Viernes 03 de mayo | Mar del Plata
08/04/2015

Quien mate un grillo

Un grillo, la magdalena de Proust, sonando en medio de la noche.

 

Un grillo, la magdalena de Proust, sonando en medio de la noche.

Los grillos son el camuflaje perfecto de un sonido ubicuo, el motivo para la aventura. Tarde o temprano, un juego que lleva al tedio. Todo comienza en son de chiste, hasta que el grillo adquiere la cualidad de un dios, y es posible enloquecer mientras se corren los muebles y todos ayudan con un silencio profundo que suele ser lo poco que muchas familias tienen en común. Entonces alguien mata al grillo. Es que ningún adulto encuentra gracia en quedar en ridículo ante cosa tan pequeñita.

Cualquiera que haya pasado cerca de un campo por los motivos que sean, sabrá que no hay campo sin grillos. O por mejor decir, las noches en el campo llevan el sonido de los grillos. Ni siquiera puedo mencionarlos de otra manera. Fíjense que pensaba escribir: “Las noches en el campo llevan el sonido de estos insectos, negros, de patas largas bla bla”, y sin embargo escribí grillo, porque a las cosas hay que llamarlas por su nombre, y por lo que la totalidad de la palabra grillo significa. Sucede que insecto es una categoría de la existencia. En cambio grillo, remite a la edad de la inocencia. Harrison Ford habrá podido zafar de piedras gigantescas y dardos venenosos, pero andá que va a poder atrapar un grillo sin matarlo. Para eso, hay que ser un niño.

Los grillos solían terminar en pequeñas cárceles de cartón que los mayores llamaban cajas de fósforos. Ahí los encerrábamos, junto con las luciérnagas y las chicharras. Las últimas, mucho más diurnas. El encanto de estos insectos, ahora sí, la palabra insectos suena apropiada, figuran dentro de las alegrías efímeras de la infancia. Los grandes buscamos lo mismo, pero tenemos la necesidad de emparentar la felicidad a los grandes acontecimientos. En realidad la cosa es más simple, tal cual se ve cuando todavía se es chico.

Por eso un grillo representa a la felicidad. Aparenta estar en todos lados y no está en ninguno. Es el falso aviso de la intuición, la carnada que nos mantiene vivos.

Ya no somos pequeños y es mentira que todos llevemos un niño adentro. Esas son tretas para acomodar la ternura que a veces flota en algún gesto ingenuo. No hay grillos cuando se deja de ser niño. Solo el viejo sonido de la felicidad.

08/04/2015