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“Cuidado con estos terroristas”: la historia de conscriptos secuestrados y desaparecidos

A 48 años, tres de ellos brindaron su testimonio primera vez en un juicio que se lleva a cabo en Mar del Plata.

Hacia junio de 1976 Luis Fanucci, Gustavo Garay, Miguel Ángel Vaccari y Alfredo Thomas estaban a punto de recibir la baja tras haber pasado por el servicio militar obligatorio. Pero la simple simpatía de dos de ellos con ideas de izquierda derivó en un proceso tan traumático como brutal: fueron secuestrados por sus superiores y sometidos a simulacros de fusilamiento y a extremas condiciones de detención.

Tres de ellos fueron finalmente liberados, un mes después, del Cuartel del Regimiento Grupo de Artillería Blindada 1 de Azul y pudieron volver a su Mar del Plata natal. Thomas todavía sigue desaparecido. Y la sospecha de su familia es que fue asesinado y arrojado al mar.

“Esta historia es para siempre, vos estás marcado, estás en una lista negra y te van a buscar siempre”, recuerda Fanucci que le dijo un oficial.

“Tenés un caño en la oreja y si abrís los ojos te volamos la tapa de los sesos“, reconstruye Garay que le dijeron cuando intentaban asegurarse que no pudiera ver a través de las vendas que le habían colocado en los ojos.

También relata que en el propio cuartel, en medio de sus detenciones y mientras eran apuntados por varios soldados, se escuchó: “Cuidado con estos terroristas, si alguno se quiere escapar, mátenlos“.

Tras 48 años, los tres conscriptos sobrevivientes de aquel secuestro contaron su historia por primera vez en un juicio ante el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata como parte del debate conocido como “La Huerta” en el que se juzgan desde febrero de 2022 crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura cívico militar en la Subzona militar 12, que comprendió a diversos municipios del centro bonaerense, como Azul, Olavarría y Tandil.

(Foto:: Marcelo Nuñez)

Sus testimonios, ante preguntas de los fiscales Santiago Eyherabide, Eugenia Montero y Julio Darmandrail, se escucharon en la 61° audiencia del extenso juicio que ha ido acumulando diversas causas tramitadas a lo largo de los años, entre ellas las que tienen a conscriptos como víctimas.

Ya en una audiencia previa distintos testigos habían expuesto sobre el caso de José Luis Musmeci (20 años), quien también permanece desaparecido. Y en este caso además de las tres víctimas que lograron sobrevivir también declaró un hermano de Alfredo Thomas en lo que fueron los últimos testimonios escuchados en el debate por pedido de la fiscalía.

De acuerdo a las previsiones, se estima que después de la feria judicial de invierno podrían iniciarse los alegatos de cada una de las partes y hacia fin de año se conocería la sentencia.

LAS DETENCIONES

Las declaraciones de Fanucci, Garay y Vaccari se extendieron durante una hora cada una ante los jueces Nicolás Tosseli, Fernando Machado Pelloni y Luis Imas y contuvieron un relato detallado, teniendo en cuenta el paso de tantos años, con recuerdos vivos del sufrimiento atravesado y con la mención de diversos superiores que los sometieron a ese infierno.

De esos relatos se desprende que todo se inició el 5 de junio de 1976 cuando los cuatro conscriptos -que cumplían el servicio militar en el Cuartel del Regimiento Grupo de Artillería Blindada 1 de Azul- se encontraban licenciados en sus casas de Mar del Plata ya que estaban por recibir la baja.

Ese día, integrantes del Ejército fueron hasta las viviendas de Fanucci, Garay, Vaccari y Thomas: en las de los dos últimos revisaron todo, se llevaron algunas revistas de izquierda y una foto del Che Guevara y, como no los encontraron, les dijeron a sus familias que tenían que presentarse en la sede del Grupo de Artillería de Defensa Aérea (GADA) 601.

Vaccari, ya con miedo por lo ocurrido, decidió no presentarse en el GADA sino que lo hizo directamente en el cuartel de Azul donde conocía a muchos de sus integrantes.

