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Lucía Pérez, cuatro años: “No creemos en la justicia por la que seguimos luchando”

A cuatro años del femicidio, Marta Montero repasa cómo fueron los últimos 48 meses sin su hija, habla sobre el rol de la Justicia y su lucha sin descanso, destaca el apoyo de la sociedad y recuerda a Lucía.

Una foto de Lucía se repite en el comedor de su casa, pero no en un portarretratos, al menos no esta y al menos no para esta fecha: octubre, un mes que marcó a fuego a la familia Pérez Montero. Marta, tijera en mano, recorta con cuidado la imagen de su hija y con la precisión, la ternura y la calidez de una mamá que todo lo puede, pega la foto sobre un cartón y después usa una pequeña caña a modo de soporte. El proceso se repite una y cien veces, y una caja repleta con las pequeñas máscaras con el rostro de Lucía así lo demuestran.

Este 8 de octubre se cumplen cuatro años del femicidio de Lucía Pérez. Y más allá de la pandemia, del dolor y de todo lo que esta fecha representa para la familia de la joven de 16 años, este 2020 también significa una nueva oportunidad para que haya justicia, luego de que en agosto una resolución del Tribunal de Casación anulara las absoluciones de los dos imputados, Matías Farías y Juan Pablo Offidani, en relación a los delitos de abuso sexual y femicidio.

“El primer 8 de octubre creíamos en la justicia, el segundo también; ya el tercero no. Y hoy menos. Es muy loco, no creemos en la justicia por la que seguimos luchando. Pero seguimos trabajando con Lucía, como yo siempre digo, es con ella que trabajamos, las cosas las hacemos con ella”, reflexiona Marta Montero en una entrevista con Qué digital, en el marco de un nuevo aniversario y en la búsqueda incansable de justicia por el crimen de su hija.

Fue el pasado 12 de agosto cuando el Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires anuló parcialmente la sentencia del juicio contra los tres acusados y ordenó la realización de un nuevo debate luego de que el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) Nº1 en 2018 absolviera a Matías Farías y Juan Pablo Offidani -los principales imputados- de la acusación principal al entender que no existió abuso sexual y femicidio, y solo les impusiera condena por venta de drogas, a 8 años de prisión.

La resolución estuvo a cargo de la sala 4 del Tribunal de Casación y dispuso hacer lugar al recurso interpuesto por la Fiscalía General de Mar del Plata y por los representantes de la familia de Lucía, anular la absolución de Farías y Offidani respecto a los delitos de abuso sexual en concurso ideal con femicidio, y confirmar la condena de ambos por el delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización agravado por ser en perjuicio de menores de edad y en inmediaciones de un establecimiento educativo.

También anuló la absolución de Alejandro Maciel, el tercer imputado a quien la fiscalía le había retirado la acusación durante el debate, quien también fue acusado por el particular damnificado  en la instancia final del juicio por el delito de encubrimiento. Sin embargo, tras esa resolución se conoció que Maciel había fallecido semanas antes, por lo que ahora serán los dos principales acusados del crimen ocurrido en octubre de 2016, Farías y Offidani, quienes deban enfrentar un nuevo juicio, por el momento sin fecha de realización.

A cuatro años del crimen, y tras las numerosas idas y vueltas judiciales, Marta repasa cómo fueron los últimos 48 meses de lucha para su familia, habla sobre el rol de la Justicia, el acompañamiento y apoyo de la sociedad y recuerda a Lucía, quien asegura “vive” en ella todos los días, en todo lo que hace y en cada rincón de esa misma casa en la que la joven creció y dejó una huella imborrable.

– ¿Cómo los encuentra este 8 de octubre, a cuatro años del crimen de Lucía?

– Nos encuentra trabajando, como todos los 8 de octubre, pero este nos encuentra trabajando como nunca. El primer 8 de octubre creíamos en la justicia, el segundo también; ya el tercero no. Y hoy menos. Es muy loco, no creemos en la justicia por la que seguimos luchando. Pero (seguimos) trabajando con Lucía, como yo siempre digo, es con ella que trabajamos, las cosas las hacemos con ella. Luchando, preparándonos entre todos, con la familia, las chicas de la campaña, las personas que quieren que se haga justicia, que son muchas. Es una causa muy perversa, pero seguimos en la lucha.

