Viernes 17 de mayo | Mar del Plata
05/04/2015

Un marplatense en la Antártida: viaje a la raíz de la humanidad

Las semanas que Nicolás Chivirino vivió en el continente antártico marcaron un antes y un después en su vida. Lo define como “un viaje al pasado” donde “todo es diferente”, entre la supervivencia y el reencuentro con lo humano.

Un marplatense en la Antártida: viaje a la raíz de la humanidad
(Foto: Kito Mendes)

En el imaginario de buena parte de la humanidad, la Antártida es un continente frío, desolado y solo ocupado por bases militares y científicas, entre pingüinos y días extremadamente largos. La creencia, en parte es cierta, aunque pocos han pisado alguna vez el suelo antártico y muchos menos han vivido en él.

Un marplatense defensor de la ecología y activista vegano vivió durante cinco largas semanas en aquel territorio del fin del mundo, donde el estilo de vida desencaja con cualquier punto de comparación. Nicolás Chivirino, de 32 años, compartió con QUÉ la experiencia de lo que define como “un viaje al pasado” y a la raíz de la humanidad.

No hay dinero. El viento sopla normalmente a unos 50 kilómetros por hora. Las provisiones llegan una o dos veces al año primero en barco y luego en helicoptero. Se vive en comunidad, la gravedad y la presión atmosférica son diferentes, no existen los insectos, el agua es milenaria y pura como en ningún otro rincón del globo, la superviviencia es un desafío diario y, en síntesis, “prácticamente es como vivir en otro planeta”.

El viaje comenzó en Palomar. Nicolás subió a un avión militar que paró primero en Comodoro Rivadavia y luego en Río Gallegos, desde donde tomó otro vuelo hasta la Isla 25 de Mayo, donde comienza el territorio antártico: su hogar, junto a otros 70 civiles, militares y científicos, fue la Base Carlini. Pero el verdadero destino, fue el autodescubrimiento.

Antartida Nicolás Chivirino

La presencia del hombre en la Antártida, según cuenta el joven marplatense pro ambientalista, es realmente escasa. El contexto geográfico es hostil y el ser humano quema constantemente calorías con solo estar parado sobre el suelo rocoso y frío. Sin embargo, afirma que la mentalidad y los valores que rigen en el continente, son dignos de tomar como ejemplo.

LA VIDA BAJO CERO

Unos 50 países regidos por el Tratado Antártico protegen al continente y el perfil del 90% de los turistas que llega al lugar, es ecologista. “Yo me fui por una cuestión espiritual y ecológica. Soy activista vegano y eso llamó mucho la atención allá”, contó Nicolás.

Durante las cinco semanas en la Base Carlini y sus alrededores, el sol se mantuvo hacia el sur en un “atardecer infinito”, como detenido en el tiempo. Hacia el norte, era de noche. Solo unas pocas veces logró ver las estrellas en su estadía, y cuando eso ocurrió, contemplarlas fue “increíble” o más bien una sensación que le resulta imposible describir.

Con el correr de los días logró integrarse fácilmente con el resto. Su estilo de vida y su alimentación despertaron la curiosad de los demás. “Se vive en comunidad. Comen todos juntos, se comparte mucho. No te podés llevar mal con el otro. La mentalidad cambia. No hay competencia. Es una cuestión de supervivencia. Todos dependen de todos y hay una cuestión muy humana que se va construyendo”, explicó.

La impresión que se llevó Nicolás, fue primero lo distinto que es todo: las piedras, el pasto, el paso del tiempo. Asegura que la Antártida “es un lugar que tiene millones de años donde todo quedó detenido en el tiempo” y que “es como viajar al pasado, vestido casi como un astronauta, con la sensación de que estás en otro planeta”.

El frío, naturalmente, es parte de la geografía. Con temperaturas varios grados bajo cero, Nicolás Chivirino colaboró durante su estadía en la construcción de un laboratorio marino a partir de un acuerdo entre el Estado argentino y Alemania.Antartida Nicolás Chivirino1

Pero una cosa es contar que construyó un laboratorio y otra es imaginarlo, como relata, abrigado con varios buzos y camperas, al aire libre, cavando entre las piedras para darle vida a ese centro de estudios científicos que la Base Carlini comparte con el país germano. “No sé, pero yo me sentía como que estaba haciendo algo por la patria”, reconoció.

CUESTIÓN DE PRINCIPIOS

Cuenta Nicolás que existen leyes argentinas que se aplican en la Antártida pero no en el país. Algunas de ellas tienen que ver con la preservación de los animales, el cuidado del medioambiente, el reciclaje y el respeto por la naturaleza.

“Toda la basura se recicla y se manda para el continente. No se permite sacarse fotos con los animales. Además, se trata de no usar ningún tipo de helicóptero que dañe por el ruido que hace. Se trata de dejar todo virgen, como si el hombre no estuviese”, detalló.

