Martes 14 de mayo | Mar del Plata
23/11/2014

A la luz del semáforo: arte en 40 segundos

Artistas callejeros de Mar del Plata compartieron los detalles de su trabajo bajo la luz roja. Disponen de menos de un minuto para mostrar su talento, ganarse la aceptación del público en cuatro ruedas y llevarse una retribución.

A la luz del semáforo: arte en 40 segundos
(Fotos: Lucho Gargiulo)

Semáforo en rojo. El conductor frena y mientas los peatones cruzan la calle, el artista irrumpe en el medio del asfalto. Saluda, en algunos casos se presenta y allí comienza una intervención circense y a la vez teatral que no dura más de 40 segundos y que busca ganarse “a la gorra” la retribución del público en cuatro ruedas.

Algunos son malabaristas de oficio. Otros aprendieron en la calle. Muchos estudiaron teatro. Todos recorren los semáforos de la ciudad con el desafío constante de ganarse la aceptación de los conductores y  luego su colaboración antes de que la luz verde vuelva a encenderse.

Rodrigo tenía 16 años cuando aprendió algunos “trucos básicos” para comenzar a ganarse la vida en el semáforo.

MALABARES 01

Pasó una década, asegura que le encanta viajar y que los malabares fueron su sustento para recorrer distintas ciudades. Sin embargo, aclara que “la calle es dura y relativa en todos lados” y que la gente “en general es generosa” porque “valora el hecho de que no esté robando”, aunque remarca que no le gusta que “tengan lástima”.

Con el paso de los años pasó por distintos centro culturales, talleres de clown y estudió teatro, lo que le permitió no solo mejorar su habilidad para los malabares sino también, ejercitar algo clave para obtener la colaboración de la gente: el carisma.

Pero si bien Rodrigo hace malabares en la calle desde hace años, admite que todavía le dan pudor los primeros semáforos de una tarde. “La vergüenza es algo que nunca perdés”, afirma, pero al mismo tiempo admite estar “orgulloso” de poder vivir y ayudar a su familia con el dinero que obtiene gracias a hacer malabares en los semáforos.

 

“¡Alto policía, deténgase!”, grita “Powercop” y hace sonar su silbato cuando el tránsito se frena al cortar el semáforo. Quien no lo conoce se asombra. En realidad, “algunos se asustan”, reconoce. Su intervención urbana provoca una sonrisa y en el texto que repite en cada función de 40 segundos bajo la luz roja subyace una fuerte crítica social.

POWER CUP 01

Su nombre es Marcos, pero buena parte de los marplatenses lo conoce mejor como “Powercop”, tan solo uno de los personajes que interpreta este actor marplatense que afirma haber trabajado en varios teatros de la ciudad y estudiado con reconocidos directores.

Desde hace años se gana la vida a la luz del semáforo. Lo que lo destaca, sin dudas, es el empeño que le pone a su personaje. Juega, mantiene una rutina, también improvisa y aún se divierte, pese a estar todos los días en diferentes puntos de la ciudad con su arte.

“Es muy difícil mantener una familia con esto. Pero estando todos los días y poniéndole la mejor energía, se puede. Algunos te miran mal. Quizás alguna vez te ven en un teatro y sos un groso, pero porque estás en la calle te miran distinto”, explicó.

En cada semáforo “Powercop” logra sacarle una sonrisa a los conductores y a veces también a los peatones, a quienes incluye en cada breve función. También ordena “en nombre de la ley” la colocación del cinturón y repudia a través de su micrófono el uso del celular al volante.

Y si bien reconoce que a veces se cansa de la rutina, cuenta con una sonrisa que ganarse la confianza o al menos la aceptación del público en cuatro ruedas, es siempre un desafío que está dispuesto a enfrentar.

 

Humberto admite que aprendió “mirando películas chinas”. Es actor de teatro “under”, tiene 36 años y desde hace tiempo interpreta a un “cacique” (aún sin nombre) que a la luz del semáforo juega con sus boleadoras. Habitualmente trabaja en la costa, cerca del Parque San Martín. Afirma que la gente ya lo conoce y que “en general colabora”.

MALABARES 03

Un accidente en una de sus piernas dejó sin trabajo a este joven actor marplatense. Desde hace diez años juega a ser un cacique, pero reconoce que con hacer malabares “no alcanza”.

“Yo le pongo onda. Ya tengo oficio. A la gente trato de ganármela con la risa. Hay días que la gente colabora más y otros donde se hace más duro. Tengo constancia, yo vengo prácticamente todos los días y la gente ya me va conociendo”, contó.

Su intervención en la luz roja tiene un claro contenido teatral. Este cacique urbano saluda a su público al grito de “cara pálidas”. Se presenta, impone su voz y mientras comienza a revolear las boleadoras, se mantiene firme en el personaje. Allí el gesto del público se transforma: pasa de la seriedad detrás del volante, a por lo menos una sonrisa que no esperaba encontrar en un semáforo.

Pocos segundos después Humberto cierra su espectáculo con una reverencia y se mueve con un gesto cálido entre los autos en busca de la retribución económica que le permite ayudar a su familia todos los días. Descansa cuando el tráfico avanza y luego espera a que el semáforo vuelva a cortar, para repetir la rutina y en otros 40 segundos volver a ganarse la aceptación de un nuevo público en la misma calle.

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23/11/2014