Carnaval con sello marplatense
La ciudad le dio su estilo al cierre de los Carnavales 2015 con el Gran Corso Central por la avenida Luro. Las comparsas y murgas barriales se lucieron entre el brillo, la guerra de espuma, el baile y la batucada, al ritmo de una identidad camino a consolidarse.
Un interminable desfile de comparsas por la avenida Luro. Bombos, color, brillo, trajes, baile y plumas. Una maldad inocente para rociar de espuma a desconocidos. Cientos de latas de aerosoles vacías al costado de las gradas montadas junto a Plaza Rocha. Transportes escolares repletos de los integrantes de decenas de murgas de los barrios que se acercaron al centro para el Gran Corso Central. De eso se trató y así se vivió el cierre de los festejos de los Carnavales Marplatenses 2015.
Como desde hace varios años, la avenida Luro se transformó este lunes por algunas horas en el “corsódromo” de la ciudad. Por la tarde, el tránsito vehicular se cortó para darle paso a las comparsas integradas por jóvenes, adultos y niños que le dan vida a los corsos barriales. Se lucieron, bailaron, brillaron. Algunos con más experiencia, otros con los nervios a la vista. Unos, con la destreza de la danza a flor de piel. Otros, solo con ganas de pasarla bien.
Los organizadores, la Asociación Carnavales Marplatenses (Carma) y el Movimiento Originado por Murgas Organizadas (Momo), estuvieron desde temprano coordinando el desfile junto ente de Turismo para que el evento saliera como se esperaba. Y así fue: sin incidentes, con miles de participantes y espectadores, y al ritmo del carnaval.
Recuperar la cultura del carnaval es para Mar del Plata un objetivo en proceso. Desde que la celebración volvió a copar hace algunos años las calles para mediados de febrero, en cada edición las comparsas vienen mejorando su desempeño pero también su vestuario, las coreografías y el ritmo característico.
Pero mientras por la avenida Luro avanzaba el desfile junto al escenario montado en la intersección con 14 de Julio, los festejos se extendieron también hacia los costados de la plaza. Y el elemento de color, una vez más, fueron los aerosoles de espuma.
Las latas fueron comercializadas por las propias comparsas para solventar la inversión realizada en trajes, bombos y disfraces. Aunque también los vendedores oportunistas aprovecharon la ocasión para vender “a diez pesitos el aerosol” al costado de los puestos de hamburguesas y choripanes distribuidos a los costados de la plaza.
Así, los más chicos -y también algunos adultos- improvisaron una guerra de espuma entre conocidos y desconocidos. Los rostros bañados de esa misma espuma, la ropa empapada, las corridas para evitar el líquido y la molestia de algunos que no querían participar, se desarrolló en paralelo al Gran Corso y muchos incluso disfrutaron más de esa inocente maldad de rociar al otro que del propio desfile de comparsas por la avenida.