Las provisiones llegan una o dos veces al año desde Argentina. “No existe el dinero allá, aunque sí a veces se usa el trueque. Lo que se produce en el país se manda a través del Ministerio de Defensa de la Nación y la Dirección Nacional del Antártico (DNA). Los militares hacen la logística. Y como no hay dinero, porque no hay nada para comprar, la vida entonces empieza a pasar por otro lado”, afirmó.

A su vez, según su experiencia, “hay principios y leyes que no se aplican en el país de origen. Pero lo que hay que entender es que en realidad no hay que proteger a un continente, sino al planeta en su totalidad”.

Por otro lado, quien viaja a la Antártida “tiene que hacer algo”, al menos cuando el clima lo permite. Nicolás, además de colaborar en la construcción del laboratorio, fue a divulgar los beneficios de una alimentación vegana y su compromiso con el medioambiente.

“Se vive de una manera muy tribal. Hay poca gente, pero se escuchan más, se respetan el uno al otro, todo se comparte y con ese tiempo tan distinto y esos principios, viene un cambio de mentalidad”.

Además, para viajar hay que aprobar exámenes ecológicos y políticos, debido a que “cuando uno va a la Antártida, representa al país. Y eso, no tiene excepciones. Cualquier macana que uno se manda, hace quedar mal a la Argentina”.

PASAR EL TIEMPO Y DIVERTIRSE

Existen estudios que indican que pasar demasiados meses en el continente antártico puede ser perjudicial para el psiquismo del hombre. Como máximo, algunos han pasado dos años y en muchos casos las consecuencias psicológicas quedaron en evidencia. Sin embargo, algunos ni siquiera llegan a soportar la rutina una semana. Nicolás, subraya y aclara: “Insisto, es realmente muy diferente”.

Antartida Nicolás Chivirino34

Pero además de en el trabajo, al tiempo hay que ocuparlo. La mayoría de quienes viven en las bases son hombres y la presencia de mujeres en la Antártida es realmente una excepción. Y cuando una de ellas por algún motivo llega, la testosterona le gana al frío y se pone a flor de piel, mientras se afilan las herramientas para conquistarla.

Mientras tanto, los propios civiles colaboraron a lo largo de estos años para que la Base Carlini cuente hoy también, por ejemplo,con un gimnasio y hasta un cine. También hay fiestas y karaoke, aunque en general “son los militares los que eligen la música”. Y eso a veces, puede ser un problema.

De vez en cuando se organizan partidos de fútbol en improvisadas canchas sobre las piedras. Las lesiones, además de frecuentes, resultan difíciles de revertir: la cicatrización, por las condiciones del lugar, es más lenta.

También existe lo que se denomina la “Casa nueva”, un espacio que funciona desde hace unos dos años y que permite alojar a más gente. A su vez, en febrero, cuando Nicolás estuvo allá, en la Base Carlini se festejó el cumpleaños de la Antártida y también el de la propia base.

“Hay que ocupar el tiempo. Mientras tanto, estás tranquilo, pensás mucho. Allá perdés la noción del tiempo. No sabés la fecha, si es sábado, miércoles… y no importa, porque estás como querés”, remarcó.

CONCLUSIÓN: “ESTAMOS MUY MAL”

Alejado de la contaminación de la ciudad, luego de compartir semanas con científicos y personas de diferentes rincones del mundo, y tras acceder a las investigaciones que evalúan el estado de los glaciares y animales, Nicolás comentó que la conclusión a la que hace tiempo llegaron en la Antártida es que “estamos muy mal”.

“Si no cambiamos los hábitos y el sistema, vamos muy mal. Todo el impacto ambiental se ve reflejado. Es difícil de explicar, pero allá el mundo se ve desde otra óptica.  El planeta está en una situación muy delicada y eso allá se ve de manera muy concreta”, analizó.

Nicolás ya está pensando en un segundo viaje. Esta vez, planea quedarse más tiempo. Meses. Anhela ir como “ayudante de científico”, para ahora sí estar en contacto con los animales, aunque para eso -primero- deberá capacitarse.

El viaje a un continente tan exótico marcó un antes y un después en la vida de este marplatense de 32 años, quien recomienda que “todos deberían ir alguna vez, desde un punto de vista educativo y espiritual”.

Y si bien resulta por demás complejo resumir lo que hay en su mente luego de este viaje, al mismo tiempo afirma que “es simple”: al sacar el dinero del medio “ya solucionás mucho”. “Trabajás y lo que generás, se comparte. Se vive, se aprende… hay mucho para aprender de la Antártida”.

Ver más: , , , , , , , , , , , , , ,

05/04/2015