Sábado 27 de abril | Mar del Plata
17/03/2021

Vivir y morir esperando una pensión: una denuncia contra las demoras del IPS

Una carta que describe los idas y vueltas, el desgaste y la precariedad a la que fue empujada una familia en busca de acceder a sus derechos previsionales que nunca obtuvieron.

Vivir y morir esperando una pensión: una denuncia contra las demoras del IPS
(Foto: archivo / Qué digital)

Vivir y morir esperando una pensión: eso refleja la historia de María del Mar Rodríguez y su familia de la zona sur que, tras perder a su padre y a su madre, decidió hacer público y exponer un martirio reiterado entre muchas de las personas que recurren al Instituto de Previsión Social (IPS) de la Provincia de Buenos Aires.

Demoras, trámites burocráticos, desgaste, precariedad y la salud que se deteriora mental y físicamente hasta el final, entre amenazas de perder la obra social IOMA y, finalmente a pesar de todos los padecimientos, no poder cobrar el derecho previsional que les correspondía.

En medio del duelo por la reciente pérdida de su madre pero con el cansancio de querer cerrar una etapa dolorosa, la escritora marplatense María del Mar Rodríguez buscó dejar evidencia a través de una carta pública todo lo que sufrió con su familia hasta que finalmente “ganara” el Estado que, tras los idas y vueltas, finalmente tuvo “un sueldo menos que pagar“.

EL RELATO COMPLETO

Este texto no es solo para expresar el dolor y la bronca, sino para denunciar.

En los años 90, nuestro papá Osvaldo Rodríguez tuvo un accidente en el puerto, lugar donde trabajaba: se cayó de un camión. Esto, siendo él muy joven y nosotras muy chicas, lo dejó incapacitado para trabajar. Se le otorgó “jubilación por discapacidad” a través del organismo “IPS” (Instituto de Previsión Social).

Ahí empezaron a hacerse las cosas mal:

Se “olvidaron” de categorizarlo. En IPS, ya cuando nosotras crecimos y pudimos hacernos cargo del trámite, nos explicaron que existía una planilla en donde se cargan todos los aumentos a través de las iniciales de los beneficiarios y que se habían salteado la de nuestro papá. Esto conllevó a que vivamos una infancia llena de precariedad y hambre. Porque además de que cobraba muy poco, la distancia y la situación de vivienda hacían más dura su enfermedad que crecía. Un padecimiento mental duro de llevar cuando las necesidades básicas de la familia no estaban cubiertas.

Para solucionar esto, nos pidieron un recibo de sueldo de lo que fue su trabajo, actualizado. Nos costó mucho conseguirlo. Cuando por fin lo tuvimos, el IPS lo rebotó porque debían certificar la firma. Logramos certificarla. No nos aceptaron el papel, ahora el motivo era que es que estaba vencido.

Mientras tanto, su padecimiento empezó a crecer. Ya no podía levantarse de la cama. Nuestra mamá a partir de ahí duplicó su entrega a los cuidados de él. La inflación crecía. El sueldo era el mismo. Y nosotras a salir a buscar el mango como sea, por los cuatro.

Hasta que logramos encauzar todos los papeles que pedían. Después de cinco años haciéndonos cargo de esto, lo logramos. Pero el trámite, iba a tardar. Esto habrá sido en 2018. En el año 2020 estaría todo.

Año 2018. A nuestra mamá le diagnostican cáncer de mama. Nuestro papá postrado en una cama. Ella tenía que operarse, ya no podíamos cuidarlo. Necesitábamos que ella salga bien de esa operación. Con mucho dolor, lo llevamos a un geriátrico. Por lo menos hasta que ella esté mejor.

Pero ese verano ya de 2019, lo paseamos entre la recuperación de nuestra mamá, y a nuestro papá que lo terminaron internando en el Hospital Regional. Le diagnosticaron “Demencia Vascular”. Esto significa, que las funciones de su cuerpo se irían apagando de a poco.

Mientras tanto, llegó un arreglo parcializado de su sueldo. Porcentaje muy pequeño, en comparación con los gastos de salud de los dos y del día a día.

Mayo 2019. Nuestra mamá, Susana, en plena quimioterapia, y un llamado del geriátrico: nuestro papá había muerto. Se fue, un gris 29 de mayo, sin poder ver su derecho a un sueldo digno. Nunca llegó. Con los pocos ahorros que nos quedaban, pagamos los gastos del sepelio y del entierro.

