Domingo 05 de mayo | Mar del Plata
02/09/2016

La imagen del dolor de un naufragio

Editorial QUÉ, en la radio

 

Uno imagina hasta donde se anima. Imagina el frío de la madrugada antes de que salga el sol, el viento en la cara, el sabor a sal y el mar oscuro, familiar y extraño, que da lo justo para vivir, pero que cuando quita, quita en serio y quita todo.

Uno imagina hasta dónde el corazón le aguanta. Imagina a cinco -o tal vez seis- que van en una lancha para buscar una pesca bien temprano de un día de septiembre. A cinco -o tal vez seis- que pueden ser cualquiera. A cinco -o tal vez seis- que de alguna manera son cualquiera que salen a trabajar, a buscar el mango, la comida, a pelearla.

Uno imagina con otros nombres y caras hasta el llanto. Imagina que hubo una última cena, un te quiero, un te amo, un hasta mañana, un contame cómo sale Argentina, un cuidate, un beso, un abrazo. Imagina que tal vez justo antes hubo una pelea para lamentar, un después nos vemos, un mañana lo hacemos.

Uno imagina hasta que no entiende. Imagina cómo es que le entró agua a una lancha que salió al mar tantas veces. Cómo es que la tripulación que salió hasta con tormentas no pudo reaccionar. Imagina el mar pegando fuerte, el frío en los huesos, la noche imposible. Imagina una balsa que no se usó. El caos. El mundo que gira. La nada. El agua. La nada.

Uno imagina hasta que le duele. Imagina leer la noticia de que uno de los cinco de la lancha es la propia familia, toda la familia. Imagina el sufrimiento de la espera desesperante. De sufrir cada segundo de esa espera. De ver entre lágrimas que llega un barco al puerto que no es el barco. Que alguien lleva unos cuerpos. Que esos cuerpos son. Que esos cuerpos eran.

Uno imagina hasta que no puede estar más en la piel del otro. Uno imagina, se hace eco del dolor de a los que más les duele. Compartir ese dolor, además de imaginar lo inimaginable y pedir lo improbable, que los que faltan encontrar aparezcan y que no haya que imaginarlos más.

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02/09/2016