Viernes 03 de mayo | Mar del Plata
02/04/2024

Soberanía nacional y científica en la Antártida: un relato en primera persona

Cómo es el día a día en la Base Científica Almirante Brown en palabras del científico marplatense Germán García: cuando cada paso es un acto de soberanía.

Soberanía nacional y científica en la Antártida: un relato en primera persona
(Fotos: gentileza Germán García)

Durante meses, el científico marplatense Germán García y una dotación de trabajadores vivió en la Base Científica Almirante Brown de la Antártida, produciendo conocimiento y viviendo una experiencia única. ¿Qué comen? ¿Qué tareas realizan? ¿Cómo se comunican? ¿Qué hacen con los residuos? Son preguntas que rápidamente pueden surgir aunque quizás la más importante y a la vez más fácil de responder sea ¿para qué?: porque en el continente blanco hasta dar un simple paso es un acto de soberanía y, a la vez, la coronación de un proceso personal que tuvo su inicio en la universidad pública, pasó por la decisión familiar de alejarse por meses, y llega hasta el izado de la bandera celeste y blanca en las más australes tierras del Atlántico Sur.

Germán es marplatense, doctor en Ciencias Biológicas e investigador independiente del Conicet especializado en conservación y manejo de ecosistemas costeros en el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC), y además, para el ex Ministerio de Ciencia y Tecnología está trabajando como coordinador de un consejo de asesores científicos en un programa interministerial denominado Pampa Azul.

Junto a otras 11 personas entre investigadores y personal de apoyo logístico llevaron adelante meses de intensas tareas científicas encomendadas por el Instituto Antártico Argentino y la Dirección Nacional del Antártico en la zona de la base temporaria Almirante Brown, ubicada en el estrecho de Gerlache del noroeste de la Tierra de San Martín, también conocida como península antártica, entre montañas, glaciares y aguas calmas que conforman un puerto natural incluso visitado por cruceros.

Allí Argentina gestiona una de sus trece bases -siete de ocupación permanente y seis temporarias ocupadas solo en verano- a través de las cuales el gobierno nacional lleva adelante diversas actividades científicas en cumplimiento de sus compromisos internacionales, mientras en paralelo se sostienen reivindicaciones de soberanía sobre el sector denominado “Antártico Argentino” en función de distintos fundamentos geológicos e históricos, pero siempre bajo el paraguas del Tratado Antártico.

EL INSTITUTO ANTÁRTICO ARGENTINO Y EL TRATADO ANTÁRTICO

En el continente blanco el verano es el momento en el que principalmente se realizan las campañas científicas -sobre todo en aquellas bases de ocupación temporaria- y por eso, por ejemplo, en noviembre ya otros científicos marplatenses del IIMyC habían viajado durante la Pre campaña de verano antártico (Precav) a la Base Esperanza, tal como reseña una publicación de Citecus. En enero, en tanto, llegó la dotación de la Campaña de Verano (CAV) integrada por Germán: lo hizo en un avión Hércules hasta la Base Marambio, de allí en helicóptero hacia el Rompehielos Irízar que los llevó hacia el ARA Bahía Agradable que los desembarcó en Bahía Paraíso, locación de la base en la que pasó casi tres meses.

EL VIAJE

Luego de egresar de la Universidad Nacional de Mar del Plata, García estuvo durante años investigando y trabajando con su doctorado y su posdoctorado, realizando trabajos de campo en diferentes latitudes, pero aún lejos de los territorios antárticos. Fue en mayo de 2023 cuando desde el Instituto lo convocaron a participar del Programa de Monitoreo Ambiental coordinado por Mariana Juáres. A partir de entonces, lo que sobrevino fue tomar la decisión familiar de aceptar la propuesta que incluye estar lejos y prácticamente incomunicado durante meses, y también la decisión individual de aceptar una experiencia enriquecedora pero para nada fácil, desde la preparación misma.

“En lo personal, tenía muy pendiente poder venir a trabajar en una campaña antártica enmarcado en algún organismo del Estado”, relató García en diálogo con Qué digital sobre esta experiencia aunque aclaró la dificultad de tomar una decisión tan importante y, una vez aceptado el desafío, el camino rumbo a obtener el apto: “No es una decisión fácil de tomar. Uno se prepara durante todo el año, hace múltiples viajes a Capital Federal, se prepara física y psicológicamente, y además debe rendir algunos exámenes sobre ambiente y política antártica”, contó.

(Foto: Instituto Antártico Argentino)

Pero no fue solo. Sobrevivir e investigar en el continente antártico no es tarea fácil y por eso la dotación contó en la Base Brown con un total de doce personas; seis asignadas a tareas científicas (además de García, un historiador, una bióloga, una técnica, una geóloga y una arquitecta) y seis a tareas logísticas a cargo de personal del Ejército y de la Fuerza Aérea (dos timoneles, un mecánico, un encargado de mantenimiento del refugio Ortiz ubicado a 300 metros, un cocinero y una enfermera).