– ¿Cómo han sido estos cuatro años en lo relativo al transitar judicial?

– Se ha vivido de todas maneras. Con mucha tristeza, ha habido momentos durísimos, de enterarte por un medio que la fiscal era apartada y vos no lo sabías. Son tan desprolijos y tan siniestros, el Poder Judicial, que a la familia jamás la tienen en cuenta. El no tener fiscal para nosotros fue terrible ¿Cómo no va a tener fiscal una causa? Esto no puede pasar en un país serio, con justicia, con derechos. Y después de ahí fue poner otro fiscal, seguir luchando.

La sentencia fue devastadora. Pero siempre tuvimos en claro, yo siempre lo tuve -porque tal vez interiormente había algo que a mí me decía que esto podía pasar- que (eso) no era lo último, que no era el final de la causa de Lucía. Cuando he escuchado el audio de lo que digo en ese momento pienso: ‘No sé cómo, pero seguramente internamente yo sabía’.

Son tan desprolijos y tan siniestros, el Poder Judicial, que a la familia jamás la tienen en cuenta.

Fue terrible, pero seguimos. Y después fue luchar para que se hiciera la audiencia en Casación. Porque después de la sentencia fue luchar para lograr esa audiencia. Nos dieron fecha el 26 de diciembre. En ese momento cambié de abogado porque no me parecía que el abogado estuviera a la altura de las circunstancias, él fue funcional a un sistema de Mar del Plata. La audiencia se suspendió por no tener abogado y se pasó al 5 de marzo. Y ahí se hizo y nos acompañaron un montón de personas. Y es por eso que decimos que la lucha es tan colectiva y tan social y la ganancia ha sido social, por eso, porque cuando uno mira por ese lado ahí te das cuenta de cuánto hemos hecho y cuánto hemos logrado. Y cuánto podemos y seguiremos logrando; porque uno por convicción sabe, dice lo que dice y lo afirma y reafirma y sigue luchando, porque todos los días para nosotros es levantarnos y seguir luchando, ahí es donde no te pueden demoler.

Todo esto es una sumatoria de cosas: es dinero que sale de tu bolsillo, viajar, comprar cosas, pagar un abogado; los reos tienen una defensoría del Estado que los defiende, tienen sus derechos, pero las víctimas no tienen derechos, porque si nos hubiésemos relajado con la fiscalía, imaginate lo que hubiera pasado.

LUCÍA COMO BANDERA

Desde el momento en el que se conoció el crimen, ocurrido el 8 de octubre de 2016 en Playa Serena, el caso de Lucía Pérez trascendió todas las fronteras y se hizo parte de la lucha del movimiento feminista, en especial luego de la sentencia absolutoria, en noviembre de 2018, para los principales imputados por el abuso sexual y femicidio de la joven.

Pero antes, y en especial debido al inicial tratamiento por parte del Poder Judicial del caso -con una fiscal, María Isabel Sánchez, que dio detalles pormenorizados y por demás alarmantes respecto a lo sucedido con la joven, algo que luego, con el correr de los meses -y luego años- no pudo acreditarse en las pruebas y derivó en la detección de numerosas irregularidades en relación al accionar judicial- el crimen de Lucía resonó fuerte en la sociedad y su rostro se transformó en pancarta, en bandera.

En 2016, poco después del #NiUnaMenos, y mientras el movimiento de mujeres avanzaba paso a paso y conquista a conquista, el femicidio de la adolescente no solo conmocionó a Mar del Plata, sino a todo el país: su historia llegó a las portadas y primeras planas de medios internacionales y tras numerosas marchas en la ciudad, el 19 de octubre de 2016 llegaría el primer paro de mujeres en todo el país. 

Según estimaciones oficiales, ese día más de 20 mil personas salieron a la calle en la ciudad, vestidas de negro, con carteles y un solo deseo: terminar de una vez por todas con la violencia machista. A simple vista, la multitud se extendió a lo largo de unas diez cuadras, casi un kilómetro de asfalto. Y esa misma escena se repitió en Argentina y hasta en el mundo.

