tiempo, la situación económica se volvió “insostenible” al punto que hubo espacios que comenzaron a reabrir sin autorización formal, mientras que otros referentes se organizaron y desde el Movimiento Federal de Danza llevaron adelante colectas de alimentos y productos de higiene para brindar asistencia a compañeras y compañeros.

“Había un montón de gente que se había quedado sin trabajo y cuyo único sustento era la actividad artística y dar clases”, apunta Jésica y en este sentido explica que tuvieron que armar estrategias para juntar dinero y poder comprar comida. También hicieron convocatorias para juntar alimentos. “Hubo un par de arreglos con la Secretaría de Cultura; en dos oportunidades ayudaron para que podamos brindar ayuda a gente de la danza y dentro del listado teníamos también artistas que no eran de la danza”, cuenta.

“La pandemia lo que hizo fue dejarnos en casa con la imposibilidad de dar clases, con una salida muy tenue a través de la virtualidad para dar clases por Zoom que se sostuvieron por un período”, ilustra la docente y bailarina que gestiona un espacio independiente en Edison y Vértiz.

Como tantos trabajadores y trabajadoras que viven de las artes escénicas, Arias asegura que este año se fueron “reinventando, resignificando y tratando de encontrar la manera para poder trabajar”. Porque la danza no es solo marcar pasos, poner música y bailar; la creatividad y la composición son parte de una labor esencial. Volver a los espacios a practicar coreografías y ensayar con barbijo y distanciamiento social es parte de los desafíos que en diciembre están enfrentando quienes aman y defienden la danza como trabajo y modo de vida.

“Tener un artista sin la posibilidad de expresarse es como tener un animal en cautiverio, es matarnos de a poco lentamente”, define la bailarina y mientras se pregunta: “¿Qué pasaría en un mundo donde no existiera el arte, la cultura, ni la capacidad de expresión o de manifestarse artísticamente, que es un lenguaje que genera gente más abierta, más sensible?”.

CENSO DANZA
  • Un 36,4% se quedó sin actividad por la pandemia
  • Un 64,6% desarrolla la actividad de forma virtual
  • Un 50% no es remunerado
  • Un 70% paga alquiler
  • Un 90,5% se retrasó en el pago de alquiler, impuestos y servicios
  • El 36,4% percibe ingresos formales
  • El 22,7% percibe ingresos informales
  • Un 40,9% percibe ingresos formales e informales
  • El 90% es monotributista
  • Solo un 10% se encuentra en relación de dependencia

(*) Datos de un relevamiento a partir de un censo realizado por el Movimiento Federal de Danza en el Partido de General Pueyrredon.

FERIAS DE ARTESANOS: MANOS A LA OBRA

Tras una temporada mejor en relación a años anteriores, en marzo artesanos y artesanas de las ferias que se encuentran en la Diagonal Pueyrredon y el Paseo Jesús de Galindez – Torreón del Monje estaban ultimando detalles de cara a los fines de semana y al receso por Semana Santa. Sin embargo, una semana antes de que se declararan las medidas de aislamiento, autoridades municipales les pidieron que no armaran sus puestos.

“El parate fue terrible porque nos afectó económicamente durante todo el invierno”, sentencia Marcelo Molina, delegado de feriantes Torreón – Varese. La crisis fue tan compleja que por primera vez tuvieron que pedir asistencia al Estado.

“Dependemos totalmente de lo que trabajamos y vendemos en la feria. Nunca pedimos subsidios, solo espacios donde podamos vender nuestros artículos”, reconoce.

En mayo, ante la extensión de las medidas sanitarias, artesanos de todo el país conformaron la Unión de Artesanos Argentinos, presentaron un petitorio y le reclamaron a autoridades nacionales, provinciales y municipales medidas para volver a trabajar, aunque no obtuvieron respuestas concretas a sus reclamos.

“Uno de los desafíos que tuvimos que enfrentar mientras no pudimos armar fue el de involucrarnos con el tema de las redes, algo que nunca hacíamos, éramos más bien reacios”, comenta y destaca la diferencia de ventas que hubo cuando la cuarentena fue más estricta: “Fue el momento de más venta, inclusive nos hacían pedidos de un solo artículo a Jujuy o Tucumán. Pero cuando empezó a haber aperturas la misma venta empezó a decaer”, comparte.

Durante el invierno, concretamente en los meses atravesados por la pandemia, la asistencia alimentaria para artesanos y artesanas de la ciudad se basó en tres bolsas con alimentos. Sin embargo, pasados nueve meses el delegado de feriantes Torreón – Varese asegura que la asistencia estatal fue “escasa” e “insuficiente”.

A su vez, los feriantes recuerdan que mientras se iban dando aperturas en espacios cerrados como shoppings, las ferias seguían sin poder volver a trabajar. Por ese motivo, cuando comenzaron las reaperturas en distintos sectores productivos, ellos también decidieron armar los puestos a modo de protesta.

