Sábado 04 de mayo | Mar del Plata
10/10/2014

Carlos Paz con la Tercera edad

Desafío dos.

 

BlogAquenoteanimasCon una amiga decidimos emprender un viaje, comenzamos con la idea de ir a Perú de mochileras, pero por cuestiones económicas cambiamos el destino al norte argentino. Supuestamente íbamos a ir en tren, a hospedarnos en hostels y demás. Bueno, terminamos yendo una semana a Carlos Paz, con un tour que incluía transporte, hotel, excursiones y hasta pensión completa. Lo primero que pensé fue que se me había ido la aventura al tacho… hasta que me subí al micro. Créanme, la aventura iba a ser sobrevivir a ese viaje.

El promedio de edad rondaba en los 75 años. Muchas mujeres solas y parejas que se tomaban una segunda (o hasta decimoquinta) luna de miel. Había un par de parejas con niños y mi amiga y yo, que teníamos la esperanza de encontrar algún chico lindo en el micro que tuviera nuestra edad y viajara solo. Claramente eso nunca pasó.

Apenas llegamos, nos avisaron que teníamos que ir a la primera excursión. Con la milanesa aún en la boca, partimos a un city tour por Villa Carlos Paz, Balneario Tanti y visita a una fábrica de alfajores. Todo muy tranquilo, hasta que llegamos a la fábrica. Luces de colores, música, pantallas de led, todo dispuesto como si fuera un boliche bailable. Realizaron una competencia de cuarteto por una caja de alfajores y les juro que las viejas hicieron notar que la operación de cadera las había dejado cero kilómetro. Tenían un movimiento pélvico más osado que el mío y, obviamente, se quedaron con la caja de alfajores.

A medida que pasaban los días todo se iba complicando un poco más, aparecía algún que otro olor extraño en el micro, gente descompuesta por el trajín del camino, la altura… pero la buena onda parecía no decaer.

Una noche se les ocurre ir al show de Pablo Rey, un transformista. Les juro que pensé que la mitad de las personas mayores iban a salir espantadas en cuanto vieran a Pablo con su peluca rubia de rulos, su vestido ajustado lleno de brillos y sus tacos de ocho centímetros. Nada que ver. ¡Qué manera de reírse las viejas! En cualquier momento íbamos a tener que pedir veinte tubos de oxígeno y dos kilos de pastillas para bajar la presión.

“Soy un actor, un comediante, un transformista… Ni yo sé que mierda soy vestida así”, decía Pablo y enseguida comenzaba a fichar a gente del público.

-¿Cuánto hace que trabajás como transformista?
-Se cumplen 39 años el 10 de octubre.

– A lo largo de los años ¿Cómo cambio la relación con el público?
– Ahora se acepta mucho más, está de moda todo el tema del transformismo. Lo complicado fue en pleno proceso militar cuando no estaba permitido, ni siquiera en televisión. En la actualidad todo es más suelto, más aceptable.

-Durante la dictadura militar ¿tenías que esconderte o hacer tu show en lugares “clandestinos”?
– No, yo siempre fui adelante, con fe de que lo mío, lo que hago, es bueno. Soy un actor que en ese momento no estaba haciendo nada malo. Si bien era algo nuevo, también era algo “prohibido”. Pero yo siempre seguí adelante, nunca bajé los brazos y acá estoy.

– ¿Recibís muchas críticas por tu trabajo?
– Las críticas siempre están. Siempre va a haber alguien que rechaza lo que uno hace, que no le gusta. No se le puede agradar a troyanos y romanos. Yo hago un humor muy ácido, pero divertido al mismo tiempo y dicho con una altura tremenda, con respeto. Con una cierta autoridad escénica. Cuando alguien tiene una autoridad escénica, la puteada no agrede sino que divierte.

– ¿El público se niega a participar en tu show?
– No, mientras que voy haciendo los monólogos, voy viendo y tanteando al público. Voy estudiando a quién puedo involucrar y a quién no. No me gusta hacer sentir incómoda a la gente. Si veo que éste se va a copar conmigo ¡Vamos!… y dicho y hecho. Pero trato de que la gente se divierta mucho conmigo.

Y así fue. Muchas risas, muchos chistes y la conjunción perfecta entre humor, música y buena onda.

Ciertamente, yo que pensaba descansar, tuve que afrontar los vaivenes de este viaje que se convirtió en un nuevo desafío, sin buscarlo. Pero que me dejó varias enseñanzas, porque uno aprende que llegada una cierta edad, el casino se convierte en Disney World, que jugar al bingo divierte más que el truco, que no se puede tomar jugo de naranja con café con leche por la mañana, que es conveniente tener una buena marca de pegamento para la dentadura postiza y que la jovialidad de una persona no depende de la edad sino de cómo uno se sienta.

Carlos Paz, sobreviví a las flaquezas de los adultos muy mayores, a los llantos de los niños y a los mareos de mi compañera de viaje que se apunaba por la altura. Acabo de llegar y ya siento que necesito vacaciones otra vez, pero en el fondo, seguís siendo una de mis ciudades preferidas.

¡Hasta un nuevo pronto regreso!

Pd-Recomendación: si algún joven se deja tentar por lo económico de este tipo de viajes, no sólo lleve dinero para alfajores y salamín, sino también para comprar una buena botella de vodka. Me lo van a agradecer. 

10/10/2014