En el caso de Garay recordó que fue un patrullero el que llegó a la casa de sus padres y el que lo trasladó -mientras atravesaba una fuerte gripe y fiebre- al GADA 601 bajo el argumento de que era buscado por el Ejército y que tenía que presentarse uniformado.

A su vez, Hugo, hermano de Alfredo Thomas, recordó que en su casa entraron 16 militares tras rodear toda la manzana. “Hicieron un escándalo porque encontraron ropa militar, pero mi hermano era soldado y la ropa era de él”, rememoró y graficó que llegaron a ser tirados al suelo, empujados y apuntados con armas. Tras esa secuencia, relató que fue a buscar a su hermano y que el padre le ofreció esconderlo en un campo para que no lo encontraran. Pero a esa propuesta se negó al platear que no tenía nada que ocultar porque “no había hecho nada” y así fue como también se presentó en el GADA 601.

“Todo lo que encontraron de izquierda era mío. El pobre chabal no tenía absolutamente nada que ver”, expuso Hugo, radicado desde hace años en España.

(Foto: archivo / Qué digital)

En sus relatos, Fanucci, Garay y Vaccari coincidieron en recordar que estuvieron hasta tres días allí alojados antes de ser trasladados.

“Cuando me presenté me dijeron que tenía que permanecer detenido, me pidieron los cordones y los cinturones. No me explicaron nada”, recordó  Fanucci y planteó que en esos tres días que permanecieron allí le preguntaban a qué se dedicaban, qué hacían: “Yo en aquel momento había empezado a estudiar inglés y abogacía en la facultad y me decían que si era así que no me hiciera problema que me iban a trasladar para un interrogatorio”.

Pasados algunos días, y en una camioneta que se supone era una ambulancia, se empezó a concretar el traslado a Azul.

“Me llevaron a la sala de guardia, me hicieron arrodillarme con una rodilla y empezaron a vendarme. Estaba con miedo y me dijeron: ‘Si no hiciste nada no te preocupes, si hiciste algo, estás jodido’”, recordó Garay y señaló que en ese momento le taparon los oídos y la boca con algodón y, tras ello, lo sacaron por una ventana y lo depositaron en la camioneta.

Ese sería el inicio de uno de los episodios que los conscriptos no pueden olvidar: el simulacro de fusilamiento.

EL TRASLADO

En la camioneta, esposados y vendados, Fanucci, Garay y Thomas sería conducidos hasta lo que se presume era el centro clandestino de detención que se montó en la Estación del Ferrocarril Provincial de Azul, donde años después se instaló y actualmente funciona un jardín maternal.

Pero antes de llegar, el horror: después de unas dos horas de recorrido, los bajaron de la camioneta en medio del campo.

Mi desconcierto era increíble, no entendía. Y escucho, después de andar unos 50 pasos, que Alfredo insulta y dice: ‘Estos milicos hijos de puta nos van a matar’. Me empujan, y a través de las vendas puedo ver las botas y escucho el golpeteo del FAL. Me reincorporo de rodillas, siento que me apoyan el FAL sobre la nuca y lo cargan”, recordó Fanucci.

En ese momento, subraya, pensó que “se había terminado todo”: “Realmente fue un momento que no tengo palabras para explicarlo, me quedó grabado para siempre. Me abstraje tanto que ni escuché cuando se llevaron a Alfredo”.

Garay, mientras tanto, expresó sobre aquel momento: “Recuerdo que alguien quería rezar y no le salía. Estaba tan impactado y tan desilusionado con lo que estaba pasando que no podía decir nada”.

Pasado el simulacro de fusilamiento, siguieron camino, ahora en dos vehículos.

EL CENTRO CLANDESTINO DE DETENCIÓN

La llegada al centro clandestino de detención, con algunas diferencias en los recuerdos respecto al lugar específico, se produjo -relató Fanucci- en medio de golpes y patadas

“Escuchaba muchas risas de gente burlándose, pero se abrió una puerta y había un silencio absoluto”, recordó Fanucci y señaló que allí una autoridad le preguntó si estaba bien y le dijo que “se quedara tranquilo”, que lo iban a liberar.