Actualmente, tras el inicio de la temporada, las y los feriantes lograron organizarse y le propusieron al gobierno municipal realizar una feria navideña con espectáculos a cargo de Hazmereir. “Sabemos que no va a ser una temporada como las de siempre pero cuando no tenés nada, lo que venga hay que tomarlo. Lo que pedimos es mucha promoción”, razona.

Artesanas y artesanos tienen en claro que la pandemia de coronavirus sigue y la amenaza es constante. “Seguimos con los cuidados porque lo que menos queremos es que nos digan que no podemos trabajar. La amenaza de que en plena temporada se disparen los casos y nos digan que hay que cerrar otra vez está presente, lo que sería terrible para nosotros”, deduce.

PASAN LOS GOBIERNOS, LAS PESTES, LA SALUD: QUEDAN LAS Y LOS ARTISTAS

Quien se dedica al arte o la cultura se suele encontrar con la pregunta inquisidora: “¿De qué trabajás?”. La pandemia de coronavirus evidenció la precarización que rige hace años en el sector cultural y que afecta a cada lenguaje artístico.

“Hay un discurso muy romántico de los artistas, pero no hay políticas estatales, no hay subsidios, no hay programas. Todo depende de planes informales y la pandemia puso en relieve esas condiciones tan precarias”, define Sabrina Gil, docente e investigadora del Conicet, la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) y la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD).

Como sucede ante cada gran crisis, el director del centro cultural Teatro Auditorium, Marcelo Marán, coincide en que la emergencia sanitaria “demostró palmariamente que los artistas -salvo aquellos que tenemos un trabajo extra o estamos vinculados a alguna actividad docente sostenida a través del Estado- están absolutamente en situación precaria”.

En otro sentido, la bailarina Jésica Arias subraya: “Tenemos que hacernos cargo de que muchas veces como trabajadores de la cultura precarizamos nuestro trabajo porque amamos lo que hacemos”. “Me piden una coreografía de 5 minutos y no sé qué precio ponerle, quizás tardo un par de horas en hacerla pero son 25 años de danza, estudios y formación. Nuestro trabajo creativo no se puede medir en horas”, pone como ejemplo en relación a su campo de acción.

Y en ese marco, la mayoría de las y los trabajadores no están incluidos en el sistema jubilatorio, muchas personas no tienen obra social dada la informalidad que tienen las actividades artísticas y los costos para mantener el monotributo no se condicen con la estabilidad laboral.

“El artista merece como cualquier otro trabajador tener un sistema de seguridad social y a partir de determinada edad su pensionado, poder estar tranquilos. Es increíble que aquellos que constituyen y crean toda la simbología de una sociedad, la identidad de una sociedad, sean descuidados en los momentos de crisis”, sintetiza Marán.

Así, trabajadores y trabajadoras coinciden en que se necesita un Estado que trabaje en coordinación con los colectivos culturales. “Si se piensan programas de arriba hacia abajo no tienen ningún tipo de efecto porque está separado de las bases”, sostiene Domínguez.

“Sería revolucionario entender la cultura de otra manera, pensar en políticas mucho más globales y a largo plazo y no acciones que pueden ser de más o menos de impacto pero efímeras, que no perduran y no tienen el efecto de reverdecer, generar una impronta que quede en el tiempo y transformaciones sociales”, reflexiona José Britos.

Como expresó León Gieco en su canción “La cultura es la sonrisa que brilla en todos lados…” y en la ciudad sobran herramientas y profesionales para potenciar lo que acontece en cada zona. “Hay que patear los barrios, poner el cuerpo y salir de los escritorios”, señala Carmen Domínguez y apunta: “La real democratización de la cultura va de abajo para arriba”.

Además, docentes y artistas concuerdan en que tiene que haber un “cambio cultural” sobre la concepción de las y los artistas. “Hay que entender que los artistas somos trabajadores y que no venimos solo a recrear. Un malabarista en un semáforo está trabajando”, subraya Jésica Arias. “Una persona que está pintando un mural no es un vago”, suma Lucas Rodríguez.

Ante este suceso, artistas y público deberán generar un nuevo código de convivencia y respeto mutuo. “Hay que apoyar el reclamo de quienes se dedican al arte, porque si no hay medidas estatales de protección, amparo, de impulso a quienes se dedican a la actividad artística quedamos todos muy librados a nuestra suerte; creo que hay que exigir medidas y que las decisiones sean por medidas sanitarias y no por presiones”, resume Sabrina Gil, investigadora y docente.

Con la temporada establecida, después de un año marcado por la incertidumbre, hay muchos centros culturales que no abrirán sus puertas y subsistirán gracias al streaming, mientras que otros decidieron abrir y funcionar extremando los cuidados. Habrá espectáculos al aire libre, aunque Mar del Plata tiene un clima muy variable. Por lo cual, la decisión final de qué hacer y cómo hacerlo quedará en cada artista. En definitiva, la amenaza está latente, pero la maquinaria artística y cultural de a poco, y con mucha cautela, busca cómo reactivarse y sobrevivir a los tiempos del covid-19.