LAS TAREAS

La Base Científica Almirante Brown es una de las que tiene ocupación temporaria, por lo que es habitada principalmente entre diciembre y abril, con todo lo que eso significa para el mantenimiento de las instalaciones. Por eso, además de enfocarse en la tarea diaria encomendada como parte de la campaña como pueden ser las actividades científicas en el terreno, la convivencia y la supervivencia en el lugar también incluye otras tales como mejorar la base, mantener los equipos con los que se registran datos y dejarla lista para la próxima campaña de verano.

A través de la invitación del Instituto Antártico Argentino, la dotación estuvo centrada en el trabajo de campo en torno a sus proyectos científicos pero a la vez dieron inicio a actividades de colaboración entre el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras y el Instituto Antártico, en una línea de trabajo centrada en la Ecología del Comportamiento en Pingüinos Antárticos.

Así, en el trabajo de Germán descansan los compromisos que Argentina asumió ante la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA). “Esta convención para Argentina entró en vigor en 1982 con la Ley 22.584 y es el Programa de Monitoreo del Ecosistema del Instituto Antártico (IAA) quien, en parte, genera los datos científicos para cumplir con el compromiso firmado hace más de 40 años. En Bahía Paraíso estoy encargado del monitoreo de diferentes colonias de pingüino papúa (Pygoscelis papua) situadas dentro del Estrecho de Gerlache, al noroeste de la Península Antártica”, explicó.

¿En qué consisten esas tareas diarias? Desde enero y hasta los primeros días de abril, según el protocolo acordado a nivel internacional, lleva adelante el conteo de nidos y de individuos adultos y pichones de pingüino papúa, como también el monitoreo de cámaras que quedan instaladas durante todo el año en las colonias.

EL DÍA A DÍA

Durante el verano, cuando el día llega a durar prácticamente 24 horas, con escasos momentos de una débil oscuridad que van incrementándose hacia el otoño, la temperatura media de la costa antártica es de 0°C, aunque en los sectores más al norte de la península es posible que supere levemente esa marca: es decir, son zonas menos inhóspitas que en la meseta antártica, donde en verano esas marcas difícilmente superan los -20°C. A eso deben sumarse la particularidades del viento, influido en esas latitudes por la rotación terrestre y la densidad del viento frío, alcanzando velocidades cercanas a los 200 km/h según los registros oficiales. Por eso, “todo o casi todo lo que ocurre en el día se basa en las condiciones meteorológicas”, resumió Germán.

Todos los días, los integrantes de la dotación deben cumplir con una lista de tareas que comienzan a las 8 de la mañana no sin antes solicitar el pronóstico vía radio a la Base Marambio. De todos modos, por las características del espacio físico, la Base Científica Brown se encuentra en un lugar conocido por su calma al punto tal que ven pasar hasta tres cruceros por día, aunque no se permite el descenso de turistas por protocolo ante la gripe aviar.

“Amanecemos a las 7 de la mañana y a las 8 comienzan las actividades. Se corta a las 13 para almorzar y se retoman las actividades entre las 15 y las 18. La cena la tenemos programada a las 19.30. Ese programa suele cambiar para el grupo de científicos y timoneles porque salimos al terreno y quizás esto es entre las 9 y 17. Pero siempre que estamos en la base, tratamos de mantener los horarios para que todo sea más ameno y compartir ciertos momentos el equipo completo”, relató.

Las tareas de supervivencia están casi a la par que las científicas, desde lo más básico como el hecho de recolectar agua: “La Antártida es el reservorio de agua dulce más grande del mundo, sin embargo, el agua principalmente está en estado sólido. Entonces debemos gestionarla de alguna manera. Actualmente la base no cuenta con un derretidor, entonces se colecta el agua de algún chorrillo de deshielo. También se puede derretir nieve en ollas en la cocina, pero eso consume mucho gas y uno debe ir midiendo todos los recursos que tiene disponible. Ahora, principios de marzo, los chorrillos que teníamos identificados se están congelando”, señaló.

(Foto: IAA)

¿Y el alimento y los servicios? Una de las primeras tareas que realizan al llegar -además de descargar los tachos de combustible de 200 litros, tubos de gas y generadores eléctricos- es preparar los sistemas necesarios para mantener los alimentos perecederos, como por ejemplo fosas en la nieve donde se almacenan carnes.