Nos quedamos sin su jubilación. En pleno duelo y llanto, los trámites volvían a empezar: ahí iniciamos el trámite de pensión para nuestra mamá.

¿Sabés qué pasó? A seis meses del ingreso del trámite, sin que nuestra mamá cobre un peso, nos enteramos de que la pensión había sido rechazada. ¿Y por qué? Porque había un número mal en la dirección que figuraba en su documento. En vez de “Los corales 958, habían puesto 978”.

Octubre 2019. Llegó una carta de IPS que decía que ya podían ser cobrados los gastos del sepelio. Pero únicamente podía cobrarse en un período de 20 días. La fecha de la carta, era de agosto. No lo pudimos cobrar.

A conseguir más trabajo.

Verano 2020. Nos pidieron una enmienda judicial; pruebas, testigos de que nuestra mamá y nuestro papá vivían juntos. Vino la feria judicial. Retomamos los trámites en marzo, y vino la pandemia.

Nuestra mamá terminando radioterapia. Llegaron a ir los testigos. Llegó la pandemia. IPS cerró totalmente.

Unos meses después nos entregaron el papel de la enmienda judicial. Al estar todo cerrado por la pandemia no pudimos entregarlo.

Nuestra mamá con tratamiento oncológico, y la obra social IOMA, con la amenaza constante de que se la quiten por no obtener el beneficio de la pensión.

Septiembre del 2020. Habilitaron en IPS turnos virtuales. Nos dieron uno para enero 2021.

Noviembre del mismo año. Nuestra mamá va de urgencia al médico porque se estaba ahogando. Le diagnosticaron cáncer metastásico en el pulmón y el riñón. Nos dijeron los médicos: le quedan pocos meses de vida.

Un mes internada, nuestra mamá, y la obra social que seguía amenazando con quitársela. Al mes siguiente, ya diciembre, le dan internación domiciliaria. Pero con una condición: no podía ser en su casa de su barrio de Playa Los Lobos. Ahí el servicio no llega. Entonces fuimos a lo de una tía en el centro.

Tener que cuidar a nuestra vieja. Trabajar para sostener los gastos de su internación. La cantidad de medicación se multiplicó. La obra social nos trababa los tramites para poder conseguirla. A veces algunas se acababan y no nos quedaba otra: hacer flyers pidiendo donación, nuestras amigas haciendo rifas para poder pagarlas, hacer vaquitas desesperadas, hablamos con seis abogados, todos nos decían que “no porque IPS es muy jodido ” y mientras tanto nosotras teniendo que juntar el mango día a día, conviviendo con que a nuestra mamá le quedaban pocos meses de vida, y poner todo el amor a pesar del cansancio para poder cuidarla y estar con ella.

En enero presentamos los papeles. Llamábamos todos los días hasta que nos dijeron que el legajo estaba archivado por lo que íbamos a tener que hacer un reclamo. Nos dan turno para junio. IOMA, otra vez, a punto de sacarnos la obra social.

25 de febrero. Nuestra mamá fallece en la habitación de la casa de nuestra tía. Fallece sin poder volver a su barrio, sin poder ver el derecho de cobrar una pensión.

¿Por qué enmarcar todo nuestro cotidiano con el no cobrar este sueldo? Porque no sólo nunca obtuvo su derecho, sino que nosotras nos quitaron horas. Horas de compartir más con ella, porque a pesar de saber que se estaba muriendo teníamos que salir a trabajar, a hacer trámites, a recorrer toda la ciudad buscando una pastilla que nos donaba algún alma solidaria.

Esto es un escrache al IPS porque sabemos que no somos las únicas. Que hay gente con historias peores, y ya no podemos hacer más que esto. Ganaron. Nuestro papá se fue sin su sueldo. Nuestra mamá sin su pensión. Nosotras sin la tranquilidad de haber compartido sus últimos días con elles en paz. Ganaron. Un sueldo menos que pagar.
Y esta, acá, la única forma de hacer justicia por estos dos nombres: Osvaldo Rodríguez, Susana Squilliacioti. Para ustedes sólo eso, dos nombres, un número mal puesto en una planilla, para nosotras, nuestra vida entera.

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17/03/2021