Tras ello, fueron conducidos a calabozos adaptados que recordó como un baño de un metro por dos. Allí fue encerrado con las vendas puestas y esposado y podía tener comunicación con las habitaciones contiguas en las que estaban sus compañeros.

Repasar ese momento en el juicio le generó un recuerdo imborrable: desesperados porque no les daban ni agua para tomar empezaron a beber de la que podían sacar con una cascarita de mandarina del pozo que funcionaba como inodoro.

Por su parte, Garay recordó un momento en que los captores descubrieron que había logrado correrse la venda para poder ver: “Me sacaron de manera bastante violenta para intimidarme, me llevaron a otro cuarto, me sentaron, me pusieron una pistola en la oreja y me dijeron: ‘Tenés un caño en la oreja y si abrís los ojos te volamos la tapa de los sesos’”. A eso le siguió que le quitaran la venda y le pusieran directamente una cinta adhesiva sobre los ojos.

Entre sus recuerdos de aquel momento también aparecen los interrogatorios en los que, por ejemplo, le preguntaban por qué sus padres eran peronistas. “Yo nunca milité ni me interesa”, les respondía.

Después de algunos interrogatorios y de ya empezar a darles de comer llegaría un nuevo traslado: paso previo por la puerta de la cárcel de Azul fueron conducidos definitivamente al cuartel militar, donde los esperaba Vaccari ya alojado en una celda.

Pero antes de llegar, sobre ese paso previo por el ingreso a la cárcel, a Garay le surge una marca que tampoco pudo borrar con el paso de los años: lo pusieron contra una pared y un militar “con cara de cínico” le sacó de un tirón la cinta que le habían colocado en los ojos y le arrancó la mitad de la ceja: “Durante muchos años fue un recuerdo permanente”.

EL CUARTEL DE AZUL

Fanucci y Garay coincidieron en sus relatos en que al llegar al cuartel general de Azul pensaron que todo había terminado, pero lo primero que recibieron fue la orden de ir a los calabozos. “El desconcierto era más grande todavía”. Estiman que allí estuvieron detenidos entre 15 y 20 días.

“Nos recibieron con diez soldados apuntándonos con los FAL y un oficial dijo: ‘Cuidado con estos terroristas, si alguno se quiere escapar, mátenlos’”, rememoró Garay e indicó que a partir de allí los hicieron ir a los calabozos por donde pasaban “los soldados que cometían algún error” durante el servicio militar. En una celda estuvieron juntos Garay y Vaccari y en otra Fanucci con Thomas.

A partir de allí todos coincidieron en apuntar contra uno de los acusados, Alejandro Duret, quien fue jefe de Inteligencia del Grupo de Artillería Blindado 1 de Azul entre febrero de 1976 y diciembre de 1977.

(Foto: archivo / Marcelo Nuñez)

Los interrogatorios, recordaron Fanucci y Garay, eran frente a frente pero también escritos en los que por ejemplo les preguntaban qué era comunismo y el marxismo y qué pesaban de ello. Vaccari, por su parte, contó que ante esas preguntas él intentaba “disimular su simpatía con la izquierda”.

Y recordó que por entonces tanto él como Thomas tenían interés en la política y en las ideas de izquierda, y coincidía y charlaban sobre ello -a diferencia de Garay y Fanucchi- aunque ninguno de los dos había tenido militancia.

Eso los llevó a deducir rápidamente por qué estaban en esas condiciones: “Sospechaban que éramos subversivos”, recordó en los términos empleados por el gobierno militar.

LA LIBERACIÓN Y LA DESAPARICIÓN DE THOMAS

A medida que pasaban los días, en las charlas que fueron manteniendo Vaccari y Thomas habían empezado a pensar qué hacer en caso de que decidieran liberarlos de noche: “Sabíamos que la rutina era que alguien que estuviera detenido en algún organismo público fuera soltado de noche para chuparlo afuera por grupos parapoliciales o paramilitares para pasarlo a una detención clandestina”.