“Llega mucho alimento no perecedero con nosotros, pero además las bases y refugios tienen grandes cantidades de víveres de años previos. Esto en parte es a modo de seguridad. Uno debe garantizar todo el alimento de la campaña y además debe garantizar alimento para emergencias que pueden ocurrir durante el invierno, cuando muchas bases están cerradas, pero sigue habiendo navegantes en los mares antárticos. No solo es difícil e incierto llegar, sino también irse. Las fechas de repliegues suelen cambiar mucho y depender de múltiples factores. De ahí que uno debe garantizar siempre alimento para algunos meses de más”, añadió.

De todos modos, también suelen contar con apoyo logístico de barcos turísticos: “Cuando pasan los cruceros se comunican con la base, suelen ofrecer frutas y verduras frescas que son los alimentos que más escasean a lo largo de los meses”, sumó.

¿Y qué pasa con la gestión de residuos? Así, cuestiones tan básicas que en las ciudades están naturalizadas, en la Antártida son parte de la tarea diaria, donde se debe reducir al máximo los desechos y, sobre todo, devolverlos al continente americano para su disposición final: “Todos los residuos que generamos se clasifican y debe ser replegados con nosotros dentro de tambores bien rotulados”.

¿Y la comunicación? Para Germán, en este aspecto la base Brown en particular “es lo más parecido a las bases de los 1990”, es decir, sin internet ni señal para celulares. La principal vía de comunicación con otras bases, en tanto, es la radio. Y en ocasiones, incluso, hasta tienen un mínimo entretenimiento: “A veces, en noches de buena propagación escuchar algún programa de radio de alguna parte del mundo”.

Dentro del quehacer diario, además, está previsto que alguien de la dotación colabore con las tareas de comedor. “Ese día, uno está asignado para ayudar al cocinero entre las 10 y las 22, mantener la limpieza del comedor, y aprovechamos durante esa jornada para lavar y secar algo de ropa. Los domingos nos turnamos para cocinar y mantener el orden del comedor para que el cocinero pueda tener un día de franco“, sumó.

Pero no todos los días pueden cumplir con el itinerario, justamente por las condiciones meteorológicas: las suspensiones de actividades eran derivadas de la baja visibilidad por nevadas o por mucho viento que impide salir y embarcarse. “Acá más que nada hay nevadas fuertes. No es común que llueva pero en estos últimos años esto ocurre y al parecer está vinculado con el cambio climático“.

En paralelo, deben alternarse en tareas de mantenimiento que también hacen al día a día: “Al ser una base temporaria que necesita mucho trabajo de mantenimiento. Por eso el grupo científico, los días que no salimos al terreno, hacemos 4 horas de mantenimiento de la base, donde hay una lista de tareas que van desde rasquetear, pintar, instalar equipos, mejorar instalaciones del laboratorio, mantenimiento de antenas, operar la radio, etcétera. Nada que no se viva, en parte, es un acto de soberanía“, definió.

LA SOBERANÍA

Sin dudas estar en un lugar tan deshabitado y tan alejado de la presencia humana es una experiencia que pocas personas atravesaron alguna vez, en espacios donde el silencio solo es interrumpido por caídas de trozos de glaciares o el soplido de una ballena. “La Antártida es un continente único. El sitio desde lo paisajístico es muy particular, con una belleza natural inigualable, una quietud por momentos mágica. Es un lugar donde el silencio, por momentos y en sitios específicos, puede ser absoluto invitándote a experimentar sensaciones increíbles en el oído, que jamás había experimentado”.

A esas sensaciones, sin embargo, también se le suma el estar lejos de todo que, por más preparación previa que haya, también acompaña esos momentos: “El lugar es muy fuerte desde lo emocional. Uno está lejos de su familia, muchas veces sin comunicación, haciendo tareas que reflejan el amor que uno tiene por la ciencia, los ecosistemas marinos, y por la soberanía nacional“.

Esos silencios, no obstante, también se llenan en parte con las respuestas a la pregunta “¿para qué?”. Y esa incógnita se resuelve con un sentido que va incluso más allá de la ciencia o, mejor dicho, se centra en cómo a partir de la ciencia también se ejerce la soberanía, sobre todo en territorios australes que, más allá de la diplomacia, tienen un fuerte arraigo con el sentir nacional.

“Haber podido sumarme a esta campaña de verano en la Base Brown me hizo reafirmar mis ideas en relación a los reclamos de soberanía que Argentina tiene sobre diferentes sectores del Atlántico Sur. Todas las actividades realizadas en las distintas bases y campamentos antárticos contribuyen al fortalecimiento de la conciencia antártica de la sociedad argentina y respalda con información y presencia científica la soberanía de nuestro país en esta área del Atlántico Sur. La sensación es realmente hermosa. Creo que nunca me olvidaré lo que sentí en el pecho ese primer día de llegada a la Base Brown cuando levantamos el estandarte nacional”, concluyó.

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