– Para ustedes , ¿cuánto tuvieron que ver la lucha y el acompañamiento social a la hora de lograr la resolución de Casación? 

– Eso tuvo muchísimo que ver. El 5 de marzo se da la audiencia (en Casación) y no nos callamos. Y de ahí seguimos y el llegar al 12 de agosto, con esa nueva sentencia, se dio por la presión que hicimos. Y por eso decimos que a Lucía se le niega el derecho a la justicia. Más allá de la aberración del primer fallo, Lucía no tuvo derecho a nada. Lucía era una niña de 16 años que no tuvo derechos de nada, cuando hay tratados que Argentina ha firmado, internacionales, y ellos lo saben. Por eso, esta gente (el Poder Judicial) no tiene perspectiva de género, ni de vida, porque esto va más allá de la perspectiva de género. Hablamos de una niña a la que tres personas la llevan a una salita de salud muerta, con una cantidad de droga en sangre que no fue ni medida. Entonces, cuando la complicidad del delito es tan grande, no se puede creer.

Más allá de la aberración del primer fallo, Lucía no tuvo derecho a nada.

Pero seguimos. Me acuerdo de  ese 12 de agosto cuando me llamó el fiscal, yo no me imaginaba la sentencia. Pero ni ahí mi cabeza se quedó, porque enseguida estábamos pensando el próximo paso. Esto es como una pelea: tenés que pensar en el próximo round, pensar ‘a ver cómo me acomodo, qué voy a hacer’. Es así.

– ¿Cómo vivís el hecho de que Lucía se haya transformado en una especie de bandera para el movimiento feminista? 

– Yo creo que lo que ha pasado con Lucía es algo que no tiene asidero. Es algo que, lo mirás por dónde lo mirás, va más allá de lo que pasó con Lucía, porque no es solo acá, ha habido marchas en todo el mundo. No es que vos decís es solo el movimiento feminista, es el movimiento de la gente, el movimiento humanístico, el ser humano que dice ‘basta’.

Yo, ha habido personas que no conozco y que no han tenido nada que ver con Lucía, que han salido a pelear y a luchar por Lucía. Y yo lo agradezco. Es algo muy especial, porque Lucía nos ha dejado una lucha, una cosa de lucha tan grande y tan especial. No sé si es por cómo era, porque era mi hija ella -en realidad es mi hija, porque vive en mí- un ser bueno, bonito, maravilloso. Yo creo que ese ser que era ella despertó al otro a pensar: ‘Lucía es igual que yo, me podía pasar a mí, a mi hermana’.

Yo creo que ese ser que era ella despertó al otro a pensar: ‘Lucía es igual que yo, me podía pasar a mí, a mi hermana’.

Yo creo que este movimiento feminista y todo esto que se creó, se hizo, las mujeres que salieron y salimos y luchamos… Y todo así, cada cosa que tenés, todo lo que vos hacés, está ella en el medio. Por ejemplo, fue mi cumpleaños, y las chicas me trajeron globos, almorzaron conmigo. Y yo pensaba qué loco, eso que hicieron ellas, lo hubiese hecho Lucía. Entonces, digo, son como si fuesen mis hijas. Y para mí eso también es una sanación al alma porque la pérdida de una hija mujer, para las madres, es terrible; la hija mujer es muy compañera de la madre.

En mi caso Lucía era muy compañera, era de llamarme, de estar conmigo, de charlar, de esperarme con un mate. Ella siempre me esperaba acá en esta escalera, cuando venía de trabajar estaba sentadita con el mate. Entonces es como que ella está tan presente en mí y al no tenerla cuando estas chicas hacen eso, digo, ‘es lo mismo, es como si fuese Lucía’. A mí me hace bien, las adoro, son buenísimas, hermosas, las adoro y en el fondo del alma las quiero un poco como a mis hijas, a mi Lucía. Es muy lindo y es algo muy lindo que una pueda hacer eso, que pueda dejarse querer con el otro y permitirse esa conexión con el otro.