A los dos, justamente, los liberarían de noche.

De acuerdo a los relatos, el primero en ser liberado fue Garay. “Me dijeron: ‘Fue un error, esto es una guerra y estas cosas hay que hacerlas y si tenemos que hacer más, lo haremos’”, relató en su declaración y contó que intentó ir a saludar a sus compañeros, pero no se lo permitieron: “Aprovechá a salir antes que nos demos cuenta que ahora estamos cometiendo un error”.

Tras dejar el cuartel, corrió hasta la ciudad y tomó un colectivo a Mar del Plata. Ya en la casa de sus padres, indicó que su familia le trasmitió por teléfono a las de Thomas y Fanucci que seguramente saldrían como él.

Alfredo Thomas

El segundo en ser liberado fue Thomas aunque desde ese momento permanece desaparecido. Fanucci y Vaccari coincidieron en contar que lo último que supieron de él fue a través de un soldado que estaba afuera y les dijo que Alfredo estaba muy asustado, que se fue corriendo y que le dijo que iba a intentar llegar a su casa de Mar del Plata. Pero eso nunca ocurrió.

Para cuando llegó el momento de su liberación, Vaccari ya conocía -por un llamado que había hecho la madre al cuartel- que Thomas no había llegado a su casa y que su familia lo empezaba a buscar con desesperación.

Quien le avisó que debía irse es otro de los acusados en el juicio, Luis Ignacio Gómez Centurión, quien pese a las súplicas no lo dejó quedarse hasta el día siguiente y lo obligó a irse de noche.

“Salí corriendo hacia el campo. Empecé a deambular por afuera de la ciudad varias horas. Tenía la certeza de que me estaban esperando, por esa revelación de que Thomas no había llegado. Después de varias horas fui a la terminar de micros, con mucho miedo y me tomé el micro a Mar del Plata”, recordó.

Finalmente, llegó a su casa. Aunque ese no sería el final de su historia. A la semana su casa volvió a ser allanada mientras estaba durmiendo: miembros del Ejército lo trasladaron al centro clandestino que funcionó en la comisaría cuarta de Mar del Plata. Allí estuvo alojado una semana sin que le preguntaran nada hasta que volvieron a liberarlo.

El último que salió, se estima que el 2 de julio, del cuartel de Azul fue Fanucci: “Yo no sé cuál es tu historia, si tuviste actividad en algún grupo, pero cuidá a tus padres, esta historia es para siempre, vos estás marcado, estás en una lista negra y te van a buscar siempre”, recordó que le dijeron al liberarlo.

Para entonces, contó, lo habían ido a buscar sus padres y con ellos había ido la madre de Thomas que intentaba encontrarlo en medio de la desesperación.

***

El día que fueron citados a declarar en el juicio para rememorar todo lo vivido, el pasado 10 de junio, Garay cumplió 70 años y expresó su satisfacción por poder empezar a cerrar la historia 38 años después.

“Las condiciones que impactan en la vida de un ser humano son terribles. Durante 20 años llegaba la fecha de mi cumpleaños y me sentía mal, con miedo, agresivo. Con los años esto se fue pasando, la ceja se fue cubriendo, que era un recuerdo permanente”, expresó. Y pidió: “Espero sinceramente de todo corazón que se haga justicia”

Mientras tanto, el hermano de Alfredo Thomas fue enfático al remarcar que “estas bestias han destrozado familias enteras”, como la suya: “Mi madre se murió de tristeza, mi padre quedó loco, mi hermana no pudo quedar embarazada y yo tuve que emigrar”.

Y recordó la cantidad de averiguaciones que intentaron hacer con su madre que, según afirmó, llegaron hasta el testimonio de unos bomberos de por entonces que les dijeron que a Alfredo “lo llevaron a Necochea con un grupo y que habían practicado tiro al blanco con ellos, que se había salvado y que lo llevaron al aeropuerto de Mar del Plata, lo cargaron en un avión y que lo tiraron al mar”.