Lunes 13 de mayo | Mar del Plata
22/01/2015

Fin del mundo

Editorial QUÉ, en la radio

 

El fin del mundo se había anunciado con una noticia terrible: internet estaba muerta. Una conspiración, un suicidio, un asesinato, un crimen pasional, una sobredosis. No se sabía exactamente qué le había pasado, pero no había pulso ni señal de Wi-fi.

Los primeros que se dieron cuenta fueron los que estaban descargando pornografía que sin saber qué hacer decidieron volver a misa y pasar el día con sus familias.

Los periodistas anunciaron la muerte de internet al instante, pero no supieron qué más hacer porque sin internet no tenían más información, no existe más información.

Los adolescentes, sin Facebook para chatear descubrieron que en verano había todo un mundo por descubrir, pero les pareció muy antiguo y se fueron a ver en la tele documentales de viajes, de los que salen al mundo a descubrir.

Para los políticos la muerte de internet fue una catástrofe, peor que la de Nisman, y se dieron cuenta que no podrían ponerse a twittear para expresar todo su descontento, repudio y dolor por lo sucedido.

Para las vedettes fue un alivio, pudieron descansar los labios de hacer “boquita” para tanta selfie y se pudieron poner algo más de ropa total nadie las iba a fotografiar y mandar la imagen a todas partes.

Los vecinos de todas las ciudades del país armaron carteles que rezaban “Yo soy internet” y “Je suis internet”. Pero la marcha fue un fracaso, sin redes sociales para subir la foto del compromiso no tenía sentido salir de la casa.

El fin del mundo se había anunciado con la muerte de internet y cuando el apocalipsis se estaba por largar, cuando alguien, en alguna parte, estaba por agarrar un libro para empezar a leer, internet volvió a la vida y con ella las selfies, los videos pornos, los twetts, las noticias y todas las banalidades del siglo XXI. El fin del mundo se había anunciado, pero a la muy turra de internet se le dio por revivir.

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22/01/2015