Lunes 29 de abril | Mar del Plata
02/01/2015

Lautréamont, conde uruguayo

Isidore Lucien Ducasse, conocido como el conde de Lautréamont, nació en Montevideo, escribió solo un libro y murió a los veinticuatro años. Poeta maldito, fue uno de los íconos de culto para los surrealistas

 

QUIÉN

blog1 Es otoño y es 1846. Oribe quiere recobrar el poder en Uruguay. Al otro lado del río, el implacable Juan Manuel de Rosas lo apoya; Montevideo está sitiada e inmersa en una guerra civil. En los territorios disputados, aún se oyen los ecos de los cañonazos y se divisa el humo. Un año atrás, las escuadras anglo-francesas –con el pretexto de mediar en el conflicto- invadieron Las Provincias Unidas del Sur. Con sorpresa asistieron a una épica resistencia en la Vuelta de Obligado.

Son las nueve de la mañana y las nubes ganan celeste en detrimento del arrebol de los primeros rayos de sol. Entre carruajes y bayonetas que desfilan por las calles, Celestine Jaquette da a luz a un niño, lejos de su Francia natal.

El pequeño Isidore vivirá en Uruguay hasta los trece años, para luego emigrar o “retornar” a su patria de origen. Estudió en Tarbes y Pau, dos pueblos galos, pero un joven que anhela ser poeta debe estar donde la poesía encuentra nuevos caminos, se destruye, se replantea y va creando nuevas formas. El parisino barrio de Montmartre será la trinchera desde donde disparará contra la moral, las costumbres y las formas conocidas hasta entonces.

El joven uruguayo se bautizó Conde de Lautréamont (del otro monte). Con veintidós años y título de nobleza, ya estaba preparado para dar a conocer su visión oscura de la creación y de la condición humana. En 1968 publicó el primer canto de su obra Los cantos de Maldoror. El editor Albert Lacroix se negó a venderlo por temor a la repercusión de una obra que consideraba obscena. Dos años después, edita en Bruselas el libro completo, la respuesta fue escasa. La tímida tirada contaba con diez ejemplares.

En 1870, a los veinticuatro años, el joven cuerpo de Ducasse se apagó. Algunas crónicas biográficas (al momento de su muerto era un misterio, ni siquiera se conservaba un retrato de su rostro) indican que la indigencia fue la principal causa. Tiempo después, los surrealistas leerán al joven uruguayo de origen francés y lo posicionarán en el Olimpo de los poetas malditos.

POR QUÉ

blog2Los Cantos de Maldoror, junto con algunos poemas sueltos y una escasa correspondencia, componen toda la obra de Lautréamont. Los poetas de las generaciones siguientes sintieron curiosidad por el misterioso Ducasse. El nicaragüense Rubén Darío le dedica unas líneas en su texto Los raros: “Escribió un libro que sería único si no existiesen las prosas de Rimbaud; un libro diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y penoso; un libro en que se oyen a un tiempo mismo los gemidos del Dolor y los siniestros cascabeles de la Locura”. André Breton, padre y “policía” del surrealismo, entendió a los cantos como “la expresión de una revelación total que parece exceder las posibilidades humanas”.

Los seis potentes cantos de Maldoror están teñidos de muerte, oscuridad, violencia, prepotencia e incomodidad. Los cinco primeros mantienen cierta unidad de estilo, mientras que el último muta en una pequeña novela; una suerte de poema épico del mal. Es un largo manifiesto contra el hombre y su Creador. Desde las primeras líneas desafía al lector, lo interpela y lo sacude del lugar cómodo que proponían las novelas de la época.

“La órbita aterrorizada por la que gira el globo humano en delirio habitado por espíritus crueles que se matan entre sí”, Lutreámont nos da su visión de un mundo enfermo, enclenque, agonizante, en el que miserables mortales deambulan taciturnos, huérfanos de la gracia y misericordia de Dios.

Esta obra díscola inspiró a los surrealistas. Aunque la corriente vanguardista por excelencia se sospeche parida a orillas del Sena, tuvo un aporte insoslayable desde las costas del Río de la Plata.

POR DÓNDE

Existen diversas ediciones en español de los Cantos, la más completa es la de Editorial Argonauta con traducción y lúcido prólogo del multifacético Aldo Pellegrini; poeta, ensayista y pintor rosarino. Dicha edición recoge poemas sueltos y cartas de Ducasse.

 

02/01/2015